Membresía

El Crecimiento Bíblico de La Iglesia– Primera de Tesalonicenses 3:12-4:12

Por Mark Dever

Mark Dever es el pastor principal de Capitol Hill Baptist Church en Washington, D. C., y el presidente de 9Marks. Puedes encontrarlo en Twitter como @MarkDever.
Artículo
24.06.2021

Conferencia Teológica Reformada de Toledo.

27 de abril de 2002

¿Cómo puedes tener una iglesia en crecimiento? Según los anuncios en la reciente edición de una revista evangélica prominente, las iglesias pueden crecer asistiendo a un seminario de capacitación eficaz para los líderes de la iglesia en la iglesia local; encargando alguna literatura nueva para la Escuela Dominical; adquiriendo equipos de comunicación electrónicos de una tienda en Alabama; escogiendo el estudio bíblico o libro cristiano correcto, la universidad o el seminario correcto. Un seminario prominente, si te inscribes, afirma: «capacitarte para ser alguien que cambie el mundo».

El crecimiento de la iglesia en la actualidad es un gran negocio. Muchas personas, desde los burócratas en denominaciones en declive, pasando por los sociólogos de la religión hasta los jóvenes pastores evangélicos más entusiastas, querrían saber cómo es una iglesia en crecimiento y cómo tener una.

El apóstol Pablo sabía que una iglesia en crecimiento, fundamentalmente, está conformada por cristianos en crecimiento, Por eso, se tomó el tiempo de orar e instruir a los cristianos que conocía. Y, por la gracia de Dios, la iglesia creció. Vayamos a la primera carta de Pablo a los tesalonicenses, comenzando en el capítulo 3, versículo 12:

«12 Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, 13 para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo. Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; 10 y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más; 11 y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, 12 a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada».

Veremos primero las oraciones de Pablo por una iglesia creciente, 3:12-13, el motivo de una iglesia creciente, 4:1, y las instrucciones para una iglesia creciente, 4:12.

En primer lugar, así como lo hizo en el capítulo 1, versículos 2-3, Pablo compartió con los tesalonicenses lo que oraba por ellos. Oraba por dos cosas: amor y santidad.

En el versículo 12 dice que oró por ellos: «Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros».

Pablo sabe que Dios es la fuente del amor. Observa que Pablo no se limita a decirles que sean más amorosos. Pablo presenta en oración sus peticiones a Dios, porque sabe que lo que pide es algo que Dios ciertamente puede hacer, y es algo que Dios ha dicho que desea. Después de todo, es Dios quien nos ha dado el ejemplo de amor y quien nos da el poder para seguir ese ejemplo. «En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor» (1 Jn. 3:16, 4:7-8).

Los cristianos amamos, pues, porque Dios nos amó primero; tanto en el sentido de que nos ha dado un ejemplo de amor como en el sentido de que nos capacita para amar. Así, si necesitamos crecer en amor, ¿Qué deberíamos hacer? Bueno, al menos algo que podemos hacer es orar por ello. El camino al crecimiento es la oración.

Pablo da por sentado que son amorosos (eso queda claro en el capítulo 4, versículo 9), pero quiere que su amor crezca, incluso que sobreabunde; ¡que se desborde, que sobrepase sus límites! Los cristianos deben estar creciendo siempre. Es bueno orar por esto, por aquellos que conocemos. Y por nosotros mismos, para que tengamos cada vez más amor entre nosotros y por todos los demás.

También leemos en el versículo 13, que Pablo oró por santidad: «para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos».

De nuevo, observa la fuente de su firmeza. Pablo ora para que Dios los afirme en lo más profundo de su ser, su personalidad, su voluntad, ese lugar donde se almacenan las metas y ambiciones de la vida: sus corazones. Y les dice por qué desea que sus corazones sean afirmados: para que sean irreprensibles en santidad. Pablo ora negativamente para que no haya ningún pecado que se les pueda imputar, para que sean irreprensibles. Pero también ora positivamente para que sean santos, para que sus vidas reflejen el carácter completamente bueno de Dios.

Pablo quiere que se despojen de lo viejo y se revistan de lo nuevo. Pablo hace énfasis en que no se trata de una simple irreprochabilidad a los ojos del mundo, sino de una irreprochabilidad «delante de Dios nuestro Padre» en aquel momento en que se hará la evaluación final, cuando se abran todos los libros se abran ante la llegada de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. Este tema del FIN está presente en toda la epístola.

