Evangelio
¿Qué hay en el agua? — El bautismo como señal del nuevo pacto (Parte 2)
Nota del editor: 9Marks no es solo un ministerio para iglesias credobautistas. También existimos para servir a las iglesias paidobautistas. Sin embargo, reconocemos que la mayoría de nuestros lectores son probablemente creobautistas. Por tanto, pensamos que sería útil demostrar cómo enseñar a esas iglesias acerca del bautismo.
Lo que sigue es la manera en que un pastor comenzó a enseñar a su iglesia. Aunque no estés de acuerdo con todos los puntos, como nosotros, creemos que aquí encontrarás material de gran utilidad.
Esta es la segunda parte de una serie de tres partes.
Un anillo de boda no te hace estar casado, lo cual es bueno para mí porque una vez perdí mi anillo de bodas. Pero un anillo sí dice que estás casado, tanto a tu cónyuge como al resto de la gente. Se podría decir que un anillo de boda es una abreviatura visual para todo el paquete del matrimonio. Se ajusta perfectamente para simbolizar una verdad invisible específica.
Esto es lo que le digo a una pareja y a los testigos presentes en una boda justo antes de la entrega de los anillos:
El anillo de boda ha sido una señal externa del vínculo interno y espiritual en el matrimonio. Es un recordatorio visible para ti, tu cónyuge y todos los que te rodean de que se pertenecen, y de que su amor debe ser obvio, tangible, claro, puro, hermoso e inquebrantable.
Sabemos lo que simboliza un anillo de boda. ¿Pero qué simboliza el bautismo? ¿Qué nos dice Dios acerca de nuestra relación del pacto con él? ¿Qué clase de cambios simboliza el bautismo? Si el bautismo es una señal del nuevo pacto en Cristo, entonces, ¿Qué hay de nuevo en el nuevo pacto?
En este artículo, quiero explorar algo de las cosas invisibles a las que apunta el bautismo. Toda iglesia debería querer que estas cosas queden especialmente claras cuando bauticen a alguien.
Para comenzar, necesitamos orientarnos con la historia de la Biblia. Luego, hablaremos del simbolismo del bautismo. Para terminar, daremos algunas aplicaciones para la manera en que pensamos y abordamos juntos el bautismo.
HABLEMOS DE LOS PACTOS
Esta es una forma de resumir la historia de la Biblia: la Biblia es la historia del plan de salvación de Dios desplegado a través de varios pactos. Necesitamos ser salvos porque somos pecadores. En Adán, somos culpables, condenados a la muerte y el juicio. En Adán, estamos corrompidos como pecadores, muertos espiritualmente. Y en Adán, estamos separados de Dios y de los demás. Incluso estamos alienados dentro de nosotros mismos. No sabemos quienes somos. ¿Cómo nos salva Dios de nuestro pecado? Dios salva haciendo y cumpliendo promesas pactales.
¿Cuáles son estas promesas? No solo nos ha verbalizado estas promesas. También nos las ha visualizado. La mayoría de los pactos tienen señales, y estas señales son una forma de comunicar la historia de salvación de Dios.
El arcoíris es una señal del pacto. Es una imagen de la promesa de Dios de nunca juzgar la tierra como lo hizo en aquel día hasta el final de los tiempos. ¿Cómo puede el arcoíris ilustrar? Dios ha colgado su arco de guerra y ya no nos apunta. ¡Todavía no terminado con nosotros! «Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche» (Gn. 8:22). Se trata de un pacto con toda la creación, una continuación del compromiso de Dios de lo que hizo en el principio.
La circuncisión es una señal del pacto. Consistía en cortar el prepucio de los jóvenes varones, y representaba la creación de un nuevo pueblo. ¿Cómo hizo esta la circuncisión? La salvación de Noé y su familia fue dramática, pero no lo suficiente. Noé murió, pero el pecado permaneció. Pero cuando Dios vino a Abraham, lo hizo con la promesa de un nuevo pueblo en un nuevo lugar. Dios prometió salvar a un pueblo a través de la familia de Abraham, y la señal de la circuncisión es la señal de la entrada en esa familia. ¿Por qué una señal que implicaba una cirugía física? Para ilustrar la cirugía espiritual del corazón que toda persona necesita para tener una relación con Dios (Gn. 17:10; Dt. 10:16; 30:6).
