Oración
Confesar el pecado siempre es incómodo, a veces costoso y absolutamente vale la pena
Me senté solo en la iglesia por unos quince minutos. El contacto que me había invitado no estaba por ninguna parte. Finalmente, entró con su prometida. En broma, le dije que era un mal ejemplo de lo que un miembro piadoso de la iglesia debería ser.
«Sí, mi prometida y yo tuvimos una fuerte discusión». «Te lo contaré más tarde», dijo. Sentía la vergüenza en mi cara. ¡Apenas lo conocía! ¿Por qué él estaba siendo tan vulnerable conmigo?
MANTENER UNA REPUTACIÓN
Al crecer en una iglesia tradicional asiático-americana, me enseñaron la importancia de la reputación. Me dijeron que evitara confesar luchas y pecados. Debido a que mi papá era respetado en el ministerio de la iglesia, si compartía mis pecados con los demás, mancharía la imagen de mis padres. Así que luché contra la lujuria, el orgullo y la depresión, completamente solo.
Uno de los métodos más efectivos pero incomprensible para destruir a un hombre es convertirlo en un hipócrita. Es fácil ver la vileza de un asesino, un adúltero o un adorador de demonios. Pero la hipocresía es un asesino silencioso. Muchos cristianos afirman estar dispuestos a perder la vida, pero no pueden arriesgar su propia reputación. Estamos más preocupados con otros, pensando que somos como Cristo, que en realidad siendo como él. La ironía es que Dios nos ve exactamente como somos. Él ve la depravación integral de nuestros pecados, incluso los que racionalizamos.
La reputación es una represa que impide que el agua viva fluya hacia nuestras almas. Nos impide confesar nuestros pecados. Pero en Cristo, Dios ha sido misericordioso con nosotros, lo que significa que no tenemos que demostrarnos a nosotros mismos. ¡Su trono de juicio se ha convertido en un trono de gracia! Podemos mirar con valentía al Dios santo y justo y correr hacia él en nuestro tiempo de necesidad (Hebreos 4: 14–16).
No obstante, confesarse el pecado unos a otros es difícil. Pero debemos recordar dos cosas: la Escritura nos instruye y la gracia de Dios nos ayuda. Considere estas palabras de Santiago: «confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados» Santiago (5:16).
La vida cristiana consistente reside en una confesión constante. Entonces, ¿Cómo podemos mejorar en esta práctica distintivamente cristiana?
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Confiesa a tus hermanos miembros de la iglesia
Dios ha diseñado la iglesia para que sea una comunidad comprometida los unos con los otros: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» (Hebreos 10: 24-25).
Los creyentes comprometidos tienen una responsabilidad mutua por la relación de los demás con Jesús. Cuando esta responsabilidad se hace explícita a través de la membresía de la iglesia, la iglesia se convierte en una comunidad de pacto profunda.
Si eres miembro de una iglesia, entonces esa iglesia está ligada a ti, ¡con arrugas y todo! Y tú también estás comprometido con ella. Tu responsabilidad principal no es con un grupo para-eclesiástico o un mentor piadoso, sino con el cuerpo de la iglesia. Este tipo de relación permite la confesión.
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Sé específico, pero no explícito
Las confesiones pueden estar plagadas de generalidades cristianas muy vagas que no exponen el pecado en lo que es. Luego que la mujer samaritana se encuentra con Jesús, ella entra corriendo al pueblo y exclama: «Me dijo todo lo que he hecho» (Juan 4:39).
Sé específico en tus confesiones. No digas simplemente que «cediste a la lujuria», sino que viste pornografía la noche anterior y actuaste en consecuencia a eso. No solo di que estás luchando contra la envidia, también comparte las mentiras que estabas pensando y creíste. No solo digas que tu matrimonio es difícil, sino comparte las dificultades y los argumentos específicos.
Y, sin embargo, no seas explícito. No digas cosas de una manera que atraiga el pecado de otros. La confesión está destinada a exponer la fealdad del pecado, no a tentar imprudentemente a otros a pecar. Usa discernimiento y sabiduría, y estés dispuesto a hablar honestamente sobre los límites y los pecados.
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Acepta lo incómodo
Confesar el pecado es incómodo. Debería ser así, porque el pecado nunca debería ser cómodo. No obstante, dar el salto a la confesión puede parecer doloroso. No hay atajos para confesarse fácilmente. Simplemente hazlo. Acepta lo incómodo.
Y recuerda: confesar el pecado no es solo para tu beneficio, también es para los destinatarios de la confesión. Recuerdo haber visitado a una pareja de la iglesia que abrió la puerta y dijo: «¡Entra! Estamos teniendo una discusión en este momento». Ellos pasaron un corto tiempo explicando los detalles de la pelea, luego se «cronometraron» y continuaron con la discusión. Más tarde, «agotado el tiempo», me pidieron que compartiera los posibles pecados que se estaban cometiendo o las ideas que podrían ser útiles. Tenía solo 19 años, pero fui discipulado para pensar con madurez sobre el matrimonio y la reconciliación.
CONCLUSIÓN
Es verdad. La confesión podría costar tu reputación. Podría resultar en una conversación incómoda. Pero la libertad en la santa y bondadosa luz de Dios es inestimable.
Traducido por Renso Bello
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