¿No es interesante que Pablo no les dijo que había orado por ellos —su salud física y prosperidad, el fin de sus persecuciones— las mismas cosas que probablemente diríamos de forma natural cuando estamos orando por alguien? No estoy diciendo que Pablo nunca haya orado estas cosas por ellos. Pero eso no es lo que les comparte aquí. Pablo parece preocuparse principalmente en orar no por su prosperidad física o material, sino por su prosperidad espiritual.

Pablo no solo oró por los tesalonicenses, también los motivó con el prospecto de vivir para agradar a Dios (4:1). Pablo les imploró: «Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más».

Ya les había recordado varias cosas que les había dicho cuando estuvo con ellos. Y ahora, ¿en qué les dice que les había instruido? En cómo vivir. No era simplemente una instrucción acerca de lo que debían creer, sino de cómo debían vivir. Cuando Pablo estuvo con estos creyentes, no se limitó a enseñarles con palabras, les mostró cómo vivir. Cuando escuchó que estaban firmes en el Señor, como dice en el versículo 8, eso no significa simplemente que todavía mantenían las creencias correctas, sino que todavía estaban viviendo vidas correctas. Como dijo Matthew Henry: «Hablar bien sin vivir bien nunca nos llevará al cielo».

Verás, una vez más aquí, tienes la idea de crecimiento. Él dice: «de la manera que aprendisteis… así abundéis más y más». Él no solo quiere que permanezcan, sino que sobreabunden. La marca de un cristiano creciente no es la perfección, sino el deseo de crecer más.

Pablo les ruega que lo hagan. La palabra «rogar» en el versículo 1 es una palabra que Pablo usa para introducir exhortaciones apasionadas y enfatizarlas. «Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más». Más y más, Pablo les ruega que crezcan en vivir para agradar a Dios. Este es el motivo de una iglesia en crecimiento.

Pablo había orado para que fueran amorosos y santos. Les imploró con este fin. Ahora, en la parte final y más larga de nuestro pasaje, añade a estas cosas algunas instrucciones específicas para una iglesia que crece (4:2-12).

Primero les instruye acerca de la santidad, en los versículos 2-8. Sigue conmigo.

«Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo».

Por tanto, una manera en que deben vivir más y más es en la santidad. Pablo dice: «La voluntad de Dios es vuestra santificación» (v. 3). Es la voluntad de Dios que seamos cada vez más santificados: hechos santos, especiales, separados. Lo más fundamentalmente santo es Dios. Como oró Ana: «No hay santo como el Señor» (1 S. 2:2). Por esa razón, debemos reflejar el carácter de Dios con nuestra conducta santa. Lo que muestra más claramente que somos su pueblo es un estilo de vida santo. No debemos confundir a otros profesando ser hijos de un Dios santo, pero luego no vivir vidas santas.

Y así tenemos la clase de declaración acerca de la santidad que Pablo hace aquí, donde las implicaciones morales están en primer plano en el significado de la palabra. Nuestros cuerpos deben mantenerse limpios y puros para él. Y al hacerlo, la maravillosa y vivificante santidad de Dios brillará en nuestras vidas, en el oscuro mundo que nos rodea. Aquí, Pablo dice, específicamente, evitar la inmoralidad sexual (v. 3), todo tipo de acto sexual fuera del matrimonio. ¿Por qué? Porque todo se reduce a agradar al Señor. Pablo nos da dos razones.

Primero, en el versículo 6, por la amenaza de castigo: el Señor castigará a los hombres por esos pecados. Pablo siguió fielmente el ejemplo de Jesús al enseñar a estos jóvenes creyentes que el Señor podría regresar en cualquier momento y, por tanto, debían vivir preparados. Y eso implicaba que no debían ceder ante esas cosas que ciertamente merecían el castigo de Jesús.

En segundo lugar, dice en el versículo 7, por su propósito planeado: Porque Dios no nos llamó a ser impuros, sino a vivir vidas santas. Como dijo Pablo a los creyentes de Éfeso: Dios «nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él» (1:4). Pablo oró por los creyentes de Filipos para que fueran «sinceros e irreprensibles para el día de Cristo» (1:10). Les dijo a los creyentes de Colosas que Cristo los había reconciliado consigo «en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él» (1:22).

