Pastoreo

Confesiones de un pastor pragmático recuperado

Por Jeramie Rinne

Jeramie Rinne es autor y pastor principal de la Iglesia de la Comunidad Evangélica de Abu Dhabi en los Emiratos Árabes Unidos.
Artículo
17.03.2022

Hola, soy Jeremías.

Y soy un pastor pragmático recuperado. Me gradué del seminario hace diecisiete años y me convertí en el pastor principal de South Shore Baptist Church en Hingham, Massachusetts, dos años más tarde. El seminario me proporcionó una base teológica sólida, herramientas exegéticas agudas y una firme comprensión de la historia de la Biblia. Esa educación alimenta mi ministerio hasta el día de hoy.

Pero a pesar de mis estudios, entré en el trabajo pastoral sin algo crucial: un enfoque bíblico del ministerio en la iglesia local. No tenía lo que Tim Keller llama una visión teológica: esa filosofía ministerial que conecta nuestras creencias doctrinales con nuestro ministerio práctico diario [1].

Bueno, eso no es exactamente cierto. En realidad sí tenía una visión teológica aunque inconscientemente. Era la misma filosofía ministerial que sirve como configuración predeterminada a tantos pastores. Era pragmático.

EL PRAGMATISMO EN LA PRÁCTICA

Permíteme definir a qué me refiero con «pragmatismo». Es el enfoque que dice que una iglesia puede usar cualquier medio efectivo para ganar almas para Jesús, hacer discípulos, hacer que la iglesia crezca o edificar el Reino. Una iglesia puede adoptar cualquier estructura, programa o estrategia que «funcione» para alcanzar a personas para Cristo siempre y cuando la iniciativa no sea evidentemente pecaminosa.

Así que, eso significa que no se puede hacer una fiesta de hombres ni un esquema Ponzi para financiar el viaje misionero de los jóvenes. Pero además de una programación dudosa como esa, el ministerio de una iglesia sólo está limitado por su creatividad. Siempre que se esté de acuerdo con una breve lista de doctrinas básicas, o con un puñado de propósitos bíblicos, la forma real del ministerio evangélico depende de uno mismo.

El pragmatismo tiene proverbios como: «Los métodos de la iglesia cambian, pero su mensaje sigue siendo el mismo» y «No hay una forma correcta de hacer iglesia». Al igual que la mayoría de proverbios, esos dichos contienen un núcleo de verdad. Pero para el pragmatismo, estos son los gritos de guerra para una forma al estilo empresarial, orientada en los resultados y sin importar lo que implique de «hacer iglesia».

El pragmatismo fue el sistema operativo durante los primeros siete años de mi ministerio. Jugué con muchas aplicaciones ministeriales diferentes en esa plataforma: drama, un tercer servicio de adoración, cafeterías y, por supuesto, muchísimos programas. Si alguien tenía una idea ministerial y la energía para dirigirla, solía respaldarla porque, ¡podría funcionar! No estoy sugiriendo que todas esas iniciativas ministeriales eran malas, o que las iglesias deberían aplastar las nuevas ideas, o que no debemos ser apasionados por alcanzar a las personas. Pero la mezcolanza programática que se formó en la iglesia era un indicativo de una visión teológica pragmática.

Durante esos primeros siete años de ministerio, la iglesia creció constantemente en números. Las personas llegaban a la fe y se involucraban. Todo lo que hacíamos parecía tener éxito. Y eso es lo que importa, ¿no? Pero incluso mientras la iglesia crecía, algo más lo hacía en mi corazón: un persistente descontento y desilusión con la forma en que hacíamos iglesia.

IGLESIA LLENA, PASTOR VACÍO

A pesar del aparente éxito de nuestra iglesia, mi pragmatismo me dejaba vacío y desorientado. Este modelo de ministerio eclesiástico se sentía increíblemente superficial. En retrospectiva, parecía haber varias razones para mi respuesta, derivadas de las debilidades inherentes del pragmatismo:

El pragmatismo es agotador

En primer lugar, el pragmatismo es agotador. Requiere de mucho trabajo ser pragmático. Tienes que estar al tanto de las últimas tendencias ministeriales, leer los libros/manuales más recientes y asistir a las conferencias de las iglesias más exitosas.

También debes conocer a las personas dentro y fuera de la iglesia para discernir qué los alcanzará. Y ni siquiera hablemos de lo extenuante que es cambiar de paradigmas eclesiásticos cada dos años. El pastor pragmático debe ser en parte gurú del cambio organizativo, en parte analista cultural y futurista, en parte vendedor, y en parte especialista de nuevos proyectos. Todo esto agotó mi alma.

El pragmatismo se centra en el hombre

Además, el pragmatismo se centra en el hombre. Me parece esto cierto en al menos dos aspectos. En primer lugar, enfocarnos en los resultados inevitablemente significa enfocarnos en el estado actual de las personas. ¿Vienen, se quedan, se convierten, dan, participan o sirven? Si es así, entonces no dejes de hacer lo que haces porque algo está funcionando.

