Discipulado
Las promesas vacías de una agenda ocupada
Cuando los visitantes se presentan en una reunión de la iglesia, frecuentemente escucho una versión de esta pregunta: ¿Qué tienes para_____?
¿Niños? ¿Jóvenes? ¿Solteros? ¿Hombres? ¿Mujer? ¿Ancianos?
Asumen que una buena iglesia tiene muchos programas para subconjuntos específicos de personas. Los programas son la forma en que las personas se conectan y crecen. Seguramente, debajo de la musculatura de una iglesia sana, encontramos el sistema esquelético de un calendario ministerial completo, ¿verdad?
De hecho, un calendario ministerial ocupado puede distraer y agotar a los santos más de lo que los establece en la fe y promueve la misión de la iglesia.
El propósito de este artículo no es desalentar todos y cada uno de los programas o actividades adicionales en una iglesia. En cambio, es enfatizar las cosas principales que se nos revelan en las Escrituras que también han resistido la prueba del tiempo.
Quiero considerar dos problemas teológicos que nos inducen a pensar erróneamente que un calendario ministerial ocupado produce madurez en Cristo, y luego ofrecer tres estímulos sobre cómo estructurar los ministerios de su iglesia.
Problema teológico #1: Derivar nuestra identidad de lo que hacemos
Siendo pastor, frecuentemente le pregunto a la gente cómo les va. Es notable cuántos responden de inmediato con una lista de cosas que están haciendo. En lugar de aprender cómo le va confiar en Cristo como un peregrino en este mundo caído, obtengo una actualización sobre la frecuencia con la que ocurren los momentos de tranquilidad, qué libros se leen y su asistencia reciente a un grupo. Este es un claro indicio de que hemos sido condicionados a considerar nuestra identidad cristiana por lo que estamos haciendo.
Bíblicamente hablando, la vida cristiana es una vida dada. Recibimos la justicia y la satisfacción de Cristo por la fe (Romanos 3:21–26, 5:12–21; Filipenses 3:1–11). Estamos unidos a él. Entonces vivimos de nuestra unión con Cristo y nuestro estado justificado, pero no estamos persiguiendo nada (Romanos 5:1–11, 6:1–23, 8:1–4, 15–17). Todo lo que hacemos, lo hacemos en vista de la misericordia de Dios, no con la esperanza de obtenerla. 1
Problema teológico #2: No creemos que los medios ordinarios de gracia harán el trabajo
La iglesia ha comprendido históricamente que el Señor imparte, sostiene y fortalece a su pueblo a través del ministerio de la Palabra y la administración de los sacramentos, así como de la oración y el canto.
2 En nuestros días, tendemos a no creer que una vida ordinaria en la comunión de los santos, participando de los medios ordinarios de gracia, conducirá a la madurez en Cristo.
O quizá es que no confiamos en los medios ordinarios de gracia. Tal vez estamos aburridos con ellos. Estamos buscando la próxima gran cosa. Vivimos en una búsqueda constante de experiencias espirituales o de la llave que abra el verdadero discipulado. Y a menudo pensamos que podemos encontrarlo en algún nicho ministerial en la iglesia.
Habiendo dicho todo esto, permíteme ofrecerte tres estímulos para los ministerios de tu iglesia.
1. Enfatiza y prioriza valientemente la reunión corporativa en el Día del Señor
Cuando nos reunimos como pueblo de Cristo en el Día del Señor, lo hacemos para recibir de Cristo, su ministerio y dones. Venimos cargados de pecado; él nos perdona. Venimos sucios; él nos limpia. Venimos hambrientos; él nos alimenta. Venimos vacíos; él nos llena.
La adoración corporativa es una oportunidad para escuchar y ser cambiados por Dios. Él ha hablado. Él se ha revelado. ha actuado Se ha acordado de nosotros. Él nos ha salvado. Y así respondemos. Esta es la cosa más genuinamente redentora que hacemos cada semana. Dios ha prometido estar con nosotros, ministrarnos y darnos todo lo que pueda faltar a nuestra fe y amor. 3
Dado esto, el calendario del ministerio en nuestras iglesias debería estar subordinado a la reunión del Día del Señor. También debería fluir de él, lo que me lleva a mi segundo estímulo…
2. La reunión del Día del Señor debería equipar a los santos para la obra del ministerio. Ten un programa de la iglesia que permita a los santos ministrarse unos a otros y a sus vecinos 4
En nuestros días, es normal hacer la vida a un paso vertiginoso. La vida de las personas está llena. Es cierto que a veces nos hacemos esto a nosotros mismos, pero no siempre. Estoy agradecido de ser parte de una iglesia donde muchos de nosotros estamos tratando de vivir una vida sencilla orientada alrededor de la iglesia local. Pero incluso con eso, es fácil sentirse abrumado por todo en nuestros respectivos calendarios familiares. Confío en que nuestra iglesia no es única.
