Clases esenciales: Cómo Crecer

Cómo Crecer – Clase 12: Cultivar Frutos Espirituales (Parte 2)

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
15.05.2017

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Clase esencial
Como Crecer
Clase 12: Cultivar Frutos Espirituales (Parte 2)


I. Introducción:

Hoy vamos a intentar completar nuestro estudio acerca de cómo podemos trabajar para cultivar el fruto espiritual en nuestras vidas, y particularmente el fruto que Pablo lista en Gálatas 5: 22-23. Para refrescarnos, ¿alguien puede recordarnos lo que queremos decir cuando decimos “fruto espiritual”. ¿Qué es?

Así es, cuando decimos “fruto espiritual”, estamos hablando de la obra del Espíritu Santo en la vida de un cristiano. Tenemos en mente esas características únicas que no poseemos naturalmente pero que el Espíritu Santo obra en nosotros mientras seguimos sólidamente después de recibir a Cristo. Vamos a leer Gálatas 5: 22-23 juntos de nuevo:

Gálatas 5:22-23

22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

La semana pasada, nuestra breve reseña del libro de Gálatas, nos recordó que, si bien somos salvos únicamente por la gracia, y aun cuando nuestras buenas obras son en última instancia el producto del Espíritu interior de Dios, todavía estamos llamados a desempeñar un papel activo en el trabajo para cultivar estos frutos espirituales. John Sanderson, autor del libro El Fruto del Espíritu, dice:

El fruto físico crece porque es producido por una planta viva; puede incluso crecer cuando está desatendida. la analogía de la vida cristiana es obvia. El cristiano es una nueva criatura, una rama en la vid; sin embargo, él es responsable de tomar parte activa en la producción del fruto. La Biblia no sabe nada de frutos silvestres en el área de la santificación cristiana.

Por lo tanto, equipados con este entendimiento de que nuestro papel en cultivar el fruto del Espíritu es activo, retomemos Gálatas 5:22, y comenzaremos donde lo dejamos, con “bondad”.

II. Bondad

La amabilidad bíblica no es ser amable y útil con otras personas con el propósito de ganarlas para tus propios fines. Ahora bien, está claro que podemos tratar a otras personas con amabilidad para manipularlas. ¿Alguna vez has colaborado a alguien con la orgullosa esperanza de conseguir algo a cambio? ¿Alguna vez has dado a alguien un regalo con la esperanza de que, en respuesta, tenga una opinión privilegiada de tí?

Hay muchos ejemplos bíblicos de este tipo de bondad falsa. ¿Qué hay de la “bondad” de Jacob al prepararle a su hermano Esaú un poco de estofado? ¿Qué podría ser más amable que compartir su comida con su hermano mayor hambriento – ¿verdad? Pero la Palabra de Dios revela claramente el corazón de Jacob – él quería el derecho de primogenitura de Esaú. Y lo consiguió, a cambio de un plato de lentejas.

Satanás no era ajeno a tal bondad falsa. Vemos esto cuando él estaba tentando a Jesús en el desierto, como se registra en Lucas 4: 5-7. Satanás le ofreció a Jesús la adoración de todo el mundo. Pero había una condición, primero Jesús tendría que adorarlo a él. Satanás usó la bondad, o al menos la apariencia de ella, para tratar de manipular al Hijo de Dios para su propio beneficio.

La bondad bíblica es exactamente lo contrario. Es la extensión de la benevolencia a las personas que pueden ser o no amables o cariñosas o incluso consideradas todo lo contrario. La palabra “bondad” no se usa a menudo en el Nuevo Testamento, pero la raíz griega de la palabra se relaciona con “benevolencia” y “utilidad”. Así, podemos decir con confianza que ser bondadoso, bíblicamente, significa mostrar desinterés, tener el objetivo de buscar y hacer el bien a los demás, no a nosotros mismos.

Piensa en la parábola del Buen Samaritano. Vemos en esa historia una increíble falta de bondad demostrada por un sacerdote y un Levita. Caminan justo más allá del hombre en necesidad. “¿Qué puede hacer él por nosotros? No mucho”, ese es el diálogo interno que parecen sugerir sus acciones. El samaritano, por otra parte, fue movido por la compasión a hacer algo para ayudar al hombre herido; él actuó, fuera de cualquier motivación para ganar algo personalmente. Esta es la verdadera bondad que agrada a Dios.

