Clases esenciales: Antiguo Testamento

Antiguo Testamento – Clase 1: Introducción al Antiguo Testamento

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
21.03.2018

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Clase esencial
Panorama del Antiguo Testamento
Clase 1: Introducción al Antiguo Testamento


Introducción al curso

¡Bienvenido al seminario básico «Panorama del Antiguo Testamento»! El inicio de 52 semanas a lo largo de toda la Biblia. La clase está diseñada para que puedas beneficiarte incluso si recibes solo unas pocas semanas aquí y allá. Pero también está diseñada a fin de que el todo sea mejor que la suma de sus partes, porque así como toda la Biblia se une como sola narración, todas estas clases encajan entre sí. Así que me gustaría animarte a hacer el compromiso de tomar el tiempo para estudiar toda la Biblia durante el próximo año. Esta es una oportunidad para reducir la marcha, tomarnos nuestro tiempo y profundizar aun más en la Palabra de Dios. Que podemos ser convencidos, instruidos y renovados.

¿Por qué estudiar el Antiguo Testamento?

Ahora bien, antes de comenzar, me gustaría enfocarnos en el Antiguo Testamento y establecer algunos objetivos específicos para nuestras 26 semanas en estos 39 libros. ¿Por qué estudiar el Antiguo Testamento? ¿Simplemente para tener contexto literario para el Nuevo Testamento? Permíteme exponer dos propósitos para estudiar el Antiguo Testamento.

  1. Primero, el Antiguo Testamento revela el carácter de Dios de una manera que el Nuevo Testamento no lo hace. En el Nuevo Testamento, tenemos el beneficio de una gran claridad y el beneficio de considerar a Dios de este lado de Cristo. Pero mientras que el Nuevo Testamento fue escrito en una generación, el Antiguo Testamento se extiende por miles de años. Y aunque vemos el carácter de Dios manifestarse a lo largo de la historia del Antiguo Testamento, hay una cierta profundidad y riqueza que pasamos por alto. La diferencia está entre una imagen totalmente clara por un lado (la imagen del Nuevo Testamento), y una película ligeramente granulada pero de una hora de duración (el Antiguo Testamento), por el otro. Una cosa es leer sobre la paciencia de Dios en 2 Pedro, por ejemplo: «El Señor no retarda su promesa… sino que es paciente para con nosotros» (3:9). Y otra cosa muy distinta es ver la paciencia de Dios con su pueblo rebelde en el desierto de Sinaí. Y de nuevo en la Tierra Prometida, a lo largo de los jueces, y la monarquía, durante el exilio, y aun más allá. El mismo Dios. Las mismas promesas. La misma rebelión. La misma paciencia. El Antiguo Testamento ofrece un lente distinto con el cual mirar el carácter de Dios. Y a medida que vemos su carácter reflejado en tanta historia, hay una profundidad y riqueza que no podemos experimentar en el Nuevo Testamento. Ese es nuestro primer propósito para este estudio.
  2. Segundo: El Antiguo Testamento nos habla de Jesús. Y lo hace de tres formas:
    1. Es el contexto para los acontecimientos del Nuevo Testamento. Para que podamos estar seguros históricamente. Pero también temáticamente. Desde el sacrifico de Abraham, por ejemplo, Dios paso 2000 años preparándonos para la idea de un sustituto a nuestro favor. Así es cómo entendemos lo que hizo Jesús en la cruz.
    2. El Antiguo Testamento es la fuente de, según un recuento, 295 referencias y 600 alusiones en el Nuevo Testamento que nos ayudan a comprender quién es Jesús. Los escritores del Nuevo Testamento claramente esperan un conocimiento práctico del Antiguo Testamento[1].
    3. Y más que una ayuda para conocer mejor el Nuevo Testamento, Jesús mismo dice que el Antiguo Testamento enseña acerca de él. (Lucas 24:44) Este fue el Jesús que hizo la asombrosa declaración de que él vino a cumplir la Ley y los Profetas (5:17). La Biblia, en su totalidad, es un libro acerca de Jesús.

Si pudiera resumir todo el Antiguo Testamento en una simple frase sería: «Promesas Hechas». Aprendemos de nuestra necesidad de las promesas de Dios, somos pecadores, incapaces de salvarnos y condenados al infierno por un Dios justo. Sin embargo, aprendemos de nuestro Dios hacedor de promesas, quien en su misericordia nos promete lo que nunca seríamos capaces de alcanzar por nosotros mismos. De igual forma, como veremos más adelante en este curso, el mensaje del Nuevo Testamento es «Promesas Cumplidas». Específicamente en Jesucristo.

