Clases esenciales: Teología Sistemática

Teología Sistemática – Clase 3: Existencia y atributos de Dios – Parte 1

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
31.08.2018

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Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 3: Existencia y atributos de Dios – Parte 1


En medio de los desafios de la vida, el dolor y la frustración, ¿dónde buscas alivio? Los cristianos son aquellos que pueden recurrir a Dios con confianza y gozo, no solo porque él existe, sino por lo que él es.

  1. Introducción

En la clase pasada observamos que lo que distingue a Dios del resto de los otros dioses falsos es que él habla. Él se ha revelado por gracia a través de la palabra escrita, la Biblia, y la palabra hecha carne, Jesucristo. Y esta revelación es verdadera (inerrante), fidedigna (infalible), suficiente y necesaria. No puede desviarnos. Es nuestra máxima autoridad, el árbitro principal en todos los asuntos de la fe y práctica, no la iglesia, la razón o nuestras impresiones o experiencias subjetivas.

Al comenzar esta tercera clase, hay dos preguntas que se encuentran en la base no solo del conocimiento religioso, sino también de cada forma posible de conocimiento.

1) ¿Existe un Dios? (Relacionado a esto, ¿cómo podemos saberlo?)

2) ¿Cómo es Dios? (¿Cuáles son sus atributos?)

Estas son las preguntas que comenzaremos a responder en nuestro tiempo juntos el día de hoy.

  1. La existencia de Dios 

 A. Presuposición bíblica 

[Job 11:7; 26:14; 30:26; Is 40:18]

Iniciamos esta mañana reflexionando acerca de la existencia de Dios. En respuesta a nuestra primera pregunta: «¿Existe un Dios?», debemos señalar desde el principio que la Biblia no pierde tiempo discutiendo acerca de la existencia de Dios. Simplemente supone que lo hace. Es una presuposición bíblica, de la misma manera que la preexistencia de la materia es un hecho para el materialista. La Biblia trata la existencia de Dios como la gravedad. Podemos negarlo, ignorarlo, o pretender que no existe, pero a nuestro propio riesgo. Toda cosmovisión comienza en alguna parte. Como discutimos en la semana 1, la cosmovisión cristiana comienza con estas dos premisas: Él está presente (existencia) y no está callado (habla).

Pero si alguien te preguntara cómo puedes saber que Dios existe, ¿qué dirías?

Si somos cristianos, podemos decir que creemos que Dios «realmente está presente» porque él se ha revelado:

  1. generalmente a todos los hombres a través de su creación y providencia;
  2. proposicionalmente en las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento;
  3. personalmente en su Hijo, el Señor Jesucristo; y
  4. salvíficamente mediante la obra de su Palabra y Espíritu

La Escritura testifica esto:

«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadera, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3).

«Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos»  (1 Juan 5:20).

Así que en el primer capítulo de Romanos, Pablo nos dice que Dios ha hecho que el hecho de su existencia sea evidente a toda la humanidad: «Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó» (Ro. 1:19). En el versículo 20, dice: «Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles (no ocultas, no escondidas, sino claramente visibles), desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas (resultado de esta revelación), de modo que no tienen excusa». La creación clama que hay un creador.

¿Quién es el que envía la lluvia y el sol? ¿Quién es el que cubre la tierra en oscuridad y luego desata el sol de la mañana? ¿Quién es el que separa la tierra del mar? Desde el orden de las estaciones hasta las complejidades de una flor hasta las innumerables estrellas en la noche, vemos la mano de Dios como el Creador inteligente.

¿Quién ha visto el programa Planet Earth de la BBC? Ha sido un favorito en nuestro hogar por años. De una manera visualmente deslumbrante e impactante, esa producción captura poderosamente la grandeza, majestuosidad, maravillosa diversidad y notable complejidad de la creación de Dios. Sin embargo, los productores no dicen nada acerca de Dios. ¿Por qué?

Porque pese a esta revelación en la creación, Pablo sigue diciendo en Romanos que el hombre suprime voluntariamente la verdad y la intercambia por una mentira. Por ello, el hombre caído adora al mundo natural en lugar del creador.

Pero no solo está la creación. También está la conciencia. Debido a que estamos hechos a imagen de Dios (Gn. 1:26-27), algo de su carácter moral permanece en nosotros. Aunque nuestras conciencias no son una guía perfecta porque han sido corrompidas por la caída, nuestras preocupaciones por la moral, la justicia, el conocimiento, la verdad, también nos señalan a nuestro creador.