Nuestro Dios es perfectamente amable. Lo vemos en el evangelio. Él miró hacia abajo a toda una raza perdida en pecado y rebelión, y decidió enviar a Su Hijo, Jesucristo, para rescatarnos de la eterna destrucción a gran costo para Él mismo – Jesús murió en la cruz en nuestro lugar. Jesús fue completamente desinteresado al negarse a sí mismo por nosotros. Pablo habla de la bondad salvadora de Dios en Tito 3: 4-5, diciendo:

Tito 3:4-5

4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.

Entonces, ¿cómo podemos cultivar la bondad? Bueno, para ser amable, debemos ser humildes. Los hombres orgullosos consideran a los demás menos valiosos. Ellos no se inclinarán para ampliar el tipo de servicio desinteresado que hemos estado considerando. Una persona orgullosa no se parece en nada a Jesús, que se humilló a sí mismo para mostrar bondad infinita incluso a sus enemigos, a pecadores como tú y yo.

Además, para ser amables, debemos evitar el individualismo espiritual. Sí, somos salvos como individuos, por medio de la fe en la muerte y resurrección de Jesucristo en nuestro nombre. Pero, esta salvación nos hace parte de la iglesia, el cuerpo eterno de Cristo. Como dice Pablo en 1 Corintios 12:

1 Corintios 12:24-25

24 Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, 25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.

No hay categoría bíblica para los cristianos solitarios. Hemos sido dotados como creyentes individuales para servir uno al otro con bondad, y también para mostrar bondad al mundo incrédulo al presenciar la gracia de Dios en el evangelio de Jesucristo.

Así, para cultivar el fruto de la bondad, estudia tu propio pecado. Medita en la bondad que Dios te ha mostrado en Cristo, y que esto destruya tu orgulloso egoísmo. Ora y pídele a Dios que vuelva tu corazón hacia los demás en verdadera bondad de Cristo.

III. Bondad

La bondad bíblica no es simplemente la apariencia de ser bueno, albergando al mismo tiempo malos deseos interiormente. La bondad bíblica no es hipócrita. Dios ha dicho muy claro que Él aborrece la falsedad, poniendo en claro que confronta esa actitud. En el primer capítulo de Isaías, Dios condena a su pueblo Israel por su infidelidad a él.  Él les dice esto a éllos…

Isaías 1:13-14

13 No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. 14 Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas.

En el Nuevo Testamento, tenemos un ejemplo de falsa bondad en la historia de Ananías y Safira en Hechos 5: 3-5. Esta pareja vendió alguna propiedad, y dieron una parte de los ingresos a la iglesia. Pero, en su hipócrita deseo de parecer buenos, afirmaron haber dado todos los beneficios. Pedro les informó que habían mentido a Dios, y ambos literalmente cayeron muertos.

El odio abierto de Dios a la falsa bondad debe conducirnos a preguntarnos cómo jugamos al hipócrita en nuestras propias vidas. ¿Elegimos los ministerios eclesiásticos de los que debemos ser parte en base a lo público que son? Cuando evangelizamos o servimos, ¿nuestros corazones se desvían hacia la consideración de cómo tales actividades construirán nuestro curriculum espiritual? ¿Creemos que somos más “buenos” si nuestros tiempos devocionales son más largos que los de nuestros amigos?

Entonces, ¿qué es la bondad auténticamente cristiana? Es la búsqueda de la belleza moral en nuestros deseos y acciones. La bondad se parece mucho a la categoría bíblica de rectitud. El teólogo Tom Schreiner, Daniel y el padre de Patrick, ha escrito sobre esto: “Aquellos que tienen el Espíritu de Dios están fortalecidos para vivir vidas de belleza moral, y su decencia brilla en un mundo arruinado por el mal”.

El concepto bíblico de “bueno” lleva dos connotaciones principales: la primera es “impecable” y la segunda significa “saliente”. El profeta Daniel es un excelente ejemplo del aspecto “impecable” de la bondad. Sus enemigos trataron de encontrar algo, cualquier cosa que pudieran usar para arrastrar a Daniel. Pero leemos en Daniel 6: 4,

Daniel 6:4

Entonces los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado al reino; mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él.

El interés de Daniel era agradar a Dios, no al hombre. En este sentido, era impecable. Que todos nosotros llevemos vidas tan buenas, que los enemigos de Dios no encuentren hipocresía en nosotros, y que a pesar de ellos mismos se vean obligados a admitir que Cristo nos está haciendo buenos por su Espíritu.

