Clases esenciales: Masculinidad y Femineidad Bíblicas

Masculinidad y Femineidad Bíblicas – Clase 8: Roles de los Hombres y las Mujeres en la Iglesia (Parte 1)

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
20.07.2017

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Clase esencial
Masculinidad y Femineidad Bíblicas
Clase 8: Roles de los Hombres y las Mujeres en la Iglesia (Parte 1)


Durante las dos últimas semanas hemos pasado tiempo reflexionando sobre los distintos roles y responsabilidades de los hombres y las mujeres en el hogar. Ahora, durante las próximas 2 semanas reflexionaremos más sobre estos distintos roles y responsabilidades en la iglesia local.

Mientras comenzamos, repasemos lo que hemos visto sobre los hombres y las mujeres en general:

  • En Génesis 1:26-27 aprendimos que los hombres y las mujeres son creados a imagen de Dios. Ambos son iguales en gloria, honor, valor, dignidad e importancia.
  • En Génesis 2 aprendimos que Dios le dio a los hombres la disposición de delegar autoridad y responsabilidad al proveer y proteger a otros. Vimos que las mujeres son creadas con una disposición para tender ayuda voluntariamente a hombres dignos y para nutrir vida en otros, de varias formas de acuerdo a las relaciones que Dios les ha dado.

Pero aunque hemos visto cómo las Escrituras asignan diferentes disposiciones a los hombres y las mujeres, así como más claramente sus distintos roles en el hogar, pero con implicaciones para toda la vida, incluyendo la soltería, no deberíamos olvidar su igualdad espiritual fundamental. Gálatas 3:26-28 «26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». El contexto de este pasaje es las bendiciones de la salvación. ¿Quién puede recibir redención y reconciliación? Gálatas resalta el maravilloso hecho de que todos los que están en Cristo tienen igual estatus ante Dios. Esto no es la cienciología donde los mayores peldaños de bendición sólo pueden ser costeados por el rico. En Cristo no hay ninguna universidad o JV, racismo o sexismo, sino total igualdad.

Los hombres y las mujeres en la iglesia

Como veremos más tarde, hay unas cuantas distinciones claras en los roles de los hombres y las mujeres dentro de la iglesia reunida. Pero más allá de las distinciones, hay similitudes significativas en la forma en que los hombres y las mujeres son llamados y capacitados por Dios para participar en la obra del evangelio y el ministerio de la iglesia local.

Este es el hecho que tan a menudo es pasado por alto en esta discusión. La Escritura no sólo permite, sino que espera que los hombres y las mujeres participen en la gran mayoría del ministerio y las prácticas de la iglesia.

Así que, para las mujeres presentes esta mañana, Dios te ha dado, como mujer, un amplio campo de ministerio en el cual él quiere y espera que trabajes y sirvas con gozosa libertad.

  • 1 Corintios 12:4-11 {LEE} «Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere».

¿Qué aprendemos? Dios da una variedad de dones a su iglesia, y ellos no están distribuidos aquí en base al género. Tanto los hombres como las mujeres son dotados grandemente por Dios con el propósito de edificar el cuerpo. Y así, de ambos se espera que usen sus dones para, versículo 7, «provecho» de toda la iglesia. Como veremos la semana que viene, hay ciertas estructuras que Dios ha establecido respecto al ejercicio de la autoridad y los roles cuando la iglesia se reúne, pero en general, los hombres son edificados por las mujeres y las mujeres son edificadas por los hombres. Pablo continúa en el versículo 18, «Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. 19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? 20 Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo».

Esto quiere decir, que nadie es insignificante o irrelevante para la vida de la iglesia. Por tanto, respecto a los hombres y las mujeres y los roles que han recibido, deberíamos recordar siempre que Dios ha diseñado el cuerpo exactamente como él lo quiere. Esto debería ayudarnos a guardar nuestro corazón del orgullo, la inseguridad y el descontento.

