Bautismo
Escucha y observa, los beneficios de examinar a los candidatos al bautismo
Consideremos dos frases populares:
Frase #1: «El bautismo es el primer paso de la obediencia cristiana».
Probablemente has oído esto antes. Yo lo oí cuando era joven y se lo he dicho a muchas personas. Honestamente, creo que es una frase perfectamente razonable.
Frase #2: «La obediencia tardía es desobediencia».
Esta puede ser menos popular que la primera, pero es igual de razonable (¡y una de mis favoritas cuando hablo con mis hijos!). Después de todo, ¡el Evangelio según Marcos utiliza la palabra «enseguida» unas cuarenta veces! Lo ideal es que la obediencia cristiana sea alegre e inmediata.
Ahora, junta estas frases y verás cómo retrasar el bautismo puede parecer extraño para algunos. Sin embargo, muchas iglesias lo hacen de manera funcional con clases de bautismo o reuniones pastorales antes de bautizar a una persona. ¿Es esto incorrecto? Si el primer paso de la obediencia cristiana es bautizarse, ¿no sería retrasar el bautismo un acto de desobediencia?
No lo creo.
De hecho, alegaría que existen al menos cuatro razones por las que es sabio examinar a los candidatos al bautismo antes de bautizarlos.
1. Protege el evangelio.
¿Cómo discernimos (lo mejor que podamos) si alguien ha abrazado a Cristo?
Después de todo, si el bautismo es una proclamación visible del evangelio, no queremos extenderlo a aquellos que no lo han abrazado. El bautismo no está reservado para cualquiera que repita las palabras: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios». Después de todo, los mormones, los testigos de Jehová, los católicos romanos, los ortodoxos orientales y otros dicen con gusto lo mismo, y nosotros (con razón) no los bautizamos. ¿A quiénes bautizamos? La respuesta es que bautizamos a los cristianos. Entonces, ¿cómo sabemos si alguien es cristiano? Hacemos lo que dijo Jesús: buscamos frutos (Mateo 7:16). Buscamos frutos escuchando y observando[1]. Escuchamos para asegurarnos de que han abrazado el verdadero evangelio y observamos la evidencia de esa creencia.
Al tomarnos el tiempo para hacer esto, protegemos el evangelio al asegurarnos de que la señal del evangelio (el bautismo) esté estrechamente relacionada con la obra genuina del evangelio (la regeneración). Ninguna iglesia lo hace a la perfección, pero cuando se hace de manera consistente, el evangelio se protege y se proclama con gran claridad.
2. Brinda mayor seguridad.
Cuando el bautismo se ofrece con poco o ningún examen, se convierte inherentemente en un acto individualista. «[Yo] elijo bautizarme porque [yo] creo que ahora [yo] soy cristiano». Entonces, cuando surgen las dudas, la seguridad de la persona se basa principalmente en su experiencia individual.
Pero cuando la iglesia actúa con prudencia antes de administrar el bautismo, escuchando y observando, le recuerda a la persona que su bautismo no es una decisión individualista. Sí, la persona se toma su tiempo para considerar el bautismo, pero también lo hacen los cristianos que le rodean. Así, cuando recuerden su bautismo, recordarán la decisión personal de confesar su unión con Cristo y su iglesia, y a toda la iglesia afirmando esa confesión. Recordarán que después de escuchar y observar la obra del evangelio en su vida, la iglesia dijo a una sola voz: «¡Sí, este es un cristiano! Queremos que el mundo lo sepa. ¡Preparen el agua!».
De hecho, esto es, al menos en parte, lo que hizo Pablo cuando exhortó a Timoteo a seguir adelante y «pelear la buena batalla». Le recordó a Timoteo la confesión que hizo «delante de muchos testigos» (1 Ti. 6:12).
Recordar a docenas, tal vez cientos, de personas afirmar tu fe es algo reconfortante.
3. Preserva la pureza y el testimonio de la Iglesia.
El evangelio crea un pueblo, y las ordenanzas definen los límites de ese pueblo. Como acto de «iniciación»[2], el bautismo lleva visiblemente a alguien dentro de ese límite (la iglesia visible), mientras que la Cena del Señor define ese límite de manera continua (Hechos 2:37-47).
Lo ideal sería que el mundo pudiera ver a nuestras iglesias y decir con claridad: «Esas personas son un ejemplo de lo que significa seguir a Jesús». Pero al dar la señal que afirma el evangelio (el bautismo) a quienes no lo han recibido verdaderamente, esa imagen se vuelve borrosa. El poder del evangelio se tergiversa y la clara diferencia entre la iglesia y el mundo se vuelve difusa.
