Clases esenciales: Historia de la Iglesia

Historia de la Iglesia – Clase 5: La Alta Edad Media (950-1500 d. C.)

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
23.08.2019

  Descargar Manuscrito en formato Word
  Descargar Folleto del Alumno en formato Word

 

Clase esencial
Historia de la Iglesia
Clase 5: La Alta Edad Media (950-1500 d. C.)


  1. Introducción

Existe la creencia de que la Edad Media fue un período de la historia verdaderamente horrible sin nada que rescatar, pero mientras más la examinamos nos daremos cuenta de lo rica que fue parte de su teología, y lo importante que fueron algunas personas y acontecimientos que se dieron en este época.

La semana pasada abordamos este tema rápidamente, pero el estado de los incidentes políticos en Europa y en la mayor parte del resto del mundo occidental, moldearon la historia de la Iglesia de formas importantes.

Los años 950-1500 d. C. testificaron conflictos alarmantes entre el emperador y el papa, entre líderes de la Iglesia y autoridades políticas. Esto es importante porque la Iglesia como institución intervendría para llenar el vacío político. Este período es instructivo para nosotros, ya que todavía seguimos intentando discernir la correcta relación entre las autoridades terrenales y la autoridad celestial. También es importante, ya que vemos las consecuencias destructivas de lo que sucede cuando la Iglesia se aparta de la Palabra de Dios.

  1. Raíces de conflicto, semillas de renuevo

Como mencioné la semana pasada, Carlomagno unió gran parte de Europa occidental. Sin embargo, casi tan pronto como Carlomagno logró unificar Europa bajo su gobierno, una nueva ola de invasiones comenzó a llenar el continente entre los siglos VIII y IX: los vikingos del norte [incluidos los daneses, en ese entonces algunos de los guerreros más salvajes del mundo], los musulmanes del sur, los húngaros del este. Con el tiempo, el imperio de Carlomagno se disolvió en numerosos reinos más pequeños controlados por barones y nobles locales.

Los plebeyos comenzaron a buscar protección no en el emperador, sino en señores feudales más accesibles y eficientes, que vaciaron el poder de la corona imperial.

A. La expansión

Durante estos dos siglos, la fe cristiana también experimentó una expansión geográfica que nunca antes se había visto ni se vería durante varios siglos. Así como siglos antes, los invasores bárbaros de Roma habían adoptado la religión cristiana de su nueva tierra, ahora los misioneros comenzaban a predicar en esas mismas tierras de las cuales habían llegado los invasores para destruir Europa. En poco tiempo, casi toda Escandinavia (Dinamarca, Noruega y gran parte de Suecia) había abrazado el cristianismo.

El cristianismo también dio grandes pasos en tierras tales como Islandia, Rusia y Hungría, e incluso una tribu musulmana en Mesopotamia llegó a adoptar la fe cristiana.

B. Investidura del feudalismo

La Iglesia institucional no se encontraba bien desde finales del siglo IX hasta inicios del siglo X. A medida que el sistema feudal [había una fuerte falta de un gobierno centralizado; el rey poseía toda la tierra; arrendaba partes a los señores feudales, quienes las alquilaban a nobles inferiores, y éstos a campesinos] crecía también lo hacía el deseo por la autoridad religiosa.

La Iglesia estaba intrínsecamente enredada en el sistema feudal como parte del mismo. Por ejemplo, un monasterio podía poseer una tierra y quienes la labraban pagaban al monasterio y no a un señor feudal.

Hombre de la Iglesia, como los obispos, podían ser ricos terratenientes. Los logros religiosos eran otorgados por lores, así como también éstos podían conceder el derecho de poseer o trabajar la tierra.

El antiguo problema de los poderes relativos al Estado y la Iglesia estaban reapareciendo y la confrontación era inevitable, dado que el papa difícilmente asistía a las reuniones de lores para decidir quién debía ministrar el rebaño. Esto se conoció como la «controversia de investidura».

«Investido», un rey, barón o noble podía otorgar o «invertir» una propiedad a un sacerdote u obispo como forma de garantizar a ese líder de la iglesia una posición de autoridad religiosa.

Así que mientras muchos clérigos obtenían muchas ganancias acumulando estas propiedades, también perdían su autoridad como ministros independientes de Dios. [Ejemplo: que el Congreso o el alcalde de D.C. asigne a Mark Dever como pastor de CHBC y le dé la propiedad de la iglesia].