De manera que, si tuviésemos que resumir el resto de nuestro tiempo a una sola idea, sería algo como esto:

Los hombres y las mujeres están llamados a servir a la iglesia en todas las capacidades, excepto donde dicho servicio viole el principio bíblico del liderazgo masculino, específicamente en la enseñanza o en el ejercicio de autoridad sobre los hombres cuando la iglesia se encuentra reunida.

La próxima semana, nos enfocaremos en pasajes que hablen sobre ese principio de liderazgo masculino en la iglesia. Sin embargo, el día de hoy, comenzamos toda esta discusión mirando una variedad de formas prácticas en las cuales, tanto las mujeres como los hombres sirven a la iglesia.

1. Participar en las reuniones públicas

Los momentos más importantes en la vida de la iglesia son lo que estamos a punto de hacer en unos minutos: Reunirnos juntos públicamente alrededor de la palabra de Dios. Juntos escuchamos la palabra de Dios leída, cantada, orada y predicada. Juntos como un cuerpo hacemos algo que el mundo no puede explicar. Personas de diferentes etnias, culturas, antecedentes socioeconómicos, intereses y hobbies todas unidas en Cristo Jesús. Juntos hacemos lo que ninguna reunión de discipulado personal, grupo de estudio bíblico pequeño, o «marcha por la vida» en el centro comercial puede hacer. En las palabras de Pablo en Efesios 3, «aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; 10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia (a través de nuestra congregación local)… a los principados y potestades en los lugares celestiales».

Los ancianos no pueden hacer esto solos. Los predicadores no pueden hacer esto solos. Las celebridades teológicas y los blogueros no pueden hacer esto solos. Los hombres o las mujeres no pueden hacer esto solos. Pero los hombres y las mujeres redimidos de toda índole juntos sí pueden hacerlo. En un sentido real, el componente más fundamental para que los cristianos se edifiquen mutuamente comienza con el ministerio de la presencia (Ej: En la universidad, ¡la mitad del trabajo sólo consiste en asistir!). El reunirse como hombres y mujeres para orar y cantar juntos en un regalo de Dios – cuando escuchamos a nuestros hermanos clamar al Señor en oración, somos animados a permanecer constantes en oración. Cuando escuchamos a nuestros hermanos cantar, nuestros corazones se refrescan, mientras cantamos ricas verdades teológicas a Dios a la vista de los demás.

2. Votar con la congregación

Como iglesia congregacional, creemos que la última autoridad terrenal sobre los asuntos de nuestra iglesia recae en las manos de la congregación reunida. En cuestiones de disciplina, doctrina, membrecía y más, es la congregación reunida la que toma las decisiones—hombres y mujeres.

De manera práctica, esto significa que cada miembro de nuestra iglesia—sea hombre o mujer—es en última instancia responsable de conocer las Escrituras, aplicarlas a la vida de la iglesia, defender a la iglesia de errores, y ejercer disciplina en la iglesia. Tanto los hombres como las mujeres son responsables de cuidar a esta iglesia del pecado y el error.

3. Servir como diáconos

Creemos que hay sólo dos oficios bíblicos en la iglesia, el de anciano y el de diácono. Como veremos la próxima semana, creemos que el Nuevo Testamento reserva el oficio del pastorado a los hombres, no creemos que ocurra lo mismo con el oficio del diaconado.

Hay mucha discusión entre evangélicos sobre si las mujeres deberían servir libremente como diaconisas. ¿Cómo llegamos a esta posición del texto? Veamos 1 Timoteo 3, comenzando en el versículo 8: «Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. 10 Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles». Luego, en el versículo 11, «Las mujeres asimismo sean…».

