Clases esenciales: Teología Sistemática

Teología Sistemática – Clase 2: Doctrina de la Palabra – Parte 2

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
31.08.2018

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Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 2: Doctrina de la Palabra – Parte 2


  1. Introducción

¡Bienvenido! Gracias por acompañarnos a explorar el tema trascendental de la revelación de Dios en su Palabra. Oremos…

Salmo 119:97-104: «¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos. Porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino contuve mis pies, para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, porque tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira».

¿Podrías decir lo mismo acerca de la Palabra de Dios? Mi objetivo y oración por ti esta mañana es que esta clase te brinde una correcta doctrina de la Palabra que te lleve a un amor profundo por la Palabra, todo para la gloria de Dios.

La semana pasada consideramos cómo Dios es un Dios que habla. Él se reveló a sí mismo en su Hijo Jesús, el Verbo hecho carne, y en su Palabra, la Biblia. También  consideramos cómo el Antiguo y el Nuevo Testamento nos llegan como una revelación autoritativa de Dios. Él expresa su buen gobierno sobre nosotros a través de su Palabra. Somos sus criaturas y, por tanto, estamos obligados a creer en ella y obedecerla.

Esta mañana consideraremos dos cosas fundamentales: el canon de la Escritura y las cualidades de la Escritura. En otras palabras, qué libros conforman la Biblia; y luego, ¿qué hace a la Biblia distintiva y única?

1.1. El canon de la Escritura

Comenzamos con el canon de las Escritura, porque tan pronto como afirmamos la autoridad de las Escrituras, surge la pregunta de cuáles escritos representan la revelación autoritativa de Dios. Esta es la pregunta del canon. Canon es la transliteración griega de una palabra semítica que significa «caña de medir», «regla» o «estándar». Esta es una pregunta importante, especialmente porque hoy en día hay especiales de televisión populares que representan erróneamente la historia de la Biblia como un drama político sórdido con trastienda para conseguir este libro, mantener ese libro, etc. Ten en cuenta que hay una clase completa en el seminario básico de apologética que se ocupa de otros temas acerca de la fiabilidad de las Escrituras, como la transmisión (la fiel copia de manuscritos bíblicos en el primero siglo) y la traducción. Hoy vamos a restringirnos a esta pregunta clave acerca de cuáles libros pertenecen a la Biblia. Comencemos con el Antiguo Testamento.

1.1.1. Canon del Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento se divide tradicionalmente en la ley, los profetas y los escritos. Aunque estos libros fueron escritos en diferentes lugares en diferentes momentos, creció el reconocimiento en el judaísmo de que todos los libros pertenecían juntos y constituían la revelación verbal de Dios a su pueblo[1].

La imagen que obtenemos de las primeras fuentes judías y del Nuevo Testamento en sí es que el canon del Antiguo Testamento fue simplemente un asunto establecido entre los judíos de los días de Jesús. No hay registro de ningún altercado entre Jesús y otros judíos al respecto. El mismo Jesús en Lucas 24:44 se refiere a la Escritura como «la ley de Moisés, los profetas y los salmos (o escritos)», la división hebrea tradicional. Dice que todas estas secciones del Antiguo Testamento lo señalaban y se cumplieron en él[2].

Ahora los judíos tenían otros libros, por supuesto, incluyendo comentarios acerca de los libros bíblicos, pero nunca fueron referidos como Escritura, las mismísimas palabras de Dios. Algunos de estos libros, conocidos como los apócrifos, se vincularon a la traducción griega del Antiguo Testamento muchos cientos de años después, en el siglo IV d. C., pero incluso entonces los primeros cristianos no trataron estos libros como parte de la Escritura, sino como escritos inspiradores y devocionales[3].

1.1.2. Canon del Nuevo Testamento

¿Qué hay del Nuevo Testamento?  Hebreos 1:1 dice: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo». Hay un patrón: en el Antiguo Testamento, Dios actúa y luego nos proporciona las interpretaciones de esas acciones a través de la palabra escrita. Fue lo mismo con la venida de Cristo. Dios actuó enviando a su Hijo, y luego proporcionó una interpretación escrita de esa acción[4].