Por supuesto, un buen liderazgo pastoral implica escuchar con humildad a la congregación. Pero el pragmatismo me impulsó más allá de la sensibilidad pastoral hacia el temor al hombre. A la inversa, no me llevó al pensamiento teológico ni al temor de Dios.

En segundo lugar, el ministerio pragmático tiende a centrarse en el hombre por la forma en que celebra a los practicantes exitosos. Los pastores que han descifrado el código para llegar a los baby boomers, a los millennials, a los posmodernos o a los urbanitas atraen a multitudes de pastores que buscan ayuda. Incluso a nivel local, cuando los pastores regulares se reúnen inevitablemente quieren saber: uno, quién en el grupo tiene los ministerios prósperos, y dos, lo que esos pastores están haciendo que funciona tan bien.

El pragmatismo es subjetivo y arbitrario

Por último, el pragmatismo es subjetivo. El pragmatismo se apoya en una base inquietantemente relativista y arbitraria. ¿Por qué la iglesia debe seguir mis ideas y no las de alguien más? ¿Solamente porque soy el pastor principal? ¿Por qué implementar este modelo de iglesia exitoso en lugar de otro modelo exitoso? ¿Y cómo definimos el «éxito» o sabemos cuando algo «funciona»? ¿Quién establece esos parámetros y en qué se basa? A veces tenía la sensación de que me estaba inventando el ministerio sobre la marcha.

JUSTO DEBAJO DE MIS NARICES

Al final de esos siete años de ministerio, mi iglesia me concedió generosamente un sabático de tres meses. Les dije a los ancianos que pensaba dedicar ese tiempo a buscar el «modelo correcto» para nuestra iglesia en crecimiento. Mi plan era visitar más de una docena de iglesias de todo el país para encontrar el mejor modelo de ministerio. Era el último peregrinaje pragmático.

Pero en lugar de encontrar la iglesia correcta a la que imitar, encontré algo más en mi sabático: la Biblia.

Para mi sorpresa, descubrí que la Biblia tiene mucho que decir acerca de la forma en que hacemos iglesia, mucho más de lo que los pragmáticos quieren admitir. La Biblia nos da algo más que solamente doctrinas básicas o principios ministeriales generales. Presenta una visión teológica robusta del ministerio en la iglesia local, centrada en el evangelio y con varias implicaciones prácticas.

Así comenzó un proceso lento de aprender a no preguntar: «¿Funcionará?», y en su lugar hacer preguntas como: «¿Habla la Escritura de esto?» y «¿Cómo debería el evangelio dar forma a esta decisión?». Durante los últimos siete años me he reprogramado para pensar teológicamente acerca del ministerio de la iglesia local.

¿Qué aspecto tiene en la práctica una visión bíblica y teológica para nosotros? Se parece a la primacía de la predicación expositiva para que la Palabra de Dios dirija nuestra agenda. Significa que nuestros ancianos están pasando de un modelo de junta directiva a una mentalidad de pastoreo. Se ha visto como dos servicios de adoración adoptando un solo estilo mezclado para reflejar la unidad que vemos enfatizada en la Biblia. Ha significado (para nosotros, al menos) transformar nuestro proyecto de construcción de un gimnasio a un santuario.

Mientras escribo esto, nuestros ancianos y equipo pastoral se debaten entre decidir si seguir realizando dos servicios dominicales matutinos o combinarlos en uno. En lugar de ser simplemente pragmáticos y enumerar las ventajas y desventajas de un servicio versus múltiples servicios, también miramos lo que la Biblia dice acerca de la naturaleza misma de una congregación. ¿Podemos ser un cuerpo que no se reúne, una familia de la iglesia que no interactúa entre sí o un pueblo en comunión que no comparte la Cena del Señor? ¿Qué significa, bíblicamente, ser una iglesia local?

MI REVOLUCIÓN COPÉRNICA

Este redescubrimiento de una visión bíblica ha cambiado profundamente mi ministerio. Ya no me siento a la deriva en el mar del pragmatismo, sino que puedo trazar un rumbo utilizándola como sextante. Las reacciones de la gente no me desconciertan porque veo como las decisiones ministeriales fluyen de un fundamento teológico, permitiéndome confiar en Dios aún cando las personas no están contentas. Pero lo más satisfactorio de todo es que Dios y su Palabra han regresado al centro de mi ministerio y de la vida de nuestra iglesia. Es un acto de adoración abrir la Biblia y preguntar: «¿Qué dice Dios acerca de su iglesia?».

A mis hermanos pastores que luchan por entender el ministerio, cobren ánimo porque hay sabiduría que se puede obtener. Y comienza con el temor del Señor y su Palabra.

 

Traducido por Nazareth Bello

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[1] Tim Keller, Center Church (Iglesia Centrada) (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2012), 17-19.