La comida de la Pascua es una señal de la renovación de Israel, una comida que representa repetidamente la liberación de su pueblo de la esclavitud por parte del Señor. El Ángel de la Muerte pasó por alto las casas cuyos postes estaban marcados con sangre. La Pascua marcó el nacimiento de Israel como una nación ordenada por la Ley de Dios dada en el monte Sinaí. Ese pacto fue dado en gracia para instruir a Israel acerca de cómo vivir bajo el misericordioso gobierno de Dios.
Pero Israel ofendió al Señor. Él los redimió, y ellos se rebelaron en su contra. Él los salvo de la esclavitud, y ellos quebrantaron su pacto.
¿QUÉ ES LO NUEVO EN EL NUEVO PACTO?
Había un problema con la Ley del pacto, el antiguo pacto. No podía cambiar el corazón del ser humano. Sus reiterados sacrificios no podían lidiar definitivamente con el pecado; sus tablas no podían hacer que nuestros corazones adoraran a Dios.
Pero el antiguo pacto nunca tuvo el propósito de lograr todo eso. En cambio, su objetivo era prepararnos para algo nuevo:
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová (Jeremías 31:31-32).
Este pacto es la respuesta a cómo Dios restaurará por completo nuestra relación con él.
¿Cómo lo hará Dios a través del nuevo pacto? De varias maneras. En primer lugar, nos dará un nuevo corazón. «Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón», dice, no solo una tabla de piedra para que la leamos (33a).
En segundo lugar, establecerá nuestra nueva relación con él, porque lo adoraremos y amaremos de corazón. Por último, la reiterada promesa de Dios se hará realidad: «y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo» (33b).
En tercer lugar, estos nuevos adoradores conformarán una nueva comunidad. Los israelitas entraron en la comunidad del pacto por nacimiento, pero en esta comunidad se entre por un nuevo nacimiento, es decir, por fe. Por esa razón: «Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán» (34a). Esta nueva comunidad tiene una nueva naturaleza y una nueva estructura. Para esta nueva comunidad, el acceso a Dios no estará mediado a través de sacerdotes y reyes, sino que todos tendrán acceso directo a Dios. Esa es la respuesta al problema planteado por Jeremías: «En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad» (31:29, 30). En otras palabras, Dios tratará con nosotros directamente, y nos salvará directamente.
En cuarto lugar, dado el problema de nuestro pecado, ¿Cómo puede Dios hacer todo esto? ¿Y nuestra culpabilidad? ¿Y la muerte y el juicio ante un Dios santo? Pues bien, el nuevo pacto viene con un nuevo sacrificio. «Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado» (34b). Este nuevo pacto logra el perdón total a través de un mejor sacrificio: Dios mismo mediante la persona de Jesucristo (He. 7:27; 9:26).
En otras palabras, el nuevo pacto de Dios es la respuesta perfecta y completa al antiguo problema del pecado.
¿CÓMO REPRESENTA EL BAUTISMO AL NUEVO PACTO?
Sabemos lo que simbolizan el arcoíris, la circuncisión y la comida de la Pascua. ¿Pero cómo representa la señal del bautismo nuestra entrada en el nuevo pacto? La respuesta es hermosa y sencilla.
En primer lugar, el bautismo es una representación de la obra de Jesucristo que da lugar al nuevo pacto. En el bautismo, bajamos a las aguas, representando su muerte y sepultura, y salimos de las aguas, representando su resurrección.
En segundo lugar, el bautismo ilustra nuestra unión con Cristo. Unidos a él en su muerte, nuestro juicio recae sobre Jesús. Unidos a él en su resurrección, su vida de resurrección es nuestra nueva vida. Pablo explica esto claramente: «Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección» (Ro. 6:4-5).
Por último, el bautismo representa nuestra unión con el nuevo pueblo de Dios en Cristo. El Espíritu es el que trae las bendiciones del nuevo pacto, y esto incluye la creación de una nueva comunidad regenerada. «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu» (1 Co. 12:13). Aquí, el bautismo se utiliza metafóricamente. Pero el bautismo en aguas representa esta realidad invisible: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gá. 3:27-28). No solo estamos bautizados en Cristo, sino también en su pueblo.