Algunos escritores dan la falsa impresión de que la iglesia tardó mucho tiempo en reconocer la autoridad de los documentos del Nuevo Testamento, señalando al Concilio de Cartago en el año 397 como la fecha en que se tomó la decisión «final» acerca de cuáles libros estaban dentro y cuáles estaban fuera. Sin embargo, es importante observar la distinción entre el reconocimiento de la autoridad de un libro y la elaboración de una lista que incluye el libro. Esto último habría tomado algo de tiempo, especialmente en el mundo antiguo. Con todo, los 27 libros del Nuevo Testamento habían estado en circulación durante siglos y se les trató como Escritura desde el principio. No es correcto decir que los primeros cristianos tenían una gran variedad de creencias creativas y estanterías enteras llenas de evangelios y textos alternativos. «Los únicos escritos cristianos que datan con seguridad del primer siglo son» los libros del Nuevo Testamento[5]. Sí, algunos líderes debatieron si algunos libros tenían autoridad —principalmente cartas como Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis, que tienen temas y énfasis ligeramente diferentes a las cartas de Pablo—, pero en comparación con los libros no bíblicos, que fueron rotundamente rechazados sin mucha controversia, estos libros fueron ampliamente aceptados en todo el mundo cristiano.

De hecho, cada vez que alguien me pregunta: «¿Cómo sabes que los evangelios en la Biblia son los documentos más antiguos y originales y que los otros evangelios no fueron destruidos en una conspiración política desviada?», tengo dos respuestas básicas. En primer lugar, los primeros creyentes se preocuparon mucho por la verdad y defendieron en sus cartas por qué los libros del Nuevo Testamento son autoritativos. Estos muchachos tenían muchas diferencias teológicas y venían de diferentes partes del mundo, sin embargo, no los vemos discutiendo por la inclusión de evangelios gnósticos.

En segundo lugar, preguntaré a esta persona si alguna vez ha leído alguno de estos textos alternativos. Todo lo que necesita hacer es leerlos y verá que éstos tratan de replicar el formato del evangelio, pero para presentar un mensaje radicalmente diferente. El Evangelio de Pedro, por ejemplo, afirma revelar enseñanzas secretas de Jesús que nadie más conoce, es obvio que es una respuesta a los verdaderos evangelios que intenta hacer que la gente no crea en ellos[6]. Solo un libro que vino muchos años después de los verdaderos evangelios haría una afirmación así.

Como cristianos, finalmente afirmamos que la Escritura se autentica a sí misma. Afirma y atestigua su propia veracidad. Sí, podemos demostrar su precisión al corroborarla con otras fuentes históricas. Pero al final del día, el cristiano recibe la Escritura como la Palabra de Dios porque el Espíritu Santo que la inspiró testifica al creyente que es verdadera. Jesús, hablando de sí mismo como el Buen Pastor, enseñó: «las ovejas le siguen, porque conocen su voz» (Juan 10:4). Curiosamente, pero no sorprendentemente, es común escuchar a musulmanes y otros no cristianos decir cuando leen las Escrituras por primera vez: «Ahora bien, así es como esperaría que sonara una Palabra de Dios».

Entonces, ¿cómo sabían los primeros cristianos cuáles escritos provenían de Dios y cuáles no? Es importante notar que ellos no se vieron a sí mismos «escogiendo» o «decidiendo» los libros de la Biblia. Más bien, hablaron de «recibir» o «heredar» los libros autoritativos de cada generación anterior. Vieron que estos libros tenían autoridad porque provenían de Dios, no porque ninguna iglesia o líder les pusiera un sello de aprobación. Pero no solo los aceptaron a ciegas. Tenían cuatro criterios para demostrar que su aceptación de estos libros era legítima. (Da vuelta a la página en el folleto).

El primer criterio fue la apostolicidad. ¿El documento fue escrito por un apóstol o alguien con contacto inmediato a un apóstol? Solo aquellos que conocieron a Jesús o que fueron compañeros íntimos de sus discípulos pudieron escribir creíblemente acerca de Cristo.

El segundo era la antigüedad. Incluso si alguien intentaba colocar el nombre de un apóstol en un libro, era necesario que el libro se originara desde el tiempo de los apóstoles. Esto es lo que eliminó muchos de los últimos «evangelios» y escritos gnósticos.

