Clases esenciales: Paternidad

Paternidad – Clase 10: Los años de la adolescencia

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
23.11.2018

  Descargar Manuscrito en formato Word
  Descargar Folleto del Alumno en formato Word

 

Clase esencial
Paternidad
Clase 10: Los años de la adolescencia


Oremos antes de iniciar. 

Introducción 

  1. El gran panorama

«Los adolescentes de hoy». ¿Has escuchado esa frase? ¿O la has dicho? Quizá con un sentimiento de desconcierto al escuchar a algunos de ellos bromear (olvidando que una vez fuiste tan tonto…) O tal vez lo dices con cierto temor, preguntándote si estos niños van a aprender y convertirse en lo que necesitan para estar a cargo un día. A lo mejor te sorprenda saber que el mundo solo ha tenido adolescentes durante aproximadamente 80 años. Se crearon alrededor de los años 20 y 30 cuando se borraron los últimos vestigios de prácticas de trabajo infantil, aumentó el número promedio de años en la escuela y los hijos dejaron de casarse a los 16 o 17 años. La invención del automóvil también le dio a esa cohorte de edad un nivel de libertad sin supervisión previamente desconocido, solo compuesto hoy en día por el omnipresente teléfono inteligente. Y así, la demografía que llamamos «adolescentes», con todas sus formas inescrutables, todavía son niños en nuestros hogares, pero aprendiendo y queriendo ser adultos.

Pero vale la pena destacar que no existe en la Biblia algo como «adolescente». En realidad no es una categoría bíblica, ni siquiera una categoría humana en muchas culturas (es decir, los niños no se convierten en una nueva especie en la secundaria después de los 12 años de edad…). La Biblia tiene mandatos para los hijos, y para los padres. Se dirige a «hombres jóvenes» y «ancianos /ancianas» (cf. 1 Juan 2:13-14; 1 Timoteo 5:1-2). Pero no dice nada acerca de los «adolescentes». Entonces, ¿qué debemos hacer con ellos?

Pienso que es útil para nosotros hacer una pausa y una especie de «alejamiento» para recordar lo que la Biblia dice acerca de nuestros hijos. Es decir, después de todo, nuestros adolescentes son nuestros hijos, mayores y más capaces, pero aún así nuestros hijos. Y la Biblia deja en claro una serie de cosas: Los hijos son una bendición, ¡sin advertencias de edad! La tarea que Dios nos ha asignado es criarlos en la disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4). Enseñarles la Palabra de Dios en el hogar, en la calle, al levantarnos y al acostarnos (Deuteronomio 6:7). Orar, amar y enseñar. Mostrarles que viven bajo nuestra autoridad (principalmente la de Dios)… enseñarles acerca de este Dios, su salvación y sus designios… guiarlos para que desarrollen un carácter piadoso…. Prepararlos para que vivan (oramos) como adultos que amen y sirvan a Cristo.

Muchos libros (incluso «cristianos») hablan acerca de «la tormenta que se avecina» y del temor de los años de la adolescencia. Yo, en cambio, creo que deberíamos ver esto como otra temporada de la vida que tendrá sus propios desafíos, alegrías y oportunidades. Oportunidades para instruir, disfrutar y desarrollar una comunión más profunda.

  1. Una temporada de cambios

Si los fundamentos no son realmente diferentes, ¿cuál es el propósito de esta clase? ¿Qué es, si es que hay algo, realmente diferente acerca de los adolescentes y de pastorearlos? ¿Qué es, en todo caso, diferente acerca de ellos?

Si bien nuestros adolescentes siguen siendo nuestros hijos, comienzan a atravesar algunos cambios significativos y a examinar cada vez más la vida, al pasar de ser individuos completamente dependientes a individuos adultos independientes en la sociedad. Durante este tiempo de la vida:

