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Por qué cantamos

Por Jonathan Leeman

Jonathan (@JonathanLeeman) edita la serie de libros 9Marks, así como el 9Marks Journal. También es autor de varios libros sobre la iglesia. Desde su llamado al ministerio, Jonathan ha obtenido un máster en divinidad por el Southern Seminary y un doctorado en eclesiología por la Universidad de Gales. Vive con su esposa y sus cuatro hijas en Cheverly, Maryland, donde es anciano de la Iglesia Bautista de Cheverly.
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23.07.2019

En la reunión del domingo de mi iglesia, el predicador y todo el que dirige el servicio se sienta en la plataforma mirando hacia la congregación. En el pasado, he sido tentado a pensar si realmente están adorando, o simplemente mirando alrededor. ¿No se supone que alguien que está verdaderamente adorando cierre sus ojos, levante sus manos y tenga en su rostro una expresión del rapto? Por lo menos eso es lo que pensé hasta que era yo quien estaba sentado en la plataforma, mirando hacia la congregación. Cuando las canciones comienzan, estoy viendo al pueblo de Dios alabar a Dios. ¡Y eso es incredible!

LO QUE TENGO QUE HACER

Algunos ojos están cerrado y otros abiertos. Algunas manos están levantadas y otras no lo están. Pero la postura de sus cuerpos no es lo más importante. Estamos cantando palabras del siglo dieciséis «Castillo Fuerte», y puede ver a una mujer que fue recientemente asaltada cantando con todo su ser «el baluarte que nunca falla». Estamos cantando palabras del siglo dieciocho que dicen «Ven, Tu Fuente de todas la bendiciones» y soy alentado por el santo más anciano que ha perseverado en la fe por décadas, que aún canta «propenso a vagar, Señor, lo siento, propenso a dejar al Dios que amo; aquí está mi corazón, O, tómalo y séllalo; séllalo para tus cortes de arriba».

Estamos cantando las palabras del siglo diecinueve «Está Bien», y miramos hacia afuera y vemos al hermano de mediana edad batallando con el desánimo por su lucha contra la ira pecaminosa levantando su voz diciendo «mi pecado—oh, la dicha de este glorioso pensamiento: mi pecado, no en parte, sino todo está clavado en la cruz y ya no me pertenece. ¡Alabado sea el Señor, alabado sea el Señor, Oh mi alma!». Estamos cantando las palabras del siglo veintiuno que dicen «Solamente en Cristo», y veo a la madre joven talentosa que es tentada a lamentarse por las cosas a las que tiene que renunciar para tener hijos, regocijándose por su nueva ambición: «solamente en Cristo encuentro mi esperanza, él es mi luz, mi fortaleza, mi canción». Mientras me siento, observo y contemplo, mis propias alabanzas a Dios son fortalecidas por las historias y canciones de los demás. Mi fe es estimulada y aumentada por la obra de Dios en ellos.

LA PALABRA HACIENDO ECO

Las iglesias cantan porque sus nuevos corazones no pueden más que hacer eco de la Palabra que les ha dado vida. Independientemente de si esas canciones fueron escritas en el siglo dieciséis o hoy, deberían hacer eco de las Escrituras. Si existe algún lugar donde la Palabra de Dios debería literalmente retumbar, este sería en las canciones de la iglesia. Recuerda, sólo las Escrituras dan vida.

Por lo tanto, las canciones de una iglesia deberían contener nada más que las palabras, paráfrasis o ideas de las Escrituras. Y las iglesias cantan juntas porque eso nos ayuda a ver que las alabanzas, confesiones y propósitos de nuestros corazones son compartidos. No estamos solos. Cantando en la iglesia, pienso que es tanto escuchar como cantar. Por eso Pablo nos ordena: «anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón» (Efesios 5:19). Si voy a hablar a los demás a través de canciones, debo también escuchar a los demás. De hecho, ¡algunas veces me detengo de cantar sólo para escuchar y agradecer a Dios por la voces que están a mi alrededor! Estos hermanos y hermanas comparten mi nuevo corazón, mi nueva identidad, mi Señor y Salvador, mi consolador y fortaleza, mi esperanza y ambición, mi gloria y gozo. Estoy con ellos, ellos están conmigo y estamos con él.

POR QUÉ CANTAMOS

Los creyentes cantan en las iglesia porque Cristo nos ha ordenado que cantemos (Colosenses 3:16; Efesios 5:19). Y se nos ordena cantar, escuché a un ministro de música llamado Bob Kauflin observar, porque Dios espera que las criaturas creadas a su imagen hagan lo que él hace (por ejemplo, Sofonías 3:17; Hebreos 2:12). A pesar de todo, permíteme detallar lo que he dicho expresando tres razones por las cuales espero que Dios le ordenaría a su pueblo hablarse unos a otros no sólo en prosa sino también en poesía y melodía.

  1. Cantamos para apropiarnos y afirmar la Palabra

Cantar es la manera como la congregación de apropia y afirma de la Palabra. En la Biblia, cantar en una de las formas ordenadas por Dios para los miembros de una congregación responder a la revelación de Dios. Es como levantan su mano y dicen, «sí, creo y afirmo estas verdades con todo mi ser». Por ejemplo, el salmista le dice al pueblo de Dios que proclame la Palabra de Dios a los demás: «canta al Señor, bendice su nombre; habla de su salvación cada día» (Salmos 96:2). Cantar de su salvación significa que la hemos recibido como nuestro mensaje.

