Clases esenciales: Cristianos en el lugar de trabajo

Cristianos en el lugar de trabajo – Clase 12: El trabajo en diferentes etapas de la vida

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
26.02.2019

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Clase esencial
Cristianos en el lugar de trabajo
Clase 12: El trabajo en diferentes etapas de la vida


1. Introducción
Bienvenido a una de nuestras últimas clases en el seminario «Cristianos en el lugar de trabajo». Esta mañana, examinaremos el trabajo en diferentes etapas de la vida. Lo que hemos hablado en las clases hasta ahora se refiere al trabajo que muchos de nosotros experimentará como algo normal en la vida: el empleo. Pero por supuesto, en una vida normal nuestro trabajo no siempre encaja en esa categoría, incluso el trabajo que clasificaríamos en la categoría de nuestro empleo. ¿Cómo tomas lo que hemos hablado hasta ahora y lo aplicas a tu vida como estudiante, a tu vida como alguien desempleado o a tu vida como alguien jubilado? Llamaré a estos «llamados excepcionales». No porque sean raros, muchas personas tienen ese llamado. Ciertamente no porque nos caractericen como extraños. No, los llamo «excepcionales» porque tradicionalmente no pensamos en ellos como llamados. ¿Cuántas veces has escuchado a alguien decir: «He sido llamado a estar desempleado»? ¿O jubilado? ¿O a ser un estudiante? Pero estos son llamados, así como el tener un empleo o estar casado son llamados.

Así que esto es lo que haremos esta mañana. Quiero empezar basándonos en lo que ya hemos discutido en estas clases. ¿Qué es exactamente un llamado y por qué nuestros llamados importan? Luego tomaremos cada uno de estos «llamados  excepcionales» y descubriremos lo que significa ser fiel al llamado de Dios en cada uno de ellos.

Mi oración es que al hacer esto, lleguemos a comprender que Dios nos llama a trabajar como siervos buenos y fieles, para su gloria y para el bien de otros, en cada aspecto de nuestras vidas.

  1. ¿Los llamados excepcionales son realmente llamados?

Empecemos. Un buen lugar para comenzar es con la pregunta que aparece en tu folleto. «¿Los llamados excepcionales son realmente llamados?». ¿No es como culpar a Dios decir que mi desempleo es su llamado, por ejemplo?

O, más moderadamente, podrías pensar: «Lo entiendo, pero algunos de estos llamados parecen negativos. Quiero decir, ¿no son realmente la ausencia de un llamado?». ¿No es más correcto decir: «No he sido llamado a trabajar», que: «He sido llamado a estar desempleado»?

¿Y qué sucede con ser un estudiante y estar jubilado? En nuestra cultura enfocada en el trabajo, vemos nuestros estudios como la rampa al éxito en el trabajo. Y vemos la jubilación como el cierre de una carrera exitosa. Así que ser un estudiante da la impresión de «todavía no haber sido llamado a trabajar» y el estar jubilado da la impresión de «ya no estar llamado a trabajar». Bueno, regresando a una de las clases anteriores, esta es una terrible distorsión del concepto bíblico del trabajo; dice que nuestras vidas y nuestro valor se definen y se centran en nuestro empleo remunerado. No eas así. Si olvidaste esto, y tu vida y valor siguen definidos por tu empleo remunerado, entonces nuestro último llamado excepcional: el desempleo, será un golpe desagradable.

Así que antes de abordar cualquiera de estos llamados, recordemos, a modo de repaso, lo que la Biblia piensa al respecto. Nuestro llamado principal como cristianos es por Cristo, de Cristo, a fin de que podamos hacer buenas obras para Cristo. Es nuestro llamado principal tanto porque sucedió primero como porque reemplaza a cualquier otro llamado en nuestras vidas.

