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Nuevo Testamento – Clase 18: Colosenses y Filemón
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Clase esencial
Panorama del Nuevo Testamento
Clase 18: Colosenses y Filemón
¡Bienvenido! Te encuentras en el seminario básico «Panorama del Nuevo Testamento», dónde intentamos recorrer todo el Nuevo Testamento en el transcurso de seis meses, abordando uno o dos libros por semana. El día de hoy, pasaremos gran parte de nuestro tiempo en la carta de Pablo a los colosenses, seguido de un breve panorama del libro de Filemón. Y confío en que a través de ambos podremos ver más claramente lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo, cómo eso implica que debemos y podemos vivir, y como resultado, darle gloria a Dios a medida que entendemos mejor su palabra. Comenzaremos con Colosenses.
Colosenses: Nueva vida en Cristo
A diferencia de la carta a los Efesios, Pablo escribe su carta a los cristianos en Colosas para confrontar una herejía bastante específica. Parece que algunos estaban enseñando a estos jóvenes cristianos que la vida y la sabiduría se encontraban a través de los poderes de nuestras facultades humanas. En el capítulo 2, versículo 8, leemos: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo».
En el corazón de gran parte de esta falsa enseñanza estaba la idea de que el evangelio de Jesucristo es un gran comienzo, pero hay mucho más en oferta. Es decir, Jesús es el comienzo, pero hay otras formas de recibir la «plenitud» en la vida cristiana. Esta debía ser recibida mediante una sabiduría especialmente revelada, quizá con una comprensión particular de la ley judía, y tal vez a través de encuentros angélicos.
Este es un ataque de tres filos contra la suficiencia de Jesucristo.
- Las tendencias judaizantes y gnósticas niegan la finalidad de la obra de Cristo.
- Su preocupación por las experiencias angelicales niega la preeminencia de Cristo.
- Y el ascetismo niega nuestra necesidad de Cristo.
En respuesta, Pablo escribió para recordarles que la vida del Reino se encuentra finalmente en Cristo, y solo en Cristo. En Cristo encontramos una nueva vida. A través de la muerte de Cristo, morimos a nuestras vidas pasadas y, a través de su vida, recibimos una nueva vida. Nuestras nuevas vidas se caracterizan por relaciones transformadas con Dios y con los demás. Y como resultado, la vida del Reino es una vida centrada en la cruz.
Pero antes de empezar a adentrarnos en la carta, veamos algo de contexto primero.
1. Contexto y fecha
Parece que Pablo escribió y envió Efesios y Colosenses juntos. Hay una superposición considerable entre las dos cartas, y Pablo menciona a Tíquico al final de ambas cartas como el que probablemente las entregó. Si tuvieras que leer las dos cartas una detrás de la otra, probablemente tendrías la clara impresión de que Efesios era la carta general (recordarás que probablemente fue escrita como una carta circular a todo un grupo de iglesias en Asia Menor), mientras que Colosenses se ocupa de muchos de los mismos temas, pero estaba dirigida a las necesidades de una iglesia en particular. A diferencia de Éfeso, Pablo nunca visitó Colosas, a pesar de que estaba solo a 160 km al este de Éfeso. Sin embargo, había sido fundamental en la fundación de esa iglesia, a través de la conversión de Epafras, a quien luego envió con el evangelio a Colosas. Al igual que la carta a los efesios, parece que Pablo escribió esta epístola mientras estaba en prisión en Roma, alrededor del año 60 d. C. (4:3, 10, 18).
2. Bosquejo
Entonces, ¿qué encontramos en esta carta? Bueno, no es sorprendente dada su audiencia de una iglesia en particular, la carta comienza con una introducción bastante larga que se enfoca en el objetivo de Pablo para esta (y cada) iglesia: «para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz» (1:10-13) . Una frase bastante larga, pero una imagen bastante sorprendente de nuestro objetivo en esta vida cristiana.