Algunos leen eso y asumen que Pablo está hablando sobre las esposas de los diáconos. Pero el griego no dice «sus esposas», sino simplemente «las mujeres» como se debería leer en la mayoría de las notas a pie de página de sus Biblias. Observa también que la palabra griega puede ser usada para mujer y esposa. Yo y muchos creemos que la lectura natural del texto es mejor. Pablo está tratando de abordar en el versículo 11 a «las mujeres que son diáconos», no a «las esposas de los diáconos». ¿Por qué dicen esto? Tres razones rápidas:

  • Primero, cuando las «esposas» están a la vista, generalmente hay una palabra como «sus» esposas o «su propia esposa» añadida, pero aquí sólo tenemos el artículo, que usualmente es traducido como «los» o «las».[1]
  • Segundo, a lo largo de esta sección, Pablo utiliza la palabra «asimismo» para denotar una nueva categoría. Parece ser que esto, por tanto, es una nueva sección que describe no a las esposas de los diáconos sino a las mujeres que son diáconos.
  • Tercero, parecería raro para Pablo enumerara los requerimientos para las esposas de los diáconos, pero no para las esposas de los ancianos. Pero si Pablo está hablando de las diaconisas, los siguientes «requerimientos» tendrían sentido.

En ningún rango, no entendemos el oficio de diácono (que literalmente significa «siervo») como el que lleva la clase de autoridad que Pablo prohíbe a las mujeres en 1 Timoteo 2. Bíblicamente, el oficio del diaconado es uno práctico – lo vemos en Hechos 6. Un diácono sirve como la persona que se asegura de que un determinado ministerio funcione o de que una necesidad en particular sea suplida, y ellos operan explícitamente bajo la autoridad y supervisión de los ancianos. No hay supervisión autoritativa teológica o pastoral vinculada en el oficio de diácono. La autoridad diaconal es la autoridad práctica y organizacional dentro de un área específica para un propósito específico. Aunque pienses que este es un rol «menor», Cristo mismo fue llamado un diácono, un siervo de la iglesia. Ser diácono es seguir sus pasos.

4. Leer, orar y profetizar

En cualquier servicio dominical matutino, el líder del servicio puede pedirle a una mujer que lea las Escrituras a la congregación. La lectura de la palabra de Dios es uno de los elementos más básicos en nuestra reunión corporativa. Es un privilegio que Dios capacite tanto a hombres como mujeres para participar. Algunas mujeres pueden preferir no hacerlo por preocupación de que la lectura en público sea una forma de enseñanza, lo que respeto, pero la posición de los ancianos aquí es que la enseñanza implica explicar y aplicar el texto (diferencia clave), mientras que la simple lectura del texto en voz alta es un maravilloso ministerio accesible tanto para hombres como para mujeres.

Y las mujeres oran públicamente. Para ver eso, miremos 1 Co. 11:4-5: «Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. 5Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado». No te preocupes, ¡hablaremos sobre el cubrir las cabezas la próxima semana! Pero por ahora, simplemente observamos que Pablo asume que las mujeres oran y profetizan en las reuniones de la iglesia. Ya que, la oración es quizá el ministerio más básico en la vida de una iglesia unida, no es sorpresa que tanto los hombres como las mujeres desempeñen un rol igualmente importante. No olvides que la oración de Ana en 1 Samuel 2 y la oración de María en Lucas 1 están registradas en las Escrituras.

Aunque deseamos que las mujeres oren en público, podrías preguntar, ¿por qué generalmente no lo hacen desde el pulpito un domingo por la mañana? Eso es mayormente por que nuestras oraciones corporativas en el servicio de la mañana, especialmente la oración de alabanza, de confesión, y la oración pastoral, rayan justo en el margen de la enseñanza autorizada. La persona, a través de su oración, está enseñando quién es Dios, y lo está aplicando a la reunión corporativa. Probablemente no sería pecado que una mujer dirija esa oración –recuerda 1 Corintios 11– pero el gran énfasis de enseñanza en estas oraciones nos hace ser un poco más precavidos. Esta es un área en la cual por el bien de estar claros sobre la distinción en el rol, hemos escogido errar por el lado de la precaución.