Por otro lado, nuestros llamados secundarios son las cosas que Cristo nos ha llamado hacer. Y como hemos discutido anteriormente en este seminario, lo maravilloso es saber que Cristo es quien nos ha llamado a hacer estas cosas. Independientemente de quien sea tu jefe, al final trabajas para Jesús, sin importar cual sea tu posición en la vida. Trabajas para el Rey. No solo eso, sino que debido a que Jesús es el gobernante soberano del universo, cada circunstancia en esta vida es su llamado para ti. Él podría llamarte a trabajar, a estar enfermo por un día, a irte de vacaciones, a perder tu trabajo, y solo nos llama a hacer estas cosas porque tiene un propósito para nuestros llamados. Podemos trabajar para él en todo tipo de situación, sea que nuestra sociedad tradicionalmente considere  nuestra situación como «trabajo» o no. Por tanto, sí, los llamados excepcionales son en realidad llamados, y no tienen menos propósito o ambición en ellos que cualquier otro trabajo que hagas en la vida.

Sin embargo, antes de abordar estos llamados específicos, revisemos algunos de los principios básicos que vimos previamente en las clases que usaremos al considerar el propósito de Dios en estos llamados. Veamos estos cuatro principios:

  1. El propósito de tu trabajo es glorificar a Dios, y eso aplica a cualquier llamado en la vida. 1 Corintios 10:31: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios». En otras palabras, como hemos venido conversando, tu trabajo importa principalmente porque demuestra la obra de Dios en ti. Cualquier cosa que puedas hacer, Jesús puede hacerlo mejor. Él es un mejor doctor, un mejor padre, un mejor mecánico, un mejor plomero. Pero ha decidido no hacer estas cosas, para encargartelas a ti. ¿Por qué? Porque a él no le interesa fundamentalmente tu trabajo, o lo habría hecho él mismo. A él le interesa primordialmente lo que tu trabajo dice de él, de cómo y por qué lo haces.
  2. Todo trabajo legítimo puede glorificar a Dios, no solo el llamado trabajo «espiritual», y no solo el empleo.
  3. Nuestro trabajo importa en la medida que revela quién es Dios. Así que desde la perspectiva del cielo, no somos evaluados de acuerdo a la cantidad de widgets que vendemos o hacemos, sino de acuerdo a nuestra fidelidad. ¿Hasta qué punto nuestro trabajo ha sido un acto de fe, que demuestra la confiabilidad y la bondad Dios?
  4. Dios tiene el control de todas tus circunstancias. Nada de lo que sucede es un accidente para él. Ninguna situación está por encima de su control o propósitos.

Al unir todo esto, vemos que cada situación de tu vida es la oportunidad orquestada soberanamente por Dios para que demuestres quién es él. 

  1. Un llamado a ser un estudiante

¿Cuál es tu objetivo al ser un estudiante? La mayoría de los adultos responsables dirían: «Poder conseguir un trabajo». Ve a la escuela, obten buenas calificaciones, consigue un buen trabajo. Ese es el propósito moderno de la educación: la preparación para un empleo productivo y remunerado.

Eso suena realmente positivo y útil. Pero el problema con describir la función de la educación como la preparación para un trabajo es éste: es un ejemplo perfecto de la llamada distorsión protestante que discutimos anteriormente en el seminario. Como Os Guinnes describió esa distorsión: «Eventualmente, llegó el día en que la fe y el llamado se separaron por completo. La demanda original de que cada cristiano debía tener un llamado se redujo a la demanda de que cada ciudadano debía tener un trabajo»[1].

¿Qué es una visión bíblica de la educación? Los mismos principios que gobiernan todos nuestros llamados secundarios aplican a un llamado a la educación. A través de la educación, trabajamos para glorificar a Dios y servir a nuestro prójimo. ¿Cómo puede un estudiante glorificar a Dios?