A partir de ahí, Pablo se adentra en la esencia fundamental de su carta con uno de los retratos más increíbles de Cristo que podemos encontrar en las Escrituras: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación» (1:15), y de ahí hasta el versículo 20 del capítulo 1. Desde allí, Pablo dirige su atención a la implicación principal de quién es Cristo para los colosenses: su reconciliación con Dios que puedes ver en Col. 1:21 hasta el versículo 23. Estas dos verdades: quién es Cristo y quiénes somos como resultado, son el núcleo teológico de este libro. Y Pablo retrocede por un momento, Col. 1:24-2:3, para considerar su propio trabajo en apoyar esas grandes verdades.
Luego, comenzando en Col. 2:4 hasta el final de este capítulo, seguimos leyendo para ver la alternativa que se ha colocado frente a estos cristianos. Proviene de «filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo» (versículo 8). Pablo hace una pausa por un momento para recordarnos (maravillosamente) el evangelio, y luego continúa describiendo esta falsa doctrina en el versículo 16. Se consume con la tradición, festivales religiosos, celebraciones de luna nueva, días de reposo. Se deleita en la falsa humildad (versículo 18), el culto a los ángeles y una celebración de esa experiencia mística. Es ascética, imponiendo reglas estrictas acerca del cuerpo (versículos 20-23). Curiosamente, Pablo observa, versículo 23, que: «Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne». Un muy buena prueba de fuego para evaluar diferentes aspectos de la enseñanza en nuestros días.
Más adelante, en el capítulo 3, Pablo aborda cómo deberíamos vivir como cristianos: las implicaciones del verdadero evangelio que de hecho dan como resultado vidas transformadas, en una verdadera restricción de la indulgencia carnal. Abarca cómo deberíamos vivir juntos en santidad, cómo deberían funcionar nuestras familias y cómo deberíamos comportarnos con los demás en la comunidad en general. Y luego, con otra ronda de saludos personales, Pablo termina su carta con el capítulo 4.
3. Temas principales
Ahora, con eso como panorama, me gustaría abordar esta carta de manera temática e intentar analizar su mensaje principal para nosotros.
¿Cómo aborda Pablo exactamente la falsa enseñanza que amenaza con apartar a los Colosenses de Cristo a la sabiduría de este mundo? Hay dos cosas importantes que quiero que observes.
Primero, la nueva vida del cristiano proviene de Dios solo por medio de Cristo.
En Cristo hemos recibido una vida nueva. Antes (2:13) estábamos «muertos en pecados», pero ahora Dios nos «dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados». Antes (3:1-4) nuestras mentes estaban enfocadas en las «cosas de la tierra», pero ahora nuestras mentes y corazones están enfocados en «las cosas de arriba». Antes (2:21) vivíamos la vida como enemigos de Dios, alejados de él, pero ahora, vivimos «como es digno del Señor» (1:10). Esta nueva vida cambia la manera en que nos relacionamos con Dios y con otras personas. Pero si nos adentramos directamente en cómo deberíamos vivir y olvidamos la fuente de eso, que nuestra nueva vida proviene de Dios, nos encontraremos alineados directamente con estos falsos maestros predicando un evangelio basado en nuestra propia fortaleza, derivado de nuestra propia sabiduría y tradiciones, que, al final, son débiles contra la pecaminosidad de nuestros propios corazones.
Y segundo, la nueva vida del cristiano se refleja en sus relaciones con otras personas.
Como resultado de la cruz, no de la sabiduría humana, las vidas de los cristianos han sido transformadas. Puede ser que tu mente solía estar planeando festejar el fin de semana o expandir tu cartera, o simplemente asegurarte de que nadie se metiera contigo. Ahora piensa en cuáles son tus prioridades: amar a los demás con sacrificio, difundir el evangelio, agradar a Dios.
Veamos estos dos puntos principales más detalladamente.
A. De Dios
En primer lugar, nuestra nueva vida es un regalo de Dios. Pablo agradece a Dios por la fe de los colosenses, sabiendo que Dios es su autor (1:3). Ora: «con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados» (1:12-14). En su oración reconoce que Dios rescata, fortalece, capacita y nos redime.
