Evangelio
El evangelio – Introducción
«Evangelion —lo que llamamos «el evangelio»— es una palabra griega, que significa noticias buenas, felices, alegres y gozosas, que alegran el corazón del hombre y lo hacen cantar, danzar y saltar de gozo».[1] William Tyndale
William Tyndale, el traductor pionero de la Biblia al inglés, escribió estas hermosas palabras en 1525, y las selló con una muerte de mártir. ¡Qué mundo en el que vivimos, en el que algo tan alegre puede ser tan odiado! Pero así es. Tal y como Tyndale indicó, la misma forma de la palabra griega traducida como «evangelio» significa buenas noticias.[2]
El evangelio no es ley, que requiere que nos ganemos algo. El evangelio es un anuncio de bienvenida, que declara que Jesús lo pagó todo. Es como una llamada telefónica esperada por mucho tiempo. Cuando finalmente suena el teléfono, lo agarramos y con entusiasmo recibimos la llamada. El evangelio es un mensaje que debe ser proclamado y creído (Mr 1:14-15). Es el tema de toda la Biblia (Gá 3:8). Viene de arriba, de Dios (Gá 1:11- 12). Es digno de nuestros mayores esfuerzos (Fil 1:27-30).
Estas buenas noticias son mucho más que buenas vibraciones. Este mensaje tiene un contenido específico. Puede y debe ser definido solamente por la Biblia. Cada generación debe tomar su Biblia y redescubrir el evangelio de nuevo, y articular nuevamente el mensaje antiguo en sus propias palabras, para sus propios tiempos. Vivimos en un tiempo de redescubrimiento activo del evangelio, y es emocionante poder involucrarnos en ello. Aquí tenemos el mensaje esencial que apoyan las personas que creen en la Biblia:
Dios, mediante la vida perfecta, la muerte expiatoria, y la resurrección corporal de Jesucristo, rescata a todo su pueblo de la ira de Dios, para tener paz con él, con la promesa de una restauración completa de su orden creado para siempre; todo para la alabanza de la gloria de su gracia. La salvación del juicio de Dios para tener comunión con Dios, es una obra enteramente de Dios. No es nuestra. ¡Estas son verdaderamente buenas noticias! Y este evangelio es ampliamente conocido y sinceramente predicado en nuestras iglesias hoy.
ALGO PREOCUPANTE
Pero aquí hay algo preocupante. Si un mensaje tan bueno está en el centro que define nuestras iglesias, ¿Por qué vemos cosas tan malas en estas mismas iglesias; desde constantes conflictos hasta un total agotamiento? ¿Dónde está el poder salvador del evangelio? ¿Por qué no vemos más del canto, de la danza y de los saltos de gozo de los que hablaba Tyndale en nuestras iglesias, si el evangelio está marcando la pauta?
En su libro profético Witness, Whittaker Chambers habla de una joven mujer alemana cuyo padre pasó de ser un ferviente procomunista, a un vigoroso anticomunista. ¿Por qué? Ella dijo: «Te reirás de mí, pero no debes reírte de mi padre. Una noche, en Moscú, oyó gritos. Eso es todo. Simplemente una noche oyó gritos».[3]
Esto también sucede en nuestras iglesias. La gente viene para escuchar las buenas noticias. Pero luego escuchan gritos. Escuchan gritos de angustia y desesperación en iglesias que predican el evangelio en teoría, pero que infligen dolor en la realidad. Esto es chocante, pero no es nuevo. El profeta Isaías escribió:
Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor. (Is. 5:7)
¿Cuánta gente en nuestras ciudades son excristianos, y quizá hasta profundamente anticristianos, porque fueron a una iglesia para escuchar «las buenas nuevas de gran gozo» (Lc 2:10) pero estas fueron ahogadas por luchas y problemas? No supongamos que nuestras iglesias son fieles al evangelio. Examinemos si lo son. Al fin y al cabo, «toda institución tiende a producir aquello a lo cual se opone».[4]
Una iglesia con la verdad del evangelio en su teología puede producir lo opuesto del evangelio en su práctica. El Señor resucitado le dijo a una de sus iglesias, «Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo» (Ap 3:17). El problema no era lo que creían doctrinalmente, sino en lo que personalmente se habían convertido, y ni siquiera se dieron cuenta. Pero para el Señor era obvio: «Conozco tus obras» (Ap 3:15). Por tanto, necesitaban ir a Cristo con una nueva humildad, franqueza, y honestidad.
LA PRUEBA DE UNA IGLESIA CENTRADA EN EL EVANGELIO
No mucho después de la crisis de fe que alteró su vida, y que vino a raíz de la fealdad interior que vio en personas de su denominación, Francis Schaeffer escribió un artículo titulado How Heresy Should Be Met. Aquí tenemos el argumento principal:
El problema final no es demostrar el error de los hombres sino ganarlos de vuelta para Cristo. Por tanto, la apologética que al final resulta exitosa es primeramente una clara declaración intelectual de lo que está mal en la falsa doctrina, más un retorno claro e intelectual al énfasis escritural apropiado, en toda su vitalidad y relación con la fe cristiana en su conjunto, más una demostración en la vida de que este énfasis escritural correcto y vital, satisface las necesidades genuinas y las aspiraciones de los hombres de una forma en que la falsificación de Satanás no lo hace.[5]
Así que la prueba de una iglesia centrada en el evangelio es su doctrina sobre el papel más su cultura en la práctica; «una demostración en la vida de que este énfasis escritural correcto y vital, satisface las necesidades genuinas y las aspiraciones de los hombres».
Si la cultura del evangelio de una iglesia se ha perdido —o nunca fue construida— el único remedio se encuentra a los pies de Cristo. Esa iglesia necesita un redescubrimiento fresco de su evangelio en toda su hermosura. No se gana nada con meramente reempaquetar la iglesia en formas más atractivas para los de fuera. Primeramente y ante todo, el evangelio de Cristo debe ser enteramente creído y abrazado por nuestras iglesias.
Esto es más profundo que un aumento momentáneo de entusiasmo. La necesidad de nuestros tiempos es nada menos que la recristianización de nuestras iglesias, solo según el evangelio, tanto en doctrina como en cultura, por Cristo mismo. Nada menos que la hermosura de Cristo será suficiente hoy en día, aunque saber cómo será una iglesia renovada, en el presente, está más allá de nuestra imaginación.
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[1] William Tyndale, “A Pathway into the Holy Scripture,” en Doctrinal Treatises (Cambridge: The University Press, 1848), 8. Estilo actualizado.
[2] F. Blass y A. Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament and Other Early Christian Literature, trad. Robert W. Funk (Chicago: University of Chicago Press, 1973), § 119 (1).
[3] Whittaker Chambers, Witness (New York: Random House, 1952), 14. Editado para una mayor claridad.
[4] D. Martyn Lloyd-Jones, What Is an Evangelical? (Edinburgh: Banner of Truth, 1992), 9-10. Lloyd-Jones continúa: «La posición de la mayoría de las iglesias protestantes hoy en día es casi opuesta a la que tenían cuando originalmente empezaron a existir… Es inútil suponer que porque algo haya empezado correctamente, va a continuar siendo así. Hay un proceso en marcha, a causa del pecado y la maldad, que tiende a producir no solo cambio sino incluso degeneración».
[5] Francis A. Schaeffer, “How Heresy Should Be Met,” Reformation Review, julio 1954, 9. Énfasis original.