Pastoreo
Nueve Lecciones para Pastores Que Están Enfrentando Conflicto En El Liderazgo
Después de dos años de plantar nuestra iglesia, enfrentamos nuestra primera gran crisis. Dos ancianos abandonaron la iglesia, pero no lo hicieron sin antes hacer graves acusaciones en mi contra, como pastor. De pronto, nuestra joven iglesia se había sumergido en aguas turbias, oscuras y agitadas de conflicto en el liderazgo. Como se podría esperar, la renuncia de esos dos ancianos llevó a una serie de reuniones muy difíciles con los miembros de la iglesia.
Pero Dios estaba con nosotros. Hubo muchas instancias en las que vimos su bondad, pero una en particular sobresalió. La mañana del domingo en la que se realizaría la reunión de miembros más difícil para mí, Dios envió a Rod y a su esposa Joy, que estaban vacacionando en el lugar, a visitar nuestra iglesia. Rod era un pastor, y justo el año anterior, él había atravesado un periodo sorprendentemente similar de conflicto en su iglesia. Se fueron dos ancianos; hubo acusaciones y conflicto. El ánimo y la sabiduría de Rod durante la semana que siguió fue gracia para mí, un joven pastor que apenas lucha con mantener su cabeza sobre el agua en un mar de conflicto. Joy ministró a mi esposa herida.
Hace poco, tuve la oportunidad de aconsejar a un pastor que estaba enfrentando un conflicto con el liderazgo de su iglesia, y recordé cuán frecuente es que las iglesias sufran aflicción.
El conflicto en la iglesia es duro; es aterrador, desorientador, confuso y dañino. Y toda iglesia pasa por él. Jesús habló de falsos profetas que vendrían de entre los discípulos (Mt 7:15-20). De la misma manera, Pablo advirtió a los ancianos de Éfeso que los lobos se levantarían de entre ellos y no perdonarían al rebaño (Hch 20:29-30). Enfrentarse a tales amenazas involucrará conflicto.
Luego están los desacuerdos menos siniestros, aunque muchas veces destructivos del tipo que tuvieron Pablo y Bernabé. Satanás usa esto para dañar a las iglesias. Los pastores necesitan estar alerta para hacer todo lo que puedan con el fin de evitar el conflicto en el liderazgo, pero también deben responder con sabiduría cuando se presente.
Después de mirar hacia atrás, les comparto nueve lecciones que saqué de la experiencia con el conflicto que tuvimos en nuestra iglesia.
1. Predica fielmente la Palabra de Dios
Como pastores, nuestra responsabilidad más básica es predicar la Palabra (2Ti 4:2). Sin embargo, en medio de la controversia, fácilmente podemos ser despistados y posponemos la preparación del sermón. Una de las primeras preguntas que un pastor mayor me hizo cuando supo que estaba enfrentando un conflicto en la iglesia fue, «¿cómo están tus sermones?». Él quería que yo evitara el peligro en el que muchos pastores caen al pensar que tienen una excusa para no prepararlo.
Hermanos, la batalla afectará sus emociones y eso, a veces, hará que la preparación del sermón sea difícil. Sin embargo, nuestra gente aún necesita escuchar la Palabra de Dios. Ellos también necesitan escuchar la voz de un subpastor fiel, particularmente si otras voces están llamando su atención.
Por último, los pastores mismos necesitan pasar tiempo con Dios por medio de su Palabra. David se fortaleció en el Señor cuando sus propios hombres hablaron de apedrearlo después de que sus esposas e hijos habían sido tomados cautivos por los Amalecitas (1S 30:6). Cada semana, nuestra preparación del sermón nos da la oportunidad de hacer la misma cosa.
2. Ora fervientemente
En el conflicto del liderazgo, la lucha casi siempre es personal. Los pastores están obligados a confrontar a los opositores humanos cuando la salud de la iglesia está en riesgo.
No obstante, al final, necesitamos recordar que Satanás está trabajando en cada instancia del conflicto de la iglesia. Él tiene la intención de dividir a la iglesia por medio del conflicto. Él tiene la intención de herir y desilusionar a los miembros de la iglesia. Si es posible, él quiere que el nombre de Cristo sea deshonrado en la comunidad.
Y esa es la cosa: Satanás es mucho más inteligente y más fuerte de lo que somos nosotros. Cuando él le reclamó al Señor zarandear a Pedro (Lc 22:31), Satanás no tenía dudas de si tendría éxito o no; él solo necesitaba permiso. Al enfrentarnos con tal enemigo, nuestra responsabilidad como pastores es humillarnos a nosotros mismos en oración y pedirle a Jesús, el gran Pastor de las ovejas (Heb 13:20), que luche por su pueblo.
3. Ama a tu gente
En conflicto, las insinuaciones sutiles, las acusaciones vagas e incluso las mentiras latentes se combinan para presentar a los miembros de la iglesia un reflejo de un espejo distorsionado de su pastor.