Si bien la creación y la conciencia deben ser la única razón para convencernos de que Dios existe, el hecho de que suprimimos la verdad en nuestro estado caído ha llevado a los cristianos a formular «pruebas teístas» (argumentos) para la existencia de Dios. Estas «pruebas» son simplemente intentos de demostrar que es racional creer en la existencia de Dios. Dios no es nuestro amigo imaginario y, por tanto, relegado al reino del mito y la superstición.

Menciono estas pruebas porque a menudo están incluidas en la teología sistemática, pero dado que también están cubiertas en el seminario básico «Apologética», lo dejo con solo mencionarlo. Estas pruebas no nos llevan al Dios soberano y personal de la Escritura. Pueden ayudar a demostrar que no es irracional creer en Dios, pero ninguna de estas pruebas dice mucho acerca de cómo es Dios. Ninguno de ellas te lleva al Dios de la Escritura y a la fe salvadora en Cristo.

 B. Revelación general y especial

Todo el conocimiento de Dios se basa en la revelación. Aunque no podemos conocer a Dios en toda la riqueza de su ser, él es conocido por todas las personas a través de su revelación en la creación, el teatro de su gloria. El mundo nunca está sin Dios. Al final no hay ateos; solo hay argumentos acerca de la naturaleza de Dios.

Esta distinción entre lo que se conoce acerca de Dios para todos de manera general, y lo que solo se conoce acerca de él especialmente, a menudo se conoce como la revelación «general» vs. la revelación «especial».

La revelación general es esa revelación de Dios, el conocimiento del ser y la voluntad de Dios que es dado a todas las personas en todas partes del mundo, en todo momento, a través de la experiencia ordinaria de estar vivos en el mundo de Dios [Sal. 19:1, 2; Ro. 1:19, 20; 2:14, 15]

La revelación especial es cómo Dios se ha dado a conocer mediante actos y palabras particulares, especialmente la Palabra del Señor (=la Escritura), y el Señor de la Palabra (=Jesucristo).

¿Qué nos enseña la revelación general?

Salmo 19 y otros textos, pero escogeré solo dos. Ro 1:18-32; Hechos 17:22-31. Mientras leo, ¿Qué dicen estos textos que la revelación general enseña a todo el que vive?

¿Qué revelan estos textos a toda la humanidad en general?

  • Dios es uno (Hechos 17.26; Ro. 1:20)
  • Dios es el creador (Sal. 19; Hechos 17:25)
  • Dios es eterno e independiente (Ro. 1:20; Hechos 17:25)
  • Dios es invisible y poderoso (Ro. 1.20)
  • Dios, aunque distinto del universo, está activo en él (Hechos 17:24; 26-27)
  • Dios sostiene todas las cosas (Hechos 17:24; 26-27)
  • Dios es moral, la última fuente de nuestros valores (Ro. 1:32)

La Biblia dice todas estas cosas que debemos saber naturalmente, simplemente por el hecho de que todos hemos sido creados a imagen de Dios y vivimos en este mundo que él creó.

{Algunos argumentarían, como Tomás de Aquino y muchos en la tradición del catolicismo romano y la ilustración, que con la ayuda de la razón y la revelación general podemos llegar a saber quién es Dios y cómo es. Así, la teología natural es el intento de alcanzar la comprensión de Dios y su relación con el universo por medio de la reflexión natural, sin apelar a una revelación especial}.

Con todo, Pablo enfatiza en Romanos 1-2 que uno de los efectos de la caída es que hemos rechazado este conocimiento de Dios y lo hemos intercambiado por una mentira. Así, los Reformadores y hombres como Martin Lutero en The Bondage of the Will enfatizaron los efectos noéticos del pecado (nous – mente en latin). Nuestras mentes están tan pervertidas como resultado de la caída como para conocer a Dios simplemente a través de la razón aplicada a la revelación general. Aunque la conciencia y la naturaleza apuntan hacia Dios, en nuestra pecaminosidad necesitamos los lentes de la Escritura y la obra regeneradora del Espíritu para ver correctamente lo que está allí.

