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El amor es paciente

Por Carlos E. Llambés

Carlos Llambés es misionero junto a su esposa, por más de 20 años, con la International Mission Board (IMB). Tiene una Maestría en Estudios Teológicos de Southern Baptist Theological Seminary, cursando estudios de doctorado en evangelismo y misiones en SWBTS. Escribe en múltiples plataformas y es el autor del libro 7 disciplinas espirituales para el hombre. Ha estado casado por más de 30 años con su mejor amiga Liliana Llambés, es padre de 4 hijos adultos y abuelo de 9 nietos. Actualmente reside en Panamá, donde es pastor de la nueva plantación Iglesia Bautista Ciudad de Gracia y misionero catalizador para el Caribe. Puedes seguirlo en Facebook como @carlosllambés y en X como @llambesCarlosE.
Artículo
02.05.2025

El amor, como se describe en la Biblia, es una virtud fundamental que refleja la naturaleza misma de Dios y es esencial en las relaciones humanas. Uno de los aspectos más destacados del amor es la paciencia, que se manifiesta en la capacidad de soportar con comprensión y sin resentimiento las dificultades, imperfecciones y retos que enfrentan los demás. En este artículo, abordaré el concepto bíblico de la paciencia como un componente crucial del amor, explorando cómo este principio puede aplicarse en situaciones cotidianas de la vida, tanto en el ámbito personal como en el ministerio. A través de las enseñanzas bíblicas, veremos cómo la paciencia no solo edifica relaciones más saludables, sino que también refleja el carácter de Cristo, quien nos invita a vivir un amor que es paciente, perdonador y transformador.

1. El Amor paciente de Dios

El amor paciente de Dios es un reflejo de su carácter, que es eterno y perfecto. A lo largo de las Escrituras, vemos cómo Dios, en su infinita misericordia, demuestra una paciencia incansable hacia la humanidad, a pesar de nuestras constantes fallas y desobediencias. La paciencia de Dios no es una indiferencia pasiva, sino una forma activa de amor que busca la restauración y el arrepentimiento del ser humano. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, a pesar de la rebelión constante del pueblo de Israel, Dios extendió su paciencia, dándoles oportunidades de arrepentirse y volver a Él. Esta paciencia divina es una manifestación del deseo de Dios de no desecharnos, sino de guiarnos hacia una vida plena y reconciliada con él.

Varios ejemplos en la Biblia destacan esta paciencia de Dios. Uno de los más poderosos se encuentra en la historia de Jonás, quien inicialmente se negó a predicar en Nínive, una ciudad llena de maldad. A pesar de la resistencia de Jonás, Dios no lo abandonó, sino que lo persiguió con paciencia hasta que cumplió su voluntad. Otro ejemplo es la paciencia de Dios con el rey David, quien, a pesar de sus errores graves, como el adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías, fue restaurado debido a la paciencia de Dios que lo llevó al arrepentimiento. Además, en el Nuevo Testamento, la parábola del hijo pródigo muestra a un padre que, como figura de Dios, espera pacientemente el regreso de su hijo perdido, dispuesto a recibirlo con amor incondicional. Estos ejemplos subrayan cómo la paciencia de Dios no solo es un atributo suyo, sino también una invitación para que sus seguidores imiten ese amor paciente en sus relaciones con los demás.

2. El amor paciente hacia Dios

El amor paciente hacia Dios es un acto de confianza y fidelidad que se manifiesta cuando, a pesar de las pruebas y dificultades de la vida, mantenemos nuestra esperanza y obediencia hacia él.

En el Salmo 40:1, el salmista expresa: «Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí y oyó mi clamor».

 Lo cual muestra incluso que, en tiempos de angustia, esperar pacientemente en Dios es un acto de fe en la confianza de que responderá en su tiempo perfecto. Esta paciencia no implica pasividad, sino una disposición a esperar confiando en su soberanía, sabiendo que él tiene un propósito en todo lo que permite. Job a pesar de su sufrimiento, declara: «Pero él sabe mi camino; me probará, y saldré como oro» (23:10), evidenciando su paciencia y confianza en que Dios estaba con él en los momentos más oscuros.

Además, este amor paciente hacia Dios también se muestra a través de nuestra obediencia a su voluntad, cuando no entendemos completamente sus caminos. Abraham es otro ejemplo claro de este amor paciente, cuando Dios le pide que sacrifique a su hijo, Abraham no duda ni se resiste, sino que obedece con fe y paciencia, confiando en que Dios cumpliría su promesa de que Isaac sería el progenitor de una gran nación (Gen.22). A través de este acto de obediencia, Abraham demostró que su amor por Dios era más grande que sus propios deseos o entendimiento. Del mismo modo, en el Nuevo Testamento, Jesús nos enseñó que, para seguirlo, debemos amarle con paciencia y perseverancia, «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame» (Lc.9:23). Lo cual denota que seguir a Cristo requiere paciencia en el camino de la fe y el sacrificio.