Entretanto, los lores afirmaban el derecho de asignar obispos a sus tierras, e incluso nobles inferiores usurparon la autoridad de asignar sacerdotes comunitarios dentro de sus dominios. Esta práctica trajo muchos problemas: Los líderes políticos a menudo elegían al clero basándose más en una conveniencia cínica que en la integridad espiritual.

También era muy común la «simonía» la venta de oficios eclesiásticos. El término «simonía» proviene de Simón Magno en Hechos, que pensaba que podía comprar el poder del evangelio a Pedro.

  1. Dos mundos colidan: El papado y el imperio

Durante los siglo X y XI surgió un amargo conflicto entre los sacro emperadores romanos, quienes  afirmaban tener el poder de nombrar papas, y los propios líderes de la Iglesia, quienes citaban siglos de precedencia declarando esa misma autoridad.

Durante décadas, papas y antipapas eran escogidos y destituidos con una increíble frecuencia, todos ellos, en ocasiones hasta tres, aseveraban ser el sucesor legítimo de la silla de Pedro.

Para este tiempo, los poderosos papas de la Temprana Edad Media habían dado paso a papas débiles, poco más que títeres de poderosas familias romanas. [Ejemplo: Benito IX,  un degenerado corrupto que se convirtió en papa a la edad de 12 años en el año 1032 d. C., que luego sucumbió para vender el papado a su abuelo (a quien había destituido subsecuentemente)], el papa Leo IX  (1049-1054). Esto es también la gran característica de corrupción en el papado, mucho libertinaje y muerte.

A. Enrique III y el papa Leo IX

En medio del desorden, Enrique III (1039-1056 d. C.) se convirtió en el emperador del Sacro Imperio Romano y se propuso frenar el forcejeo papal en Roma. En el año 1049, convocó un sínodo en Alemania donde decidió la aceptación o deposición de tres papas rivales y patrocinó la elección de Leo IX al trono papal.

Leo ya había sido bien adiestrado en el pensamiento de aquellos que querían reformar el papado y sacarlo de las manos de los príncipes, así que en lugar de ser llevado a su oficina inmediatamente después de su elección, Leo marchó desde el sínodo en Alemania hasta Roma, vestido con ropa de vagabundo, rehusándose a asumir su cargo hasta que su elección fuera confirmada por el clero y el pueblo de Roma. Leo fue uno de los muchos reformadores que se rehusaron a permitir que el papado fuera una simple creación del emperador.

Con la muerte de Enrique III en el año 1059, un nuevo papa llamado Nicolás II (1058-1061) promulgó el «Decreto de la elección papal», que declaraba que desde ese momento los cardenales, un grupo selecto de obispos designado por el papa, y no por los emperadores, escogerían a los papas.

[NOTA: no hasta el Cuarto Concilio de Letrán (1179), donde el proceso actual de elección del Papa se concreta].

B. El papa Gregorio VII (1073-1085) y Enrique IV

La gestión de Nicolás no fue planeada por él, porque estaba muy lejos de ser un intelectual brillante o líder espiritual, sino por un archidiácono de la Iglesia de Roma llamado Hildebrand. Hildebrand fue ampliamente influyente en Roma durante los reinados de más de un papa, y llevó a cabo su agenda de reforma con inflexible diligencia.

En el año 1073, con la muerte del papa reinante, Hildebrand fue literalmente llevado desde su hogar al centro de Roma, donde los cardenales rápidamente dirigieron una elección formal para instalar al diácono como papa. Hildebrand tomó el nombre de Gregorio VII.

Durante el curso de sus doce años como papa, Gregorio VII haría que el poder papal fuera incomparable, buscó rescatar el papado de la posición de servidumbre degradante que había alcanzado bajo sucesivas guerras feudales en Italia, proclamando los derechos y dignidades del papa más vigorosamente de lo que nadie había hecho antes.

El Decreto Papal del año 1075 declaró que nadie podía juzgar al papa, que solamente el papa podía designar y destituir obispos, que podía destituir reyes y emperadores, esta regla se extiendió a los gobiernos terrenales —quienes debían besar sus pies cuando se acercaban a él—, ¡y que todos los papas (incluido él mismo, naturalmente) eran automáticamente santos!

Los pronunciamientos de Gregorio también fueron una declaración de guerra contra la práctica de la investidura. En el mismo año que los emite, el papa destituyó y excomulgó a nada menos que al Sacro Emperador Romano, Enrique IV, por intentar resistirse a la elección papal del obispo de Milán. Enrique respondió deponiendo al papa y sugiriendo que debía ser condenado. Gregorio aseguró la lealtad de muchos lores, y el emperador fue forzado a visitarlo en el año 1076, obligado a permanecer descalzo en la nieve durante tres días antes de permitírsele entrar para besar los pies del papa.