Esto plantea una pregunta importante: ¿estamos sirviendo bien a nuestra gente llenando sus calendarios con un montón de actividades de la iglesia? Si la vida moderna es una carrera alocada, entonces la vida cristiana contemporánea a menudo puede sentirse como una rueda de hámster. Corremos como locos. Estamos haciendo muchas cosas. Pero luego miramos hacia arriba, exhaustos, pero no estamos seguros si hemos llegado a alguna parte.
Es bueno hacer espacio durante la semana para que los santos se reúnan para tomar un café, comer, caminar o jugar en el parque. Debemos dejar espacio durante la semana para que los santos practiquen la hospitalidad. Este tipo de interacciones alientan a los santos a confesarse los pecados unos a otros; llevar las cargas los unos de los otros; invitar a la corrección; animarnos, exhortarnos y amonestarnos unos a otros; y buscar la salvación de su familia, amigos y vecinos.
¿Nuestros calendarios de ministerio en la iglesia fomentan o excluyen este tipo de actividad?
3. En realidad, fuera de la reunión del Día del Señor, todo lo demás es un llamado de sabiduría
Nuestras iglesias no están en pecado por tener o no tener un grupo de jóvenes, un ministerio de ancianos, grupos comunitarios o un estudio bíblico de mujeres. Hay mucha latitud y libertad con respecto a los ministerios programáticos en la iglesia.
A los ancianos de nuestra iglesia les parece prudente proporcionar tiempos adicionales fuera del domingo por la mañana para enseñar y orar, por lo que tenemos dos miércoles por la noche al mes donde aprendemos doctrina, una reunión de oración todos los domingos por la noche y clases básicas de fe todos los domingos por la mañana. Fuera de eso, nuestras otras actividades de la iglesia sirven como oportunidades para que los santos profundicen las relaciones entre ellos y están estructuradas en consecuencia.
Esta es la pregunta que deberíamos hacernos acerca de cualquier ministerio en la iglesia: ¿Este ministerio sirve claramente a la misión de la iglesia? Si no es así, siéntete libre de deshacerte de él. Los programas y ministerios van y vienen. Piensa de esa manera. Habla de esa manera. Estructura tu presupuesto de esa manera.
Una palabra final de ánimo
El ministerio principal de cualquier miembro de la iglesia es acudir a la reunión del Día del Señor. Todo lo demás fluye de eso. Hay innumerables veces durante los siete años de la vida de nuestra iglesia que les he dicho a santos bien intencionados: «Confía en Cristo. Ten calma. Y preséntate en la iglesia». A veces añado: «Y háblame dentro de un año».
Esa simple exhortación ha sido notablemente fructífera en nuestra congregación. ¿Por qué? Porque el Señor edifica su iglesia a través de los medios que él ha dado. Podemos confiar en él.
Traducido por Renso Bello
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[1]. Así es cómo los apóstoles escriben en las epístolas del Nuevo Testamento. Fundamentan a los santos en su unión con Cristo, afirman su condición de adoptados y justificados, y luego escriben sobre el cómo viven los redimidos. En particular, considera Romanos, Efesios, Colosenses y 1 Juan (donde Juan afirma a los santos en todo momento).
[2]. Mateo 26:26–28; Lucas 22:19–20; Juan 6:47–51; Romanos 6:3–5; 10:14–17, 16:25–27; 1 Corintios 10:16,
11:23–26; Efesios 4:1–16; Colosenses 2:11–12, 3:16; 2 Timoteo 3:16–4:2; 1 Pedro 3:20–22.
[3]. Ver las referencias bíblicas sobre los medios ordinarios de gracia (arriba), así como Mateo 11:28-30, 2 Corintios 3:5-6, 16-18, etc.
[4] Ver, de nuevo, Efesios 4:7-16; Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12:1-31. En cuanto al significado de ministrarnos unos a otros y a nuestro prójimo, véase también Romanos 13:8-10, Gálatas 6:1-2, etc.