Consejería

Consejería bíblica y esquizofrenia

Por Manuel Carbonell

Manuel Carbonell es médico de profesión y tiene una Maestría del Westminster Theological Seminary.
Artículo
07.08.2017

Según las estadísticas, una de cada 100 personas sufre de esquizofrenia; por lo que como pastores, líderes o miembros de nuestras iglesias debemos estar preparados para acompañar a los que padecen esta enfermedad y a sus familiares. Con este objetivo en mente, primero trataré de responder a la pregunta: ¿qué entendemos por esquizofrenia?; luego analizaremos cuáles son sus causas y cómo podemos ayudar a una persona y a su familia en esta situación.

¿Qué es la esquizofrenia?

Primeramente es importante definir qué es la esquizofrenia, ya que hay muchos malos entendidos. Algunos piensan que los esquizofrénicos son personas que tienen múltiples personalidades o que son personas poseídas por múltiples demonios. La esquizofrenia es una enfermedad y no una condición espiritual, aunque indudablemente dicha enfermedad afecta al individuo en todo su ser, incluyendo su alma. En la esquizofrenia se presentan alucinaciones, delirios, trastornos del pensamiento, trastornos de los movimientos y alteraciones en los afectos (no es necesario que todos estos estén presentes para ser diagnosticado con esquizofrenia). Lo más común son la alucinaciones que son generalmente auditivas, aunque también pueden ser visuales, olfativas o táctiles. Esto significa que estos individuos escuchan, ven, sienten o huelen cosas que no son reales. También presentan delirios, que son falsas creencias. Estos individuos creen en sus ideas delirantes incluso después de que otras personas les demuestren que no son reales ni lógicas. Por ejemplo, algunos creen que son figuras históricas famosas, o que hay personas que están persiguiéndolas para hacerles algún mal. Además de alucinaciones y delirios, también puede haber trastornos en el pensamiento. Caracterizado por pensamiento desorganizado e ilógico. Esto se pone en evidencia cuando el habla de la persona es confusa.

Los trastornos del movimiento se pueden manifestar como movimientos agitados del cuerpo. Una persona con este tipo de trastorno puede repetir ciertos movimientos una y otra vez. En el otro extremo, una persona puede volverse catatónica. La catatonia es un estado en el que la persona no se mueve ni habla con los demás.

También la esquizofrenia puede manifestarse con la interrupción de las emociones y los comportamientos normales. Estos síntomas son más difíciles de reconocer como parte de este trastorno, ya que muchas veces se confunden con los de la depresión u otras condiciones. Estos síntomas incluyen: “Afecto plano” (la persona no mueve el rostro o habla con una voz desanimada y monótona). También presentan falta de satisfacción en la vida diaria acompañado por disminución en la comunicación, incluso cuando la persona se ve forzada a interactuar. Muchas veces hasta descuidan la higiene personal básica.

¿Qué causa la esquizofrenia?

En rigor de verdad, la causa de la esquizofrenia todavía no es totalmente clara, aunque hay algunas teorías que aparentemente van por buen camino. En general se cree que hay un problema con un neurotransmisor llamado dopamina, y sus receptores a nivel cerebral. La evidencia más fuerte a favor de esto, radica en que hay drogas que también actúan a este nivel como las anfetaminas, que producen síntomas similares a los que presentan los esquizofrénicos. Por otro lado, lo que sí se sabe hace mucho tiempo es que la esquizofrenia tiene un fuerte componente genético. La enfermedad ocurre en un 1% de la población general y en un 10% de las personas que tienen un parentesco de primer grado con alguien que padece del trastorno, como un padre o un hermano. Las personas que tienen un parentesco de segundo grado con alguien que padece la enfermedad (tíos, abuelos o primos) también tienen más probabilidades de desarrollar esquizofrenia que la población general. El riesgo es mayor para un gemelo idéntico de una persona con esquizofrenia. En este caso, existe entre un 40 y 65% de desarrollar el trastorno. El dato interesante que confirma la predisposición genética es que hijos de esquizofrénicos, criados en hogares adoptivos conservan porcentajes similares de prevalencia de la enfermedad. Ahora, ¿cómo evaluamos esta información? Tenemos que entender que la genética juega un papel muy importante en el desarrollo en la enfermedad, sin embargo no es determinante ya que no es en el 100% de los casos que la enfermedad se transmite, como ya hemos visto. Sin duda hay otros factores que, sumados a la genética, influyen en el desarrollo de la enfermedad, los cuales simplemente no sabemos cuáles son.

¿Cómo ayudar?

Debemos entender que no es necesario ser un experto para poder ser de ayuda y, como veremos más adelante, en el proceso de consejería y acompañamiento de aquellos que padecen esquizofrenia debe estar involucrado la mayor cantidad posible de miembros de la iglesia local.

