Consejería
Ayudando a las ovejas difíciles
Seamos sinceros: algunas personas son difíciles. Por diversas razones, mientras que la vida es dura para muchos cristianos, existen algunas personas que se les dificulta el saber cómo relacionarse con los demás. Aun en iglesias saludables algunas de estas ovejas pueden llegar a hacerle la vida imposible a sus pastores. Para citar un pastor experimentado: “Éste tipo de personas es sin lugar a duda lo más agotador para un pastor. Es fácil volverse frío y sarcástico hacia ellas… cuyas aflicciones son en gran medida auto-inducidas”.¹
El no ayudar a las personas que son problemáticas puede llevar a lo que otro pastor llama: “la ansiedad pastoral”. Continua diciendo: “El peso de la crítica, el chisme, la oposición, división, discordia, incomprensión y la amargura marca el día a día del pastorado… Estos problemas son el mayor peso puesto sobre los pastores”.2
¿Cómo deberíamos entonces responder a las ovejas difíciles? No hacer nada no es una opción. Un pastor que le dé a alguien la “ley del hielo” o simplemente evite a las personas difíciles, traiciona la vocación pastoral de apacentar a todo el rebaño. Además, dictar a través de la intimidación, manipulación y acciones duras jamás debe caracterizar la respuesta de un pastor a una oveja difícil (1 P. 5:3; ver también Ez. 34:4).
Afortunadamente, Dios sabe que todos podemos ser dados a los impulsos pecaminosos y enredos que a veces crean una gran tensión en nuestras relaciones. Con este fin, los pastores deben identificar cuidadosamente a sus ovejas, pues no todos los miembros de la iglesia son iguales. Algunas ovejas son espiritualmente saludables mientras que otras se doblegan bajo la presión de las circunstancias difíciles y afectos erróneos. El liderazgo de la iglesia debe identificar cuidadosamente las ovejas, no para marcar a algunas como “intocables”, sino más bien con el fin de ayudarlas a crecer en la gracia de Jesucristo. Una vez que el liderazgo comienza a identificar las áreas de lucha y preocupación de cada oveja, entonces sí pueden empezar a aplicar cuidadosamente la Palabra de Dios con gran paciencia y habilidad. Aquí hay cuatro maneras en que podemos empezar a ayudar a las ovejas difíciles en su caminar con Cristo:
1. Escucha con atención
Es importante que tengamos cuidado de escuchar no sólo cómo dicen las cosas, sino también qué es lo que dicen. A veces nuestra tendencia como pastores es no escuchar sino más bien ser ofendidos, lastimados u ofrecer corrección en el momento en que algo se está diciendo. Incluso si los creyentes están luchando para poder comunicar sus pensamientos con amor y precisión, los pastores tienen que hacer un esfuerzo adicional de escuchar sus quejas y luchas. La sabiduría nos debe conducir a reunir toda la información disponible (Pr. 18:13; Stg. 1:19), y después de escuchar debemos medir cuidadosamente nuestra respuesta en lugar de ser rápidos o duros con los que sufren o están descontentos (Pr. 15:28).
2. Amonesta con amor
Hay momentos en que las palabras y las acciones de un creyente están simplemente fuera de sintonía con el plan de Dios para su vida. Mientras que todos los cristianos tienen la responsabilidad de ayudar a restaurar unos a los otros (Gá. 6:1), los pastores deben dirigir con cuidado el camino cuando sea necesario. Como pastores debemos amonestar “a los indisciplinados” (1 Ts. 5:14), aquellos hermanos y hermanas que buscan su propio camino; a estos es necesario ayudarles a regresar de nuevo a la comunión con Cristo (Jud. 22-23). Ignacio, líder de la iglesia durante el primer siglo, aconsejó a Policarpo diciendo: “Si amas a los buenos discípulos, no te es crédito alguno; más bien con delicadeza trae a los más problemáticos a sumisión”³. El indisciplinado es un reto para nuestros ministerios, pero es un aspecto esencial de la naturaleza de rescate del buen ministerio pastoral.
3. Anima con perseverancia
Todo el pueblo de Dios enfrentará momentos de desaliento, tal es común al hombre. En estos momentos, los pastores tienen oportunidades únicas para proporcionar atención y consuelo a los que están desalentados por la vida, el pecado o lo desconocido. El apóstol dice que “animéis a los desalentados” (1 Ts. 5:14). Esto puede hacerse al escribirles, visitándoles en sus casas o aconsejándoles durante un almuerzo. Nuestro aliento debe llevar continuamente el corazón preocupado hacia las promesas de Dios en su Palabra, manteniendo la frescura de la gracia de Cristo. Debemos buscar intencionalmente maneras de animar a las ovejas tímidas del rebaño.
4. Fortalece con paciencia
“Sed pacientes con todos” (1 Ts. 5:14). La paciencia no es una virtud genérica por la que tenemos que orar. Más bien, la paciencia bíblica es una orden de perseverar en medio de las circunstancias difíciles. Los pastores pacientes no son velocistas, sino corredores de maratón. El tener un enfoque y una visión amplia de ayudar y servir a nuestra gente nos salvará de muchas de las soluciones rápidas y fáciles de nuestra cultura evangélica. Pero más importante aún, esto modelará el tipo de gracia que Dios muestra para con todos nosotros (2 Pe. 3:9). Richard Baxter, el gran pastor puritano, ofrece el siguiente consejo: “Debemos continuar nuestro trabajo con paciencia y sobrellevar muchos abusos y lesiones causadas por aquellos a quienes tratamos de hacer el bien”.4 Al hacer esto, creo yo, animará a nuestras ovejas con un optimismo centrado en Cristo que les llevará a desearlo más que sus propios dolores y angustias.
Una cosa más…
El Señor utiliza todas estas situaciones para fortalecer a sus sub-pastores, nosotros los pastores. Las personas difíciles nos deben conducir a la oración, a profundizar nuestro estudio de la Escritura, refinar nuestra comunicación y examinar nuestros propios corazones, mientras que buscamos dirigir fielmente el rebaño de Dios. El hecho de que la principal actividad de nuestro Señor es salvar a pecadores difíciles nos debería alentar a trabajar y esforzamos también con este fin en mente (Is. 53:6).
- Jerry Wragg, Liderazgo Espiritual Ejemplar, 130.
- Erroll Hulse, “El predicador y la piedad”, en El predicador y la predicación, 71.
- Carta a Policarpo, 2.1.
- El Pastor Reformado, 119.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog en español de The Master’s Seminary. Usado con permiso.
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