3. El amor paciente hacia nuestro prójimo

El amor paciente hacia nuestro prójimo es una virtud fundamental que se espera de los seguidores de Cristo, quien nos enseñó a amar a los demás como él nos ha amado. La paciencia, como parte del amor verdadero, nos llama a soportar las debilidades, errores y ofensas de los demás sin caer en la ira o el resentimiento. Pablo nos recuerda que «el amor es paciente, es bondadoso; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se envanece» (1 Co.13:4); lo que nos muestra que la paciencia es una característica esencial de genuino un amor. Jesús mismo nos dio el ejemplo supremo de paciencia, al tratar con los discípulos, que a menudo no comprendían sus enseñanzas, y perdonando incluso a quienes lo rechazaron y crucificaron.

A los creyentes se nos insta a «andar con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (Efesios 4:2), lo que implica que debemos ser pacientes no solo con los que nos son cercanos, sino con todos. La paciencia, entonces, no solo refleja la naturaleza de Dios, sino que es un mandamiento para que, al extender este amor paciente, podamos contribuir a la reconciliación y edificación de la comunidad en Cristo.

4. El Amor paciente hacia la esposa y los hijos

El amor paciente hacia la esposa y los hijos es una expresión tangible del amor de Dios en la vida familiar, y se refleja en la manera en que el esposo y padre deben tratar con paciencia y ternura a sus seres queridos. Pablo exhorta a los esposos a «amar a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella» (Efesios 5:25), este es un amor sacrificial, lleno de paciencia y comprensión. Este amor paciente no busca la perfección inmediata, sino que se esfuerza por ser compasivo y misericordioso, guiando a la esposa con sabiduría y humildad.

En cuanto a los hijos, Pablo advierte: «Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten» (Col.3:21), indicando que un amor paciente también es fundamental en la crianza. Los padres deben tener la paciencia de corregir y educar con amor, sin frustrarse ni agobiar a los hijos, sino motivándolos con un trato que les inspire respeto y confianza. De este modo, el amor paciente en el hogar no solo refleja el carácter de Cristo, sino que crea un ambiente de paz y crecimiento espiritual en la familia.

5. El amor paciente hacia la iglesia

El amor paciente hacia la iglesia y sus miembros es un aspecto vital de la unidad y edificación del cuerpo de Cristo, que se manifiesta en la manera en que nos relacionamos con nuestros hermanos en la fe, especialmente en tiempos de conflicto o debilidad. Se nos recuerda que «el amor es paciente» (1 Co. 13:4), esta paciencia es fundamental para mantener la armonía dentro de la comunidad cristiana. A lo largo de las Escrituras, se nos exhorta a soportarnos unos a otros en amor (Efesios 4:2), lo que implica que, como miembros de la iglesia, debemos ser comprensivos y tolerantes con las imperfecciones de los demás, buscando siempre la restauración y el bienestar mutuo.

Jesús también mostró un amor paciente hacia sus discípulos, quienes a menudo luchaban con la falta de entendimiento y fe. Él enseñó que debemos perdonar «setenta veces siete» (Mt. 18:21-22), dando a la paciencia la importancia en nuestras relaciones dentro de la iglesia. Al practicar un amor paciente, los creyentes reflejan la naturaleza de Cristo y contribuyen a la edificación de un cuerpo cristiano unido, lleno de gracia y paz.

 6. El amor paciente hacia los perdidos

El amor paciente hacia los perdidos es una expresión de la misericordia y la compasión de Dios, quien, a pesar de nuestras rebeliones, espera con paciencia el arrepentimiento de todos. Pedro declara esto en su segunda carta, «el Señor no tarda en cumplir su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento» (2 P.3:9).

Así como Dios muestra paciencia hacia los pecadores, como sus discípulos estamos llamados a extender ese mismo amor paciente a los perdidos, esperando con esperanza su salvación. Jesús en su ministerio mostró un amor paciente hacia los pecadores, como lo ilustró en la parábola de la oveja perdida (Lucas 15:4-7), observas a un pastor que busca incansable a la oveja extraviada, mostrando su amor y paciencia. Además, en Mateo 28:19, la gran comisión nos ordena ir y hacer discípulos de todas las naciones, lo que implica un amor paciente al proclamar el evangelio, entendiendo que el proceso de alcanzar a los perdidos puede llevar tiempo y requiere perseverancia. Al mostrar paciencia con los perdidos, reflejamos el corazón de Cristo y trabajamos para que más personas lleguen al conocimiento de la verdad.

Finalmente

 Para el cristiano, este amor paciente es crucial, pues imita la paciencia de Cristo, quien mostró una paciencia infinita con la humanidad. Nos permite también vivir en armonía y unidad, superando conflictos y extendiendo perdón.

La importancia de este amor paciente radica en su poder para transformar vidas, así las nuestras como las de aquellos con quienes interactuamos. Al practicarlo, reflejamos el amor de Dios hacia el prójimo y hacia aquellos que aún no le conocen, demostrando que nuestro amor no depende de las circunstancias o de las actitudes de los demás, sino de nuestra relación con él. A través del amor paciente, los cristianos no solo crecen en su fe, sino que también se convierten en agentes de reconciliación, paz y esperanza en un mundo que no conoce el amor genuino de Cristo en acción.

 

Editado por Renso Bello

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