Observa que esta vida de santidad es la vida que agrada a Dios el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así es cómo él quiere que vivamos. Estas instrucciones son «por autoridad del Señor Jesús» (v. 2). Pablo dice en el versículo 3, que «esta es la voluntad de Dios». Y en el versículo 8, deja claro que «el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo». Dios nos da su Espíritu de santidad. Él es santo. Él hace que aquellos que en quienes vive que sean como él: santos.

Es el hecho de que es el mensaje de Dios lo que da a Pablo tal urgencia. Pablo quería claramente que ellos supieran que estas no eran simplemente ideas suyas. No, en esto, Pablo estaba siguiendo la instrucción de Jesús a sus discípulos de enseñar a otros las cosas que ÉL les había enseñado (Mt. 28:18-20).

Este es el corazón de una buena predicación. Ciertamente, la predicación, como se ha dicho, la verdad a través de la personalidad. Pero esa personalidad debe amplificar la verdad de Dios, no oscurecerla. Es bueno, incluso necesario, que los predicadores utilicen el ingenio que Dios les ha dado, pero siempre de una manera que ilumine el texto, más que iluminar simplemente los propios pensamientos del predicador. Todo el que quiera predicar debe ver confirmada su vocación estudiando para comunicar las palabras de Dios y no simplemente sus propias ideas.

Y luego finalmente, en los versículos 9-12, les enseña acerca del amor (4:9-12).

«Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; 10 y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más; 11 y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, 12 a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada».

Se amaban unos a otros con amor fraternal. Una vez más, observa la importancia de la motivación. Dios les había enseñado acerca de esto. Ellos habían respondido. Pablo lo había notado y los animó. No es de extrañar, pues, que al inicio de la próxima carta que les envía, se encuentren estas palabras en el capítulo 1, versículo 3: «Siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe aumenta grandemente, y el amor de cada uno de[a] vosotros hacia los demás abunda más y más».

Aunque evidentemente Dios ya les había enseñado esto, dice, aun así, podían crecer, podían abundar más en esto, por lo que les ruega; les suplica como, acababa de hacerlo en el asunto anterior de la santidad sexual, que lo hagan más y más. Aunque su amor era extenso, superando los límites de su congregación local, incluso así, Pablo podía rogarles que se amaran unos a otros más y más. En 1 Tesalonicenses 5:12-15, da los detalles: respetar a los líderes (5:12-13), amonestar a los ociosos (5:14), animar a los desalentados (5:15), ayudar los débiles (5:14), ser pacientes con todos (5:14), no devolver a otro mal por mal (5:15), procurar siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos (5:15).

Sin embargo, parece que había algunos problemas en esta iglesia. Un malentendido de las enseñanzas de Pablo acerca del regreso de Cristo había llevado quizá a algunos de ellos a un estado que se caracterizaba por una inquietante combinación de fanatismo y pereza, ya que rechazaban el curso normal de la vida, para esperar el inminente regreso del Señor. Por tanto, Pablo les dijo debían tener por ambición el llevar una vida tranquila; es decir, no una vida agitada ni desordenada, sino una vida en paz, con Dios, con los demás y con ellos mismos (cf. «vivid en paz» 5:13). Esa es una idea increíble, ¿no es así? Ser ambicioso para llevar una vida tranquila.

En una de mis películas favoritas, A Man for All Seasons (Un hombre para la eternidad), el Sir Thomas More de Robert Bolt es abordado por un joven graduado de Cambridge que le pide ayuda para conseguir un empleo. More se ofrece a recomendarlo para un puesto como maestro en una escuela, pero Rich, el joven, lo rechaza, deseando en su lugar una posición en la corte. More responde, advirtiéndole de las tentaciones del poder y los privilegios, y termina recomendándole una vez más el puesto de maestro:

—Un hombre debería ir a donde no sea tentado… ¿Por qué ser maestro? Serías un buen maestro, quizá uno grandioso.

—Y si lo fuera, ¿quién lo sabría? —responde Rich.

—Tus alumnos, tus amigos, Dios. No es un mal público… Ah, y una vida tranquila.

Fue el Señor Jesús quien enseñó a sus seguidores a orar: «No nos dejes caer en tentación». Y es Pablo quien nos dice aquí que debemos tener por ambición una «vida tranquila».

