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¿Le importa a Dios cómo adoramos? (Parte 1)
Durante las últimas décadas, la adoración ha sido un tema debatido y aun causante de división en muchas iglesias. Cabe mencionar que muchas de estas disputas se han originado debido a que muchos cristianos confunden la adoración con cierto tipo de música, o estilo del culto dominical, o con todo aquello que sucede antes del sermón. De acuerdo a la Biblia, la adoración es algo que debe tomar lugar en cada aspecto de nuestras vidas, no solamente en nuestras reuniones de iglesia. Una vez que hayamos entendido la idea bíblica de la adoración, habremos construido un fundamento que nos permitirá tener un diálogo mucho más significativo con respecto a cómo deben ser nuestras reuniones eclesiásticas de acuerdo al principio regulativo del Nuevo Testamento y cómo aplicar ese principio en nuestras iglesias locales.
UN PANORAMA BÍBLICO DE LA ADORACIÓN
En su libro Engaging with God, David Peterson nos da la siguiente definición de la adoración: “la adoración del Dios vivo y verdadero es esencialmente una relación con él en los términos que él propone y en la forma que sólo él hace posible” (Engaging with God, p. 21). D. A. Carson dijo que “la adoración es la respuesta apropiada de todos los seres morales ante Dios, dando todo el honor y la gloria a su Dios-Creador precisamente porque él es deleitosamente digno” (Worship by the Book, p. 26). De estas dos definiciones podemos deducir que (1) Dios es el iniciador de nuestra relación con él, y que (2) Dios es el que define cómo nos debemos acercar ante él, y que (3) por lo tanto no podemos venir ante él en nuestros propios términos. La naturaleza de la adoración se basa en la revelación que Dios ha provisto de sí mismo. “Una relación con el Dios vivo puede ser disfrutada únicamente con la base de su auto-revelación a lo largo de la historia” (Engaging with God, p. 25).
Las palabras utilizadas con mayor frecuencia en la Escritura para referirse a la adoración son histahwa en el hebreo que denota un significado de inclinación ante alguien, y proskynein en el griego que es un compuesto de pros(hacia) y kynein (besar). Generalmente se utilizaba como un beso de respeto o veneración hacia alguien de mayor rango.
Desde las primeras páginas de la Escritura Dios es muy claro en que es él quien define los estándares de cómo su pueblo se le debe aproximar. Génesis 4:3-8 nos dice que el Señor aceptó la ofrenda de Abel pero rechazó la de Caín. Caín erró en no reconocer su posición delante de Dios al desobedecer sus estándares. Ligon Duncan comenta sobre este pasaje que “Dios advierte a los lectores de esta historia que él es muy meticuloso acerca de cómo su pueblo le debe rendir adoración” (Give Praise to God, p. 28). Es importante notar que esta historia sucedió antes de que se hubiera escrito la ley en el Sinaí. El celo de Dios en cuanto a la adoración existía desde el principio.
En la narrativa del Éxodo se nos dice que Moisés fue elegido como mediador entre los israelitas y Dios mismo. Mientras que Moisés recibía la Ley en el Sinaí, su hermano Aarón decidió ser el nuevo mediador con sus propios estándares de cómo acercarse a Dios. Aarón construyó un becerro de oro y el pueblo dijo: “Israel, aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto” (Éx. 32:5). Curiosamente, al mismo tiempo Dios le dictaba a Moisés “Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saque de Egipto, del país donde eras esclavo” (Éx. 20:1). Aparentemente el pueblo de Israel no estaba tratando de adorar a un dios diferente que YHWH sino que ellos habían decidido que podían acercársele en sus propios términos. Mientras Dios decía “no te hagas ningún ídolo” (Éx. 20:4), los israelitas le deban forma al becerro. Duncan concluye de este pasaje que “no podemos escoger nuestro propio mediador. No podemos dibujar a Dios como deseamos o queremos. No podemos adorar al Dios verdadero con nuestros estándares. No podemos adorar al Dios verdadero excepto en la forma que él nos manda” (Give Praise to God, p.37).
Cuando Moisés recibió la Ley, Dios le dio instrucciones meticulosas acerca del sistema sacrificial, el tabernáculo, el sacerdocio de los levitas, los días festivos y la purificación del pueblo. Todos estos mandamientos demuestran que Dios es celoso en cómo su pueblo se le dirige. Una teofanía especial tomaba lugar cuando los israelitas guardaban los mandamientos de Dios en cuanto a la adoración. Años después, Dios tuvo la iniciativa de morar con su pueblo en el templo en vez del tabernáculo debido a que el pueblo ya poseía la Tierra Prometida. Leemos en el libro de los Reyes que Dios le dijo a Salomón que construyera un templo en el Monte Sion: “Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho en mi presencia. Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días” (1 Re. 9:3). Esta promesa significaba que Dios construiría un templo eterno en que habitaría perpetuamente; hecho que sigue siendo verdad en el templo espiritual de la iglesia.
En el Nuevo Testamento, Jesús le dijo a la mujer samaritana que había llegado el tiempo en que “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:23), significando que todos los mandamientos del Antiguo Testamento acerca de la adoración habían llegado a su clímax en la persona de Jesucristo. Ahora los verdaderos adoradores adoran solamente si el Espíritu mora en ellos (cristianos) y solamente si adoran la verdad (Jesucristo).
El libro de Hebreos confirma esto diciendo que Jesús es “el heredero de todas las cosas” (He. 1:2). Jesús es el nuevo Moisés, el nuevo Shabath, el nuevo templo, el nuevo sacrificio, el nuevo cordero, el nuevo sumo sacerdote, el nuevo Rey-Sacerdote (Melquisedec). Dios ha establecido una nueva y mejor manera de cómo relacionarnos con él en cada aspecto de nuestras vidas mediante la persona de Jesucristo.
Podemos concluir de este estudio que a través de la Biblia, Dios ha tenido la iniciativa en acercarse a nosotros y él es quien ha declarado como debemos relacionarnos con él. En el Nuevo Pacto, Dios ha establecido un nuevo templo —la Iglesia— y ahora tenemos libre acceso al Padre a través de un mejor mediador (Jesucristo).
Habiendo construido este fundamento, naturalmente surgen varias preguntas: (1) Debido a que tenemos libre acceso al Padre en Jesús, ¿podemos adorarle en nuestros términos cuando nos reunimos como iglesia? (2) ¿Existe un modelo en el Nuevo Testamento que debamos seguir para nuestras reuniones como iglesia? (3) ¿Cómo podemos aplicar estos principios en nuestras congregaciones locales? Estas preguntas las responderemos en el siguiente artículo.
Bibliografía:
1. Peterson, David. Engaging with God; A Biblical Theology of Worship (Downers Grove, Illinois, IVP Academics, 1992)
2. Carson, D.A., Worship by the Book (Grand Rapids, Michigan, Zondervan, 2002)
3. Duncan, Ligon., Give Praise to God (Philipsburg, NJ, P&R Publishing, 2003)
Giancarlo Montemayor es Pastor Asistente en High Pointe Baptist Church en Austin, Texas, donde vive junto a su esposa Marcela. Al mismo tiempo, Giancarlo cursa su MDiv en el Southern Baptist Theological Seminary. Puedes seguirlo en Twitter: @theolo_Gian