1 Corintios 11 también habla de las mujeres que profetizan en la iglesia. Mucho se pudiera acerca de lo que está pensando Pablo exactamente. Para resumir, él no está hablando de «predecir» (decir el futuro) como suele suceder con la profecía inspirada del Antiguo Testamento, sino de «anunciar», es decir, un discurso no inspirado que evoca las verdades bíblicas. En nuestro contexto, esto incluiría los testimonios bautismales. O quizá aún más directo al punto, aquellos «testimonios de gracia» que a menudo escuchamos un domingo por la noche donde hombres y mujeres, guiados por el Espíritu, comparten la obra de Dios en su vida a fin de edificar públicamente el cuerpo. También incluiría muchas de las cosas edificantes que las mujeres comparten regularmente cuando estudiamos las Escrituras juntos los miércoles por la noche o cuando tenemos un panel de discusión en las clases de estos seminarios básicos. Deja fuera esas participaciones que aportan las mujeres, ¡y cuán empobrecido sería nuestro tiempo![2]

5. Enseñar y liderar a otras mujeres

Queremos ser claros en que los hombre son los que han sido llamados por Dios para enseñar a la congregación reunida, ¡pero eso no quiere decir que las mujeres no deben enseñar! Pablo habla de esto en Tito 2:3-5 (que ya hemos visto en varias oportunidades) ——«Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; 4que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, 5a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada». Pablo no sólo dice «modelen». Él dice «enseñen». Instruyan. Capaciten.

Esto también es un problema para las mujeres solteras. Pablo está hablando no solamente a mujeres que no sólo son mayores en edad, sino a aquellas que son maduras en la fe. Tenemos mujeres solteras y casadas que lideran grupos pequeños y hablan en los retiros de mujeres y enseñan en otros contextos. La exhortación, el apoyo, y la enseñanza entre cristianos no se basan finalmente en la experiencia, sino en las Escrituras.

Así que, ya sea que estés o no en la circunstancia específica de ser esposa o madre, las mujeres solteras y casadas pueden observar sus vidas entre sí y animarse mutuamente a aplicar la Palabra a sus vidas.

6. Ministrar a los niños

Esta es otra área donde las mujeres pueden tener un poderoso ministerio en la iglesia. Por todo tipo de razones equivocadas nuestra sociedad ve el trabajar con los niños como algo, si no deshonroso, entonces menos que honorable. Me pregunto si eso es en parte porque se piensa que el cuidado de los niños es simplemente sentarse en una habitación para ver a un montón de niños jugar con juguetes. Pero eso no es cierto bíblicamente, o en esta iglesia. Necesitamos mujeres y hombres que tomen en serio el cuidado y la enseñanza de los niños, que se den cuenta de que a través de la Palabra y el ejemplo estamos comunicándoles el amor de Cristo y el evangelio.

Considera la exhortación de Pablo a Timoteo en 2 Ti. 3:14: «Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús».

¿De dónde viene esta educación teológica? ¿Asistió él a una universidad o seminario teológicos? ¡No! Él lo aprendió de su madre y abuela. 2 Ti. 1:5 «trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también».

La preparación de Timoteo comenzó por las enseñanzas de su madre y abuela. Ese es un llamado loable, ayudar a capacitar a la próxima generación de líderes de iglesias.[3] Necesitamos hombres, por supuesto, que hagan lo mismo. Proveer y proteger a otros, física y espiritualmente, incluye a los niños. Si eres un chico soltero que dice, «Sí, a mí sólo no me gusta trabajar con los niños. No los entiendo». La única forma de mejorar es ponerte manos a la obra y perservar.