Déjame darte tres respuestas a esa pregunta:

  1. Trabaja duro como para el Señor. Imagina que eres el chico de los bates para los Washigton Nationals. Mucho de lo que haces no parece tan complicado o difícil, pero lo haces de todo corazón, ¿cierto? Porque trabajas para los Nationals. De la misma manera, si Cristo te ha llamado a ser un estudiante, hazlo de todo corazón, porque finalmente trabajas para él. No necesitas conocer sus propósitos para tu llamado allí para trabajar duro para él. Simplemente el saber que él es quien te puso allí es suficiente. Y sabes qué, mientras trabajas duro para el Señor, demuestras cuán digno es él de tu trabajo y devoción.
  2. Desarrolla tu mente. La educación no consiste simplemente en enseñarte una habilidad específica, consiste en desarrollar la mente que Dios te dio para que puedas usarla mejor. Recuerda de la parábola de los talentos en Mateo 25, ser un buen administrador glorifica a Dios porque demuestra que Dios es fiel a sus promesas y que Dios recompensa a los que lo buscan. Podrías buscar desarrollar tu mente de una manera egoísta. Pero también puedes hacerlo como un administrador, y cuando haces eso con el objetivo de servir mejor a Cristo, glorificas su importancia y valor.
  3. Desarrolla tu habilidad. Luego por supuesto, glorificamos a Dios en nuestros estudios al verlos como la preparación normal para una clase de trabajo normal que hace todo el bien eterno que un trabajo puede hacer como hemos visto en estas clases. No es un desarrollo de habildiades egoísta, sino para que podamos servir mejor a Dios. Y recuerda que las habilidades que aprendes en el colegio no están limitadas en su uso al lugar de trabajo. Algunas de esas habilidades te ayudarán como maestro de la escuela dominical, como amigo, padre, vecino, discípulo, etc.

Así que, permíteme darte algunas implicaciones de esto:

  • Busca la aprobación de Cristo, no la de tu profesor. ¿Qué pasaría si en lugar de estudiar arduamente para obtener una buena calificación, o para ser el mejor de la clase, o para competir, qué pasaría si te dedicaras a hacer cada tarea con tu mayor esfuerzo, como si trabajaras para el Señor? ¿Qué pasaría si tuvieras la perspectiva de que el trabajo escolar hecho con excelencia agradada mucho al Señor, porque estás ejerciendo los talentos que él te ha dado? ¿Qué pasaría si tuvieras la idea de que el trabajo hecho de manera descuidada, incompleta o incorrectamente fuese un descuido de los talentos y limitara las oportunidades que podrías tener para glorificar a Dios y servir a tu prójimo?
  • Recuerda que Cristo es dueño de tu tiempo. Así que deja que sus propósitos para tu educación tomen un lugar central en lo que haces. Para algunos estudiantes, eso implicará estar más enfocados. Si trabajas para Jesús mientras estudias, eso implica que estudiar no significa hacer el minimo de trabajo para arreglartelas y tontear el resto del tiempo, significa redimir el tiempo buscando conformar tu vida como estudiante para sus propósitos. Y para algunos estudiantes, eso implicará no enfocarse tanto. Si has estado 110% enfocado en tus estudios y en tu futura profesión, necesitas reconocer que, al menos para Jesús, hay más para tu vida que eso. En otras palabras, él te ha llamado a ser más que solo un estudiante ahora. Te ha llamado a ser un amigo, evangelista, miembro de uma iglesia, y mucho más. Para quienes son culpables de enfocarse demasiado en los estudios, la exhortación de Tito en Tito 3:1 es un buen recordatorio de que debemos estar dispuestos para toda buena obra. Mantente siempre atento de dónde Jesús, tu Rey, podría estar reubicándote de tus estudios para una breve oportunidad para hacer el bien.
  • Ve tu educación como preparación para todos tus llamados, no solo para tu empleo, como ya mencioné antes. Algo de eso tiene que ver con la manera en que ves tus etudios. Por ejemplo, no veas un certificado de enseñanza pensando solo en un trabajo, sino en todas las enseñanzas que, con suerte, harás en tu vida cristiana, en tu familia, en tus amistades y en la iglesia. Y parte de esto tiene que ver con lo que escoges para estudiar, y no con pensar simplemente en tu futuro trabajo.