  1. Cantamos para unir nuestras emociones con la Palabra de Dios

Cantar es la manera como la congregación une sus emociones y afectos con la Palabra de Dios. Cuando cantamos, es difícil permanece emocionalmente desconectado. Así como el sentido de olor puede evocar fuertes relaciones y recuerdos, el sonido de la música evoca y provoca el gozo, el dolor, los anhelos, las esperanzas y tristezas del corazón. Johanthan Edwards propuso que Dios nos diera música «para expresar y excitar nuestros afectos religiosos». El salmista parece personificar esta idea cuando escribe: «mi corazón rebosa con un tema agradable» (Salmos 45:1).

Yo diría que cantar es el medio a través del cual el pueblo de Dios se apodera de su Palabra y alinea sus emociones y afectos con los de Dios. Por tanto, no es sorpresa que Pablo le haya ordenado a las iglesias cantar los salmos, y que el salterio fuera referido como el himnario de la iglesia. John Calvin llamó a los Salmos «una anatomía de todas las partes del alma» debido a que ofrece a los lectores palabras que pueden poner en sus propias bocas para expresar de manera apropiada todas las emociones humanas. En el prefacio a su comentario sobre los Salmos, Calvino escribe: «porque no existe una emoción de la cual nadie pueda estar consciente de que no está aquí representada como si fuera un espejo. O en lugar de eso, el Espíritu Santo ha traído aquí a la vida todas las dolencias, tristezas, temores, dudas, esperanzas, cuidados, perplejidades, en resumen, todas las emociones que distraen con las cuales la mente de los hombres estamos acostumbrados a ser agitados». ¿Cómo pueden los cristianos expresar dolor de manera piadosa? ¿O sufrimiento, temor y duda? Haciendo eco de los Salmos, como Jesús hizo una y otra vez.

Sin embargo, aún si las iglesias no toman sus líricas directamente del salterio, deberían considerar el balance de los Salmos en la confesión, lamentación, exaltación, y acción de gracias y buscar imitar algo similar con su propio himno. ¿Sabemos cómo lamentarnos en nuestras iglesias a través de la música? ¿O confesar? En los salones de clase del seminario, los predicadores en desarrollo son a veces advertidos, «una congregación sólo será muy cuidadosa con la Palabra mientras te encuentres en el púlpito». Lo mismo es verdad, estoy convencido, de nuestros cánticos en la iglesia, y nuestra habilidad para encontrarnos emocionalmente con Dios durante la semana. Una congregación que aprende a cantar en la iglesia con una fuerte confesión y una alabanza contrita sabe bien como cantarle a Dios con su corazón en su casa, independientemente de si entona o no.

  1. Cantamos para Demostrar y Construir la Unidad

Cantar es una manera de demostrar y construir la unidad corporativa. Una vez más, no es difícil imaginarse cómo Israel utilizó los Salmos para demostrar y construir la unidad de sus corazones unos con otros. Algunos salmos lo explican:

         [Llamada] ¡Oh, demos gracias al Señor, porque él es bueno, su firme amor perdura para siempre!

         [Respuesta 1] Dejen que Israel diga, «Su firme amor perdura para siempre».

         [Respuesta 2] Dejen que la casa de Aarón diga, «Su firme amor perdura para siempre».

         [Respuesta 3] Dejen que los que temen al Señor digan, «Su firme amor perdura para siempre». (Salmos 118:1-4; ver también 124:1; 129;1; 136).

El salmista hace una declaración y luego pide tres grupos de personas que le hagan eco: la nación, los sacerdotes, y luego todos los que temen al Señor (¿incluyendo cualquier extranjero y gentiles que haya entre ellos?). Las palabras «su firme amor perdura para siempre» es la fuente de unidad, pero la poesía y—tal vez—la música motiva el corazón de las personas a abrazar, apropiarse y regocijarse de esta gloriosa verdad.

El contexto de la orden de Pablo de cantar también vale la pena destacar: «y que la paz de Cristo, gobierne vuestros corazones, a lo cual fueron ustedes llamados en un cuerpo. Y sean agradecidos. Dejen que la palabra de Cristo more en ustedes ricamente… cantando salmos e himnos y cánticos espirituales, con acción de gracias en sus corazones hacia Dios» (Colosenses 3:15-16). Observa la línea de pensamiento: debemos dejar que la paz gobierne, ya que fuimos llamados a ser un cuerpo. Debemos ser agradecidos. Y podemos hacer todo esto cantando la Palabra de Cristo juntos. Una vez más, la Palabra es la fuente de la unidad; pero la música de la expresión a esa unidad.

No hay duda, este punto puede ser combinado con el último. Cantar la Palabra de Dios es como una congregación entona sus corazones juntos a través de todos los afectos bíblicamente conducidos.

Lo que debería estar claro en las tres razones por las que cantamos es que cantar en la iglesia debería tratarse de la iglesia cantando, un cántico congregacional. Tal vez los coros y solistas pueden ser usados para que la iglesia responda, como lo especifica el salmo que está más arriba o como un ejercicio sobre «hablarnos unos a otros en una canción». Y las interpretaciones musicales fuera de la reunión de la iglesia son maravillosas. Pero Dios le ha dado la música a la iglesia reunida para que las personas juntas puedan apropiarse, afirmar, regocijarse y unirse alrededor de la Palabra de Dios. Mucho mejor que las dulces armonías de algunos cantantes entrenados es el sonido áspero y sano de los criminales perdonados, deleitándose a una voz en su Salvador. El instrumento más hermoso de cualquier servicio cristiano es el sonido de la congregación cantando.