Pastoreo

Pastorear en la era del yo

Por Jonathan Dodson

Jonathan Dodson es el pastor principal de City Life Church, fundador de gcdiscipleship.com y autor de The Unwavering Pastor: Leading the Church with Grace in Divisive Times (The Good Book Co., 2022).
Artículo
02.04.2023

Un miembro de la iglesia escucha un podcast enérgico de un tema cultural popular. Conmovidos por lo que escucha, busca en Google algunos términos para leer un par de artículos acerca del tema. Durante el fin de semana, entra en YouTube y ve una entrevista fascinante con un supuesto experto en la materia. Unos días después, se forma una opinión firme sobre un tema complejo y volátil.

El domingo, escucha el sermón de su pastor de confianza con un nuevo filtro, tamizando su mensaje en busca de palabras clave y valores. Preocupado por algo que escucha, envía un mensaje de texto a unos amigos que han estado escuchando el mismo podcast. Esa misma semana, el grupo se reúne para debatir cómo pueden ayudar a la iglesia a corregir el rumbo.

Prácticamente de la noche a la mañana, una opinión recién acuñada se ha convertido en el lente principal a través de la cual los miembros de la iglesia evalúan «la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Judas 3). Sin un estudio bíblico serio; sin escuchar la intención del autor o del discurso. Donde había humildad bajo la Palabra, ahora hay juicio sobre la Palabra. Donde había confianza, ahora hay desconfianza. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

LA ERA DEL YO

El documentalista británico Adam Curtis comenta acerca de nuestra época:

En la era del individuo, es maravilloso ser libre, que no te digan los viejos de la clase alta —los patricios— lo que tienes que hacer, pero en su lado negativo, estás solo. Eso está bien cuando las cosas van bien, pero cuando van mal, eres débil e inseguro. Íbamos a estar en este mundo fantástico, en el que seríamos el centro de todo y estaríamos al mando de nuestras propias vidas, pero eso conlleva incertidumbres.

La era del yo es atractiva porque favorece la expresión individual. Se caracteriza por mantras como «sé libre», «sigue a tu corazón» y «hazlo tuyo». El sentimiento central del individuo es supremo. Lo que más importa no es lo que digan los demás, sino cómo me siento yo. El individualismo expresivo mira con recelo a instituciones como gobiernos, empresas e iglesias. Irónicamente, esa misma desconfianza no se dirige hacia uno mismo. Por el contrario, el individuo se sitúa en el centro de todo, libre de formarse opiniones sin la carga de la tradición.

En esta nube de sospecha, surge una autoridad plagio, improvisada a partir de diversas fuentes: amigos, podcasts, artículos en línea, YouTube y redes sociales. Esta nueva autoridad a menudo compite con las Escrituras, lo que lleva a los cristianos a desconfiar de la autoridad fiel y amorosa de los líderes de las iglesias locales. En su forma más agresiva, esta falta de confianza en los líderes de la iglesia conduce a duras críticas y amargas divisiones.

Sin embargo, cuando la autoridad plagio falla, la gente también puede volverse débil e insegura. Mi amigo John luchaba contra la atracción hacia personas del mismo sexo.

Después de discipularle durante un par de años, decidió que, si podía confiar a Jesús su alma, podía confiarle su sexualidad. Se bautizó y se hizo muy activo en nuestra iglesia. Traía amigos no cristianos los domingos, preparaba postres para su grupo pequeño y recibía gente en su casa.

Pero, con el tiempo, John se mudó, dejó de participar en una iglesia local e improvisó una nueva autoridad que aprobaba el matrimonio homosexual. Entonces, un día, entró en la sala y vio a su pareja colgando del techo por un cable eléctrico. John regresó a nuestra ciudad, debilitado en su visión de la vida e inseguro sobre el futuro. Su nueva autoridad no podía darle sentido al suicidio, así que volvió a la iglesia.

PASTOREAR A TRAVÉS DEL PLAGIO

¿Cómo deben responder los líderes eclesiásticos a quienes están inmersos en la era del yo? Ya sea que estemos pastoreando a alguien fortalecido o debilitado por el individualismo, podemos aplicar los mismos tres principios: 1) Escuchar su historia, 2) Cuestionar su historia, y 3) Volver a contar su historia en torno a Jesús.