Entonces, ¿cómo son las «Promesas Hechas»? Durante el resto de la clase, voy  a recorrer el Antiguo Testamento de principio a fin. No una, sino tres veces diferentes. La primera vez será para orientarte, para presentarte a cada libro del Antiguo Testamento. Luego, retrocederemos y lo recorreremos nuevamente, esta vez viendo nuestra necesidad de las promesas de Dios, la historia de su santidad y de nuestro pecado. Y finalmente, miraremos la historia de su promesa, la cual en última instancia, nos lleva al ministerio de Jesucristo.

Panorama histórico

La Biblia empieza en la página 1, en Génesis 1:1, con la creación de Dios del universo, de la nada. Y la corona de su creación, el ser humano, hecho a su imagen para reflejar su carácter. Esto son los capítulos 1 y 2 de la Biblia. Más adelante, en el capítulo 3, los primeros humanos de Dios le desobedecen y todo el cosmos cae en ruinas como consecuencia.

La narrativa continúa con las cosas yendo de mal en peor. Y luego, en Génesis 12, Dios comienza su plan de redención, llamando a Abraham para ser el primero de su nuevo pueblo. Dios lo conduce, y finalmente a su familia, a su lugar, la Tierra Prometida de Canaán. Después de una serie de giros providenciales, este pueblo termina como esclavo en Egipto, sin embargo, se reproducen rápidamente hasta convertirse en una gran nación.

Más tarde, Moisés libera a la nación de Egipto. Dios le da a Israel la ley, convirtiéndolos en su pueblo especial. Y les da la tierra que había prometido donde este pueblo especial debe vivir y reflejar el carácter de Dios a las naciones. No obstante, en lugar de reflejar el carácter de Dios, hay confusión política y moral durante el gobierno de líderes llamados jueces.

Después de algunos siglos, el pueblo pide y recibe un rey en la persona de Saúl, y luego David procede a Saúl. El reinado de David es el que mejor representa el arquetipo de un reino en el que el escogido de Dios y la Palabra de Dios gobiernan a su pueblo en su lugar escogido. El reino posiblemente alcanza su tope en el tiempo de la prosperidad y la construcción del Templo por el hijo de David, Salomón. Pero David es pecador y sus descendientes son peores; claramente este no es el plan completo de Dios. El reino se divide en dos. Ambas partes de la nación ahora dividida caen en idolatría, hasta que finalmente Dios destruye a la mitad del norte durante el Imperio asirio. Poco más de un siglo después, exilia al reino del sur a Babilonia. Muchas generaciones pasan en el exilio, y luego el pueblo regresa y reconstruye el Templo y el muro de Jerusalén. Y aquí termina la historia del Antiguo Testamento, con el pueblo reducido a una posición de máxima desesperación y dependencia de Dios.

Esta es la narrativa recogida en los 39 libros del Antiguo Testamento. Puedes dividirlos colocando los primeros diecisiete libros en una categoría, la narrativa de la creación hasta el regreso de los exilios de Babilonia. La siguiente sección de la Escritura es llamada los Escritos: desde Job hasta Cantar de los Cantares. Y los últimos diecisiete libros son los Profetas: desde Isaías hasta Malaquías. Hablaré ordenadamente acerca de cada uno de ellos.

Libros narrativos

  • Génesis describe cómo fueron creados el mundo y los primeros humanos; la perfección de esa creación intacta, cómo entró el pecado al mundo y cómo Dios inicia su plan de salvación a través de Abraham. Pero a pesar de las instrucciones de Dios a Abraham, de vivir en la Tierra Prometida, Génesis cierra con su pueblo en Egipto.
  • Éxodo encuentra a los descendientes de Abraham como esclavos en Egipto, y constituye la gran entrada de Dios al escenario mundial mientras encamina a la nación más poderosa del mundo para traer de vuelta a su pueblo a su tierra.
  • Levítico presenta un corto relato de las leyes de Dios dadas a su pueblo en el desierto. La santidad es el tema de Levítico.
  • Números cuenta en su mayoría la historia del pueblo en su viaje hacia la Tierra Prometida, su rebelión y la constante fidelidad de Dios.
  • Deuteronomio presenta la segunda entrega de la ley (deutero=segundo, nomos=ley).
  • Josué describe la conquista de la Tierra Prometida unos 400 años después de la salida del pueblo de Dios.
  • Jueces es el triste relato de la vida en la Tierra Prometida: el pueblo transgrede continuamente la ley, y los tiempos fueron bien resumidos con la frase: «En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jueces 21:25).
  • Rut es una corta historia durante los días de los jueces, preparando el camino para el rey David.
  • 1 y 2 Samuel tratan acerca del último juez, Samuel; el «falso arranque» de un rey, Saúl, y el primer rey verdadero, David.
  • 1 y 2 Reyes registran los descendientes reales de David mientras estos conducen al pueblo a la idolatría, y eventualmente a la aniquilación de las diez tribus del norte y el exilio para las dos del sur.
  • 1 y 2 Crónicas cuentan la misma historia. Pero en lugar de explicar por qué ocurrió el exilio —el mensaje de los Reyes—, apuntan a la salvación final de Dios.