Por tanto, si eres un estudiante, esfuérzate en tus estudios como si estuvieses trabajando para el Señor, no solo para tus padres o tus maestros, o para algún objetivo lejano de un gran trabajo. Y si eres padre, tómate el tiempo de enseñar a tus hijos la verdadera razón para la que están en la escuela, y la verdadera razón por la que es más probable que tengan un trabajo y muchos otros llamados.

  1. Un llamado a estar jubilado

Si la educación es vista como la rampa de acceso a un buen trabajo, la jubilación es vista por muchos como un tiempo de relajación y gratificación personal al final del arcoíris gracias a un gran pago de jubilación. ¿Trabajar después de los 65? Solo si tienes un rendimiento superior o si necesitas un trabajo de medio tiempo para ayudarte a llegar a finales de mes después de que la caída del mercado de valores se tragara los ahorros de tu jubilación. Es mejor ir al golf, disfrutar de viajes y lujos en un asilo junto a la playa. Thomas Jefferson lo expresó así: «El [mayor bien] conmigo ahora es realmente epicúreo, facilidad de cuerpo y tranquilidad mental, y para esto deseo consignar mis días restantes»[2]. Suena encantador.

El problema es, que Dios no desactiva nuestros llamados cuando llegamos a los 65. Nuestra responsabilidad de ser fieles no se evapora en una década o más de autoabsorción. Digamos que has trabajado arduamente, y has logrado reunir el dinero suficiente para no tener que trabajar de 8 de la mañana a 5 de la tarde para cubrir tus necesidades diarias. ¿Adivina qué? Al igual que la persona soltera en 1 Corintios 7 que tiene más tiempo y energía para dedicarse a complacer a Dios y servir a otros, ¡tú también!

No olvides lo que el apóstol Pablo pensaba de los últimos años de su vida. «Teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor, pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe» (Filipenses 1:13-15). Pablo vio su tiempo en la tierra en términos de servicio fiel. Él vivió para otros.

Entonces, ¿cuáles son algunos de los recursos únicos que tenemos en la jubilación?

  • Algunos de nosotros decidimos descartar nuestros horarios a medida que nuestros años de trabajo finalizan. Para algunos de nosotros, esa decisión se debe a nuestra salud, o quizá a las necesidades de nuestros cónyuges. Pero de cualquier manera, debemos reconocer que ser fieles como los administradores de Dios no significa necesariamente llenar cada momento disponible. Hay un gran valor en ser los que a menudo están disponibles para oportunidades no planificadas. Esas podrían ser oportunidades para servir a tus hijos, o a tus vecinos, o a tu iglesia.
  • Sabiduría. Cuando Proverbios dice que corona de honra es la vejez (16:31), ¿qué piensas que esto significa? Ciertamente, la sabiduría llega con la experiencia, la sabiduría que Dios nos ha dado para compartir.
  • Conocimiento de la Biblia. Eso va de la mano con la sabiduría. Hay un tipo de conocimiento diferente que tienes de la Escritura cuando cientos de pasajes han sido tus versículos de consulta en varios momentos críticos de tu vida.
  • Salomón nos dice en Eclesiastés que mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete (7:2). ¿Por qué? Ver la vida llegar a un final te ayuda a mantener una perspectiva eterna. Las cosas que una vez fueron atractivas en este mundo simplemente no parecen importar tanto.
  • Para algunos, la jubilación es un tiempo de incertidumbre financiera, un tiempo en el que Dios nos sostendrá. Otros se darán cuenta que no necesitarán todo lo que han guardado, así que la jubilación puede ser una oportunidad maravillosa para ser generosos.

Por supuesto, el peligro aquí es que cometamos el mismo error que hacemos durante nuestros años de trabajo, equiparar el valor con la productividad, cambiar nuestra definición de productividad. Entonces nos sentimos valiosos cuando podemos ayudar a otros, pero cuando la energía y la salud se desvanecen, nuestro valor parece irse con ellas. Así que quizá una de las mejores oportunidades que llega con la jubiliación es su capacidad para disuadirnos de esta noción de una vez por todas. El valor no proviene de las cosas que podemos lograr. Recuerda, si a Jesús le preocupara principalmente eso, lo haría él mismo. No, lo que importa es nuestra fidelidad. Sea que tengamos dos talentos o cinco, administremos todas las oportunidades que Dios nos da para mostrar su bondad y su gloria.