  • Experimentarán importantes cambios físicos: la pubertad. Menciono esto primero porque es el cambio que a menudo parece ser el más intimidante, y que afecta a nuestros hijos de manera tan fundamental. Aunque esta clase no pretende llevarnos a través de «la charla» (o «¡charlas!»), debemos darnos cuenta de que, como dice Paul Tripp: «hay una explosión de conciencia sexual y tentación sexual en la adolescencia» (Tripp, 87). Él señala lo siguiente: «Casi en ninguna parte fuera de la comunidad cristiana puede un adolescente obtener algo cercano a una perspectiva precisa de esta importante área de la vida humana». Por algo el escritor de Proverbios tiene MUCHO que decir acerca de la tentación sexual. Los adolescentes están empezando a formar patrones de pensamiento y conducta que son fundamentales para sus vidas adultas. Como padres, debemos comprometernos a mantener este tema en la mesa, y abordarlo con preguntas francas y abiertas, y con un diálogo paciente.
  • Los adolescentes también están cambiando en su capacidad de comprender y procesar lo que sucede en el mundo. Están creciendo en su intelecto. Están aprendiendo cada vez más por experiencia directa cómo funciona el mundo, y cómo entenderlo. Ya no podemos zafarnos con explicaciones infantiles. (A los 3 años: «Debes obedecer a mamá». A los 14 años: «¿POR QUÉ debo obedecerte?»). Las cosas que enfrentan comienzan a requerir más sabiduría, pero en el increíble plan de Dios ellos comienzan a ser cada vez más capaces de aprender.
  • En todo esto, la relación de nuestros adolescentes con nosotros también cambiará. El peso de nuestros deberes cambia (¡y ha estado cambiando!) de cuidador a capacitador, consejero y mentor mientras se preparan para dejarnos. Podemos ver más fácilmente el día en que no estarán bajo nuestra disciplina o cuidado inmediato.

En medio de todos estos cambios, hay peligros y trampas únicas que también enfrentarán nuestros adolescentes a medida que estén más expuestos al mundo:

  • Los compañeros (ya sea para incitar al pecado o para acosar).
  • La apariencia
  • La pornografía
  • Las cosmovisiones antibíblicas
  • La «actitud» (que puede ser más tentadora a medida que buscan una mayor libertad y están pensando en más cosas por sí mismos)
  • Las redes sociales (es casi imposible exagerar estos peligros potenciales, tanto que tenemos toda una lección dedicada a ello).

Entonces, ya sea que llamemos a esta fase «adolescencia» o no, claramente este momento de la vida es uno donde, al igual que en otras etapas de la vida, enfrentaremos problemas y desafíos que antes no habíamos experimentado.

  1. ¿Qué dice la Biblia acerca de los adolescentes?

Si la noción «adolescente» es un invento reciente, y no realmente una categoría que encontramos en la Biblia, (revisa tu concordancia, ¡no hay ni una sola referencia a los adolescentes!) ¿Tiene la Biblia algo que decirnos al respecto? ¡Claro que sí! Los primeros siete capítulos del libro de Proverbios tratan esencialmente acerca de un padre que da consejos prácticos a su hijo. A medida que examinas algunos de ellos, y todo el resto de Proverbios, hay una serie de cosas que surgen que parecen ser tendencias de la juventud. Estas no están destinadas a llenarnos de temor, como si cada adolescente que vemos estuviera anhelando en secreto convertirse en el jefe de una pandilla local. Más bien, simplemente nos ayudan a orientarnos en el tipo de cosas que debemos abordar al atravesar esta fase de la vida, y simplemente nos ayudan a conocer mejor a nuestros adolescentes.

¿Qué cosas tienden a caracterizar a la juventud?