Una clara implicación de esto es que la revelación general hace que los seres humanos sean culpables. No podemos escapar de Dios. Fuera de nosotros, el orden creado nos grita como el vocalista principal de una banda de metal. ¿No lo ves? ¿No lo entiendes? Hay un Dios que te creó, y eres responsable ante él. Podemos cerrar nuestros ojos y cubrir nuestros oídos, pero eso no cambiará la realidad. Y dentro de nuestras propias mentes, nuestras conciencias no nos dejarán en paz.

[Recuerdo que antes de ser cristiano, amigos no cristianos me animarían a hacer esto y aquello —hacer trampa en un examen, acostarme al azar con alguien en una fiesta—, sin embargo, no podía ignorar la sensación de que algo estaba inherentemente mal con tales cosas. Y no es como si hubiese crecido en una familia religiosa o escuchado alguna vez el evangelio. La vida se convierte en un constante intento de explicarle a nuestra conciencia porque aunque sabemos lo que debemos hacer, no lo hacemos. En diferentes niveles todos rechazamos el conocimiento que Dios ha provisto de manera general, y solo esto es suficiente para condenarnos. Así que en este sentido, la revelación general es completamente autoritativa, suficiente y perspicaz (=clara), pero no es salvífica. No puede salvar por sí sola].

  1. Los atributos de Dios

Debido a que el pecado ciega y distorsiona nuestras percepciones de Dios, si debemos conocer cómo es Dios realmente, debemos ir a su revelación en la Biblia.

Pero antes, cuando piensas en describir a Dios según la Escritura, ¿cuáles son algunas de las primeras palabras que se te ocurren? (por ejemplo. amoroso, soberano, bueno). Estas palabras constituyen los atributos de Dios.

Cuando los teólogos hablan de los atributos de Dios, se refieren a aquellas cualidades que son esenciales a la naturaleza de Dios, quién es y cómo es.

La mayoría de los teólogos sistemáticos escogen clasificar a los atributos de Dios dividiéndolos en varias clases: atributos incomunicables (aquellos atributos que solo Dios posee: omnipotencia, omnisciencia, etc.) y atributos comunicables (aquellos atributos que compartimos, aunque sea de manera caída y finita, con Dios: amor, justicia, etc.).

3.1. Atributos incomunicables 

3.1.1. La independencia o autoexistencia de Dios [Aseidad]

(Ex 3.14; Sal. 50:8-15; Véase también Sal. 33:11; 115:3; Is. 40:18 ff.; Dn. 4:35; Juan 5:26; Ro. 11:33-36; Hechos 17:25; Ap. 4:11).

La existencia y el carácter de Dios están determinados solo por él y no dependen de nadie ni de ninguna otra cosa. Esto a veces se conoce como aseidad (a se = tener vida en sí mismo). Él posee todas las cosas, no tiene necesidades fuera de sí mismo. Dios no nos creó porque estaba solo y necesitaba compañía o necesitaba que lo completáramos.

En la trinidad, Dios es autoexistente, autosuficiente y autónomo. «YO SOY EL QUE SOY» (Ex 3:14). Él no necesita nada. Nosotros necesitamos horas y horas de sueño para poder mantener nuestros ojos abiertos, agua para mantenernos vivos, comida para tener energía, refugios para tener protección, doctores para nuestra salud, maestros que nos enseñen todas las cosas que no conocemos y que luego olvidamos rápidamente… Podría seguir y seguir [los dioses paganos necesitan cosas…].

¿Dios? No necesita…. ¡nada! [2 S. 7:14]. Vida, fortaleza, protección, salud, conocimiento, ¡lo tiene todo en él! … y es exactamente por ello que podemos ir a él y depender de él en todo tiempo. Él es Rey. Su palabra gobierna. Literalmente. Pero él no es la clase de rey que está limitado por déficits presupuestarios, un congreso dividido o la debilidad de la edad. Él está totalmente libre de todas esas limitaciones. Porque él no depende de nada ni de nadie, él siempre capaz de estar allí para su pueblo. Su independencia y autoexistencia debe ser un gran estimulo para nosotros.

3.1.2. La inmutabilidad de Dios

En segundo lugar, Dios es inmutable. Es decir, Dios en su naturaleza, carácter y propósitos, no cambia. Nosotros tenemos que cambiar nuestros planes todo el tiempo, ya sea por falta de previsión y conocimiento necesarios para anticipar todas las contingencias o porque no tenemos el poder y la capacidad de llevar a cabo lo que planificamos.