7. Muchos otros

Hay tantos otros ministerios que pudiéramos mencionar, la mayoría para nada únicos a las mujeres, sino que más bien incumben a todos los cristianos. Muchas mujeres tienen poderosos ministerios de apoyo u hospitalidad. Evangelismo y misiones – Me encantan los ejemplos de mujeres solteras y viudas que han sido usadas poderosamente por Dios en el campo de las misiones, como Lottie Moon, Amy Carmichael y Elizabeth Elliot. Ministrando a enfermos y ancianos. Orando con los heridos o confundidos. Buscando y recibiendo a visitantes. Disciplinando a otras mujeres. Y ni siquiera he mencionado el puñado de mujeres que son capacitadas y compensadas por nuestra iglesia para dar consejería. O aquellas que son ujieres, que ayudan con la música, o que sirven en la iglesia como secretarias y oficinistas. Todos estos son ministerios en los que las mujeres desempeñan un rol vital, y en los cuales pueden tener un ministerio robusto y satisfactorio en la congregación, por el bien de la iglesia.

Tristemente, tendemos a sólo atribuir honor a lo que es más visible y público. Pero Dios no es así. Piensa en 1 Corintios 12. «y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro».

La iglesia de Corinto luchaba con el mismo problema que nosotros. Ellos tendían a elevar a cierto ministerio, especialmente el que era público y fantástico (en su caso el de lenguas), y tendían a devaluar a los demás. Pablo no apoyará eso, porque Dios no lo hace.

¿PREGUNTAS?

Pienso que todo lo que hemos discutido hasta ahora nos deja con una pregunta obvia. Si tanto los hombres como las mujeres sirven de formas tan vitales, ¿por qué Dios reserva la enseñanza a la iglesia reunida y el oficio de anciano a los hombres? La próxima semana estudiaremos dos pasajes bíblicos importantes que responden esa pregunta, 1 Timoteo 2 y 1 Corintios 11. Pero por los momentos, quiero concluir mirando el perfil de trabajo del anciano. Y creo que empezaremos a ver por qué, en la sabiduría de Dios, él llama sólo a los hombres a esta posición.

El lugar clave para mirar es 1 Timoteo 3:1-2, donde Pablo da los requerimientos para ser un anciano, también llamado obispo o pastor en el Nuevo Testamento. Observa que él escribe acerca de este oficio usando términos masculinos: «Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. 2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer» – literalmente «hombre de una sola mujer», y así sucesivamente. Si examináramos el Nuevo Testamento, veríamos un patrón que aquellos que cumplen con el rol de liderazgo de la iglesia como ancianos, al «predicar y enseñar» como dice 1 Ti. 5:17, son hombres. Pablo continúa en el capítulo 3 diciendo que no deben ser recién convertidos, y que deben ser capaces de enseñar la Palabra. Además, Pablo simplemente los llama a la piedad básica: Santidad. Humildad. Vida honorable. Hospitalidad. Estas, por supuesto, son virtudes que las mujeres cristianas también deberían procurar. Pero consideremos las cosas a las que Dios llamó a los ancianos a hacer. Aquí está el «perfil de trabajo» que emerge de las páginas del Nuevo Testamento:

  1. Los ancianos proveen a la iglesia a través de la enseñanza bíblica. Pablo dicen en Tito 1:9 que un anciano debe ser «retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza». El llamado de Timoteo era este: «ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza» (1 Ti. 4:13). Efesios 4:11-12, dice que Jesús da a los pastores-maestros su iglesia «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo».
  1. Los ancianos protegen a la iglesia de la falsedad. Pablo advierte, «Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias» (2 Ti. 4:3). ¿Qué debe hacer un anciano? 2 Timoteo 4:2, «redarguye, reprende, exhorta». Tito 1:9, «exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen».
  1. Los ancianos lideran la iglesia con su ejemplo. 1 Pedro 5:3, dice que los pastores no deberían actuar «como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey». Hebreos 13:7, nos dice, «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe».
  1. Los ancianos llevan la responsabilidad ante Dios por el bienestar de la iglesia. Sabemos de Santiago 3:1 que los maestros recibirán un juicio más estricto. Como dice Hebreos 13:17, «deberíamos sujetarnos a los ancianos de la iglesia porque ellos velan por nuestras almas «como quienes han de dar cuenta».