Ahora observemos dos cosas acerca del regalo de Dios de una nueva vida para nosotros. Primero, Dios nos da esta nueva vida a través de Cristo. «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad», escribe Pablo (2:9). «Y a vosotros, estando muertos en pecados… os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados» (2:13). Cristo es la fuente de nuestra vida, y su muerte y resurrección es el medio por el cual Dios aplica esa vida a nosotros. Pablo escribe: «Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria» (3:3-4). Esto es lo que el bautismo simboliza, y la razón por la cual el bautismo es la señal pública de nuestra profesión de fe. También escribe: «En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos» (2:11-12). Incidentalmente, Colosenses es uno de los lugares más claros en el Nuevo Testamento donde entendemos lo que significa el bautismo. A menudo, las personas han sugerido que el bautismo es una continuación del pacto de la circuncisión en el Antiguo Testamento y, por tanto, que debe aplicarse a nuestros hijos incluso antes de que sean salvos. Y, en efecto, en Col. 2:11-12, Pablo ciertamente compara el bautismo con la circuncisión. Pero se esfuerza por demostrar que la circuncisión a la que se refiere no es la circuncisión física «hecha a mano», sino la circuncisión del corazón. Y así como la circuncisión del corazón era una referencia a la fe en el Antiguo Testamento, el bautismo de hoy es solo para aquellos que han experimentado esa misma fe.
Segundo, si Dios nos da esta nueva vida a través de Cristo, también debemos observar que Dios nos da esta nueva vida solo por medio de Cristo. Ninguna otra persona, logro, idea o esfuerzo humano nos servirá. Y esta idea de la salvación solo por medio de Cristo es fundamental, ya que Pablo defiende el evangelio de estos falsos maestros. Pablo llama a Cristo «el misterio de Dios el Padre… en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (2:2-3). Con ese fin, Pablo advierte a los Colosenses que no deben ser engañados ni cautivos «palabras persuasivas» (2:4), «filosofías y huecas sutilezas», «tradiciones de los hombres» o «rudimentos del mundo» (2:8). Los colosenses evidentemente estaban siendo desviados al confiar en rituales, el ascetismo, el culto a los ángeles y filosofías de moda. «Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo… Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal» (2:16, 18). Estas son tentaciones serias. Como leí anteriormente, Pablo reconoce que «tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo», pero finalmente «no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne» (2:22-23).
Cuídate del cristianismo más algo más. Cristianismo, con una pizca de budismo. Cristianismo y un régimen diario de meditación y ejercicio. Cristianismo modernizado con la sensibilidad de la Nueva Era. Cristianismo hecho intelectualmente respetable con Platón o Aristóteles. Cristianismo simplificado con un calendario fijo de oraciones, recitaciones y velas perfumadas. Hay muchas fórmulas para agrandar la Biblia con otra cosa. Muchos cristianos sienten el impulso de mezclar su fe con otra cosa, ya sea la filosofía, el ascetismo, otras religiones o ceremonias y rituales elaborados. El problema es que la otra cosa termina volviéndose más importante y conflictiva con las verdades fundamentales de la Escritura. El libro de Colosenses es un buen lugar para reflexionar sobre la suficiencia y la supremacía de la obra de Dios en Cristo, y la simplicidad resultante de la fe cristiana.
No hay nada de malo en simplemente estudiar otras religiones o filosofías del mundo. Tal estudio puede ayudarnos a ser mejores evangelistas y apologistas de la fe. Y no hay nada de malo en participar en la adoración corporativa compartida, que con el tiempo desarrollará sus propios hábitos y características. Pero estas cosas nunca deben convertirse en sustitutos de Cristo, o incluso adiciones necesarias a Cristo. Podemos cambiar nuestros rituales y aún adorar a Dios. Podemos pasar toda nuestra vida cristiana sin un encuentro angélico o incluso sin una «experiencia» espiritual dramática y aún ser fieles. Podemos llegar a ser perfectamente conocedores de la fe sin estudiar los comentarios de los filósofos acerca de ella. Pablo advierte fuertemente a los colosenses que siempre recuerden que solo Cristo es suficiente para llevarnos a la «plenitud» y darnos una «nueva vida». De hecho, Pablo da una de las declaraciones más fuertes acerca de la supremacía y suficiencia de Cristo en toda la Escritura en Col. 1:15-20:
«El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz».
¡Nada se puede comparar con Cristo!