Nunca antes el papa había sido tan inexpugnablemente superior al príncipe secular, y aunque el gran papa moriría en el exilio en el año 1085, aparentemente derrotó a un hombre, este momento permanecería como un gran punto de orgullo para los papas del siglo I.

C. Inocencio III (1198-1216)

Después de la muerte de Gregorio VII, varios papas poderosos llenaron su posición, tanto así que los siglos XII y XIII vieron al papado alcanzar su pináculo de autoridad. «El más grande» de éstos, y cuestionablemente el más poderoso de todos los papas, fue Inocencio III, quien reinó entre los años 1198-1216.

Inocencio adicionalmente solidificaría la declaración del papa de ser la máxima autoridad espiritual. Declaró que «el sucesor de Pedro es el Vicario de Cristo… él ha sido establecido como mediador entre Dios y el hombre, inferior a Dios, pero superior al resto de los hombres; menos que Dios, pero más que los hombres; quien deberá juzgar a todos y no ser juzgado por nadie».

Inocencio permitió que los reyes recibieran ciertas funciones, pero su autoridad provenía de los papas. Así como la luna solo reflejaba la luz del sol, así el poder real derivaba su dignidad y esplendor del poder pontificio. Dotado diplomático y político, a menudo enfrentaba a los gobernantes de Europa entre sí, y obtenía cada vez más poder para el papado. Inocencio usó su poder para obligar al rey de Francia a recibir a una esposa de la cual se había divorciado, situando a Francia entera bajo un «interdicto» (que prohibía a toda la nación asistir a misa) hasta que el aterrorizado pueblo persuadió a su rey de retractarse.

  1. ¿Estaban siendo salvadas las personas durante la Edad Media?

Todos estos detalles sórdidos acerca del papado y otras cosas que discutimos la semana pasada, plantea la pregunta de si las personas estaban siendo salvadas en la Edad Media. ¿Abandonó Dios a la Iglesia durante años?

Sabemos que la Palabra de Dios y el evangelio siempre avanzan en el mundo (Mateo 24:14: «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo… y entonces vendrá el fin»; Isaías 59:1: «no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír»; 1 Reyes 19:18: Durante el reinado de Acab y Jezabel, «hubo siete mil personas, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal»).

Sabemos que, a lo largo de la historia, Dios siempre ha preservado a su pueblo. Así que tenemos que aceptar que en un momento dado, en algún lugar hubo creyentes redimidos en Cristo. Solo porque no tengamos evidencias claras de grandes cifras de cristianos no significa, por ejemplo, que no haya habido monjes y monjas aquí y allá que hayan entendido y vivido el evangelio correctamente. Más adelante, veremos a algunos de estos individuos.

Hemos hablado mayormente de Europa en este seminario, pero el cristianismo también persistió en comunidades perseguidas en la Edad Media, quizá en algunos cristianos fieles. Además, muchos teólogos creen que los seres humanos que mueren en el útero o como niños pequeños van al cielo.

Finalmente, esto nos brinda la oportunidad de confiar en cómo Dios guía a la historia. Incluso si pareciera no estar trabajando  de una manera que tenga sentido para nosotros, seguimos confiando en lo que él está haciendo.

También nos recuerda lo que pasa cuando las personas desconocemos nuestras Biblias, nos alejamos de saber lo que es aceptable ante Dios: el arrepentimiento del pecado, la fe en el sacrificio que Cristo realizó en nuestro lugar, la resurrección corporal, y una vida nueva y santa que refleja y es la prueba de una verdadera conversión.

  1. Las cruzadas

Es necesario discutir brevemente las cruzadas. Es difícil pasar por alto estos acontecimientos, ya que fueron grandes eventos que definieron a generaciones enteras de personas.

A. La Primera Cruzada

En el año 1009, el califato fatimí de El Cairo, Al-Hakim que controlaba Jerusalén en ese momento, ordenó la destrucción de los lugares sagrados. Fueron restaurados posteriormente, pero los cristianos que viajaban en peregrinación a Jerusalén fueron tratados cada vez con más severidad. En el año 1070, los turcos seljuk conquistaron Jerusalén de los fatimíes, pero tampoco dieron un mejor trato a los cristianos.

La respuesta cristiano llegó en el año 1095. El papa Urbano II declaró que el dominio musulmán de la Edad Media tenía que acabar. Urbano emitió un llamado a las armas en la Catedral de Clemente, Francia:

«Yo, o mejor dicho el Señor, les suplico como heraldos de Cristo que publiquen esto en todas partes, e insto a todas las personas de cualquier rango, soldados de a pie y caballeros, pobres y ricos, a que lleven ayuda rápidamente a esos cristianos y que destruyan esa vil raza de las tierras de nuestros amigos. Digo esto a los que están presentes, está dirigido también a los que están ausentes. Además, Cristo lo ordena».