Pero, la bondad también connota un espíritu saliente. El que es bueno, hace el bien. No es una condición del corazón solamente. Dios mismo, que es la perfección de la bondad, actúa en Su bondad. En Lucas 6:35, Jesús dice:

Lucas 6:35

Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.

Una excelente manera de cultivar la bondad es estar regularmente propenso a despertar tu afecto e interés por lo que es verdad, lo que es bello y, en última instancia, bueno. La memorización de las Escrituras puede ser especialmente útil para esto. Si estás guardando la Palabra en tu corazón, élla, llevará el fruto de la bondad a tu vida.

Otra excelente manera de cultivar la bondad es estar dispuesto a aceptar la amonestación y la reprensión. Con frecuencia no estamos conscientes de nuestro propio pecado. Y como pecadores orgullosos, no nos gusta que nuestros pecados sean señalados por aquellos que lo ven. Pero, si realmente deseamos crecer en la bondad, debemos estar dispuestos a escuchar y recibir corrección. En Romanos 15:14, Pablo, hablando con creyentes aparentemente maduros, dice esto:

Romanos 15:14

Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros.

Los creyentes en Jesucristo debemos ser capaces y estar dispuestos a hablar unos a otros acerca del pecado en nuestras vidas. Ora para que tú también estés dispuesto, con toda humildad y amor, a señalar el mal en la vida de tus compañeros creyentes para ayudarles a crecer en bondad. Y ora para que estén dispuestos a escuchar y aceptar la amonestación como el acto amoroso de un hermano o hermana en Cristo que quiere ver la bondad de Dios brillando aún más en su vida.

IV. Fidelidad

La infidelidad se define mejor como la desobediencia hacia Dios. A menudo en las Escrituras vemos esta conexión entre la desobediencia y la infidelidad, como en este pasaje en 1 Crónicas:

1 Crónicas 10:13

Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina.

La desobediencia manifiesta es obviamente una falta de fidelidad. Pero, tal vez sea más común entre los cristianos nuestra obediencia a medias, es decir, con un corazón poco dispuesto. Obedecemos, pero sólo en parte. U obedecemos pero a regañadientes. Vemos la respuesta de Dios a tal infidelidad en el libro de Malaquías. El pueblo de Dios le estaba trayendo sacrificios a medias, y Dios les dice esto:

Malaquías 1:8

Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.

Sabemos la respuesta. Entonces, ¿cómo se mostraría tal infidelidad en nuestras vidas? ¿Qué tal si aplazas un proyecto en el trabajo o un deber en la escuela, luego luchas para hacerlo la noche anterior y entregas un trabajo de mala calidad? ¿Qué tal un padre que a veces elige no disciplinar a su hijo porque no parece tener ningún efecto, o porque está demasiado cansado? ¿O el miembro de la iglesia que sonríe y agita a todos el domingo, pero nunca toma realmente el tiempo para llegar a conocer o servir a alguien?

Ser fiel es ser leal y confiable, ser alguien con quien la gente puede contar para hacer lo que se supone que debes hacer. La fidelidad bíblica es una determinación para perseverar en seguir la Palabra de Dios de todo corazón, incluso si esto cuesta nuestro bienestar financiero o reputación.

¿No encuentra esta definición de fidelidad su ejemplo perfecto en Jesús mismo? Creía que cada palabra de su Padre Celestial era verdadera y debía ser obedecida. Y Él perseveró en seguir los mandamientos de Su Padre Celestial, todo el camino hasta la cruz. Jesús sabía que la fidelidad a Dios le costaría la vida, pero dijo…

Lucas 22:42

Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

Estamos llamados a la fidelidad porque el Dios a cuya imagen somos hechos es Él mismo perfectamente fiel. En el Salmo 89: 2, el salmista dice: “Yo declararé que tu amor permanece firme para siempre, que estableciste tu fidelidad en el cielo mismo“. La fidelidad de Dios es perfecta. Siempre cumple Sus promesas, siempre cumple lo que dice que hará. Esta es la verdadera fidelidad que estamos llamados a exhibir.

Podemos cultivar la fidelidad meditando en la Escritura. No puedes ser fiel a Dios si no sabes lo que Él te llama a ser y a hacer. Meditar en la Escritura nos recuerda la fidelidad de Dios para con nosotros. Tenemos ya cumplidas tantas de las promesas de Dios al leer la Biblia – que estas deben darnos corazón, deben llevarnos a confiar y obedecerle en respuesta.

