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Por Mike Gilbart-Smith

Mike Gilbart-Smith es el pastor de la Iglesia Bautista de Twynholm en Fulham, Inglaterra. Puedes encontrarlo en Twitter en @MGilbartSmith.
Artículo
16.09.2021

Las personas que asisten a la clase de membresía en nuestra iglesia frecuentemente son sorprendidas por énfasis que ponemos en asistir a nuestra reunión del Día del Señor. Por muy dotado que alguien pueda ser para hablar con adolescentes o trabajar en el sitio web, insistimos en que su presencia en el culto colectivo es una forma mucho más esencial y significativa de servir al rebaño. Esta prioridad no es solo una singularidad particular de nuestra iglesia; debería ser una prioridad bíblica para cada iglesia.

Veamos cuatro razones por las que la Biblia da prioridad a la reunión, seguidas de cuatro formas en las que la reunión está actualmente amenazada.

CUATRO RAZONES PORQUE LA BIBLIA PRIORIZA LA REUNIÓN

1. La presencia del Señor lo enaltece

El Señor Jesús promete su presencia en la reunión de su pueblo: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18:20).

A la luz de toda la narrativa bíblica, este pasaje muestra las extraordinarias implicaciones escatológicas del encuentro. La presencia de Dios se perdió en el Edén (Génesis 3:8), pero regresó de alguna forma en el tabernáculo (Éxodo 25:8,22), la tierra (Núm. 35:34) y el templo (1 Reyes 8:10-11). Pero su presencia con Israel siempre fue limitada: «¿Verdaderamente Dios habitará en la tierra?» (1 Reyes 8:27).

En la venida de Cristo, Dios vino a morar con su pueblo y a morir por él (Juan 1:14; 10:11-15) para que los que reciban al Hijo puedan llegar a ser hijos de Dios reunidos (Juan 1:11-13; 11: 51-52). Y ahora, dado que Cristo resucitado está presente entre su pueblo reunido, tenemos el privilegio de unirnos a él como sus hermanos y hermanas, alabando a su Padre y al nuestro (cf. Sal. 22, 22; He. 2,12).

La misma palabra que Jesús elige para su comunidad, ekklesia, implica que la iglesia es «una comunidad de hombres llamados fuera de algún lugar o estado y congregados en una asamblea» [1].  Seguimos siendo la iglesia durante la semana ya que estamos dispersos, pero somos solo la iglesia durante la semana porque nos reunimos en el Día del Señor.

Nuestras reuniones presentes en la tierra anticipan el tiempo en que él morará visiblemente con nosotros (Apocalipsis 21:3; 22: 4). ¡Qué privilegio y promesa! ¿Quién querría perderse eso?

2. El mandato del Señor lo requiere

Reunirse no es solo un privilegio, también es un mandato que crea una responsabilidad solemne. «No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veáis que aquel día se acerca» (He.10:25).

En todo el Nuevo Testamento, vemos la reunión semanal de la iglesia en el día del Señor como un modelo y un precepto (1 Co. 5:4, Lucas 24:33, Juan 20:19, Hechos 20:7, 1 Co. 16:2).

3. La comunidad del Señor lo necesita

La reunión es encomiada y ordenada para nuestro bien. Uno de los propósitos principales de reunirnos es la edificación mutua. Es cierto que la iglesia se puede construir a través de conversaciones informales y en grupos pequeños durante la semana. Pero el Nuevo Testamento enfatiza repetidamente que la iglesia se edifica cuando «se reúne» (1 Co. 11:20, 33, 34; 14:26).

4. Las imágenes de la iglesia lo implican

Las imágenes que las Escrituras usan para describir la iglesia resaltan la necesidad de reunirse. La iglesia es el cuerpo de Cristo que reconoce las otras partes del cuerpo particularmente cuando se reúnen como un solo cuerpo (Ro. 12: 3–8, 1 Co. 10:17, 11:29, 12: 12–31, 14: 1-19). La iglesia es un templo donde todas las piedras se construyen juntas a través de la edificación mutua que ocurre cuando se juntan (1 Co. 3:16-17; Ef. 2: 19-22). La iglesia es una familia donde nos alimentamos unos a otros con la Palabra de Dios (Col.3:16) alrededor de la mesa del Señor. La iglesia es un rebaño de ovejas que están juntas en el redil.

CUATRO AMENAZAS CONTEMPORÁNEAS AL ENCUENTRO CORPORATIVO

1. Las «reuniones virtuales» son convenientes

El año pasado ha reflejado para algunos que las reuniones virtuales parecen más seguras y convenientes que las reuniones reales. Evidentemente, la pandemia planteó algunas razones legítimas para abstenerse temporalmente de reunirse. Pero nunca debería sentar un precedente duradero.

2. Las reuniones inadecuadas nos vuelven cínicos

Encontrar una iglesia sana puede ser difícil. Pero la prevalencia de iglesias no sanas debería motivarnos a encontrar y unirnos a una iglesia con buena salud. No debería hacernos retroceder a un cristianismo sin iglesia. Nuestra devoción privada debe complementar y suplementar la reunión de la iglesia. Nunca debe compensar su ausencia ni suplantarla por completo.

3. Nos concentramos en la amistad de otros lugares

Los pastores comúnmente notan que los miembros a veces asisten a la iglesia con poca frecuencia porque están visitando otras iglesias, tal vez codeándose con amigos y familiares. Por supuesto, no está mal visitar a amigos en otras iglesias. Pero dañamos el cuerpo cuando estas visitas son frecuentes y no ocasionales.

Asimismo, las redes sociales han hecho que sea más fácil sentirse continuamente conectado con quienes viven a distancia. Pero, cuando nuestras amistades más extensas disminuyen nuestra capacidad de crecer junto con la familia de nuestra iglesia local, nos estamos separando demasiado y la vida del cuerpo local se volverá más superficial.

4. Pasamos nuestro tiempo con los no cristianos

Las oportunidades para construir nuevas relaciones con aquellos que no conocen a Cristo son preciosas y, a veces, difíciles. Como resultado, algunos sugieren que, por el bien de la misión, los cristianos deberían priorizar pasar más tiempo con los no cristianos sobre el tiempo que pasan con su iglesia local. Seguro, la reunión de la iglesia podría edificarte a ti y a otros creyentes. ¡Pero ya estás salvo! Entonces, ¿Por qué divertirse en el bote salvavidas mientras otros se están ahogando? Además, en una sociedad poscristiana, cada vez menos esas almas ensombrecerían las puertas de una iglesia.

Amo el celo evangelístico detrás de tal llamado. Pero me temo que es miope y contraproducente. ¿Cómo estará equipada y motivada la congregación para alcanzar a los perdidos sin una reunión semanal que anticipa la gloria? ¿Cómo sabrán todas las personas que somos discípulos de Jesús si nuestro amor por los perdidos es mayor que nuestro amor por los demás (Jn.13: 34–35)?

¡CRISTIANO, JUNTOS!

Este último año el Señor, en su soberana bondad, nos quitó a muchos de nosotros la capacidad de reunirnos regularmente para adorar, edificar y servir. Oro para que cuando podamos reunirnos una vez más, todos los miembros regresen. El compañerismo remoto, virtual e incorpóreo simplemente no es suficiente. Nos las arreglamos. Pero es de esperar que nos haya llevado a valorar aún más la reunión cercana, real y encarnada que anticipa cómo pasaremos la eternidad, juntos en la presencia de nuestro Señor.

Traducido por Renso Bello

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[1]  Francis Turretin,  Institutos de Teología Elenctica Volumen 3  (Phillipsburg, PA: P&R, 1997), 6.