  1. La falta de hambre por sabiduría o corrección. Proverbios prácticamente nos ruega que obtengamos sabiduría (véase Proverbios 4:1-10) y nos da severas advertencias contra despreciar la instrucción. Conviértete en un «vendedor» de la sabiduría. Trata con tu propio corazón primero (¿Soy alguien que escucha la reprensión? ¿Estoy procurando el conocimiento de Dios a través de su palabra?, etc.). Luego, intenta ganar a tu hijo. Examina si contestas a tu hijo de una manera que haga que la sabiduría sea atractiva. ¿Haces dulce el sabor de la corrección, o intentas golpear o avergonzar a tus hijos para que se sometan con palabras? Como Pablo le dijo a Timoteo: «…redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2 Ti. 4:2). Tripp lo expresa muy bien: «Dar sabiduría no significa golpear a tu adolescente con palabras. Es poner una hermosa guirnalda alrededor de su cuello». (AOO, 78). Sé persistente, constante y deliberado, presente y disponible (no solo «lances granadas de sabiduría»), y ora para que Dios use tus esfuerzos para dar sabiduría.
  2.  Una tendencia al legalismo. Si alguna vez has tenido una conversación con un adolescente, sabrás que son maestros en la cátedra de la ley. Quisquillosos sin igual, que quieren correr directamente al límite («pero hice exactamente lo que dijiste que hiciera…»). Evita ser arrastrado en esta clase discusiones, más bien, aprovecha las oportunidades para hablar acerca del corazón de la obediencia, el espíritu de la ley. Ellos necesitan aprender lo que significa tener un corazón para Dios y su Palabra. Como lo hizo Jesús en el Sermón del Monte, llévalos al espíritu inalcanzable de la ley. Luego, demuestra cómo el evangelio produce un corazón que nunca podrán tener por sí mismos.
  3. Una tendencia a ser imprudentes al escoger a sus amigos. La Biblia es clara en que las malas compañías corrompen las buenas costumbres (1 Corintios 15:33). En el primer capítulo de Proverbios, el maestro hace un llamado a su hijo y le advierte de andar con compañeros malvados. Sin embargo, en una etapa en la que anhelan ser aceptados, los adolescentes tienden a usar todos los criterios incorrectos para escoger a sus amigos. (Piensa en cómo los adolescentes varones escogen a una «novia»: a) ella es bonita; b) [él espera] a ella le gusto. Esto sucede incluso con los amigos de su mismo sexo, los adolescentes tienden a buscar: a quién le gusta la misma música, quién los acepta, con quién es divertido pasar el rato. Eso no está del todo mal, pero observa que ellos no están pensando en el carácter o la piedad. Los adolescentes deben aprender la habilidad de elegir amigos, y debemos ayudarlos a pensar cómo hacerlo. Acércate a las conversaciones con cuidado y paciencia. Evita los insultos y la difamación. Estas son las personas que tu adolescente considera que lo aceptan. Ayúdalo amablemente a salir de la emoción para darle un vistazo bíblico honesto a lo que la Biblia recomendaría.
  4. Una susceptibilidad a la tentación sexual. Esto apenas necesita elaboración. Nuestra cultura está literalmente inundada de tentaciones sexuales, perversión y permisividad, por decirlo suavemente. El punto crucial aquí es conocer a tu hijo o hija y esforzarte por mantener una comunicación honesta, franca y segura. Habla de sexo con tu adolescente, y no simplemente acerca de principios generales o hipotéticos. ¿Cómo le va en esta área? ¿Está luchando con la lujuria? ¿Qué mentiras sexuales se le ha dicho? ¿Las está creyendo? ¿Qué situaciones o relaciones están presentando una tentación? ¿Cómo luchas con la tentación? Sí, puede ser difícil hacer que se abra, pero ¡no desistas! Acércate y ayúdale en esta área crítica.
  5. Una ausencia de perspectiva escatológica. ¿Alguna vez has necesitado que alguien te recuerde la perspectiva eterna? Entonces no debería sorprenderte que los adolescentes puedan estar especialmente enfocados en el presente. Viven como si el momento actual, o su deseo actual, es lo más crítico de la historia, y la cultura y los anunciantes sin duda trabajan para reforzar ese sentimiento. Los adolescentes tienden a posponer sus responsabilidades hasta el último minuto posible, por conveniencia o deseos actuales. Pero debemos mostrarles la siguiente verdad: «lo que el hombre sembrare, eso también segará». Cada acción ahora es una semilla plantada para el futuro; ese bien futuro vale algo de incomodidad presente. Finalmente, queremos que se den cuenta que a Dios le interesa más nuestra santidad que nuestra felicidad (aunque la santidad es lo que verdaderamente conduce a la felicidad) y que «las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Ro. 8:18). Queremos ayudarles a ver el mundo y sus circunstancias a través de un lente evangélico y eterno.
  6. Una falta de conciencia del corazón. Hemos estado hablando acerca del corazón durante todo este seminario. Proverbios dice: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón». Queremos conocer el corazón de nuestros adolescentes (lo que se traduce en preguntas pacientes y persistentes) y ayudarles a ver sus corazones por lo que realmente son. Eso no solo implica, como ya hemos dicho, abordar la conducta. No podemos simplemente irrumpir en sus habitaciones, anunciar la infracción, declarar la sanción y dar un breve sermón sobre la lección que deberían aprender. Debemos hablar, orar y amar. Ayudarles a ver el corazón detrás de sus acciones, sus verdaderos tesoros, y lo que la Biblia dice acerca de cada aspecto de sus vidas y experiencias.
  1. Cómo «pastorear» a nuestros adolescentes