Pero no sucede así con Dios. Dios tiene todo el poder y el conocimiento. Inundaciones, nieve, fuego, caídas de gobierno: nada como esto frustra sus propósitos. Nada toma a Dios por sorpresa. Dios nunca tiene que recurrir al plan B o C. Él no necesita un plan de contingencia, ni una opción alternativa, ni una ruta de escape de emergencia.

Prácticamente, esto significa que siempre podemos confiar en él y confiar en su palabra. Él siempre actuará de conformidad con lo que ha prometido. Y entonces tenemos confianza en él. Vivimos como en la superficie de un océano inquieto, todo cambia y cambia sobre nosotros. Siempre estamos tratando de recuperar nuestro equilibrio en este mundo. Pero Dios… es una roca en medio de esas aguas fluctuantes. Y así, con una confianza inquebrantable, podemos apoyarnos firmemente en él.

Algunos rechazan esta enseñanza. Dirán que Dios no puede conocer nuestra decisión futura para que esas decisiones sean totalmente libres. Porque si las conoce de antemano, eso significa que necesariamente sucederán, lo que significa que la decisión no puede ser verdaderamente libre, ya que solo podríamos haber hecho lo que Dios ya conocía, y nada más (por ejemplo, lo que vamos a almorzar). Entonces dirán que Dios es un gran adivino, pero como él finalmente no lo sabe, no podemos decir que sea inmutable. Al igual que nosotros, tendrá que cambiar de opinión.

Bíblicamente, Dios tiene emociones. Él no es el motor inmóvil del pensamiento griego. Es solo que sus emociones no son como las nuestras. Nosotros somos sorprendidos, tomados por sorpresa, confundidos, heridos, lloramos. En nuestro enojo, arremetemos. Dios también puede llorar, pero no de la misma manera. Cuando él sufre, él elige hacerlo. Sus pasiones son reales, pero ellas no lo gobiernan. La ira nos gobierna, pero Dios gobierna sobre la ira. Esa es la diferencia fundamental.

[Así que cuando el Catecismo Menor de Westminster dice que Dios no tiene «partes o pasiones», no niega la capacidad de respuesta de Dios a la acción de las criaturas, sino que niega (a) que Dios está «compuesto» de varias facultades o emociones y (b) que Dios es llevado cautivo por cualquier otra cosa que no sea su propia naturaleza. El testimonio bíblico constituyente es que aunque Dios puede ser provocado, Dios no puede ser vencido por la sorpresa, la angustia, el enojo, la compasión o la oposición. Buenas noticias para aquellos que merecen la ira de Dios [Oseas 11:9].

Hay muchas cosas que podríamos decir, pero la Escritura es clara. Números 23:19: «Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no lo hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?». O 1 Samuel 15:29: «Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta».

Dios es perfectamente inmutable y, por tanto, perfectamente confiable.

3.1.3. Dios es infinito

En tercer lugar, la Biblia también enseña que Dios es infinito. Esto significa que no hay limitación a las perfecciones de Dios. Su infinitud se expresa de varias maneras, como en el espacio, en el poder y en el tiempo.

Primero, Dios es infinito en el espacio u omnipresente. Esto significa que Dios trasciende las limitaciones espaciales, no tiene tamaño y está presente en todo el espacio con todo su ser. Cuando las personas se refieren a Dios como «un gran Dios», se están refiriendo a su grandeza más que a una medida cuantitativa. El Salmo 139 transmite esto claramente cuando dice: «¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra».

Una consecuencia de esto es que Dios es espíritu (Jn. 4:24). Él es incorpóreo. No está hecho de materia, no tiene partes ni dimensiones.

Aunque Dios está completamente presente en todas las cosas, es distinto de todas las cosas. El panteísmo afirma que Dios menos el mundo = 0. Están perfectamente identificados. La Biblia afirma que Dios menos el mundo = Dios. Él es distinto de todo lo creado. Entonces, que Dios se mude a mi casa no significa que tenga que mudarme. Pensamos en la presencia en términos de lo físico, no es así con Dios. Entonces, cuando leemos que el Espíritu «mora» o «permanece» en un cristiano, o leemos que Dios está «en el cielo», no se refiere tanto a la ubicación como a la relación. El Espíritu mora porque está presente con nosotros de una manera salvadora. Podemos «entrar en su presencia» no porque nos hayamos acercado espacialmente a Dios, sino porque accedemos a través de Cristo a una nueva relación con Dios donde podemos llevar todo ante el trono de su gracia. Entonces el infierno no es la ausencia de Dios, sino la ausencia de Dios de una manera salvadora. El infierno es la presencia de Dios en la plenitud de su ira.

