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Pastores internacionales sobre la guerra cultural: ¿Por qué sí o por qué no?

Por Benny

Benny es pastor en Asia Oriental.

Por Johnny Lithell

Johnny Lithell es pastor de la iglesia Parkway de Gotemburgo (Suecia).

Por Josh Manley

Josh Manley es pastor de la Iglesia Evangélica RAK en los Emiratos Árabes Unidos. Puede encontrarlo en Twitter en @JoshPManley.

Por Sam Masters

Sam Masters es pastor fundador de la Iglesia Bíblica Bautista Crecer de Córdoba (Argentina), presidente de la Fundación Crecer y rector del Seminario Bíblico William Carey.
Artículo
04.12.2023

9Marks pidió a varios pastores de fuera de Estados Unidos que respondieran a esta pregunta: en su contexto, ¿se considera usted un guerrero de la cultura? ¿Por qué sí o por qué no?

Estas fueron sus respuestas.

JOSH MANLEY – Iglesia Evangélica RAK, Ras Al Khima, EAU

Como pastor de una iglesia internacional de habla inglesa en los Emiratos Árabes Unidos, no me considero un guerrero de la cultura. Para el pastor cristiano, hacer la guerra a favor o en contra de determinados valores culturales sería apuntar demasiado bajo. Mi papel no es tratar de cambiar la cultura, sino proclamar y aplicar fielmente la Palabra, que siempre se enfrentará a los ídolos de la cultura.

Aunque no me identifico como un guerrero de la cultura, estoy familiarizado con ella, me preocupa profundamente y soy consciente de que el evangelio exigirá que entre en conflicto con ella. Aunque las culturas adoptan diferentes formas en esta era caída, la iglesia siempre estará situada en culturas que se oponen al evangelio.

Pero las culturas no se cambian por leyes o decretos, sino por corazones transformados que dejan de adorar y servir a la criatura en vez de al Creador (Ro. 1:25). Estamos en guerra. El apóstol Pablo deja claro que debemos «vestirnos de toda la armadura de Dios» porque «no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:11-12). Para ganar esta guerra, no luchamos con las armas de este mundo, sino con el poder del Espíritu.

Como pastor, mi llamado a pastorear el rebaño de Dios (1 P. 5:2) significa inevitablemente que a veces tendré que guiar a quienes el Señor ha confiado a mi cuidado hacia el conflicto con la cultura. Equipar a mis miembros para participar en esta batalla viene a través de la proclamación de la Palabra, la oración y el consejo fiel. Las armas con las que se enfrentan, y su objetivo y postura en la forma en que se enfrentan, importan profundamente. Sin embargo, nuestra misión es dar testimonio y hacer discípulos de Cristo resucitado allí donde el Señor nos ha colocado. Y eso tendrá, en última instancia, el efecto más grande y duradero en todas las culturas.

SAM MASTERS – Iglesia Crecer, Córdoba, Argentina

Como pastor de una iglesia en Argentina, mi primera regla de oro a la hora de abordar cuestiones sociales es recordar dónde estamos. En una época en la que los medios de comunicación social conectan a nuestra gente con los acontecimientos de todo el mundo, existe el peligro de que apliquemos mal la máxima de pensar globalmente y actuar localmente. Los medios sociales impulsan el debate.

El problema para nosotros es que las voces estadounidenses tienden a ahogar al resto del mundo en nuestra subcultura reformada. En Argentina nos enfrentamos a muchos de los mismos problemas de una cultura pecaminosa que en Estados Unidos. Sin embargo, los mapas culturales y las cronologías históricas no son idénticos. Podría ser un error para nosotros ir a DEFCON 1 sólo porque un pastor en Estados Unidos lo ha hecho.

Encontramos que lo mejor que podemos hacer es continuar predicando el evangelio, aplicar los principios bíblicos en nuestra vida congregacional, y recordar que estamos llamados a ser sal y luz en esta cultura específica en este tiempo y lugar en particular.

BENNY – Iglesia, Asia Oriental

No estoy seguro de entender el término «guerrero de la cultura» igual que ustedes. En China, donde vivo, los ciudadanos no tienen libertad religiosa ni derecho a expresarse. Las autoridades imponen estrictamente una ideología única, por lo que es muy difícilincluso arriesgado que los cristianos aporten valores cristianos al diálogo público.

Desde esta perspectiva, difícilmente puedo considerarme un guerrero de la cultura. Sin embargo, la fe cristiana es una visión holística del mundo. Toda cultura debe reformarse según la cultura bíblica (Ro. 12:1-2). Desde esa perspectiva, todo cristiano debe ser un guerrero de la cultura en su entorno cultural, incluido yo como pastor local chino.

Intento ayudar a mi congregación a mantenerse sobria en nuestro caos cultural actual. No expongo públicamente mi interpretación de la cultura ni defiendo la cultura cristiana en las redes sociales. Pero escribo constantemente cartas pastorales por correo electrónico a mi congregación.

Cada martes por la mañana, estudio un tema popular, una cuestión pública o una tradición china confusa y trato de reinterpretarla con una cosmovisión bíblica (inspirado por el podcast de Al Mohler, The Briefing). Mi oración es que los diálogos culturales semanales complementen los sermones semanales y equipen a mi iglesia para vivir una cultura bíblica en sus comunidades.

JOHNNY LITHEL – Iglesia Parkway, Gotemburgo Suecia

El término «guerrero de la cultura» sugiere desacuerdo entre grupos con creencias sociales y culturales diferentes. Pero yo soy pastor en Suecia, lo que significa que mi iglesia, verdaderamente evangélica, forma parte de una minoría tan pequeña que difícilmente podría considerarse un grupo significativo. Casi nadie en la sociedad más secular, individualista y feminista del mundo sabe lo que es un evangélico conservador, y mucho menos le importa lo que pensamos. En este sentido, difícilmente podría considerarme un guerrero de la cultura.

Sin embargo, veo dos líneas en el horizonte. La primera es una ligera tendencia hacia un resurgimiento del pensamiento conservador en nuestra cultura, que se basa en el corpus bíblico. Si las últimas décadas en Suecia podrían caracterizarse como neorrománticas, en las que las emociones de los individuos proporcionaban la norma de la verdad, puede que ahora estemos experimentando la primera brisa de un neorrenacimiento, en el que a veces resurgen los valores tradicionales. Como anécdota, hace poco expliqué la complementariedad a un padre futbolista. Para mi sorpresa, no me tachó inmediatamente de opresor. Sigue siendo sólo una línea en el horizonte, pero no deja de ser alentadora.

La otra tendencia es menos alentadora. La inmensa mayoría de los llamados evangélicos de nuestro país se niegan a pronunciarse sobre cuestiones como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Tampoco les molesta una visión modalista de la Trinidad. Estos mismos «evangélicos» tratarían con absoluto desprecio a alguiencomo yo que cree que Dios ha dado a hombres y mujeres funciones diferentes en la Iglesia. A medida que nuestro pequeño movimiento de plantación de iglesias cobra impulsopor la gracia de Dios, aquellos que pasarán más tiempo tratando de reducirnos pensarán que estarán ofreciendo un servicio a Dios.

 

Traducido por Nazareth Bello