Respuestas para pastores - Predicación expositiva
¿Por qué la predicación?
La semana pasada estuve aproximadamente 25 horas preparando el mensaje del domingo por la mañana para nuestra iglesia. Estaba basado en 1 Samuel 9-11, así que quizá sea mejor llamarlo un sermón. Durante el sermón leí todo el texto y luego hablé otros 40 minutos explicando el significado y aplicándolo a los corazones de los presentes. Así que tal vez deberíamos llamarlo un sermón expositivo. No vivo en la Inglaterra anterior a la Ilustración, ni el sermón fue ofrecido en homenaje a la “predicación puritana del domingo” en nuestro calendario anual de la iglesia. Francamente, nuestro pastor principal desaprueba esos calendarios anuales, pero ese es tema para otro artículo…
¿Por qué pasar todo este tiempo estudiando detenidamente la Palabra de Dios? ¿Y por qué como congregación dedicar una hora a mi monólogo (a veces doloroso)? Me han hecho este tipo de preguntas antes. Y he sido reprendido delicadamente por amigos bien intencionados. Preguntan cosas como: ¿Por qué destacar la predicación sobre otras formas de adoración? ¿Acaso esto no refleja el prejuicio occidental hacia el discurso racional, razonado y ordenado? Posiblemente nadie vaya a recordar el 95% de lo que dices. En otras palabras, dicen, ¡Deja de perder tu tiempo y el nuestro!
Sin embargo, antes de renunciar a la Escritura en pro de las bellas artes en tu reunión dominical, permíteme ofrecer algunas razones por las que la predicación no solo debe estar presente, sino que debe ser primordial en la vida de tu iglesia local.
EL PUEBLO DE DIOS SE REÚNE PARA OÍR LA PALABRA DE DIOS
Lo creas o no, de forma natural no quiero sentarme y escuchar a alguien que me hable. Prefiero motivarme a través del cine, llenarme de energía durante un ruidoso solo de batería u observar una obra de arte conmovedora. Pero el patrón consistente en la Escritura es que el pueblo de Dios se reúne para oír la Palabra de Dios. Tenemos que permanecer en silencio mientras él habla.
Cuando Dios estableció su pacto de relación con su pueblo en el Éxodo, utilizó palabras y les ordenó que se reunieran para oír esas palabras (Éx. 24:7). Si bien Israel tenía a sus enemigos en la carrera rumbo a la tierra prometida, Dios mandó a su pueblo detenerse y marchar 32 kilómetros hacia el norte hasta el lugar donde hay dos acantilados opuestos. Allí, con las sobrecargadas montañas escarpadas proporcionando un anfiteatro natural, “Josué leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones… No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos” (Jos. 8:34-35).
Este es un hecho curioso en medio de una breve guerra por el sur, pero esta no era una guerra ordinaria, y estas personas no eran gente común. La Palabra que los creó es la Palabra que los define. Años más tarde, cuando Josías conduce a su pueblo de regreso al Señor, lo hace mediante la lectura: “y leyó a oídos de ellos todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová” (2 Cr. 34:30). Cuando el pueblo de Dios se reúne como un solo hombre después del exilio, Nehemías no los lleva en una rutina de CrossFit, o a un ejercicio de pintar con los dedos. Dios coloca a Esdras sobre una plataforma de madera (Nehemías 8, 4) y mientras el pueblo permanecía en su lugar (8:7), Esdras y los escribas “leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (8:8).
El ministerio público de Jesús en Lucas comienza entrando en la sinagoga, recogiendo el rollo de Isaías, leyéndolo, y enseñando acerca de él (Lc. 4:14-22). En Hechos 2, el pueblo no se salva por medio de folletos evangelísticos lanzados desde un globo o algún otro truco, sino a través de la exposición pública que hace Pedro de Joel 2. Se establecieron diáconos en Hechos 6, no para que los apóstoles pudieran ser liberados para estudiar lo último en técnicas de teatro o cómo vestir a la moda, sino para que pudieran tener la libertad de predicar la Palabra de Dios (Hch. 6: 2). Pablo exhorta a Timoteo a predicar la Palabra (2 Ti. 4:2).
Podría seguir y seguir. El ojo estimula, pero el oído faculta. No necesitamos caricaturas como las de las puertas del cielo y las llamas del infierno. El Pueblo de Dios necesita reunirse para oír la predicación de la Palabra de Dios.
PREDICAR LA PALABRA DE DIOS ENSEÑA A TU GENTE CÓMO LEER LA PALABRA DE DIOS
No hace mucho tiempo, David Wells lamentaba cómo los evangélicos ya no tienen el valor de ser protestantes. Hoy en día, luchamos por el valor de ser, en algún sentido, históricamente cristianos. A medida que la ola cultural del género y la sexualidad se vuelca sobre nosotros, no tenemos nada que decir porque no creemos que la Biblia finalmente tenga algo que decir al respecto, o no sabemos lo que dice, o se ha convertido en poco más que una colección de cuentos morales, una versión religiosa de las fábulas de Esopo que tenemos que reinterpretar para que encaje con nuestras costumbres culturales.
Mantener la Palabra de Dios en el centro de la vida de tu iglesia local, especialmente mediante la predicación a través de textos consecutivos de la Escritura, enseña a tu gente a leer la Biblia. No necesitan una clase de hermenéutica en un seminario para conseguir esto; lo que necesitan es una predicación fiel. La predicación que conecta el poder de la Palabra creadora de Dios, la condición caída del primer Adán, la necesidad del sacrificio, la promesa de un segundo Adán y un nuevo Edén. La predicación que conecta lo que Dios había hecho por medio de Israel a Jesús y el nuevo Israel de Dios.
Los inicios de mi vida cristiana transcurrieron en iglesias que amaban la Palabra de Dios, sin embargo, no la trataban como una montaña de la que se extrae oro, sino más bien como una colina con un par de rocas dispersas que podríamos recoger y observar con un interés pasajero. Fue solo cuando aterricé en una iglesia que extraía oro de la Palabra, que conectaba con cuidado ricos temas bíblicos y mostraba cómo todo apuntaba a Cristo, que comencé a abordar el Antiguo Testamento con confianza y aliento. Mantener la Palabra de Dios en el centro de tu predicación y enseñanza, no solo ayudará a las personas a saber leer, sino que les dará el estímulo para profundizar en ella por sí mismas.
PREDICAR LA PALABRA DE DIOS PRETENDE CAMBIAR SU VIDA, SEMANA TRAS SEMANA
¿De qué sirven todos esos sermones, si procedemos a olvidar la mayor parte de lo que hemos escuchado poco después? Bueno, no nos olvidamos de todo lo que oímos. Confío en que la mayoría de nosotros podemos recordar sermones que desafiaron la forma en que pensábamos acerca de Dios, el matrimonio, el dinero, etc., y nos cambiaron para siempre. Así que no debemos menospreciarlo todo.
Pero más allá de eso, la Palabra semanal en nuestros mensajes de la mañana solo pretende ¡llevarnos al próximo domingo! En el ritmo semanal de Dios, él parece entender que, llegado el domingo, estamos hambrientos, y tenemos que llenarnos una vez más.
Mis sermones, tus sermones, no tienen que permanecer con nuestra gente por toda la eternidad. La intención no es cambiar sus vidas en ese sentido. Están destinados a sostenerlos hasta la próxima semana. Semana tras semana. Hasta el cielo. Y allí, la Palabra hecha carne morará con nosotros para siempre, y no habrá más necesidad de sermones.
Traducción / revisión: Vladimir Miramare / Julio Pérez
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