Al año siguiente una serie de ejércitos corrieron hacia Oriente, para el año 1098, Edessa, Antioquía y Jerusalén fueron capturados y puestos bajo el gobierno cristiano. Durante aproximadamente 60 años seguidos de esta «Primera Cruzada», cristianos tanto de Occidente como de Oriento realizaron varios intentos por mantener Palestina y algunas áreas circundantes libre de los ejércitos musulmanes.

En un infame período de la historia, la «Cuarta Cruzada», como se le conoce, fue ordenada por el papa Inocencio III (figura con la que ya estamos familiarizados). En un intento por atacar el corazón de Saladino, el temible y respetado líder musulmán, las cruzadas europeas debían llegar a Egipto. Sin embargo, esta cruzada nunca alcanzó al Medio Oriente musulmán. En cambio, los cruzados atacaron Constantinopla, la capturaron, masacraron a la población e instalaron a un rey católico.

El hecho de que Constantinopla fuera la capital del Imperio bizantino y, por tanto, cívicamente cristiana parece no haberlos desanimado. Aunque el gobierno católico de la ciudad duró solo 50 años, y el gobierno bizantino fue restablecido consecutivamente, todo el incidente fue el peor punto en la historia del deterioro de las relaciones entre las iglesias de Occidente y Oriente.

B. Cruzadas posteriores

Varias otras cruzadas siguieron, aunque con poco éxito. El Sacro Emperador Romano logró conseguir Jerusalén en el año 1229, mediante negociaciones, pero cayó en manos de los musulmanes una vez más en el año 1244 y permaneció en su poder hasta el siglo XX.  En general, las cruzadas fracasaron en lograr cualquiera de sus objetivos.

Sin embargo, la actitud cruzada se arraigó profundamente en las mentes de los europeos. Se lanzaron cruzadas en contra de los musulmanes en la Península Ibérica, contra sectas heréticas, e incluso contra otros cristianos a quienes el papa consideraba hostiles.

Así, Inocencio también instituyó la Inquisición, que representaba la actitud cruzada hacia la cristiandad. Empoderó a las autoridades de la Iglesia para inquirir en la ortodoxia de supuestas herejías,  y para tomar medidas coactivas y a menudo severas, incluidas la tortura y la ejecución, contra todo el que no pudiera demostrar su inocencia.

La Inquisición fue empleada de manera inconsistente y esporádica, dependiendo a menudo de los caprichos del gobernante y región. Su más notoria manifestación fue la Inquisición Española de finales del siglo XV. Las cruzadas también dejaron otros legados, como mejorar aún más el poder del papado. También tuvieron el resultado involuntario de exponer la cristiandad occidental a la erudición musulmana, que a su vez revivió la filosofía aristotélica e influyó profundamente en pensadores como Santo Tomás de Aquino.

C. Los cristianos y las cruzadas hoy

¿Cómo debemos como cristianos considerar las cruzadas en la actualidad? Después de todo, son frecuentemente invocadas por no cristianos como el ejemplo favorito que demuestra la supuesta hipocresía y pretensiones del cristianismo. Deberíamos tener en cuenta algunos puntos:

A. Primero, las cruzadas difícilmente dejaron a casi nadie sin culpa, cristianos o musulmanes.

B. Segundo, porque entendemos que la naturaleza humana es pecaminosa, no debería sorprendernos los errores o incluso el mal que a veces se comete en nombre de nuestra fe.

C. Nuestra identidad está arraigada en Cristo, no en las acciones pasadas de otros cristianos.

D. Tercero, deberíamos ver las cruzadas en el contexto de muchos otros problemas presentes en la Iglesia medieval: la corrupción, la confusión entre la Iglesia y Estado, juegos de poder político medieval, y especialmente la confusión acerca de cómo ser salvos, no por nuestros esfuerzos, sin importar cuán extenuante sean, sino por la gracia de Dios.

  1. Los concilios

Los movimientos monásticos y los papas poderosos no fueron los únicos medios para moldear a la Iglesia en la Edad Media. Mucha gente recordó el momento del que hablamos hace un par de semanas, cuando los grandes problemas de la época se resolvieron convocando un concilio. Llamado el «conciliarismo», esto fue algo que se intentó ocasionalmente incluso a lo largo de la Edad Media. Por ejemplo, cuando el segundo Concilio de Nicea, en el año 787 d. C., dijo que era aceptable involucrar imágenes en la adoración, Carlomagno convocó un concilio en Frankfurt que condenó dicha decisión.