Hablando en términos prácticos, la omnipresencia de Dios significa que siempre podemos estar seguros de la atención indivisa de Dios. No necesitamos hacer cola, hacer una cita o realizar una peregrinación religiosa. ¡Estamos en su presencia! Pero también es una advertencia. No tenemos lugar para escondernos. No hay un rincón del universo donde Dios no esté. Él lo ve todo. Jean Paul Sartre llama a Dios el «voyeur cósmico» porque odia la idea de que Dios está en todas partes. Esto significa que somos responsables. «Las escondidas» no es un juego que podamos jugar con Dios en nuestros pecados. No deberíamos engañarnos a nosotros mismos. Entonces, si estás tratando de esconderte, solo sal y confiésalo. No estás engañando a Dios. Reconcíliate con él.

Pero Dios no solo es omnipresente, también es infinito en poder u omnipotente. Dios puede hacer todo lo que decida hacer. Jesús nos dice en Mateo 19:26: «para Dios todo es posible». Jeremías en Jer. 32:17 declara que no hay nada demasiado difícil para el Señor Soberano. ¿Entendiste? Nada es demasiado difícil para Dios.

¿Significa esto que Dios puede hacer todo? Pregunta clásica de primer año universitario: «¿Puede Dios hacer una roca tan grande que no pueda moverla?». Estás atrapado. Pero esa pregunta presenta un falso dilema basado en una suposición falsa, que Dios puede hacer cualquier cosa. Es mejor decir: «Dios puede hacer todo» al decir que «Dios puede hacer todo lo que quiera y sea consecuente con su carácter». Por ejemplo, según Hebreos, Dios no puede mentir (Hebreos 6:18). En 2 Timoteo 2:13, encontramos que Dios no puede negarse a sí mismo. Dios no puede dejar de ser Dios o actuar de una manera inconsistente con cualquiera de sus otros atributos.

Esto también es un gran estímulo. Un dios que puede sentir, pero no ayudar es de poca utilidad. Es un consuelo en nuestra persecución. «Jehová es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?» (Sal. 27:1) Es un consuelo en nuestras oraciones. «Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos…» (Efesios 3:20). Nos da confianza en el futuro. «Y a Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén» (Judas 24-25). Entonces, si Dios no responde nuestras oraciones o responde de una manera particular, confiamos en su sabiduría, la cual estudiaremos la próxima semana.

Pero Dios también es infinito en el tiempo, eterno. El Salmo 90:2 dice: «Antes que naciesen los montes  y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios». En Apocalipsis, el Señor Dios dice: «Yo soy el Alfa y la Omega… el que es y que era y que ha de venir». Esto no significa que Dios está en todas partes en el tiempo, sino que trasciende las limitaciones del tiempo. Él no tiene principio ni fin. Algunos han comparado el tiempo con un largo desfile. Estamos en el desfile, marchando solos, experimentando solo una sección de él. Mientras que Dios se encuentra en la cima de una montaña, lo ve todo a la vez. No lo está pasando por alto, por así decirlo.

Prácticamente, esto significa que Dios siempre estará ahí para nosotros. No será ese amigo que se aleja, o peor aún, muere sobre nosotros. Él siempre fue y será, y por eso siempre está ahí para nosotros. Podemos hacer todos nuestros planes en torno a él, confiar en él, saber que él estará allí, porque él es eterno.

Hermano, Dios no es como nosotros. Él es majestuoso, glorioso. Perfectamente autosuficiente, con planes perfectos, potencia perfecta, cubriendo todo, todo el tiempo. Antes de irte, hazte esta única pregunta. A la luz de todo esto, ¿por qué te sentirías tentado a poner tu amor, seguridad, bienestar en cualquier otra persona?

ORACIÓN

«¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!

¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!

Porque ¿quién entendió la mente del Señor?

¿O quién fue su consejero?

¿O quién le dijo a él primero, para que le fuese recompensado?

Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas.

A él sea la gloria por los siglos. Amén».

– Romanos 11:33-36