Entonces, acabamos de tocar lo que implica ser «adolescente», y cuáles son algunos de los desafíos y características de esta fase de la vida. Ya hemos mencionado aquí y allá algunas directrices acerca de cómo abordar algunos de estos problemas. En el tiempo que nos queda quiero que observemos rápidamente lo que deberíamos aspirar a hacer y algunos puntos sobre cómo hacerlo.

En general, es útil ver que progresivamente, nuestra interacción con los hijos a medida que crecen se parece cada vez más al «discipulado». (Por supuesto, SIEMPRE estamos discipulando a nuestros hijos, pero su apariencia se vuelve cada vez más «adulta»). Todavía tenemos autoridad sobre ellos, y la responsabilidad de proveer y corregir… así que en un sentido real podemos decir que los estamos pastoreando. [Personalmente, encuentro este concepto realmente útil para reflexionar, ya que he notado que mi tendencia es querer controlar a mi adolescente como si fuese un niño pequeño y simplemente añadir instrucciones más complejas…].

Suena grandioso: Queremos pastorear a nuestros adolescentes. Pero, ¿qué significa eso? ¿Cuáles son nuestros objetivos para ellos y para nosotros al hacerlo? Permíteme sugerir algunas de las metas que Tripp presenta en Edad de Oportunidad, que considero son realmente útiles para brindarnos una perspectiva de lo que realmente deberíamos estar haciendo y algunos consejos prácticos.

Meta #1: Enfocarnos en la lucha espiritual. «Porque no tenemos lucha  contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efesios 6:12). 2 Corintios 4:18 dice: «no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas». Nuestros adolescentes tienden a vivir consumidos por las cosas que se pueden ver: cómo lucen, lo que un amigo piensa de ellos, si su atuendo está a la moda, quién tocó sus cosas… La felicidad presente, física y personal triunfa sobre la bendición eterna. ¿Y adivina qué? ¡A menudo sucede lo mismo con nosotros! Pregúntate si estás enojado o frustrado porque les ha dicho miles de veces que limpiaran su habitación, o porque en realidad tenías cosas que hacer en vez de lidiar con su última rabieta, o si estás más preocupado por ayudarles a identificar los ídolos de su corazón, y estás rogando al Espíritu Santo que abra sus ojos como solo él lo puede hacer. Sus luchas diarias son reales, pero son parte de una guerra por el alma eterna de tu hijo.

Meta #2: Desarrollar un corazón de convicción y sabiduría. A lo que nos referimos aquí esencialmente es a construir la determinación para seguir los claros mandamientos de Dios, y cultivar la capacidad de tomar sabias decisiones en asuntos de principios más amplios. Mandamiento claro: «Huid de la fornicación» (1 Co. 6:18). ¿Permaneceré firme y me negaré a ver cuando mis amigos quieran enseñarme pornografía en SnapChat? Cuestión de principio: ¿Está demasiado corta esta falda? ¿Me siento modesta en ella o la estoy usando porque otras chicas también lo hacen, y tal vez con ella espero que los chicos me miren? Vivimos nuestras vidas enfrentando situaciones donde debemos discernir si hay un mandamiento bíblico en juego, o solo un principio, y si se trata de un principio, ¿cuál? La ayuda más importante en esta área es que conozcan y aprendan la Biblia. Debemos enseñarles lo que la Palabra de Dios ordena, y debemos enseñarles sus principios (por ejemplo, los principios generales acerca de la autoridad, la gracia, la verdad, el consejo sabio, la integridad, la soberanía de Dios, su gloria, entre otros). Acompaña pacientemente a tus adolescentes mientras enfrentan por ellos mismos estas decisiones, háblales de tus propias experiencias y de cómo buscaste al Señor y aplicaste su Palabra a estos problemas de la vida.