Los dos grandes concilios que conocemos de esta época son:

A. El cuarto Concilio de Letrán (1215 d. C.)

Celebrado en la colina de Letrán en Roma, este concilio se convocó originalmente para reformar a la Iglesia (de nuevo, el antiguo problema de cómo solucionar los problemas de la Iglesia) y terminó declarando como dogma varias posiciones que habían sido debatidas a lo largo de la Edad Media, incluyendo la doctrina de la transubstanciación.

B. El Concilio de Constanza

A comienzos de la década de 1400, una vez más, tienes a tres hombres que afirman ser el papa legítimo y una vez más, el Sacro Emperador Romano interviene y los destituye a los tres (vemos que el equilibrio ha cambiado a favor del emperador) y convoca un concilio para abordar el asunto y escoger un nuevo papa. El Concilio de Constanza no solo escoge un nuevo papa (Martín V), sino que también declara que los concilios tienen la autoridad espiritual más elevada en la cristiandad, y que debía celebrarse un nuevo concilio al menos cada diez años (incluso cinco si fuere posible) para tratar los problemas en la Iglesia. El concilio también «lidia» con un hereje llamado John Huss, el cual conoceremos más adelante. Este particular enfoque de la reforma de la Iglesia fracasa cuando el concilio comete el error de dejar al papa a cargo de convocar los concilios. En esencia, dicen: «Nos reuniremos cada diez años, así que asegúrense de llamarnos a sesión». Lo que, por supuesto, el papa no hace, y Martín V incluso va un paso más allá y dice que el Concilio de Constanza, que lo había escogido, solo tiene legitimidad porque él, como papa, firma sus decisiones.

Así, el conciliarismo muere rápidamente a mediados de los años 1400. Los concilios siguen usándose de vez en cuando (Trento, y Vaticano I y II, Westminster y Dort son ejemplos de ello), pero desde entonces nunca más han tenido la misma autoridad e influencia.

  1. Monjes, «eruditos» y raíces de la reforma

A. El monacato

Mientras que papas como Gregorio e Inocencio intentaron reformar desde arriba, gran parte de la reforma vino desde mucho más abajo, de los monasterios. La más importante de estas órdenes fueron los cluniacenses, los cistercienses y los franciscanos.

i. Los cluniacenses

Los cluniacenses fueron fundados en el año 910 d. C. con una gran propiedad por parte de un duque culpable de haber asesinado a su hermano, tenían un estatuto único que los mantenía completamente libres del control laico. Su monasterio de la nave nodriza en Francia se convirtió en el más influyente de Europa. Los monasterios cluniacenses, haciendo hincapié en la separación del mundo y la independencia, se extendieron a un ritmo acelerado y pronto se volvieron bastante ricos por derecho propio. En un tema perpetuo, esta riqueza pronto llevó a los cluniacenses a la corrupción, y a solicitar una nueva orden monástica.

ii. Los cistercienses

En el año 1098, se fundaron los cistercienses, en gran parte como «anticluniacenses». No sorprende que los cistercienses hicieran énfasis en la simplicidad, la pobreza, la labor manual en lugar de la erudición, y la oración privada por encima de la corporativa. Los cistercienses también se expandieron a un ritmo sorprendente, de 5 monasterios en el año 1119,  a 350 en el año 1150, hasta 647 casas para el año 1250.

El monje cisterciense más eminente, y quizá la figura más famosa de su época, fue Bernardo de Clairvaux (1090-1153). Bernardo sirvió como una especie de director espiritual para la mayor parte de Europa; sus poderes de persuasión eran tan atrayentes que se decía que las madres escondían a sus hijos, y las esposas a sus maridos, cuando Bernardo llegaba para reclutar hombres para sus monasterios.

Escribió un tratado acerca del amor aDios, en el que argumentaba que el propósito de la vida humana es el amor a Dios, a quien debemos amar por quien él es y sin límites. Bernardo escribió las palabras «Oh cabeza sagrada, ahora Herida». La influencia de Bernardo se propagó mucho después de su muerte; Juan Calvino, por ejemplo, lo tenía en muy alta estima.

iii. Los franciscanos

Por último, en el año 1209, Francisco de Asís fundó a los franciscanos, quienes dieron un paso más en la frugalidad cisterciense, renunciando a todas las posesiones del mundo. Su orden también experimentó un rápido crecimiento, ya que los nuevos monjes respondían a su énfasis sobre la bondad y  la misericordia de Dios, y sobre la humanidad perfecta de Cristo.