De nuevo, ninguna iglesia lo hará bien siempre. No podemos leer los corazones, y algunos no cristianos vivirán de manera convincente como cristianos durante un tiempo (1 Juan 2:19). La Segunda Confesión de Londres lo expresa muy bien cuando dice: «Las iglesias más puras bajo el cielo están sujetas a la impureza y al error» (2CFL 26.3).
Pero deberíamos anhelar ser las iglesias más puras bajo el cielo por el bien de nuestro testimonio, así que vale la pena escuchar y observar antes de bautizar a alguien.
4. Promueve el discipulado.
Supongamos que se te acerca un hombre que dice ser cristiano. Te cuenta que escuchó tu sermón, que ahora cree en el evangelio y desea bautizarse. Mientras lo escuchas y observas, descubres que vive con su novia. Cuando le preguntas al respecto, él lo defiende, alegando que es una situación complicada y que realmente no es para tanto.
Le explicas que los cristianos no son perfectos, pero que una marca clave del cristianismo es el arrepentimiento continuo. En lugar de defender y abrazar el pecado, el cristiano lucha activamente contra él buscando seguir la Palabra de Dios. Incluso recurres a las Escrituras, señalando que Dios llama a su pueblo a «huir de la fornicación» (1 Co. 6:18) y a «no [preocuparse] por satisfacer los deseos de la carne» (Rom. 13:14). Sin embargo, a pesar de tus esfuerzos, él sigue sin ver nada malo en este estilo de vida.
¿Lo bautizas? ¿Tú y la iglesia proclaman públicamente al mundo: «Este es un cristiano?» ¿O te tomas el tiempo para animarlo y exhortarlo a que se arrepienta? La opción de «animar y exhortar» promueve el discipulado cristiano. Ayuda al hombre a saber lo que significa seguir a Jesús. Si este hombre es creyente, el fruto de su conversión será evidente a través del arrepentimiento. Además, tanto los que están dentro como fuera de la iglesia tendrán una idea más clara de lo que significa ser seguidor de Cristo. Aprenderán que los cristianos se toman en serio la santidad y que es incoherente decir «sigo a Jesucristo» mientras se vive sin arrepentimiento en contra de sus mandamientos.
¿Qué hay que escuchar?
En pocas palabras, escuchamos el evangelio. ¿Tiene esta persona una comprensión básica de las buenas nuevas? ¿Entiende (1) quién es Dios, (2) quiénes somos nosotros como pecadores necesitados de gracia, (3) y quién es Jesucristo como Rey y Salvador? También necesitamos discernir (4) si tomó una decisión consciente de confiar en él para el perdón de sus pecados.
Haré preguntas aclaratorias a lo largo del proceso, pero estas son las cuatro cosas básicas que busco escuchar.
¿Qué hay que observar?
Aquí buscamos discernir si su profesión de fe coincide con su vida. No buscamos la perfección, pero queremos ver evidencia de la regeneración. ¿Ha cambiado su disposición hacia el pecado? ¿Está tratando de alejarse de su pecado y seguir a Jesús? Por imperfecto que sea, ¿hay un esfuerzo?
Un punto de aclaración
Como conclusión menor, cuando podemos afirmar con seguridad que alguien es cristiano, debemos bautizarlo. Este artículo no aboga por que neguemos las señales del nuevo pacto (el bautismo y la Cena del Señor) a nadie que creamos que es miembro del nuevo pacto. Sin embargo, tanto La Escritura como la sabiduría pastoral nos animan a verificar que la persona sea cristiana (lo mejor que podamos) antes de declararla públicamente como tal.
La pregunta no es: «¿A quién bautizamos?». Bautizamos a cristianos. La pregunta es: «¿Cómo podemos discernir que esta persona es cristiana?». Cuando no podemos responder eso con una confianza razonable, corremos el peligro de no velar por las almas que se nos han encomendado (He. 13:17).
Si eres un nuevo creyente que desea ser bautizado, no te desanimes si tus pastores se toman el tiempo de escuchar y observar. Es por tu bien y para la gloria de Dios.
Traducido por Nazareth Bello
[1] Estoy en deuda con Pete Thompson, de Gethsemane Baptist Church, por ayudarme a reflexionar sobre este Marco Conceptual.
[2]Juan Calvino, La Institución de la religión cristiana y 2, ed. John T. McNeill, trad. Ford Lewis Battles, vol. 1, The Library of Christian Classics (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2011), 1303, Logos Bible Software.
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