1. Animar a buscar la atención médica

Lo primero que debemos hacer es exhortar a que esté bajo el cuidado y supervisión de un médico psiquiatra. Aquí hay un asunto fundamental, no debe abandonar la medicación (a no ser por prescripción médica). Esto es muy importante ya que los medicamentos tienen como efecto el cese o disminución de los síntomas que altera la percepción de la realidad como las alucinaciones y delirios (aunque a veces con muchos efectos adversos). El hecho de que haya continuidad en el tratamiento nos permite poder hablar con el hermano o la hermana que está en mejores condiciones para recibir ayuda.

2. Evitar hablar de posesión demoníaca o cosas similares

El segundo principio a tener en cuenta es que debemos evitar hablar de posesión demoníaca o cosas por el estilo. Esto solamente tendrá el efecto negativo de reforzar sus delirios y no aportará al proceso de acompañamiento. Recuerdo un muchacho que creía que sus padres eran demonios y que él estaba literalmente en el infierno. Estas ideas se fueron con la medicación y él ahora entiende que eso no era real. Hubiera sido inútil entrar en una discusión sobre el asunto. Hubiese sido como entrar en dialogo con alguien que está ebrio.

3. Acompañar en el proceso de adaptación

Otro factor a tener en cuenta es que debemos acompañar en el proceso de adaptación. Recordemos que muchos esquizofrénicos debutan con alucinaciones o delirios, por lo que son hospitalizados en instituciones psiquiátricas. Es en el proceso de volver a sus hogares y aprender a vivir con esta enfermedad crónica incapacitante que es necesario que la iglesia esté presente. Aquí es donde los recursos que Dios nos ha dado como comunidad son de increíble beneficio. Nuestro Dios ha puesto en la iglesia individuos con diferentes dones para la edificación de su cuerpo. En casos con esquizofrenia, es donde la misericordia y contención de la congregación debe sostener al hermano. Aquí aplica esa exhortación hecha por Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses: “Y os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los indisciplinados, animéis a los desalentados, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos” (1 Ts. 5:14). Creo que este pasaje se aplica perfectamente a nuestra discusión. El hermano esquizofrénico necesita el apoyo y contención de la iglesia. El objetivo es ayudarle a llevar una vida lo más cercano a la normalidad que sea posible. Y comprender muchas tareas desde las más simples como ayudarle con su higiene y cuidado personal, hasta las más complejas como ayudarle a conseguir trabajo y ser independiente económicamente. Aquí es muy importante recordar que muchas veces estos individuos son abandonados por sus familiares y amigos, y la mayoría de las veces es la iglesia su único o principal vínculo afectivo. En la medida de lo posible se le debe incluir en las actividades de la iglesia. Aquí es donde el amor fraternal ha de reinar. Con respecto a esto de la inclusión en el cuerpo tenemos que tener ciertas precauciones, no sería sabio involucrarles en ministerios que incluyan niños. En general los esquizofrénicos medicados no son peligrosos, pero nunca podemos saber con un 100% de certeza, primero si toman la medicación y segundo si no presentarán una crisis. No solamente existe el riesgo de daños, sino también de consecuencias legales para la iglesia.

4. Recordar el proceso de santificación

Otros asunto a tener en cuenta es que nuestro hermano a pesar de estar incapacitado por su enfermedad, todavía sigue siendo un pecador que debe ser amonestado y que está en un proceso de santificación. El hecho de que haya sido diagnosticado de esquizofrenia, no lo hace irresponsable moralmente ante Dios. Él o ella necesitan la reprensión o el consejo oportuno de sus hermanos con el objetivo de avanzar en su proceso de maduración en la vida cristiana. La esquizofrenia sí es una enfermedad que le ha discapacitado, pero esto no le da una excusa ni un pase libre para comportarse como se le dé la gana. Recuerdo un joven que luchaba con la pereza, y que luego del consejo y ánimo de parte de los hermanos pudo terminar su colegio secundario y ahora se encuentra trabajando por cuenta propia.

5. Recordar a la familia

Otra cosa a tener en cuenta es que la familia del enfermo necesita el apoyo de la iglesia, a veces más que el enfermo mismo, porque son más conscientes de lo que la enfermedad implica. Dicho apoyo no difiere del que se le debe dar a familias con hijos con discapacidad o cualquier otro tipo de enfermedad crónica debilitante. Ahora en otro sentido, las enfermedades psiquiátricas todavía son un estigma hoy en día, y lamentablemente incomprendidas en nuestras iglesias. Es por eso que el cuidado pastoral incluye informar acerca de la enfermedad, trabajar sobre temas como la culpa, el desaliento e incomprensión.

6. Mantener el evangelio en el centro

Por último, y no por eso menos importante, debemos recordar que como todo proceso de consejería el evangelio debe ser el centro. Las buenas nuevas de Jesús y su obra en la cruz debe ser recordada vez tras vez en el proceso de acompañamiento. Solamente el evangelio brinda esperanza y promesa de una vida libre de esquizofrenia. Es en la consumación del reino de Dios que ya no habrá tristeza, ni dolor, ni enfermedad.