Los últimos tres libros de historia tratan acerca del exilio y el regreso del exilio:

  • Esdras describe el regreso de los judíos de su cautividad y la reconstrucción del templo.
  • Nehemías continúa la historia al describir la reconstrucción de los muros de Jerusalén, un cumplimiento parcial de las promesas de Dios a su pueblo.
  • Ester es el último libro de historia: un relato acerca del rescate providencial de Dios de la comunidad judía durante el exilio. 

Los Escritos

Los libros del medio del Antiguo Testamento son grandes colecciones de literatura sapiencial, poemas devocionales y literatura ceremonial del Templo.

  • Job es una historia acerca de un hombre justo que es probado por Dios.
  • Los Salmos son oraciones poéticas de alabanza, confesión y lamento a Dios.
  • Proverbios presenta la sabiduría de Salomón y otros en relación con asuntos prácticos de la vida.
  • Eclesiastés, de nuevo, probablemente escrito por Salomón, narra la búsqueda de un hombre por el camino a la felicidad e importancia en este mundo.
  • Cantar de Cantares es la colección de canciones de amor entre un novio y su novia. 

Los Profetas

La última colección de libros en el Antiguo Testamento es los Profetas. Estos diecisiete libros presentan la opinión de Dios de la historia de Israel, específicamente acerca de la desobediencia de Israel.

  • Isaías fue un profeta en el reino del sur, llamado Judá. Los primeros treinta y nueve capítulos son profecías que conducen al cautiverio. Los últimos capítulos apuntan a una futura restauración y redención.
  • Jeremías profetizó en Jerusalén durante los años en que la ciudad fue sitiada. Continuó profetizando durante siete años después de que la ciudad cayera en el año 586 a. C.
  • Lamentaciones es el lamento de Jeremías por la destrucción de Jerusalén.
  • Ezequiel profetizó en Babilonia durante este tiempo acerca de la futura caída de Jerusalén y la última restauración de Dios de su pueblo.
  • Daniel, parte profecía y parte historia, registra cómo Dios demostró ser el gobernador del mundo incluso cuando su pueblo se encontraba cautivo en Babilonia.
  • Oseas profetizó al reino del norte (llamado Israel) al mismo tiempo que Isaías. Dios usó a la esposa adultera de Oseas como un vivo ejemplo de la infidelidad de Israel.
  • Joel predicó acerca del juicio venidero de Dios sobre el reino del sur, y la bendición de Dios que vendría después de su arrepentimiento. Ese es realmente el bosquejo para la mayoría de estos profetas.
  • Amós, otro contemporáneo de Isaías, predijo el juicio y la restauración del reino del norte.
  • Abdías comunicó su breve profecía de juicio contra uno de los vecinos de Judá, Edom.
  • Jonás, cuando fue llamado a profetizar a la ciudad asiria de Nínive, huyó y fue tragado por un gran pez. En la barriga del pez, oró, se arrepintió, fue liberado y obedeció.
  • Miqueas profetizó al mismo tiempo que Isaías y Oseas. Habló tanto a Israel como a Judá.
  • Nahúm, quien vivió un siglo después que Jonás, proclamó el juicio venidero de Dios para Nínive, y un futuro rescate para Judá.
  • Habacuc preguntó a Dios por qué las cosas malas le suceden a personas buenas, y las cosas buenas a personas malas. La respuesta de Dios fue un llamado a la fe y confianza en su promesa de restauración.
  • Sofonías prometió que vendría juicio sobre Judá mientras los llamaba al arrepentimiento.