¿Cómo pueden diferenciar lo verdadero de lo falso? Pastores, es nuestra responsabilidad amar a nuestra gente tan bien que realmente nos conozcan. Si, como patrón de ministerio, nos escondemos en nuestros estudios y nos rehusamos a interactuar con otros miembros de la iglesia, no nos conocerán y no podrán ser equipados para reconocer la calumnia cuando llegue el conflicto. Al amar a nuestra gente y al invitarlos a nuestros hogares para que puedan conocernos realmente, los equipamos para que reconozcan las distorsiones del espejo por lo que son.
4. Medita en Mateo 5 y en Romanos 12
Durante el conflicto de nuestra iglesia, me ayudó mucho meditar en Mateo 5 y en Romanos 12. Estos dos capítulos contienen mandamientos locos como «ama a tus enemigos» y «nunca tomen venganza ustedes mismos». En resumen, contienen la sabiduría de Dios para saber cómo relacionarse con otros (incluso con aquellos que se oponen a nosotros).
Satanás usa el conflicto en el liderazgo para provocar las discusiones en la iglesia. Los pastores a menudo caen en la trampa de defenderse a ellos mismos abiertamente e incluso de lanzar contraataques contra la oposición. Congregan personas por su causa y demandan sus derechos. Aunque esto parezca justificado, el resultado final es casi siempre más conflicto y más confusión. Las personas son forzadas a escoger entre el pastor y la oposición: una decisión difícil cuando ambas partes están pecando activamente.
No obstante, si abrazamos la sabiduría de Dios al amar a nuestros enemigos, soportar el sufrimiento pacientemente y nunca tomar venganza por nosotros mismos, entonces nuestra gente tendrá una elección clara entre los que están siguiendo la Palabra de Dios (incluso cuando es personalmente costoso) y los que no la están siguiendo.
5. Recuerda: eres una mala persona
En el conflicto en el liderazgo, a menudo, la oposición hace vagas acusaciones contra el pastor. Al carecer de una prueba tangible como adulterio o desfalco, se enfocan en asuntos como el orgullo, la impaciencia o el enojo, argumentando que el pastor no es adecuado para el ministerio.
Mientras tanto, el mensaje básico que escuchamos los pastores es: «eres una muy mala persona». Estas acusaciones públicas hieren profundamente; hieren a nuestras esposas y a nuestras familias también.
Aunque debemos reconocer que luchamos con el orgullo, el enojo y la impaciencia (como todo pastor, ¿no?), aún sentimos que somos juzgados injustamente. En lo humano, nuestra tentación es responder de la misma manera. Queremos reivindicarnos a nosotros mismos y lanzamos nuestras propias críticas. Sin embargo, el Evangelio nos libera para poner la otra mejilla (Mt 5:39).
Hermano pastor, nuestro mensaje básico es que somos tan malos que el Hijo de Dios tuvo que venir a la tierra y morir en la cruz debido a nuestro pecado. Nosotros somos malas personas que necesitan desesperadamente la gracia de Dios. El conflicto en el liderazgo y las acusaciones que a menudo lo acompañan nos dan una oportunidad para reconocer humildemente nuestras fallas y para pedir las oraciones de los nuestros.
Esto no quiere decir que nunca debemos defendernos contra las mentiras y las acusaciones escandalosas; después de todo, Satanás es el acusador de los hermanos (Ap 12:10). También no creo que seamos sabios si confesamos pecados que, en realidad, no hemos cometido. Simplemente, quiero resaltar lo difícil que es convencer a una congregación de que el pastor está hinchado de orgullo cuando reconoce humildemente sus fallas y sus deficiencias. La humildad honesta desarma cualquier ataque personal y también da a nuestra gente un ejemplo digno de seguir.
6. Abraza el sufrimiento
Pablo anima al temeroso Timoteo diciéndole, «sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús» (2Ti 2:3). Ese es un buen consejo porque existe mucho sufrimiento en el ministerio pastoral. El conflicto en el liderazgo, en particular, es doloroso. Es difícil sentarse en una reunión de miembros y escuchar representaciones distorsionadas y deshonestas de tu carácter.
En esos momentos, puede ser tentador ceder a refunfuñar y a quejarse. Sin embargo, necesitamos recordar que este es nuestro trabajo. Al llamarnos a ser sus subpastores, Dios nos ha llamado al sufrimiento. Parte de nuestro trabajo como subpastores es ser mordidos por lobos para que las ovejas no lo sean. Por la gracia de Dios, nuestra disposición a ser mordisqueados por la oposición sin renunciar o sin responder pecaminosamente podría ser el medio que Dios usa para proteger a la iglesia de la división y quizás incluso de la destrucción.
7. No botes el libro de estrategias
En su libro Redeeming church conflict [Redimiendo los conflictos de la iglesia], Kara Barthel y David Edling advierten: «uno de los mayores errores que la gente comente en medio del conflicto de la iglesia es fallar en confiar en la Escritura».