B. Para Dios y los demás
Eso fue lo primero que quería que notaras: nuestra nueva vida proviene de Dios solo por medio de Cristo. Y lo segundo es esto: esta nueva vida se vive para la gloria de Dios y de acuerdo con sus propósitos. Dios no es solo la fuente de nuestra nueva vida: el carácter de Dios es el modelo para nuestra nueva vida y su voluntad es una guía para nuestra nueva vida.
Como mencioné antes, Pablo ora para que los cristianos en Colosas vivan «como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz» (1:10-12). Nuestras vidas deben ser dignas de Dios y agradables para él, lo que significa que nuestras vidas deben estar marcadas por un conocimiento cada vez mayor de Dios, un agradecimiento por todo lo que nos ha dado y una paciencia ante las pruebas y las tentaciones de esta vida. Pablo reitera este tema en Col. 1:6, donde escribe que la verdad del evangelio «que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad».
Pablo les dice a los colosenses que su nueva vida en Cristo debería tener implicaciones reales en la manera en que viven sus vidas y en la manera en que se tratan unos a otros. «Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó» (3:9-10). Escribe: «dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos» (3:8-9). En su nueva vida, deben vivir de manera diferente. «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto» (3:12-14). Nuestra nueva vida comienza con un nuevo corazón, con nuevas actitudes, con un nuevo enfoque y una nueva forma de pensar y responder al mundo.
Hablando de manera práctica, esta nueva forma de vida se muestra en nuestras relaciones con otras personas. En el capítulo 3, Pablo brinda orientación a diferentes grupos de personas en sus relaciones clave, centrándose en la familia. «Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten» (3:18-21). Nuestra nueva vida en Cristo debería ser evidente primero en la forma en que tratamos a los miembros de nuestra familia. Esto puede ser especialmente desafiante porque los miembros de nuestra familia son precisamente las personas que a menudo damos por sentado. Puede ser tentador ver el hogar como el lugar donde ya no tenemos que ser educados o amables, donde se nos permite «relajarnos», en otras palabras, siendo honestos, ser egoístas con nuestras palabras y nuestro tiempo. Pero Pablo es muy específico: el hogar es el lugar donde comenzamos a vivir nuestras nuevas vidas. Ten en cuenta que si bien los roles difieren, esposa, esposo, hijos, el tema es el mismo: el amor.
También vivimos nuestras nuevas vidas en el lugar de trabajo. Pablo instruye a los «siervos», lo cual es paralelo a nuestro concepto de «empleados» y «jefes». «Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís» (3:22-24). Ahora bien, los empleados modernos en este país generalmente tienen muchos más derechos y privilegios en el lugar de trabajo que los antiguos siervos en el suyo. Sin embargo, Pablo les estaba diciendo a los siervos en el mundo antiguo que debían «obedecer» con un «corazón sincero» y «hacerlo de corazón». Si ellos, con muchas menos recompensas, debían trabajar con sinceridad y esfuerzo, ¿cuánto más nosotros? Esto puede ser difícil, porque quejarnos de nuestros trabajos es casi todo el contenido de nuestras pequeñas charlas en fiestas y almuerzos aquí en Washington, DC. Sin embargo, Pablo nos recuerda que deberíamos estar agradecidos de trabajar y que deberíamos tener cuidado de honrar a Dios con nuestro trabajo. Deberíamos procurar entusiastamente complacer a nuestros jefes, genuinamente desde el corazón. No deberíamos hacer solo lo suficiente para salir del paso, o trabajar solo cuando el jefe está mirando. Pienso que Pablo dice que deberíamos enorgullecernos de nuestro trabajo, ¡incluso disfrutarlo! Finalmente, Pablo agrega una palabra para los jefes. «Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos».
De modo que nuestra nueva vida debería mostrarse en nuestras relaciones con nuestra familia, en el lugar de trabajo y en todas nuestras interacciones en general. Mientras Pablo termina su breve carta a los colosenses, les aconseja: «Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno» (4:5-6). Esta nueva vida debería ser simplemente un estilo de vida evidente en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos, a cada persona que conocemos y con quien interactuamos.