Ahora bien, quiero que hagamos una pausa y observemos algo. ¿Ves un patrón aquí? Mira las cosas a las que Dios llama a los ancianos a hacer: Proveer… proteger… liderar… llevar la responsabilidad… ¿No te recuerda ese patrón a algo? ¡Esa es la definición de la masculinidad bíblica! Los hombres están llamados a proveer a y proteger a otros, especialmente a sus familias pero también a sus hermanas en Cristo en la iglesia. Ese era el perfil de trabajo de Adán en el Huerto del Edén según Génesis 2:15. Los hombres están llamados a liderar a sus familias espiritualmente, como hemos visto en Efesios 5, donde el esposo entrega su vida para que su esposa crezca en santidad. Los hombres llevan la responsabilidad ante Dios por la forma en que lideran sus hogares; recuerda Génesis 3:9, que aunque Eva pecó primero, Dios llamó a Adán a rendir cuentas.

Entonces, verás, que el cuadro bíblico del liderazgo pastoral es masculino en su núcleo.[4] No es el machismo mundano, la clase de arrogancia egoísta que utiliza a otros por ganancia o placer personal. Es una disposición compasiva para servir y refugiar a la novia de Cristo. Es humilde y benevolente con las ovejas de Dios, y al mismo tiempo, resistente y fuerte contra los lobos que buscan devorarlas.

Ora para que Dios de hombres que sirvan como ancianos de esta manera. Si eres hombre, y no aspiras a tener este carácter pastoral, aún si no aspiras al oficio real, deberías preguntarte por qué. Mujer soltera, si deseas casarte, deberías orar por un esposo así. Otros pueden ser más ricos. Otros más apuestos. Pero ningún otro hará que crezcas y florezcas como un hombre que te ame así.

Al final del día, el liderazgo pastoral por hombres y el ministerio congregacional robusto tanto por mujeres como hombres no están en conflicto. Se benefician mutuamente. Nosotros como la iglesia necesitamos a los ancianos bíblicamente masculinos que Dios ha dado para guiarnos y enseñarnos. Y sin embargo, los ancianos no son la iglesia. El cuerpo de Cristo es maravillosamente diverso, compuesto de muchos dones. Alado sea Dios por los hombres y las mujeres fieles, que de manera incansable, sirven a este cuerpo para su gloria.

[1] Sí, el artículo algunas veces funciona como pronombre posesivo, por lo que la traducción «sus» es posible, pero esto necesita determinarse por el contexto.

[2] Profesor: Mira el libro de D. A. Carson, Manifestaciones del Espíritu, si quieres reflexionar más sobre la profecía en la iglesia local.

[3] Posible pregunta: ¿Cuándo un niño llega a ser demasiado mayor para que una mujer sea su maestra en la iglesia? George Knight en Recovering BMW: «Parece ser que la iglesia debe responder esta pregunta en términos de la evaluación de la sociedad del momento en que, en esa sociedad en particular, el niño se convierte en un hombre. Si el joven todavía está bajo la dirección de sus padres y la instrucción de una mujer, su madre, en casa, entonces parece apropiado para él estar bajo la instrucción de una mujer en la iglesia. Si se considera que él ha alcanzando la masculinidad, esté casado o no, entonces él no debería ser enseñado por una mujer… Donde la duda persiste,… a menudo la mejor solución sería no colocar a una mujer en esa situación dudosa, sino más bien buscar el liderazgo masculino».

[4] Por supuesto, hay veces en que las mujeres también hacen estas cosas. Ellas proveen instrucción a sus hijos y protegen a las mujeres más jóvenes que están discipulando del peligro espiritual. Estas funciones no son exclusivamente masculinas, pero sí tipifican la masculinidad.