ACLARANDO EL AGUA
Sospecho que ya has oído esto ante, pero sigue siendo útil dar un nuevo vistazo a la doctrina del bautismo. Jeremías 31 no corrige el rumbo tanto como nos ayuda a aclarar lo que el bautismo representa, dándonos las razones por las que hacemos las cosas que siempre hemos hecho.
Siempre deberíamos querer ver las cosas antiguas con mayor claridad. He aquí algunas de las cosas que un estudio del bautismo debería aclarar.
En primer lugar, el nuevo pacto es de una comunidad regenerada. No es una comunidad mixta como la de Israel, compuesta por creyentes y no creyentes. Por eso bautizamos únicamente a creyentes.
Bautizar a los niños es malinterpretar más que la señal, la naturaleza del nuevo pacto y el pueblo que crea. La circuncisión y el bautismo son ambos señales del pacto, pero el bautismo es la señal de un nuevo y mejorado pacto. La circuncisión señalaba la necesidad de una cirugía espiritual del corazón; el bautismo representa la realización de esa cirugía. Eso es lo que Pablo quiso decir cuando relacionó cuidadosamente la circuncisión con el bautismo en su carta a la iglesia en Colosas:
En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados (Col. 2:11-13).
Esto puede parecernos algo oscuro, pero esto es lo que significa: Jesús fue cortado (circuncidado) en la carne a través de su crucifixión para que nosotros pudiéramos ser cortados en nuestros corazones a través de la regeneración. El bautismo no reemplaza la circuncisión. El bautismo representa su cumplimiento.
En segundo lugar, entramos en la comunidad del nuevo pacto por la fe y, por esa razón, no confiamos en nuestro bautismo.
Anteriormente hablé del encanto del sentimentalismo y la manera como nos impulsa a depositar indebidamente nuestra confianza en nuestro bautismo. Hasta cierto punto, esto es comprensible. Estamos acostumbrados a presumir de lo que hemos hecho, en parte porque no podemos imaginar a un Dios que misericordiosamente lo haga todo por nosotros. Pero nunca debemos confiar en la señal; debemos confiar en Aquel a quien la señal apunta.
En tercer lugar, el bautismo representa nuestra unión con Jesús en su muerte sacrificial, sepulcro y resurrección. Por eso, no rociamos ni vertemos, sino que sumergimos a la persona bajo el agua.
El bautismo por inmersión es una imagen violenta, lo cual es coherente con la manera en que Jesús habló de su muerte: «¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?» (Mr. 10:38). Al sumergir a alguien bajo el agua, el bautismo representa la muerte de Cristo y nuestra muerte con él.
En cuarto lugar, el nuevo pacto brinda total acceso a Dios a través de un nuevo y mejor mediador: Jesucristo. No hay sacerdotes o reyes que medien en la presencia de Dios por nosotros y, por eso, no enfatizamos el rol del bautizante en el bautismo.
La única vez que el bautizante recibe algún tipo de atención en el Nuevo Testamento es cuando se convirtió en un problema para la iglesia en Corinto (1 Co. 1:13-17). En cambio, leemos acerca de nuestro bautismo en Cristo y en el cuerpo (Gá. 3:27; 1 Co. 12:13). Por esa razón, nos centramos en la confesión de la persona y en la congregación, no en el individuo que sumerge.
CONCLUSIÓN
Ahora hemos explorado las diversas realidades invisibles a las que apunta el bautismo. Sobre todo, hemos discutido la naturaleza del nuevo pacto como una comunidad regenerada.
Si el tema del bautismo de niños es algo que te gustaría profundizar, entonces esta pregunta acerca de la naturaleza de los pactos se encuentra en el corazón del asunto. Para profundizar, lee esta entrevista con Stephen Wellum basada en su capítulo «El bautismo y la relación entre los pactos» en Believer’s Baptism: Sign of the New Covenant in Christ (El bautismo del creyente: La señal del nuevo pacto en Cristo.
Traducido por Nazareth Bello
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Nota del autor: Esta publicación está basado en un sermón predicado el 22 de noviembre de 2020, titulado: «El bautismo: Una señal del nuevo pacto».