Debido a que nuestra nueva vida es tan importante y tan abarcadora, debemos esforzarnos por perseverar hasta el final. «…ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro» (1:22-23). Debemos perseverar hasta el final para recibir la plenitud de nuestras nuevas vidas con él en la nueva creación. Por esa razón, Pablo ora para que los colosenses tengan «toda paciencia y longanimidad» (1:11). Sabemos que nuestra perseverancia está garantizada por Dios, que nos permite vivir a través de su Espíritu, pero también vemos aquí en Colosenses que debemos esforzarnos todos los días por vivir esta perseverancia.
Y todo esto, si lo entendemos correctamente, es imposible si no entendemos a Cristo y el evangelio expuestos en la primera mitad de la carta. Así que mientras estudias este libro, pasa un buen momento considerando y meditando sobre las palabras de Pablo en el primer capítulo. Considera este evangelio centrado en Dios, impulsado por Dios y glorificador de Dios que hemos recibido, y luego, solo entonces, lee y contempla cómo debería evidenciarse en tu vida.
C. Conclusión
La carta de Pablo a los colosenses nos enseña que en Cristo hemos recibido una nueva vida. Estábamos muertos en nuestros pecados y hemos recibido vida través de él. Y solo Cristo es suficiente para nuestras nuevas vidas. Él es la «imagen del Dios invisible» en quien habita la plenitud de Dios. Comparado con la supremacía absoluta de Cristo, nada más se compara. La filosofía sofisticada, los encuentros angélicos, los rituales hermosos, las tradiciones antiguas, el conocimiento supuestamente secreto, el espiritismo de la Nueva Era y cualquier otra cosa simplemente palidecen en comparación con Cristo Rey.
Y nuestras vidas nuevas producen nuevas relaciones. Nos relacionamos de una manera fundamentalmente nueva con Dios. Tenemos paz para con él, buscamos crecer en el conocimiento de él y obedecemos su voluntad para nuestras vidas. También nos relacionamos de una nueva manera con nuestros familiares, amigos, colegas y compañeros de trabajo. Ya no estamos marcados por la «fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia», sino por «entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia». Y estamos llamados a perseverar en esta nueva vida hasta el final, con la ayuda de Dios a través de su Espíritu. Ese es el mensaje de Colosenses. Lo que nos lleva a Filemón.
Filemón – Reconciliación [10:20]
Filemón es la más corta de las cartas de Pablo. También es única en el sentido de que no es una carta a una iglesia, sino a un miembro individual de la iglesia. Es una carta personal de Pablo en nombre del esclavo fugitivo de Filemón, Onésimo, que sirvió junto a Pablo (suponemos que Onésimo llegó a ser cristiano después de que escapó). La compasión y el amor de Pablo por el joven son evidentes cuando lo llama «mi hijo». Lo ha enviado de vuelta para pedir perdón.
Antes de continuar, permíteme decir unas palabras acerca la esclavitud en el Nuevo Testamento. Para empezar, debemos tener cuidado de no ver la esclavitud de bienes muebles basada en la raza de los siglos XVIII y XIX en el siglo primero. En los días de Pablo, aunque alguna esclavitud era resultado de la guerra, la mayoría era de un tipo económico más parecido a la servidumbre contratada. Roma estaba llena de doctores, abogados y maestros que eran esclavos y no era debido a la raza. Dicho esto, el Nuevo Testamento nunca excusa la esclavitud, ni exonera a los esclavistas. No intenta establecer un sistema político-económico alternativo. Más bien, como lo hace Pablo aquí, busca traer las implicaciones del evangelio a los esclavos y a los maestros.
1. Bosquejo
A. Salutación de Pablo (1-3)
B. Acción de gracias e intercesión por Filemón (4-7)
C. Súplica de Pablo por Onésimo (8-22)
D. Observaciones finales (23-25)
Temas principales y mensaje
El tema de la reconciliación a través del poder de Cristo, la vida centrada en la cruz, se extiende a lo largo del libro de Colosenses (escrito a la iglesia a la que asisten los destinatarios de esta nota). La reconciliación se pone en práctica en el libro de Filemón, de una manera muy real. Pablo le pide a un hombre que perdone a otro que lo ha perjudicado directamente. A ambos se les pide que hagan algo difícil.