A medida que los franciscanos crecían, el propio Francisco renunció eventualmente al control de la orden y se retiró. Francisco fue quien supuestamente dijo la cita: «Predica el evangelio siempre, usa palabras de ser necesario», pero esto es casi ciertamente legendario.

B. El escolasticismo

Varias corrientes históricas que habían convergido hicieron que las condiciones estuvieran aptas para la Reforma del siglo XVI. Junto con el declive moral del papado y la evolución de la atmósfera política en Europa, la popularidad del monacato o monasticismo y el crecimiento de un movimiento intelectual asociado, el escolasticismo, también contribuyó a las raíces de la Reforma.

En su núcleo, el escolasticismo se remonta a textos griegos y romanos clásicos, principalmente a Platón y Aristóteles, para usar los principios racionales de la investigación para formar conclusiones acerca del mundo y, especialmente, sobre la relación de la fe y la razón.

En una ironía histórica, los cruzados habían encontrado la obra de eruditos musulmanes al estudiar y traducir a Aristóteles, y trajeron este aprendizaje recuperado de vuelta a Europa. Así, tenemos el levantamiento de la universidad moderna. También se pone en marcha y se remonta a las fuentes, las fuentes de anuncios, que es exactamente lo que desencadenó la Reforma cuando Lutero comenzó a estudiar el libro de Romanos por su cuenta.

i. Anselmo (1033-1109 d. C.).

Uno de los escolásticos más importantes fue Anselmo, que vivió desde 1033 hasta 1109 d. C. Inicialmente, Anselmo intentó unirse a un monasterio cuando tenía 15 años, pero su padre se opuso, y no fue sino hasta la edad de 27 años que logró entrar, después de un período que incluyó vagar por los Alpes.

Fue arzobispo de Canterbury, todavía el asiento de la Iglesia anglicana en la actualidad, administrador capaz y teólogo habilidoso. Fuertemente influenciado por Platón, Anselmo sostenía que la fe debe informar a la razón. Su lema era: «la fe busca el entendimiento» (fides quaerens intellectum), lo que para él significaba: «un activo amor por Dios busca un conocimiento más profundo de Dios». Declaró: «creo, a fin de poder entender».

Desarrolló el reconocido argumento «ontológico» para la existencia de Dios. Según él: «Dios es aquello mayor de lo cual nada puede pensarse» y cuya inexistencia sería inconcebible. Después de todo, «si la mente de un hombre pudiera concebir algo mejor que [Dios], la criatura se elevaría por encima del Creador y lo juzgaría, lo cual es absurdo». Desconfiaba de los sentidos humanos, y más bien instó a tomar como base el presupuesto de la existencia de Dios para estudiar otros reinos.

Tal vez su obra más importante fue Por qué Dios se hizo hombre (Cur Deus Homo), en la que relacionó la encarnación de Cristo con su muerte expiatoria. Anselmo enfatizó que nuestro pecado había ofendido tanto a un Dios perfectamente santo que ningún esfuerzo humano podía pagar nuestra condena; solo podía pagarse con la muerte en la cruz del Dios-Hombre perfecto, Jesucristo.

ii. Aquino (1225-1274 d. C.).

El escolasticismo alcanzo su apogeo en Tomas de Aquino. Nacido en una acaudalada familia italiana en el año 1225, el joven Tomás pronto demostró un precoz don por aprender y el deseo de entrar al monasterio dominicano. Su aterrada familia intentó incansablemente evitar esto tentándolo con  una prostituta, secuestrándolo e incluso ofreciendo comprarle el puesto de arzobispo de Naples. Nada de esto tuvo éxito, y Tomás siguió su llamado cursando estudios en Paris, seguido de una vida de educación allí y en Italia.

Aquino usó principalmente la filosofía aristotélica para discutir las verdades del cristianismo. A diferencia de Anselmo, Aquino con frecuencia tomó los sentidos humanos y la razón como punto de partida, y creía que trabajando hacia atrás desde allí, se podía indagar mucho acerca de Dios. Su gran obra es la Suma Teológica, treinta volúmenes en los cuales se presentan argumentos que son derribados con contraargumentos, luego esos contraargumentos son refutados y así sucesivamente. Un escrito técnico y altamente verboso que es muy difícil de leer.

Es segundo en importancia teológica antes de la Reforma. Hoy en día es considerado el teólogo y pensador más grande de la Iglesia católica romana.