Pablo pasa a instruirles acerca de una forma de fomentar esa vida: simplemente ocupándose de sus propios asuntos. Ahora bien, a primera vista, esto podría parecer un énfasis diferente del amor fraternal que Pablo acaba de elogiar; pero, por supuesto, ocuparse realmente de tus propios asuntos, como deberías, es amar a los que te rodean. Hay una gran diferencia entre el desinterés que hay detrás de poner las necesidades de los demás por delante de las tuyas, y el egoísmo que hay detrás de tu necesidad de ser siempre el primero en oír, o el primero en decir algo; o de ofenderte si no te has enterado de algo, y de ofenderte si lo has hecho.

Antes de buscar u ofrecer información sobre otra persona, a veces no estaría de más simplemente preguntarnos: «¿Necesito saber esto? ¿Necesita esta persona saber esto?». No me malinterpretes, como cristianos, debemos preocuparnos por la vida de los demás, pero debemos hacerlo hablando directamente con los demás desde un amor y una preocupación humildes, y no hablando críticamente de los demás desde una autosuficiencia engreída que siempre sabe más.

Otra parte de este amor era trabajar con sus propias manos. Nótese que Pablo también les dijo que amonestaran a los ociosos (5:14). Evidentemente, este era un problema real y creciente en la iglesia de Tesalónica. Por eso Pablo tuvo que advertirles de nuevo, en la siguiente carta, que se mantuvieran alejados de los ociosos (2 Ts. 3:6-12).

Verás, la preocupación de Pablo es, según el v.12, ganarse el respeto de los demás — y así no traer ningún tropiezo extra a la gente que escucha el evangelio—  para que no deban a nadie nada (cf. Romanos 13:8). Volverse dependiente de otra persona no sólo podría ser un mal testimonio, sino que también podría inhibir innecesariamente su libertad de dar testimonio a los de fuera, y perturbar la paz de las relaciones entre los de dentro de la iglesia (así Pablo en 2 Ts. 3:11 relaciona el ser ocioso con el ser entrometido).

¿Ves la relación entre el amor fraternal y una vida tranquila? Sencillamente, es lo que hay que hacer con amor, no ser una carga para los hermanos, ni escandalizar a los demás.

En todo esto Pablo les instruyó cómo vivir como discípulos en crecimiento, como una iglesia en crecimiento, creciendo en santidad y creciendo en amor.

Conclusión

Este es el ejemplo del apóstol Pablo para nosotros de lo que hay que hacer para ayudar a una iglesia a crecer. ¿Tomaste nota de lo que hizo Pablo, cuando quiso ver crecer a esta iglesia? Él hizo lo que debes hacer si quieres ver crecer a tu iglesia, o a cualquier otra iglesia: intercedió por ellos para que fueran santos y amorosos, les rogó que fueran santos y amorosos, y los instruyó acerca de cómo ser santos y amorosos.

Este es el ejemplo del apóstol Pablo para nosotros de lo que hay que hacer para ayudar a una iglesia a crecer. ¿Tomaste nota de lo que hizo Pablo, cuando quiso ver crecer a esta iglesia? Él hizo lo que usted debe hacer si quiere ver crecer a su iglesia, o a cualquier otra iglesia: intercedió por ellos para que fueran santos y amorosos, les rogó que fueran santos y amorosos, y los instruyó sobre cómo ser santos y amorosos.

No es casualidad que Pablo se preocupara tanto porque estos cristianos fueran santos y amorosos. Porque Dios ha llamado a la iglesia para que sea una imagen, un reflejo de su carácter. Por tanto, al ser santos y amorosos, estos cristianos reflejarían el carácter de su Padre, que ha demostrado ser, quizás más que cualquier otra cosa, santo y amoroso.

El camino para ser una iglesia creciente, entonces, es reflejar el carácter de aquel que nos llamó a ser una iglesia en primer lugar. Al fin y al cabo, si no lo hacemos, no estamos creciendo, por mucha gente que venga.

Si crecemos como cristianos, o como iglesias, crecemos para su gloria y no la nuestra. Y creo que esa es la forma en que veremos un verdadero crecimiento. Escucha la oración final de Pablo para los tesalonicenses al final de esta carta (5:23-24): «Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo[a]; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.  Fiel es el que os llama, el cual también lo hará». Al final, pues, nuestro crecimiento en la santidad es una promesa.

Traducido por Nazareth Bello