Meta 3: Enseñar a nuestros adolescentes a comprender y reaccionar de manera redentora a su cultura. Tendremos que estar constantemente determinando cómo y cuánto permitiremos que nuestros hijos se involucren con y en el mundo. Enséñales a «estar en el mundo, pero a no ser del mundo». Podemos simplemente secuestrarlos: hacer que estudien en casa, prohibirles ver películas, tener amigos inconversos. Pero eso conlleva el riesgo de que se conviertan en personas ingenuas e incapacitadas para la vida en el mundo real, y peor aún, el riesgo de que escondamos nuestra luz debajo de un almud y no aprendamos a dar testimonio a un mundo necesitado, pero antipático. Por otro lado, una actitud negligente: «oigan, ellos tendrán que verlo en algún momento», los pondrá obviamente en riesgo de perder su salinidad, o de ser arrastrados y atrapados por el diablo. Más bien, necesitamos armarlos con la palabra (véase el punto anterior). Enséñales que Dios ha hecho buenas todas las cosas, incluso si nosotros las corrompemos. Enséñales que no hay nada en nuestra cultura que sea completamente neutral, en cambio, la misma tenderá a obstaculizar nuestro caminar con Dios. Enséñales los peligros y mentiras ocultos en lo que el mundo dice que es bueno. Enséñales la peligrosa naturaleza del «aire cultural que respiramos» y establece límites donde sabes que sus corazones lo necesitan, y luego explícales porqué los pusiste allí. No entres en pánico [esta probablemente sea mi tendencia]. Cuando descubran una nueva banda, descarga su música y escúchala con ellos (dentro de lo razonable). Habla acerca de cómo revela el corazón de la cultura, y de cómo el evangelio habla de lo que ven a su alrededor. 

Meta 4: Desarrollar un corazón para Dios en tu adolescente. Tripp describe esto como un «hambre profunda y sincera por conocer y honrar a Dios» (AOO, 177). Queremos verlos crecer en una búsqueda independiente de las Escrituras, en un deseo por la instrucción, adoración y comunión corporativa de la iglesia, en una franqueza para discutir asuntos espirituales. Queremos guardarlos de ver el cristianismo como una parte agradable de nuestra pequeña tradición familiar o simplemente como algo asumido. Una ayuda clave aquí es la adoración familiar.  Hazla tan regular y atractiva como puedas. Pero por encima de eso, busca esas oportunidades diarias para hablar de Cristo. Convierte muchas respuestas en oraciones. Sé cristocéntrico en tu uso de la Palabra (en lugar de usarla como un club). Deja que tus adolescentes te vean procurando santidad, pidiendo perdón y gracia, apoyándote en el Espíritu Santo en busca de ayuda, orando por todo. Pídele a Dios que aumente tu propio deseo por Él y que te ayude a vivir toda la vida en referencia a Él, luego incorpora a tus adolescentes en tu búsqueda (en vez de arrojarlos en una conformidad externa).

Meta 5: Preparar a los adolescentes para dejar el hogar. Por último, ¡hacia aquí nos dirigimos! Necesitamos ver la «emancipación» de nuestro hogar como una meta piadosa y buena. Para esto Dios nos ha dado esta mayordomía, para ayudar a capacitar al nuevo grupo de colaboradores para la obra del Reino. No son tuyos, y nunca lo fueron. Ciertamente queremos que tengan las habilidades prácticas y necesarias para la vida, pero más que eso, queremos verlos crecer en la madurez y fructificación que los hará ser capaces de crecer por su cuenta (por supuesto, ¡en el contexto de la iglesia local!), y ser de bendición al mundo. Queremos enseñarles a ser sensibles a la voluntad revelada de Dios; piadosos en la vida diaria, conscientes de la gracia de Dios, capaces de aceptar su responsabilidad personal, a autoevaluarse con precisión y a tener convicciones bíblicas aplicables a nuevas áreas de la vida y una perspectiva adecuada a de las cosas. Recuerda que el objetivo no es la perfección (nosotros éramos «obras en progreso » a los 18 años, ¡y después!). Queremos brindarles oportunidades para que tengan éxito y aprendan y fracasen bajo nuestro cuidado paciente a fin de que puedan partir para emprender el trabajo que Dios tiene para ellos.