El tercero era la conformidad con la regla de la fe (ortodoxia). Un libro tenía que sonar consistente y ajustarse a la verdad ya dada, sea que hubiese sido transmitido oralmente o en los libros bíblicos que habían comenzado a difundirse. Es fácil ver por qué un libro como el llamado Evangelio de Tomás no pasó esta prueba; en él, Jesús dice que hará de María un varón porque las mujeres solo pueden entrar en el Reino de los cielos si se vuelven hombres. Eso es totalmente contradictorio con lo que dice Pablo acerca de los hombres y las mujeres que heredan el Reino en Gálatas, uno de los primeros libros bíblicos escritos.

El cuarto fue la universalidad, es decir, el uso generalizado y continuo por parte de las iglesias en todo el mundo conocido. Lo que es notable (desde una perspectiva humana) es que hubo tanto acuerdo en tantos libros tan rápidamente.

Un par de implicaciones importantes de todo esto. Primero, la iglesia no creó la Biblia por su autoridad, como enseña el catolicismo romano. ¡Es al revés! La Biblia poseía su autoridad inherente como la Palabra de Dios, y es esa palabra la que trajo vida a la iglesia. Por tanto, la iglesia simplemente reconoció lo que Dios ya inspiró.

Segundo, no nos sorprende que el canon se cerró con el fallecimiento de Cristo y los apóstoles. De la misma manera que se cerró con el final de la era profética del Antiguo Testamento en anticipación de Cristo, por lo que se cerró con el fallecimiento de Cristo mientras esperamos su regreso. El Antiguo Testamento, en pasajes como Malaquías 4 y Deuteronomio 18, indicó que había más profecía por venir. Pero el Nuevo Testamento ahora no nos da ninguna expectativa de más revelación. Pablo dice en Efesios 2 que la iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles (Nuevo Testamento) y los profetas (Antiguo Testamento). No necesitamos más y no debemos esperar más. Podemos confiar en la Palabra que hemos recibido, ¡y debemos alabar a Dios por cómo ha iluminado con su luz nuestra oscuridad y nos ha traído esta Palabra que no merecíamos conocer!

1.2. Atributos de la Escritura

Pasemos ahora a lo que hace que la Escritura sea única. La Escritura hace algunas afirmaciones asombrosas acerca de sí misma, y Jesús mismo trató al Antiguo Testamento de acuerdo con estas afirmaciones. Queremos tener la misma visión de la Biblia que Jesús.

Verás en tu folleto un gran resumen de la declaración de fe de nuestra iglesia: Artículo 1, Declaración de Fe de CHBC: Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y es un tesoro perfecto de instrucción celestial; que tiene a Dios como su autor, la salvación como su fin, y la verdad sin ninguna mezcla de error como su materia; que revela los principios por los cuales Dios nos juzgará y, por tanto, es, y permanecerá hasta el fin del mundo, el verdadero centro de la unión cristiana, y el estándar supremo por el cual todas las conductas humanas, credos y opiniones deben ser juzgados.

Repasemos los 6 atributos de la Escritura que se encuentran detrás de esta declaración. A medida que analicemos cada uno, trataré de dar algunas reflexiones sobre por qué es importante y cómo podemos responder.

1.2.1. Inspiración divina

Primero, vemos que la Escritura es divinamente inspirada. 2 Ti. 3:16 dice: «Toda la Escritura es inspirada por Dios». O 2 Pedro 1:20-21: «Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo»[7].

Es tan sencillo como esto: lo que la Escritura dice, Dios dice. Esto no quiere decir que Dios borró la personalidad o voluntad del escritor, ni esto requiere que veamos la Biblia como una especie de «dictado»  donde los hombres se convirtieron en simples robots o marionetas. Tanto el rey David como el apóstol Pablo tienen sus propias personalidades y estilos, y Dios a través de su propia actividad providencial y sobrenatural trabaja dentro de cada autor para asegurar que lo que escriben sea su palabra. Los teólogos llaman a este proceso «concursus», del latín «concurrere», funcionar juntos.

