Discipulado

¿Cómo buscar una relación de discipulado en mi iglesia?

Por Aubrey Coleman

Aubrey Coleman vive en Charlotte, Carolina del Norte, con su esposo, Chad, y sirve junto a él en la Iglesia Bautista de Oakhurst. Ella es consejera bíblica con una maestría en consejería cristiana del Seminario Teológico Reformado. Además enseña y escribe con un profundo amor por la Palabra de Dios y un deseo por compartir con otros el poder transformador del evangelio.
Artículo
13.02.2022

El verano pasado, en un club de lectura que tuve en mi casa, algunas mujeres de mi iglesia en diferentes etapas de la vida nos reunimos para leer y discutir juntas un libro cristiano. Este grupo generalmente se quedaba hasta tarde para seguir hablando y haciendo preguntas. Nos regocijábamos por las historias de la fidelidad de Dios en las vidas de las demás. Nos animábamos y estimulábamos mutuamente a través de las dificultades. Buscábamos consejo y sabiduría, e íbamos a las Escrituras.

Momentos como estos me recuerdan el tesoro que encontramos en las relaciones de discipulado. La vida cristiana viene con preguntas. Esas preguntas cambian en las diferentes temporadas de nuestras vidas, y necesitamos la ayuda de aquellos que han caminado antes que nosotras. Dios no tiene la intención de que caminemos solas: “Lleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo” (Gál. 6:2).

Aunque la mayoría de nosotras reconocemos la importancia del discipulado, a menudo luchamos por encontrar y buscar esas relaciones en nuestras propias vidas. Mientras pensamos en alguien en nuestra iglesia que pudiera ayudarnos a caminar fiel, obediente, y humildemente con Dios, aquí hay algunas cosas que debemos tener en cuenta.

¿QUIÉN ES FIEL?

Cuando consideres reunirte con alguien, simplemente pregúntate: ¿es ella fiel? Tomar como referencia a Tito 2:1-7 es una excelente base para entender qué es la fidelidad. ¿Es ella miembro de mi iglesia? ¿Sirve fielmente en la temporada de vida en la que se encuentra? ¿Es puntual a sus compromisos? ¿Anima a los demás? ¿Ama la Palabra de Dios?

Debes poder identificar rápidamente a hombres y mujeres fieles en tu iglesia. Si tienes problemas para discernir, pídele a tus ancianos y pastores que te recomienden santos fieles a los que puedas acercarte.

¿CON QUIÉN ME CONECTO FÁCILMENTE?

Entre los muchos fieles, ¿con quién te conectas? Puedes tener una gran conexión con alguien al instante. En algunas situaciones, naturalmente servirás junto a otros hombres y mujeres que ya están haciendo una inversión espiritual en ti. El discipulado ciertamente puede ocurrir orgánicamente, pero no siempre podemos esperar que suceda de esa manera. Puede tomar más tiempo y esfuerzo. ¡Incluso puede parecer un poco como llevar a alguien a una cita! No vaciles. Invita a alguien a tomar un café y proponte conocerla.

¿Te animó la conversación? ¿Deseas aprender de ella? ¿Es fácil compartir tu vida con ella? ¿Es fácil tener conversaciones espirituales?

SOLO PREGUNTA

Podemos tratar de complicarlo más de lo necesario, o esperar que alguien nos busque, pero no es necesario escribir un texto o presentar una propuesta de discipulado elaborada. ¡Solo pregunta! Si alguien viene a mí desanimada por la falta de relaciones de discipulado, primero le digo: “¿Has iniciado un discipulado con alguien?”. Muchas veces, cuando nos acercamos a una persona, eso les alienta. Hay un sentimiento profundamente gratificante y empequeñecedor cuando a uno le piden que discipule a alguien más.

Esto no significa que todas podrán decir que sí, pero esa es la belleza de buscar más de una relación de discipulado. Nuestra necesidad de rendir cuentas no debe descansar en una persona, sino en muchos miembros. Si tú eres miembro de una iglesia, te has comprometido a ser de edificación para otros en la fe. Por lo tanto, el discipulado no debe ser una relación exclusiva entre unas cuantas personas, sino una búsqueda normal entre todos los miembros de la iglesia.

Expectativas correctas

El discipulado no siempre se ve igual. Puede lucir como una reunión semanal, cada dos semanas, mensualmente, o cuando lo permitan sus dos horarios. Puede lucir como leer un libro de la Biblia, estudiar juntas, leer libros, orar, o simplemente reunirse para compartir su vida y animarse unas a otras. El discipulado de vida a vida es literalmente entrar en la vida de otro: las partes dulces, las partes difíciles, y todo lo que hay en el medio.

El discipulado es comprometerse a ayudar a las personas donde están, con verdades saturadas del evangelio, gracia, y amistad. Puede lucir como sentarse en una cafetería, salir a caminar, o reunirse para cenar. Pero a veces, “comprometerse a ayudar a las personas donde están” significa ayudar en los momentos menos pacíficos de la vida. Pueden hablar en un juego de fútbol sobre uno de sus niños, por teléfono después de haber tenido que cancelar su tiempo juntas, mientras comparten un recorrido en automóvil, o mientras están haciendo juntas un proyecto de mejoras para el hogar.

Necesitamos expectativas realistas en nuestras relaciones de discipulado. La forma real de la relación no importa tanto como el deseo comprometido de alentarnos unas a otras en la fe.

El discipulado es una alegría y un privilegio

Nunca estaré fuera de la necesidad de discipulado, ni del mandato a discipular.

Las mujeres que invirtieron su tiempo en mis primeros años como nueva creyente me ayudaron a madurar en la fe, y me enseñaron a practicar importantes disciplinas espirituales. Sus vidas se parecían mucho a la mujer mayor en el pasaje de Tito 2: de comportamiento reverente, no dada a los chismes, no bebiendo en exceso, enseñando lo que es bueno, alentando a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos. Incluso hoy sigo buscando relaciones interpersonales con mujeres mayores porque necesito su sabiduría en mi vida.

Además, he encontrado que es un gran regalo alentar y equipar a los creyentes nuevos y jóvenes en su fe. Discipular a otros exige que yo viva como una mujer de Tito 2. Al hacerlo, Dios me ha usado para fortalecer a otros en su fe, ¡y me han alentado y desafiado profundamente! Nunca estaré fuera de la necesidad de discipulado, ni del mandato a discipular.

Es un privilegio y una alegría saber que Dios nos hace como su Hijo. Y es su gesto tierno y amoroso el que nos provea de ayuda en el camino.

 

Artículo publicado primero en Coalición por el Evangelio