Desarrolló la «Primera Causa» argumento para la existencia de Dios, sosteniendo que todo lo que existe necesita ser causado por algo y proviene de algún lugar. Trabajando hacia atrás a su origen lógico, esto apuntaba a Dios como el «primer movedor» o «primera causa» detrás de todo lo demás en existencia. Creía que dado que tanto la revelación como la naturaleza fueron creadas por el mismo Dios, la fe y la razón no eran de ninguna manera contradictorias entre sí.

Posteriormente, Aquino también desarrolló la noción de la ley natural, que sostiene que las reglas morales instituidas por Dios pueden ser conocidas por la razón humana sin revelación especial y obedecidas sin una gracia especial.

El pensamiento de Aquino abunda entre los filósofos católicos de hoy y en otros que afirman que podemos tener un entendimiento de Dios a través de la razón o la revelación. Pregunta: ¿cuál es el problema con creer que realmente podemos «conocer a Dios» solo por medio de la razón?

Esta idea de la ley natural es algo diferente de la idea de la ley natural de Romanos 1:

«Porque las cosas invisibles de él [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido» (Romanos 1:1-20-21).

Nuestro proceso de razonamiento está contaminado por el pecado. Esto proporciona un marco para más obras de justicia y un enfoque de la vida que minimiza nuestra necesidad de la gracia, si podemos saber lo que es bueno solo a través de nuestros poderes de razonamiento y, subsiguientemente, hacerlo, minimizamos nuestra necesidad de la Palabra de Dios y la oración.

Con el tiempo, el optimismo de Aquino acerca de la razón humana y la naturaleza humana, que él mismo había heredado de la tradición católica romana anterior, fue desarrollado por teólogos posteriores en la noción de la justificación por la gracia mediante la cooperación del hombre con Dios.

Sabemos que esto no es verdad, esto es una especie de rearticulación de los argumentos semipelagianos que vimos la semana pasada, pensemos también en el sermón del Viernes Santo de John Joseph, el velo se rasgó de arriba abajo. Dios es el iniciador de la gracia. Todavía hay muchos cristianos fieles que podrían sostener una perspectiva más arminiana, pero esta es la perspectiva calvinista.

Eventualmente, Lutero sería conducido, primero a la desesperación, y luego al evangelio de la justificación solo por la fe, y así, finalmente, se produciría una verdadera Reforma de la Iglesia.

  1. Precursores de la Reforma

Para el tiempo en que Lutero nace, a finales del siglo XV, muchos ya habían sido condenados como herejes, o entregado sus vidas en un esfuerzo por reformar a la Iglesia. Si alguna vez has estado en Worms [Vorms] en Alemania, el lugar donde Lutero fue juzgado, es probable que hayas visto el monumento de Lutero que se levantó a mediados del siglo XIX.

En la base de la estatua de Lutero, están cuatro figuras, todas ellas consideradas como los precursores de la Reforma: John Wycliffe, John Hus, Peter Waldo, y el más oscuro Girolamo Savonarola.

A. Pedro Valdo (1140-1218)

En el siglo XII, en el sur de Francia, un mercader de nombre Pedro Valdo dio todo lo que tenía a los pobres y comenzó a predicar públicamente en contra de la inmoralidad y las malas doctrinas de la iglesia, especialmente las doctrinas de la transubstanciación y el purgatorio.

Si bien Pedro Valdo es un poco difícil de establecer históricamente, sus seguidores, llamados los «valdenses», desarrollaron a lo largo de los siglos XIII y XIV doctrinas muy claras que luego los reformadores protestantes recuperarían, incluidas la idea de la Escritura como única fuente de autoridad tanto en la Iglesia como en la vida del creyente; la idea de que la Biblia debería estar en el idioma común (el propio Pedro Valdo comisionó las traducciones de la Vulgata al francés), y la idea de dar voluntariamente a los pobres, en lugar de hacerlo con la expectativa de pagar por el pecado.

El movimiento «valdense» se propagó en el sur de Fancia y en el norte de Italia, a pesar de la cruel persecución por parte de la Iglesia y el Estado. Su mayor contribución a la Reforma fue que brindó la bases y el apoyo financiero para la traducción al francés de Calvino y la publicación de la Biblia.

B. John Wycliffe (1328-1384).

A finales del siglo XIV, un profesor de Oxford y funcionario del gobierno inglés, llamado John Wycliffe, se encontraba frustrado con las divisiones en el papado, el cual para la época estaba siendo disputado por dos papas rivales.

