Ministerio
No existe tal cosa como «retirarse» del ministerio
El mes pasado marcó un año desde que me separé del pastorado. He evitado el término «retiro» como una plaga, prometiendo permanecer activo en el ministerio y buscando usar el resto de mi vida para servir al Señor.
Durante estos últimos doce meses, las abrazaderas de la vida se han ajustado considerablemente para todos nosotros. Personalmente, he reflexionado más sobre las líneas de inicio y meta de mi ministerio. Me vienen a la mente varios pasajes bíblicos al reflexionar sobre el terminar bien, pero destacan tres textos del ministerio de Pablo.
1. «Cumple tu ministerio» (Colosenses 4:17)
Hace cuarenta y dos años, cuando era estudiante de la Universidad Bíblica, me sentí atraído por Colosenses 4:17. Las palabras de Pablo se presentaron como un desafío para mi corazón joven y entusiasta: «Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor».
En ese momento, no sabía cómo sería ese «ministerio», pero estaba comprometido a servir al Señor sin una fecha de expiración. Así que apliqué esas palabras a mi corazón lo mejor que pude. Oré: «Todo lo que tengas para mí, que haga, lo haré…hasta su terminación».
Confieso que no siempre he mantenido ese compromiso tan fielmente o tan bien, como me hubiera gustado. Pero Dios ha sido abundantemente misericordioso al perdonarme y misericordioso al levantarme y sacudirme una y otra vez, poniéndome de nuevo en pie con una nueva determinación de continuar el viaje con él.
2. «Termina el ministerio» (Hechos 20:24)
Hechos 20:24 registra las palabras de despedida de Pablo a los efesios. Él les dice: «Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios». Estas palabras tocaron una fibra sensible en mí en los últimos días de mi pastorado, y continúan haciéndolo.
Tanto Colosenses 4:17 como Hechos 20:24 enseñan que el «ministerio» es algo «recibido» del Señor y los destinatarios tienen la responsabilidad de «cumplirlo». Mi oración ahora se ha convertido en: «Padre, mantenme fielmente presionando, en obediencia a tu llamamiento celestial en estos últimos años, de manera en que siga siendo útil en mi servicio a tu iglesia, hasta que creas conveniente llevarme a la meta y a mi hogar eterno».
3. «Mantén la fe» (2 Timoteo 4:7)
En 2 Timoteo 4: 7, Pablo evalúa el curso de su vida y ministerio con plena conciencia de que está a punto de morir: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe».
Otra vez, nota el énfasis en finalizar o «cumplir» la tarea que Dios te ha encomendado. El pastor fiel, los misioneros perseverantes y los seguidores ordinarios de Cristo seguramente tienen un gran gozo al acercarse al final de la jornada de la vida, seguros de haber cumplido el ministerio que Cristo les ha entregado.
Mientras me aproximo al sol poniente de esta vida, mientras anticipo por fin, ver el rostro del Hijo eterno, en cuya presencia viviré para siempre, eso se ha convertido en mi oración.
CONCLUSIÓN
El tiempo y las circunstancias pueden requerir que se modifiquen nuestros lugares y nuestras tareas. Pero siempre que se nos haya concedido la capacidad de servir, debemos esforzarnos por cumplir el ministerio al cual Dios nos ha llamado, equipado y colocado para su gloria.
Hace años, cuando comenzaba mi primer pastorado a tiempo completo, dos queridos hermanos me llevaron a almorzar y me animaron con estas palabras de Jesús: «Debemos hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene cuando nadie puede obrar» (Juan 9: 4). Este versículo trazó el curso de un ministerio que ahora está en su año 45. Me recuerda que en la obra del Señor no existe la jubilación.
Mientras estaba en una cita con el médico hace algunos meses, la enfermera que tomaba mis signos vitales me preguntó qué tipo de trabajo hacía. Le dije que, hasta hace poco, era pastor. Ella sonrió y respondió: «¿Qué quiere decir con que era pastor? Una vez que eres pastor, eres pastor para siempre» ¡Sorpresa!
Queridos hermanos, ya sea que estén comenzando, bien entrado o se estén preparando para apartarse de su ministerio actual, reconozcan que su llamado es de origen divino y que no son los únicos que lo cumplen. Junto con Pablo digamos: «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, para ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús» (Fil. 3:12).
¡Soli Deo Gloria!
Traducido por Renso Bello.