¿Otro motivador de la fidelidad? El regreso inminente de Cristo. En Mateo 24 Jesús dice esto:

Mateo 24:45-46

45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? 46 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

Si estamos expectantes esperando el regreso de Jesús, queremos que nos encuentre sirviéndole fielmente cuando Él regrese, lo cual podría ser en cualquier momento.

V. Dulzura

Creo que a veces cuando pensamos en cosas que son suaves pensamos en almohadas mullidas y en pieles de conejos. Pero en la economía de Dios, la dulzura no es sinónimo de debilidad o falta de valor y fuerza.

Como los otros frutos del Espíritu, podemos poseer una falsa mansedumbre. Una dulzura que busca evitar el conflicto a toda costa. Tampoco es la mansedumbre la falsa modestia o el autodesprecio. No, bíblicamente, “dulzura” y “mansedumbre” (o humildad) significan casi lo mismo – ambas tienen que ver con las ideas de gran poder que se ejerce con gran moderación y gran cuidado.

En el Antiguo Testamento, tenemos un hombre que en realidad es elegido por su mansedumbre, Moisés. “Y Moisés era un hombre muy humilde, más humilde que cualquiera en la faz de la tierra”, leemos en Números 12: 3. Esta descripción de Moisés como manso viene en el contexto de su ser en una posición de fuerza, de liderazgo.

Y vale la pena señalar que justo antes de esta descripción de Moisés, nos dicen que su posición de autoridad fue atacada por sus propios hermano y hermana. La gentileza bíblica asume gran poder, pero este poder no se utiliza en defensa propia. Más bien, la dulzura transmite el juicio a Dios. Entonces elegimos responder de una manera silenciosa y humilde, consistente con una comprensión de quiénes somos en Cristo, y de quién es Dios.

Jesús es la personificación de la verdadera dulzura. La profecía de Isaías acerca de Jesús incluyó esta descripción tierna y suave:

Isaías 42:2-3

2 No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. 3 No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia.

Y Pedro nos recuerda que vemos la mansedumbre de Jesús preeminentemente en la cruz, en el evangelio, en 1 Pedro 2:23:

1 Pedro 2:23

Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.

La suavidad bíblica asume gran fuerza, pero esta fuerza nunca se utiliza con dureza, violencia o agresividad. En su lugar, se utiliza para proteger a los débiles, para servir a los más indefensos. ¿No nos trata Dios con tanta delicadeza en Cristo, restaurándonos suavemente cada vez que nos arrepentimos del pecado y buscamos Su perdón? Alabemos a Dios porque tenemos un Dios Salvador que se describe a sí mismo como manso y humilde de corazón.

¿Una forma de cultivar la dulzura? Una vez más, al meditar en la Palabra de Dios, y en particular en los versículos que enseñan cómo debemos ver a otras personas. Por ejemplo, en Mateo 12:12, Jesús dice que el hombre es mucho más valioso que las ovejas. Eso es alentador. Pero el punto es éste: nuestros semejantes humanos están hechos a la imagen de Dios, y es para pecadores como ellos, y como nosotros, que Cristo se entregó a la muerte en la cruz. Debido a estas verdades, las personas que conocemos cada día son inmensamente valiosas. Nosotros como creyentes debemos tratarlos suavemente, con gran cuidado, y no con agudeza y palabras o actitudes ásperas.

VI. Auto-Control

El autocontrol es un término contundente. Pero cuando la Biblia habla de autocontrol, no se trata de la fuerza de voluntad, ya sabes, apretar los dientes, bajar la cabeza y hacer lo que tenemos que hacer. Estoy seguro de que la mayoría de nosotros aquí en un momento u otro hemos intentado hacer cambios en nuestras vidas a través de este método – y, si eres como yo, probablemente no ha funcionado sobre una base consistente (o si ” Eres realmente como yo, probablemente has fracasado miserablemente).

Tampoco es el autocontrol bíblico meramente negociar en un pecado por una solución que es menor que el ideal empoderado por el Espíritu que Dios nos ofrece. Digamos que tú luchas con la ira, con el hecho de ser físicamente violento cuando las cosas no van a tu manera. Y digamos que tú estás condenado por ello y más bien por eso arremetes físicamente, tú comienzas a tomar represalias verbalmente cuando te sientes despreciado. No se trata de dar un puñetazo contra la pared, ni de una vocecita socarrona bajo tu respiración. Este tipo de sustitución de un pecado por otro pecado, no es de lo que estamos hablando aquí. Eso no es el autocontrol forjado por el Espíritu.