Escuchar su historia

Mientras inhalan individualismo expresivo, las personas lidian con cuestiones muy importantes como la justicia racial, la ética sexual y la identidad de género. Escucha su lucha. Hazles preguntas como: ¿Qué te llevó a emprender este camino? ¿Qué influencias han sido más formativas para ti? ¿Por qué este tema es tan importante para ti? Busca cosas que puedas afirmar, redimir o confrontar. Por ejemplo, cuando se les plantearon preguntas sobre la injusticia racial, nuestros ancianos afirmaron las preocupaciones de los miembros de la iglesia, pero trataron de redimir algunas de sus ideas ofreciendo una clase titulada: La raza y el evangelio.

Otra posibilidad es discernir una oportunidad de consejería. Una persona que se ha provocado sufrimiento a ella misma a través de una ética permisiva necesita ser consolada con la esperanza del evangelio. Aunque la desobediencia de John le llevó al pecado, Jesús siempre acoge a los pecadores arrepentidos. Le pregunté cómo afrontaba su pérdida y si era capaz de darle sentido a su sufrimiento. El yo resultó ser insuficiente para estas preguntas, pero nuestro Salvador no.

Cuestionar su historia

Aquellos que han deconstruido su fe lo habrán hecho con dudas genuinas, y las personas que abandonan la iglesia a menudo lo hacen con preocupaciones sinceras. Podemos simpatizar con el dolor, la confusión, la desesperación y la soledad, aunque sean auto provocadas. Jesús miraba a las multitudes no solo como pecadores impuros, sino también como personas acosadas y desamparadas, necesitadas de un pastor (Mt. 9:36).

Sin embargo, la empatía con la historia de una persona no debe malinterpretarse como aprobación del pecado o la incredulidad. Puede que tengamos que confrontar a alguien que ha sido herido por una iglesia pidiéndole que se reconcilie con sus antiguos líderes.

Mientras exploramos las dudas genuinas de un escéptico, también debemos estar alerta a la conveniencia de la independencia. Me he reunido con mi amigo Ryan muchas veces a lo largo de los años, pero cada vez que respondo a su pregunta escéptica, él plantea otra. Al final, le desafié diciéndole: «Kierkegaard decía que para que una doctrina se conozca de verdad hay que vivirla. Ryan, tienes que inclinarte hacia el cristianismo asistiendo a la iglesia, si realmente quieres ver si es verdad».

Volver a contar su historia

Cuando escuches las historias de la gente, pide discernimiento al Espíritu Santo. Él corta el engaño y «nos guiará a toda la verdad» (Jn. 16:13). Anota mentalmente las cosas que se repiten o que no son ciertas. Luego pregúntale a la persona si puedes regresar a ese tema o creencia. Es importante afirmar lo que es verdad antes de desafiar lo que no lo es. Así se tiende un puente en lugar de quemarlo. Por ejemplo: «Sí, el género es algo por lo que Jesús se preocupa profundamente. Elevó a las mujeres en una época en la que estaban marginadas por la sociedad», o «Es obvio que te han hecho daño; lo siento mucho. La iglesia puede ser un lugar desordenado».

Cuando cuestiones una mentira, considera hacer una pregunta. Por ejemplo: «¿Crees que es posible que la política se haya vuelto más importante para ti que la comunión con Cristo?». «Cuando dijiste que a los líderes no les importaba, ¿tuviste una conversación con cada uno de los líderes?». «Estoy de acuerdo en que la iglesia puede ser muy desordenada, pero si no es demasiado desordenada para Jesús, no debería serlo para ti». Trata de guiarlos a un aspecto del carácter o ministerio de Cristo que corresponda con las mentiras que están creyendo. Por ejemplo: «Sé que sientes que todo el mundo te ha defraudado, ¿pero has considerado que Cristo, y no la Iglesia, es tu fiel Defensor?».

CONCLUSIÓN

Escucha su historia, cuestiona su historia y vuelve a contar su historia en torno a Jesús. Esto puede ocurrir en una sola conversación o a lo largo de varias.

Por último, busca a alguien que te pastoree mientras pastoreas a otros en la era del yo. Pastorear a personas que critican tu iglesia, la predicación y el evangelio es un trabajo desgarrador. Si no tenemos cuidado, nos conformaremos con ministrar a otros sin que Jesús nos ministre a nosotros.

Necesitarás tiempo fuera del ministerio para descansar en Cristo. Así que, empieza a hacer cosas ahora que te preparen para entonces. Pide a otros que oren por ti para que no caigas en la desesperación o en la insensibilidad hacia el rebaño. Programa reuniones con miembros de la iglesia vivificantes y alentadores. Sobre todo, recuerda que el rebaño es, en última instancia, responsabilidad del Príncipe de los Pastores. Él los ama más de lo que tú o yo jamás podríamos, y podemos confiarle el resultado de su fe.

 

Traducido por Nazareth Bello