Membresía

Cristo, y no tus heridas, debe guiar tu andar con la iglesia

Por Diego Franco

Diego Esteban Franco Grymailo (MMB, MDiv), es odontólogo, predicador, y pastor en la Iglesia Bíblica del Camino en Córdoba, Argentina. Además, sirve ocasionalmente como profesor invitado en diferentes seminarios. Es egresado del Seminario Bíblico William Carey, también tiene una Maestría en Ministerio Bíblico en The Master's Seminary, y una Maestría en Divinidades en The Southern Baptist Theological Seminary. Diego está casado con Lucila, con quien tiene tres hijos: Pedro Eliam, Andrés Joel, y Zoe Abigail. Puedes seguirlo en X: @diegoefg2.
Artículo
11.08.2025

A menudo, en tu vida o el entorno, puedes observar lo que se denomina «el efecto rebote» (rebound effect). Por ejemplo, luego de alcanzar un peso saludable mediante el esfuerzo físico y una dieta, una persona puede creer que merece una licencia para desviarse de su rutina. Suele Justificar el retroceso como una especie de recompensa por su desempeño. Por tanto, en lugar de continuar con su avance, se desliza hacia el lado opuesto. La disciplina constante se pierde con rapidez.

Este fenómeno no se limita al ámbito de lo físico. Se manifiesta en otras áreas de la vida, entre ellas: la espiritual. Y tristemente, también afecta a la iglesia local. En no pocos casos, el estado final de una persona termina siendo peor que al principio. No por ignorancia, sino como una respuesta desequilibrada a su pasado.

Cuatro efectos rebotes que pueden volverse profundamente dañinos

Es necesario saber que, si suceden en tu vida, puedes enfrentarlos con humildad y con la gracia de Cristo. Estos 4 Efectos rebotes son:

1. Ofrendas con desconfianza: Las experiencias negativas marcaron tu pasado.

Esta es una de las áreas en la que el efecto rebote puede manifestarse con bastante fuerza en la iglesia local.  Es común encontrar creyentes que, luego de haber sido manipulados o presionados, o que fueron testigos del uso dudoso de los recursos en una congregación, ahora se resisten a ofrendar con verdadera libertad en su nueva iglesia.

Las huellas del pasado dejaron marcas que perturban su relación con la actual iglesia. Pero también afectan la relación con Dios, endureciendo el corazón. La generosidad, que debiera ser una expresión de gratitud y fe del creyente, se ha convertido en un campo minado por la desconfianza. En lugar de contribuir con alegría (2 Corintios 9:7), se adopta una postura a la defensiva. Cada llamado a la generosidad es evaluado, como si fuera una potencial amenaza. Entonces se da, pero no con el gozo cristiano, sino sospechando algo.

Este efecto rebote perjudica la salud financiera de la iglesia y empobrece el alma de quien lo practica. Porque ofrendar para la obra de Dios va más allá del aspecto económico, es un asunto de orden espiritual. La ofrenda es un llamado a la adoración. Es una respuesta de fe, es un acto de obediencia al Señor. Aunque el creyente debería actuar con sabiduría y cuidado en la administración sus recursos, no puede olvidar que en última instancia: ofrenda para el Señor y no para los hombres.

Si te identificas con lo anterior, no dejes que la experiencia del pasado sea un tropiezo en tu fidelidad a Dios en el presente. Él no ha cambiado. No te prives de la bendición de dar con libertad, como un acto de amor, fe y obediencia.

Como un recordatorio: Al dar para el Señor, no hay pérdida. Hay adoración, comunión y recompensa en él.

2. Adoras con tibieza: En el pasado lo emocional invalidaba lo racional.

Este efecto puede darse dentro de la adoración corporativa de una iglesia. Algunos creyentes, al comprender que fueron engañados en un contexto de «adoración» en donde lo emocional se exaltaba, oscureciendo la verdad del evangelio, marcaron la distancia. Liturgias desordenadas, manipulaciones y experiencias subjetivas; en fin, un fuego extraño que suprime la verdad de las Escrituras, crea una impresión tan negativa en esos creyentes, que mutan de una adoración apasionada a una totalmente fría y mecánica. En un intento ahora por cuidar la verdad, terminan en un culto sin alma. La mente está presente, pero el corazón muy ausente.

La Biblia nos muestra que la adoración que Dios busca es integral. Tal como el salmista lo expresó, «bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser Su santo nombre» Sal. 103:1. Dios pide la rendición completa del ser (mente, alma, emociones y voluntad). Jesús enseñó que quienes son sus discípulos, deben amar a Dios con «todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente» Mt. 22:37; Mc. 12:30).

Este efecto trae pobreza espiritual a los cultos de una iglesia. El temor a repetir los errores del pasado, suprime el gozo que debería brotar del conocimiento de Dios. Sin embargo, la sana doctrina no está reñida con la pasión. La verdad bíblica no debería apagar el corazón, sino inflamarlo con un amor santo por Cristo.

La respuesta no es menos adoración, sino cultivar una adoración más bíblica, profunda y viva. Una adoración que brote del asombro ante la gloria de Dios, una adoración que refleje la luz de la verdad como el calor del amor. No te prives, ni prives a tu congregación, de este santo gozo.