El conflicto a menudo envía a la iglesia hacia una ráfaga. Mientras ciertos miembros entran en pánico, otros líderes fuertes en la congregación se levantan y toman el asunto en sus propias manos. Organizan reuniones con ambas partes y determinan por sí mismos quién es el culpable. Como resultado hay más desorden y división.
¿Qué pasó? Olvidaron «el libro de estrategias». Olvidaron las instrucciones de Dios para lidiar con el conflicto en la iglesia. Dios nos ha dado la disciplina de la iglesia para guiarnos a través de las aguas turbias del conflicto en la iglesia. Es especialmente importante para la iglesia seguir la disciplina de la iglesia cuando el conflicto involucra a un anciano.
No hay espacio en este artículo para indagar en la enseñanza de la Biblia sobre la disciplina de la iglesia, pero es vital que tanto nosotros como nuestras iglesias estemos comprometidos a practicar la disciplina bíblica. Una vez más, el diablo es más inteligente que nosotros. Si abandonamos la guía de Dios para resolver conflictos en la iglesia, nos encontraremos a nosotros mismos siguiendo a Satanás sin darnos cuenta.
8. Sé rápido para otorgar perdón
Es verdad que Satanás está buscando dañar a la iglesia completa, pero pastor, Satanás está especialmente apuntándote a ti. Él sabe que estás herido y sabe la facilidad con la que la amargura se enraíza en el corazón humano. También puede ser tentador revivir interacciones dolorosas con quienes se oponen a nosotros y retarlos mentalmente, diciendo cosas que deseas haber dicho. Satanás es feliz al cargarnos con esas ideas.
Sin embargo, mientras esos pensamientos vengativos saben dulce para nuestros paladares, rápidamente deja nuestro estómago amargo. Si nos amargamos, pecamos y tentamos a Dios a que saque sus manos de bendición de nuestro ministerio. ¿Qué debemos hacer? Debemos perdonar (libre y completamente) tal como Dios nos perdonó a nosotros (Ef 4:32).
Incluso si quienes se nos oponen nunca reconocen sus errores y si incluso se rehúsan a arrepentirse o a reconciliarse, aún podemos perdonar. Dios nos ha perdonado mucho más de lo que nosotros tendremos que perdonar a alguien. Podemos confiarle nuestros enemigos a Dios, corregirlos amorosamente y orar por su arrepentimiento (2Ti 2:25).
Incluso si finalmente tenemos que guiar a la congregación a usar su autoridad para sacar a los opositores que no se arrepienten de la membresía de la iglesia, podemos hacerlo sin animosidad. La disciplina de iglesia debe siempre hacerse en amor y con lágrimas. En resumen, la amargura esclaviza, pero el perdón del Evangelio libera. Y cuando perdonamos, descubrimos como lo hizo Corrie Ten Boom, que perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que ese prisionero eras tú.
9. Sé agradecido
No es natural sentirse agradecido mientras soportamos el conflicto. Sin embargo, eso es porque tendemos a centrarnos en el sufrimiento momentáneo en lugar de en el privilegio de servir como subpastores del Rey Jesús.
Hermanos, no merecemos ministerios fáciles; merecemos el infierno.
No obstante, en un amor maravilloso, Dios nos ha encontrado con su gracia por medio del Evangelio. Hemos sido redimidos y, además de eso, hemos tenido el privilegio de servir al Señor como pastores.
En 2 Corintios, Pablo registra reiteradamente el sufrimiento que soportó mientras servía como un ministro del Evangelio. Tómate un momento y lee 2 Corintios 4:7-12; 6:1-10; 11:16-33. Un sufrimiento alucinante.
Y sin embargo, escucha la perspectiva del apóstol en 2 Corintios 4:1: «por tanto, puesto que tenemos este ministerio según hemos recibido misericordia, no desfallecemos».
Hermanos, no somos pastores porque lo merezcamos; somos pastores porque Dios es misericordioso. En Cristo, todo lo que recibimos de Dios es misericordia. Incluso los tiempos desorientados, depresivos y oscuros del ministerio son misericordia. La luz y las aflicciones momentáneas están produciendo en nosotros «un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2Co 4:17) y tenemos toda razón para estar agradecidos.
Conclusión
El conflicto en la iglesia es difícil. No hay duda de ello. Sin embargo, como pastores, podemos regocijarnos en la realidad de que la gracia y la sabiduría de Dios son suficientes para sustentarnos. Podemos permanecer porque sabemos que a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos (Ga 6:9).
Mi propia iglesia ha experimentado la gracia de Dios el último año y medio. No puedo decir que nos hemos recuperado completamente, pero sí que Dios ha sido amoroso con nosotros; nos ha sacado adelante. Él le ha dado a nuestra iglesia nuevos ancianos que pastorean fielmente a la iglesia. Él continúa sustentando y proveyendo para nuestra joven iglesia y continúa enseñándonos eso en todo momento. Él es suficiente.
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