Los últimos tres profetas profetizaron después del exilio, cuando Jerusalén estaba siendo reconstruida.

  • Hageo animó al pueblo a continuar con la reconstrucción del Templo.
  • Zacarías profetizó dos meses después de Hageo, presentó una serie de sueños salvajes que atacaban el letargo religioso del pueblo y predijo la era mesiánica.
  • Malaquías también atacó la apatía religiosa y prometió un Mesías venidero. Fue el último profeta del Antiguo Testamento.

Bien, ese es el Antiguo Testamento de principio a fin. ¿Pero qué nos enseña ese gran panorama de la historia? El primer tema que vemos es la pasión de Dios por la santidad, y la nuestra por el pecado.

El Antiguo Testamento nos enseña que todas las personas son pecadoras[2], y la trama como un todo rápidamente nos lleva a la conclusión de que las personas no son capaces de lidiar con el pecado por sí mismas. Adán y Eva pecan. Por ello, Dios limpia la pizarra y comienza de nuevo con Noé. Pero él y sus descendientes pecan. Dios escoge una familia para bendecirla, pero ellos también pecan. Y al milagroso rescate de Israel de Egipto por parte de Dios, solo le siguen quejas y rebelión. La llegada a la Tierra Prometida solamente hace que las cosas empeoren; el libro de Jueces sugiere que el problema es que no tenían un rey. Pero incluso un rey tan bueno como David peca, y los reyes posteriores condujeron al pueblo a la idolatría. Dios advierte a su pueblo, y luego los disciplina durante el exilio. Pero cuando regresan de ese crisol de castigo, vuelven a sus malos caminos. Vemos que lo que se necesita no es una segunda oportunidad, sino un nuevo corazón. Somos pecadores, y no se encuentra ninguna solución a ese problema en el Antiguo Testamento. Dios debe hacer algo nuevo.

Ese es un gran problema, porque el propósito de Dios para su pueblo era que vivieran vidas que proclamaran la perfección de su carácter santo a las naciones a su alrededor. Como dice Ezequiel, el pueblo pretendió proclamar el nombre de Dios, pero en cambio lo profanó. ¿Qué se puede hacer?

Aquí es dónde las referencias a la expiación son importantes. La palabra anglosajona para expiación, «atonement», significa, bastante literal, ser uno [at-one-ment]. Se utilizan una serie de imágenes para describir la expiación en el Antiguo Testamento, pero la más prominente es el sacrificio. Los pecadores podían buscar restaurar su relación con Dios por medio de sacrificios. El sacrificio de Abel es el primero descrito explícitamente en la Escritura. Y luego Noé demuestra que el sacrificio agrada a Dios. El sacrificio de Abraham de un carnero en lugar de Isaac introdujo la idea del sacrificio de un sustituto, y en la primera Pascua, un sustituto por el cual la ira de Dios fue apartada. Y las leyes sacrificiales en Levítico introdujeron no solo la idea de un sustituto, sino de un sustituto penal, un sustituto que llevó el castigo que nosotros merecíamos. Un sustituto penal que hizo la expiación, al igual que en el día de la Expiación, donde el castigo no solo era servido, sino que la relación con Dios era restaurada.

¿Ves cómo el Antiguo Testamento gradualmente construye esta idea del sacrificio? ¿Ves lo que Dios estaba enseñando a su pueblo? Primero, les estaba enseñando sobre su santidad y su pasión por la santidad. Segundo, les estaba enseñando que el pecado es grave, ¡mortalmente grave! Porque es una aberración a su santidad. Y tercero, les estaba enseñando que la expiación se lograba cuando un inocente moría en lugar del culpable. De por sí, los sacrificios levitas nunca fueron el punto. Irónicamente, los sacrificios eran más apropiados cuando la persona que ofrecía el sacrificio se daba cuenta de que la ofrenda no era suficiente para expiar sus pecados. Así, tienes al salmista diciendo: «Contra ti, contra ti solo he pecado» (Sal. 51:4). Los sacrificios no eran eficaces salvo por la gracia de Dios.