Por tanto, aunque las oportunidades para servir empiecen a desaparecer, las oportunidades para ser fieles nunca lo harán. Lo que importa no es cuánto logramos, lo que importa es si apostamos todo en la vida a las promesas de nuestro Dios fiel.

De manera que si estás jubilado, considera cómo puedes continuar trabajando para glorificar a Dios y servir a otros en las diferentes etapas de la jubilación que se avecinan. Si conoces a alguien que esté jubilado, entabla relaciones y procura su sabiduría y experiencia. Inclúyelo en tu familia y como mentor. Si esperas jubilarte un día, no ahorres para fiestear las 24 horas al día y olvides las otras cosas geniales que puedes hacer con ese dinero en tu llamado actual al empleo remunerado. Y por supuesto, nunca dejes de invertir tus talentos para Dios.

  1. Un llamado a estar desempleado

Permíteme cerrar el día de hoy con algunas reflexiones acerca del llamado al desempleo. Muchos de nosotros, en algún punto de nuestras vidas no tendremos un empleo remunerado: estaremos desempleados o subempleados, especialmente con la cantidad de carreras que parecen operar en esta ciudad. Así que, ¿cómo es trabajar para Jesús durante estos momentos?

No tener un empleo remunerado deja un vacío. Y para casi todos nosotros, es un vacío que debe llenarse. Pero tenemos dos maneras de ver ese vacío. Podemos languidecer en él, lamentarnos, explorar todos sus rincones y grietas y perder nuestro valor y sentido del valor porque estamos desempleados. O podemos tomar esta temporada por lo que es: un tiempo para encontrar un nuevo trabajo, y también una temporada en la que probablemente tengamos más tiempo y energía que cuando estábamos trabajando.

Recordar los principios de esta clase será importante especialmente durante un tiempo de desempleo. Ellos nos ayudarán a ver lo mucho que está en juego cuando no tenemos un empleo, dado que el trabajo es una de las principales oportunidades que tenemos para adorar en esta vida. Fuimos, como recordarás de la primera clase, creados para trabajar. Mantener en mente los principios de este seminario también nos protegerá de esperar demasiado de un trabajo, porque reconocemos que solo estamos buscando un trabajo, no valor o importancia. Eso, a su vez, puede protegernos de ser demasiado exigentes acerca de lo que estamos buscando, y del desaliento cuando la espera parece interminable.

Pero volviendo a lo positivo. ¿Cómo puede exactamente un llamado al desempleo mostrar la bondad de Dios en nuestras vidas? ¿Cómo podemos siquiera hacer esto para la gloria de Dios?

Trabaja duro para encontrar un trabajo. Quizá lo más obvio es que podemos trabajar duro como para el Señor, incluso en una temporada cuando parece que no estamos trabajando. Has escuchado a menudo que durante un tiempo de desempleo, es bueno ver tu búsqueda de empleo como un empleo. En otras palabras, establece metas, horas de trabajo, haz que otros te hagan responsable.   Eso es cierto para el no cristiano que intenta buscar un empleo, es incluso más cierto para el cristiano que entiende que incluso durante el desempleo tiene un trabajo: servir al Señor en todo lo que haga. Afortunadamente, porque han sido lo suficientemente amables conmigo como para conservarme como su pastor, no he enfrentado el desempleo en algo de tiempo. Pero recuerdo cuando dejé el trabajo de la iglesia para regresar a los negocios en medio de una recesión, la transición duró más de lo que había anticipado. La primera docena de currículums pudo haber sido fácil de hacer, pero para ser honesto, después de un tiempo, fue bastante difícil mantener mi ética laboral cuando las probabilidades de éxito para cada carta de presentación parecían ser tan bajas. Por lo que es muy importante recordar esto. Ya sea que esa carta de presentación me consiga un trabajo o no, debería escribirla con excelencia porque la forma en que escribo refleja al Salvador al que sirvo. 