John Sanderson dice: “Hay una especie de autocontrol que puede rechazar un acto pecaminoso en particular; pero si ese autocontrol rechaza la gracia de Dios, el resultado es realmente sólo el comercio de un pecado por otro “. En última instancia, tratar de” hacerlo nosotros mismos “es un rechazo de la oferta de Dios de una vida basada en Su gracia, Sus recursos – Y esto es ofensivo para Él, porque no vemos que Su camino es el mejor.

Entonces, ¿qué es el autocontrol bíblico? Es la contención de los deseos malvados de la carne para la gloria de Dios.

Una vez que llegamos a Cristo en la fe, se nos da un nuevo objetivo preeminente en la vida: glorificar a Dios. Y, se nos da el Espíritu Santo, que puede darnos poder para perseguir ese fin con éxito. Ahora tenemos la capacidad de ejercitar el autocontrol, de elegir lo que es objetivamente mejor en cada situación: la gloria de Dios.

Un ejemplo de tal dominio auto-controlado por el Espíritu está en Hechos 23, donde Pablo es interrogado por el Sanedrín. Un funcionario ordena injustamente que un guardia le dé una bofetada. En respuesta, Pablo dice: “¡Dios te atacará, pared encalada!” En esa situación, Pablo tenía todas las razones para estar enojado, y decirle al funcionario que su santidad era meramente externa, y eso era en realidad una evaluación exacta. Pero entonces, alguien le señala a Pablo que era el sumo sacerdote al que gritaba. Y entonces, Paul se somete instantáneamente a la Palabra de Dios, diciendo:

Hechos 23:5

Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.

En el contexto de un juicio injusto, la posibilidad de ser linchado por una multitud enojada, y la injusticia de ser golpeado, no es nada sorprendente que Pablo fuera capaz, instantáneamente, de recordar la Palabra de Dios, de controlar sus emociones y de disculparse. Todos somos pecadores, así como Pablo. Pero debemos apreciar el hecho de que tan pronto como Pablo oyó la voz de Dios a través de Su Palabra, él reinó y obedeció.

Pablo también habla de este tipo de autocontrol en 1 Corintios 9, haciendo una analogía entre la vida cristiana y el entrenamiento para un evento atlético. Los atletas se entrenan tan rigurosamente como lo hacen por una razón: quieren ganar el premio. Pablo dice esto:

1 Corintios 9:25

Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible

Como creyentes, el premio al que nos dirigimos es la salvación final de nuestras almas y la perfección de nuestro gozo en el regreso de Jesucristo. Si este es realmente nuestro objetivo más alto, desearemos menos todas las demás cosas, y así por el poder del Espíritu Santo seremos capaces de controlarnos a nosotros mismos cuando seamos tentados por cualquier cosa menor.

Para cultivar el autocontrol, primero debemos cultivar nuestra relación con Jesucristo. ¿Estás hablando con Dios en oración? ¿Estás dependiendo de Él diariamente por la fe? ¿Estás cada vez más admirado de la belleza de Cristo? ¿Tienes una relación personal con tu Salvador?

Además, nunca debemos creer la mentira de que el autocontrol está fuera de cuestión en ciertas situaciones o en determinadas facetas de nuestras vidas. Si tú eres un cristiano, entonces tú tienes que vivir con el mismo Espíritu Santo que la Escritura nos dice que resucitó a Jesús de entre los muertos. Seguramente este Espíritu también puede ayudarte a contener tu ira. Seguro que puede ayudarte a decirle no a la lujuria, a la glotonería, a la ansiedad o a la desesperación. Seguramente Él puede capacitarte para obedecer a Dios incluso en aquellas áreas que son naturalmente más difíciles para tí.

VII. Conclusión

Seguramente tenemos trabajo que hacer en este proceso de crecimiento en la fecundidad, después de todo, esta clase es sobre cultivar el fruto del Espíritu, y el cultivo ¡puede ser trabajo duro! Pero nunca olvides que es; en última instancia, el fruto del Espíritu, así que nunca olvides ir a Dios y pedirle que trabaje en tu corazón para crecer en el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la bondad, la humildad, la fidelidad, el auto control. Ora regularmente para que Dios te llene con Su Espíritu, para que el fruto que Él desea desborde en tí.

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