La inefectiva naturaleza de los sacrificios puede verse en el Antiguo Testamento a través del día de la Expiación. Día en el que se presentaba una ofrenda especial por el pecado de toda la nación. Es especialmente interesante que este ritual tuviera que repetirse anualmente. Basado en el calendario, no en los eventos. ¿Por qué? Porque el pueblo se encontraba en un estado de pecado, y ningún sacrificio de animales podía remover eternamente su culpa. No había un sacrificio perfecto. De lo contrario, el pueblo podría haber dejado de ofrecer sacrificios (He.10:1-3). En su lugar, estos sacrificios imperfectos resaltaban el hecho de que Dios es santo, que el pecado nos separa de Dios, y que él provee un camino para el perdón de los pecados. El Antiguo Testamento, pues, explora muchas posibles soluciones diferentes al problema del pecado, pero finalmente termina con las manos vacías. Esa es una de las razones por las cuales termina con la maldición de Dios. Piensa en Génesis 3: por el pecado, Dios maldice a la serpiente, al hombre y a la mujer. ¿Y conoce alguien la última palabra del Antiguo Testamento? Ve a la última página de Malaquías. Refiriéndose al segundo Elías, que sería Juan el Bautista: «El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición» (4:6). «Maldición» al inicio. Todavía bajo maldición en el final. En el mismo lugar en el que comenzamos en Génesis 3.

Esto hace surgir la pregunta que yo llamaría el «enigma del Antiguo Testamento». En Éxodo 34, el Señor se describe a Moisés, diciendo: «¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado» (Éx. 34:6-7a). Piensa sobre lo que dijo Dios: ¿Cómo Dios «perdona la iniquidad», y «de ningún modo tendrá por inocente al malvado»? ¿Cómo es eso posible? ¿Quizá todavía hay esperanza?

La historia de la promesa

Hay esperanza, y se encuentra en otra historia que vemos en el Antiguo Testamento: la historia de la promesa. Sí, el Antiguo Testamento termina donde comenzamos en Génesis 3. Pero también nos da una promesa de esperanza.

¿Cómo Dios «perdona la iniquidad», y «de ningún modo tendrá por inocente al malvado»? Todo se reduce a su promesa. Y la historia de la promesa inicia en los lugares más improbables. Comienza en las palabras de la maldición de Dios después de la Caída. Adán y Eva habían escogido desobedecer a Dios y, por tanto, él trajo sobre ellos justo juicio por su pecado. Pero en la misma oración de condenación, Dios hace una promesa: «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Gn. 3:15). Dios promete crear división y oposición entre su pueblo: la descendencia de la mujer, y el pueblo de Satanás: la descendencia de la serpiente. Y promete que un día, nacerá un hijo que derrotará a Satanás y rescatará a su pueblo del pecado. La promesa es inesperada. Adán y Eva no han hecho nada para merecerla, sin embargo, él la hace.

Observa que lo promesa tiene dos lados: la descendencia de la serpiente herirá a la descendencia de la mujer; con todo, la descendencia de la mujer triunfará. La historia del Antiguo Testamento es la historia de esa promesa estando en peligro una y otra vez, pero contra todo pronóstico, Dios asegura que su promesa prevalecerá.

Caín asesina a Abel, el linaje de la mujer, pero Dios preserva esa línea a través de Set.

La humanidad es capturada por el pecado y merece el juicio de Dios, pero la promesa de Dios permanece y él preserva a Noé y su familia. Más adelante, para asegurarse de que su promesa de liberación se cumpla, Dios hace otra promesa: nunca volver a destruir a toda la humanidad con un diluvio.

Los siglos pasan; la gente sigue empeorando. Pero con Abraham, Dios recoge esa promesa eterna y comienza a encarnarla. «Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Gn. 12:2-3).

Una generación después, la rivalidad entre los dos hijos de Isaac casi destruye a Jacob. Pero Jacob es la descendencia escogida, y el Señor lo preserva. No obstante, nuevamente, la promesa de Dios es desafiada por una hambruna que amenaza con destruir a toda la familia. ¿Cómo puede la promesa de Dios prevalecer si esta familia de la promesa muere? Sorprendentemente, Dios usa la esclavitud, prisión y sufrimiento de José para salvar a su familia. Él toma lo que sus hermanos pretendieron hacer como un mal y lo convierte en salvación y rescate no solo para la familia escogida, sino también para las naciones vecinas.

Una vez más, la descendencia de la serpiente levanta su cabeza cuando los descendientes de Jacob son esclavizados en Egipto, y toda la generación de niños es asesinada por ordenes del Faraón. Nuevamente, Dios es fiel y recuerda su pacto con Abraham. Él preserva la vida de Moisés, y lo usa para rescatar a su pueblo de la esclavitud.