Usa bien el tiempo. Por supuesto, lo más probable es que sea imposible usar todo tu tiempo para encontrar un trabajo. Así que al igual que con la jubilación, el desempleo brinda una temporada de servicio especial y excepcional a otros. Tito 3:1 debería quedar grabado en nuestros corazones, al igual que en las otras dos temporadas que hemos tocado hasta ahora, debes estar listo para hacer lo que es bueno. Usa esa flexibilidad extra, ese tiempo extra, para hacer el bien que probablemente no podrías hacer durante una época de empleo. Lee esos libros que te faltan por leer. Piensa en programar ese almuerzo con un hermano más joven que necesita mentoría, recoge las hojas de tu vecino anciano. Si eres un esposo, asume lo que tu esposa normalmente hace para que ella pueda disfrutar de ese tiempo y flexibilidad adicional. Haz de tu temporada de desempleo un tiempo de crecimiento espiritual y de bendición para otros.

Brinda oportunidades para que otros hagan el bien. Una de las cosas más aleccionadoras acerca de un tiempo de desempleo es que nos hace apoyarnos en otros. Eso es algo bueno, no huyas de eso. Necesitarás que otros proporcionen oportunidades de empleo. Para ayudarte a prepararte para las entrevistas. Si tus ahorros se agotan, es posible que necesites que otras personas te apoyen con préstamos y donaciones. Quizá debas hablar con un anciano acerca de cómo depender del fondo de benevolencia de la iglesia. Parte de nuestra renuencia a hacer esto es divina, después de todo, Pablo dijo a los tesalonicenses que no deberían depender de nadie (1 Ts. 4:12). Pero gran parte de nuestra renuencia proviene de una autosuficiencia orgullosa y equivocada. Así que debemos reconocer que es bueno que otros nos amen de esta manera, porque al hacerlo pueden participar en el cuidado de Dios para con nosotros. Siempre que sea apropiado, los cristianos deberían acoger el ministerio de la dependencia.

Confía en Dios. Quizá la manera más significativa en que podemos estar desempleados para la gloria de Dios es al confiar en él en un tan tiempo difícil como este. Luego de superar el asombro de la pérdida de un trabajo, podemos enfrentarnos al desempleo llenos de fuerza, insistiendo en que vamos a confiar en Dios y usar bien nuestro tiempo. Pero si resulta ser que el tiempo de Dios para ese nuevo trabajo no concuerda con el nuestro, tener fe puede ser muy, muy difícil y muy, muy desalentador. Debemos recordar que es justo entonces que comienza la verdadera oportunidad. Piensa en Hebreos 11:6: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios». La fe por naturaleza es inmensamente incómoda. Duele. Queremos desesperadamente regresar a vivir por vista y no por fe. Pero es nuestra fe la que demuestra que Dios es suficiente. Es nuestra fe la que lo complace. Es por nuestra fe que somos considerados como fieles.

Así que por fe, confío que, independientemente de lo importante que es obtener un trabajo, lo que Dios está logrando en mi vida en este momento debe ser más importante. Así es como lucho contra la amargura, el enojo y la apatía. Así es como mi vida se convierte en un testimonio de su bondad. Así es cómo Dios se glorifica en mi temporada de desempleo.

Conclusión

Espero que puedas ver que estos llamados «excepcionales» son, de hecho, llamados normales. Más allá de los requisitos de nuestro llamado principal como cristianos, en cada temporada o situación a la que estemos llamados de manera secundaria, debemos trabajar como para el Señor, para su gloria, y por el bien de otros. Si podemos hacer esto en medio de todos los altibajos de la vida, entonces creo que nos complacerá escuchar las palabras: «¡Bien, buen siervo y fiel!… ¡Entra en el gozo de tu señor!».

 

[1] Guinness, El llamamiento, página 39.

[2] Lester J. Cappon, ed. «The Adams-Jefferson Letters» [Las cartas de Adams y Jefferson] 335. (Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, 1959).