3. Ya no te sometes al liderazgo: Las experiencias negativas del abuso de autoridad te afectaron.

Este efecto dañino guarda relación con el liderazgo de la iglesia local. Tras haber padecido los efectos de líderes autoritarios, manipuladores o abusivos, algunos creyentes tienden a una actitud de sospecha permanente hacia cualquier forma de autoridad. Lo que alguna vez fue sumisión ciega a un líder, se ha transformado en resistencia absoluta hacia los pastores. Estos creyentes pasan en forma desequilibrada de un extremo al otro.

La herida legítima termina levantando murallas. Se confunde el liderazgo piadoso con el control humano. Los creyentes afectados adoptan una postura defensiva, desconfiada y hasta rebelde. No solo se perjudica al liderazgo, sino a la propia persona, la cual no se alinea con el diseño bíblico establecido para su edificación.

La Palabra de Dios establece: «Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas como quienes han de dar cuenta. Permítanles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para ustedes» Hebreos 13:17. Los pastores no están para controlar, sino para cuidar. No se imponen, sino que sirven con amor. No deben engrandecerse, sino pastorear al rebaño bajo el temor de Dios.

La respuesta no es la desconfianza hacia el liderazgo de la iglesia, sino discernir entre lo que es un carácter abusivo y lo que es un carácter bíblico. Dios por su gracia, ha provisto pastores humildes, fieles y temerosos del Señor. Estos hombres son un regalo para la iglesia. El que rechaces toda forma de autoridad es privarte de este regalo.

¡Rompe el ciclo del temor! Ora por tus pastores. Acércate a ellos. Permite que el Señor sane tus heridas y restaure tu confianza en su diseño. No todos los pastores son como aquellos que te causaron daño. Algunos, quizá muy cerca de ti, están pastoreando con lágrimas y la verdad.

4. Tiendes al libertinaje: Las experiencias tristes con el legalismo (y viceversa) te causaron daños.

El último efecto rebote a considerar aquí se da en el plano de lo moral y lo espiritual. Es común encontrar creyentes que, luego de tener la experiencia de vivir bajo un legalismo rígido (reglas, control y culpas), terminan abrazando una supuesta libertad que en realidad es libertinaje. De la misma forma, otros cristianos que han crecido en un contexto de relativismo acerca del pecado y una conducta permisiva, terminan adoptando estilos de legalismo, que brinda para ellos una manera de sentirse seguros. Esto últimos, se refugian en normas humanas que pretenden suplir una guía espiritual genuina.

Por lo que se ve, ambos extremos son dañinos. El Legalismo mutila la gracia, sofoca el gozo y produce cristianos temerosos. Por otra parte, El Libertinaje pervierte la gracia y justifica el pecado con argumentos de fachada piadosa. En ambos casos, el evangelio se diluye. En lugar de caminar en la verdadera libertad cristiana, el creyente vive atrapado por reacciones desbalanceadas debido a su pasado.

La Palabra de Dios recuerda a los cristianos que, «para libertad fue que Cristo nos hizo libres… no se conviertan en esclavos de los hombres» Gá. 5:1. Así mismo, el apóstol Pablo afirma: «Ustedes fueron llamados a libertad; solo que no usen la libertad como pretexto para la carne, sino sírvanse por amor los unos a los otros» Gá.5:13.

En Cristo el creyente ha encontrado su verdadera libertad. No para pecar, sino para amar y obedecer con gozo.

El creyente maduro aprende a vivir en una tensión sana entre la gracia y la verdad. La libertad cristiana no es un asunto de satisfacer todo lo que un cristiano desee; sino que, a través del Espíritu, en esa liberta el creyente es capacitado para hacer la voluntad de Dios. Por tanto, la obediencia no es una carga que esclaviza, sino el fruto de un corazón renovado por la gracia. Cuando Cristo es el centro, y no tu reacción al pasado, puedes gozar de una vida cristiana santa y equilibrada.

Palabras finales

No puedes vivir reaccionando al pasado, sino a la luz del evangelio.

Todos los efectos rebotes que se han analizado, en retrospectiva tiene algo en común: Son producto de una reacción al dolor, al abuso, a la confusión o a la falta de equilibrio en que se vivió anteriormente. En todos los casos, se ha marcado la distancia con un error previo, pero la reacción lleva a la persona al otro extremo. Sin embargo, nunca estos extremos han sido el lugar seguro para los creyentes. Pero Cristo sí lo es.

Tu fe no debería ser una reacción constante a tu pasado, sino una respuesta diaria al evangelio. No permitas que el temor, la desilusión o las heridas sean el filtro para interpretar la vida cristiana. El único filtro confiable para los hijos de Dios es su Palabra. Ella puede librarte de que te desvíes, del resentimiento disimulado de prudencia, de la desconfianza justificada por las experiencias, y del error de vivir en función del daño que otros te causaron.

La voluntad de Dios no es que los creyentes estén atrapados entre el legalismo y el libertinaje, entre la tibieza espiritual y el desorden, entre la desconfianza y una confianza ciega, entre una sumisión irracional o una rebeldía abierta. Dios desea que avancen hacia la madurez cristiana. Es un llamado a vivir con un corazón restaurado ante él, no con un corazón endurecido. Es un llamado a una vida de adoración plena, con una verdadera libertad en Cristo.

Si necesitas revisar tu vida a la luz de lo expuesto, hazlo. Es momento de detenerte y examinar tu corazón. El pasado puede explicar muchas cosas, pero no debería gobernarte. Que Cristo sea quien marque tu andar y no tus heridas.

 

Editado por Renso Bello

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