Con esos objetivos frente a nosotros, rápidamente, ¿cuáles son algunas de las cosas a considerar a medida que avanzamos en las tareas prácticas de hacer esto? Muchos de nosotros tenemos como meta principal regular la conducta de nuestros adolescentes. Vivimos con un miedo terrible a los clásicos adolescentes pandilleros envueltos en drogas, alcohol o sexo. Por lo que terminamos consumidos intentando descubrir formas de controlarlos para evitar que se desvíen del camino. Podemos tener en mente las metas mencionadas anteriormente, pero motivadas con culpa («¿Después de todo lo que tu madre hace por ti así es como le agradeces?»), miedo («¡Solo inténtalo y verás cuál es el VERDADERO castigo!»), o manipulación («Podrías usar más el auto si viéramos más de X»). En cambio, nos animaría a orar, enseñar, amar, disfrutar, confiar en Dios y perseverar. Algunas recomendaciones prácticas al hacer eso:

  • Solidarízate. Lo cual es solo una forma elegante de decir: «recuerda cómo era». No te apresures a decir: «Oh vamos, no deberías molestarte por eso». [El matrimonio es un buen campo de práctica para esto…].
  • Sé deliberado e intencional (Tripp llama a esto el «Proyecto de la Paternidad»), conócelos, conoce los objetivos, con qué tienes que trabajar, que hay sobre la mesa y, por tanto, qué podría serles tentador. Luego, intencionalmente, busca formas de involucrarse en esas cosas.
  • Esfuérzate por que la conversación sea constante. Debido a la mentira del pecado, queremos hacer todo lo que podamos para asegurarnos de que estamos comprometidos enseñando, advirtiendo y animando a nuestros adolescentes. Queremos un hogar donde siempre haya conversación, donde nadie pueda murmurar un saludo, sentarse en la mesa en silencio y luego esconderse en su habitación. Ten la disposición de hablar, incluso si ello requiere de un trabajo extraordinario.
  • En esa misma línea: Haz preguntas. Buenas preguntas: no solo preguntas que puedan ser contestadas con un sí o no cortante. Tampoco hagas preguntas acusatorias que presupongan una respuesta, sino preguntas que les enseñen a sentirse seguros y abiertos.
  • No los sermonees. Enseña de todas las maneras posibles, pero confía en la obra del Espíritu Santo, no en tus muchas palabras repetidas. Leeré una buena cita en unos momentos.

Nos detendremos allí, ¡pero tenemos mucho en lo cual pensar! ¡No te desesperes! Obtén el libro de Tripp o mira el manuscrito de esta clase. Escoge algunas cosas para meditar. Ora. Habla con otros padres. ¡Habla con tus adolescentes! Dios da lo que nos pide.

Cerraremos con esta excelente cita de Paul Tripp acerca del contenido general de nuestra instrucción para los adolescentes:

«Los padres que siguen el ejemplo de Cristo no corrigen sin el Evangelio de la gracia como parte del mensaje. No amonestan sin apuntar a la realidad del amor de Cristo. Ven cada ocasión de problema, fracaso y pecado como una oportunidad más para enseñarle a su adolescente a apoyarse en Cristo. Nunca llaman bueno a lo malo, pero siempre lidian con el mal de una manera que retrata las gloriosas realidades del Evangelio. Y nunca intentan hacer con el poder de sus palabras o la gravedad de su disciplina lo que solo Cristo puede hacer al entrar en el corazón de un adolescente por Su gracia. El tema preeminente en sus hogares no será su decepción y su enojo por el fracaso de su adolescente. El tema preeminente será Cristo. Él dominará los tiempos de fracaso como Perdonador y Libertador, y dominará los tiempos de obediencia como Guía y  Fortalecedor. Será buscado en cada experiencia y a Él será toda la gloria» (AOO, 195).