Wycliffe alegó que, ya que Dios ordena la autoridad, aquellos en posición de liderazgo deberían seguir el ejemplo de Cristo como siervos fieles, no como codiciosos señores. Además, influenciado por la lectura de Agustín, Wycliffe declaró que la verdadera Iglesia de Cristo no es necesariamente el papa y su jerarquía. En cambio, el verdadero cuerpo de Cristo está conformado por los escogidos de Dios para salvación. Esta enseñanza tuvo implicaciones poderosas:

  1. Primero, Wycliffe llegó a creer que el papa y muchos otros líderes de la Iglesia se encontraban probablemente reprobados.
  2. Segundo, ya que todos los verdaderos creyentes englobaban a la Iglesia, se llegó a la conclusión de que ellos debían ser capaces de leer la Biblia en su propio idioma, a fin de conocer la voluntad de Dios para ellos y para la Iglesia.
  3. Después de morir, los seguidores de Wycliffe tradujeron la Biblia al inglés.
  4. Finalmente, Wycliffe declaró que la transubstanciación en la comunión era falsa. La transubstanciación, que solamente había sido declarada como doctrina oficial de la Iglesia en el siglo XIII, sostenía que el pan y el vino realmente se convertían en el cuerpo y la sangre de Cristo. Wycliffe encontró esto irracional y antibíblico.

Aunque no fue excomulgado formalmente, Wycliffe pronto se encontró fuera del favor de las autoridades eclesiales, y se retiró de la sociedad inglesa, murió en 1384.

Sus seguidores, conocidos como los «lolardos», comenzaron a difundir sus enseñanzas, así como también copias de biblias en inglés, por toda la tierra. Aunque muchos «lolardos» fueron ejecutados por sus creencias, llevaron los escritos de Wycliffe hasta Bohemia o la actual Checoslovaquia.

En el año 1415, el Concilio de Constanza, Wycliffe fue declarado como hereje, y en el año 1428, sus huesos fueron desenterrados, quemados y sus cenizas arrojadas al río Swift. Wycliffe ha sido llamado la «estrella matutina de la Reforma», y un historiador dijo:

«Quemaron sus huesos hasta reducirlos a cenizas y los arrojaron en Swift, un riachuelo vecino que corría a toda velocidad. Por tanto, este riachuelo ha transportado sus cenizas al Avon, el Avon a al Severn; el Severn a los mares estrechos; y éstos al océano. Y así, las cenizas de Wycliffe son el emblema de su doctrina, que ahora se ha dispersado por todo el mundo» – Thomas Fuller.

C. John Huss (1369-1415)

Las enseñanzas de Wycliffe encontraron una audiencia más ávida en un sacerdote bohemio conocido como John Huss, quien en 1402 se convirtió en el rector de la Universidad de Praga. La preocupación original de Huss era moral. Disgustado por las degeneradas autoridades de la Iglesia, buscó restaurar el liderazgo cristiano a sus ideales anteriores.

Influenciado por Wycliffe, Huss llegó a creer que solo el pueblo escogido de Dios conformaba a la verdadera Iglesia universal, y que la Biblia proporcionaba la autoridad suprema por la cual todos los cristianos debían ser guiados y juzgados, incluido el papa.

Huss también advirtió a su pueblo de las extensas supersticiones del momento, la adoración de imágenes y reliquias, y la desviada creencia en milagros falsos.

Para ese tiempo, el papa Juan XXIII, esperando expandir su poder, proclamó una cruzada contra Naples [¡de todos los lugares!], y decidió financiarla vendiendo indulgencias. Huss creía que Dios es el único que puede perdonar pecados, y que intentar vender la prerrogativa de Dios estaba profundamente mal. Protestó contra el cínico movimiento del papa y, en respuesta, el papa lo excomulgó. Un considerado emperador  luego invitó a Huss a defenderse ante el futuro Concilio de Constanza. Sin embargo, el deshonesto papa Juan engañó a Huss, e hizo que lo quemaran en la hoguera en el año 1415 en el concilio, cuando Huss se rehúso a repudiar sus creencias. Mientras estaba siendo atado a la hoguera, Huss oró en voz alta: «Señor Jesús, es por ti que soporto pacientemente esta muerte cruel. Oro para tengas misericordia de mis enemigos».

Después de morir, los indignados seguidores de Huss prometieron continuar su legado, a pesar de las cruzadas tras cruzadas enviadas contra ellos por el papa. Los husitas persistieron en toda Europa durante el próximo siglo, hasta que las acciones de un monje alemán les trajeron una nueva esperanza.

D. Girolamo Savonarola (1452-1498)

Fue un fray renacentista que pidió la renovación cristiana en una época caracterizada por muchas cosas malvadas en Florencia.