En el monte Sinaí, Dios hace un pacto con Israel de la misma manera que lo hizo con Adán y Eva antes de la Caída. Si ellos obedecían, permanecerían en la Tierra Prometida. Pero si se rebelaban, Dios los expulsaría. Por su puesto, su rebelión inicia casi inmediatamente. Dios juzga a su pueblo, pero permanece fiel a su promesa hecha a Abraham y Adán.

Una nueva generación, liderada por Josué, se levanta, y Dios les da la tierra que había prometido a sus antepasados. Contra todo pronóstico, conquistan a los cananeos. Aunque el pueblo continúa rebelándose, y Dios continúa castigándolos, también levanta jueces. Estos son los sucesores de Moisés y Josué que rescataron al pueblo y derrotaron a sus enemigos.

Finalmente, en un último acto de rebelión, la nación de Israel rechaza a Dios como su rey, y pide un rey como el de las otras naciones (1 Samuel 8). En su misericordia, Dios unge a un rey conforme a su corazón, David, quien será como hijo para él. Pero la serpiente incluso intenta perseguir y destruir a David dentro del mismo Israel, primero por medio de Saúl, y luego a través del hijo de David, Absalón.

Sin embargo, Dios, que es misericordioso y fiel, le hace otra promesa a David. Esta es una promesa que en realmente es una extensión de su promesa a Abraham, y que le da forma a la promesa de Génesis 3. Dios promete a David que él siempre tendrá un hijo que gobierne sobre su trono, y que ese hijo gobernará en justicia (2 S. 7:11-16). La descendencia prometida de Génesis 3 y 15, en realidad será un rey que rescatará a su pueblo.

A primera vista, parece que ese hijo es Salomón. Pero no lo es. Salomón prueba ser infiel, y el juicio continúa. La división llega primero. Los reyes en el norte se vuelven progresivamente más malvados hasta que Dios los envía al exilio del cual nunca regresarían. En el sur hay renovaciones periódicas, pero nunca son completas y nunca duran. Finalmente, Dios envía a Judá al exilio, y pareciera que su promesa ha fallado.

Pero incluso en el contexto del juicio y del exilio, Dios revela que no se ha olvidado de su promesa y que no ha fallado. Los profetas reciben un mensaje de esperanza: que Dios hará un nuevo pacto con su pueblo (Jer. 31:31-34). Después de setenta años en el exilio, Judá regresa a la Tierra Prometida. Los muros son restaurados y el Templo es reconstruido, pero Dios nunca vuelve a habitar en ese Templo. El nuevo pacto todavía no ha llegado. ¿Cuándo cumplirá por fin Dios su promesa?

Bueno, esta es la expectativa en la que vivimos cuando, después de cuatrocientos años de silencio, Dios habla y comienza el Nuevo Testamento.

Conclusión

¿Puedes ver cómo todas estas piezas encajan? Por un lado, el Antiguo Testamento es una historia que se mueve hacia los lados, sin progreso. Se sugieren e intentan muchas soluciones para nuestros pecados que solo terminan en fracasos. Así que para el final de Malaquías no estamos mejor de lo que nos encontrábamos en Génesis 3, excepto que sabemos de hecho que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Pero, por otra parte, el Antiguo Testamento es una historia de movimiento progresivo porque es la historia de la promesa. Dios gradualmente revela más y más acerca de su perfecto plan de redimir a un pueblo para sí. Y mientras esa promesa cobra vida, la esperanza nace de la desesperación del pecado, y el escenario es preparado para Jesucristo. Él viviría como el perfecto Israel, moriría como nuestro sustituto, el perfecto cordero de Pascua. Por su muerte a nuestro favor y su resurrección de entre los muertos, nos reconciliaría con Dios. Como dice Pablo en Romanos 3: «con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Romanos 3:25-26). ¿Justo y el que justifica a los pecadores? ¿Perdonador y el que de ningún modo tendrá por inocente al malvado? Las promesas que Dios hizo durante todos esos siglos encuentran su respuesta en Jesús, la respuesta al enigma del Antiguo Testamento. Ese el mensaje de las Escrituras hebreas.

 

[1] Estas estadísticas provienen de Roger Nicole, «The New Testament Use of the Old Testament», en Revelation and the Bible, ed. Carl F. H. Henry (Grand Rapids: Baker, 1958), 135-51, reimpreso en The Right Doctrine from the Wrong Text?, ed. G. K. Beale (Grand Rapids: Baker, 1994), 13-14.

[2] 1 Reyes 8:46, Salmos 14:3, Proverbios 20:9, Eclesiastés 7:20

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