Onésimo es una imagen de alguien que necesita perdón. Pablo envió a Onésimo a su jefe a quien había perjudicado. Ahora Onésimo aparecería en la casa de Filemón con nada más que una carta de Pablo en su mano. ¿Te imaginas al antiguo esclavo de pie en la puerta cuando su antiguo jefe abre la puerta, necesitando perdón, incapaz de pagar, cuidado únicamente por alguien que está muy lejos en la cárcel? En cierto sentido, la destitución de este antiguo esclavo es incomparable. No puede ofrecer nada, y merece un castigo.
Filemón, por su parte, puede no haber encontrado fácil perdonar. Al perdonar a Onésimo, podría pensarse que muestra debilidad. Podría ser avergonzado entre sus vecinos por tratar a un empleado fugitivo, o siervo contratado, de esta manera. Tal vez le preocupa que dicha indulgencia alentara a Onésimo a ver su crimen a la ligera. Quizá también alentaría a otros a seguir el ejemplo de Onésimo y les haría pensar que ellos también se librarían fácilmente. Cualquiera de nosotros que haya ejercido autoridad en el lugar de trabajo conoce la tensión entre la justicia y la misericordia hacia nuestros empleados.
¿Por qué Pablo hace esta solicitud? Para que se demuestre el amor de Cristo y el poder reconciliador y redentor del evangelio. ¡Pablo es un pacificador, y es agresivo al respecto! Observa cómo Pablo se dedica a suplicarle a Filemón. Onésimo se había convertido en cristiano, por lo que Pablo se identifica estrechamente con Onésimo. Onésimo es «mi hijo», (10) y «hermano amado, mayormente para mí» (16). Incluso dice: «recíbele como a mí mismo» (17), y ofrece pagar las deudas de Onésimo (18). Pablo entra en el mundo de Onésimo y se identifica estrechamente con él y sus pruebas. Desde esa posición, Pablo suplica a Filemón no por el bien de Onésimo, sino por el suyo. ¡Qué imagen de lo que Cristo ha hecho por nosotros! Cuando nos unimos a él, él se identifica con nosotros y le suplica al Padre en nuestro nombre. Pablo simplemente está siguiendo el ejemplo de Cristo al buscar la reconciliación entre dos creyentes.
El uso de Pablo de la situación ofrece un modelo y un ejemplo de ministerio pastoral, asesoramiento y perdón. Cuando confrontes a alguien, apela al amor que ellos han conocido en Cristo. Ten la confianza de que si le estás hablando a un cristiano, entonces el Señor obrará con amor en él. No necesitamos manipularnos mutuamente. Al igual que en Colosenses, podemos mantener el evangelio entre nosotros, confiando en que es el único motivo suficiente para la transformación.
Y Onésimo, por su parte, está en la situación en la que todos nos encontramos ante Dios. No podemos ofrecer nada a Dios. Merecemos castigo, y necesitamos desesperadamente su perdón. Podemos imaginar cómo debería haberse sentido Onésimo cuando Pablo le dijo que tenía que regresar a Filemón, o lo que era tener que llevar esa carta a su jefe. ¿Recuerdas cómo fue la primera vez que te diste cuenta de la profundidad de tu pecado y la justicia de la ira de Dios contra ti? La pequeña carta de Pablo ofrece una buena oportunidad para meditar sobre eso y recordarlo nuevamente. Necesitamos el amor condescendiente y abnegado de Dios en nuestras propias vidas, que se nos ofrece solo porque Cristo ha cumplido las demandas de justicia para todos los que se arrepienten y creen. Necesitamos ser perdonados, y debemos perdonar, si queremos tener verdadera fe cristiana.
Conclusión
Entonces, ¿cuál es la vida del Reino? Es una vida que de principio a fin está marcada por la gracia que se nos ha mostrado en y por medio de Cristo. Una gracia que nos une, una gracia que nos anima, una gracia que nos ha transformado, para que podamos ser una reflejo de la gloria de Dios, para que las palabras de Jesús se cumplan, para que todos los hombres sepan que somos sus discípulos, por nuestro amor mutuo.
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