¿Por qué importa esta doctrina? Si la Biblia es de origen humano, siempre puede mejorarse o rechazarse. La Biblia evolucionaría con los tiempos. Pero si es de origen divino, la Biblia es atemporal. Prevalece sobre nosotros como nuestro juez, y no al revés. Necesitamos arrepentirnos de nuestra tendencia a obedecer la Escritura solo cuando parece razonable o culturalmente aceptable. Y, básicamente, si quieres encontrarte con Dios, el Dios que te hizo y quien hizo y sostiene todo lo que te rodea, ¿a dónde vas? ¡Encontramos a Dios en su palabra! ¡Eso es lo que nos dio!

Entonces, para aplicar esto, permíteme alentarte a simplemente aprender acerca de la Biblia. Dios inspiró no solo partes de ella, no solo las partes más famosas o las secciones que nos parecen más relevantes, sino todo. ¿Puedes resumir el mensaje del libro de Jueces? ¿Qué hay de Nahum o 3 Juan? ¿Por qué no hacer que tu objetivo sea aprender algunos libros de la Biblia realmente bien cada año? Dentro de 10 o 20 años, conocerás la Biblia como la palma de tu mano.

1.2.2. Inerrancia bíblica

Segundo, encontramos que la Escritura es inerrante. La inerrancia de la Escritura significa que la Escritura en los manuscritos originales no se equivoca ni dice nada falso o inexacto. En otras palabras, la Biblia siempre dice la verdad con respecto a todo lo que habla. Errar es de humanos. Pero Proverbios 30:5 dice: «Toda palabra de Dios es limpia». Hebreos 6:18 dice: «es imposible que Dios mienta». Aunque la Biblia fue escrita por hombres caídos, Dios ordenó su inspiración de tal manera que no cometieran ningún error. Así es como Jesús trató la Biblia, dijo que la Escritura no puede ser quebrantada (Juan 10:35).

Y esta doctrina es de suma importancia. Durante siglos fue suficiente para los cristianos afirmar que la Escritura es absolutamente verdadera. Pero en estos días creo que es importante usar esta palabra un poco más desagradable «inerrante», porque hay algunos creyentes profesantes que han argumentado que la Biblia transmite la verdad espiritual, pero todavía comete errores humanos. Dicen esto con la esperanza de hacer que la Escritura sea más atractiva para un mundo escéptico. Pero es profundamente problemático. Si la Escritura comete algunos errores, ¿cómo podemos confiar en ella para las cosas más importantes? Ahora, en lugar de aceptar todo lo que dice la Escritura, abres la posibilidad de que los seres humanos digan: «Bueno, esa fuerte enseñanza es un error, no voy a aceptar esa parte». ¿Quién debe juzgar qué aceptar y qué rechazar? La Biblia no se divide en afirmaciones «espirituales» por un lado y afirmaciones «históricas» o «fácticas» por el otro. Se presenta como la verdad absoluta.

Entonces, ¡debemos aplicar esta doctrina de la inerrancia confiando en la Biblia! Hablando en términos prácticos, esto significa que cuando encuentres cosas en las Escrituras que son difíciles de digerir o difíciles de entender, procura descifrarlas. Dios no miente. Él ha puesto esto en su Palabra por una razón y puedes beneficiarte de cada versículo.

1.2.3. Infalibilidad bíblica

Tercero, vemos que la Escritura es infalible, lo cual está estrechamente relacionado con la inerrancia. La inerrancia es la cosa en sí: la Biblia es totalmente verdadera. La infalibilidad se refiere al resultado de eso. Debido a que la Biblia es verdadera, por tanto, (resultado) nunca nos engaña.

Así que, por ejemplo, creemos en una Biblia infalible y entonces creemos que existió un hombre real llamado Jonás que fue tragado por un gran pez y estuvo dentro del pez durante tres días. Si también decimos que la Biblia es infalible, estamos de acuerdo en que este acontecimiento es confiable y útil para nosotros. De hecho, es un ejemplo fácil porque el mismo Jesús creía tan claramente en la historia de Jonás como un hecho histórico y lo veía como una señal de su muerte y resurrección (véase Mateo 12:40).

Un breve aparte, ocasionalmente encontrarás a algunos que felizmente afirmarán la infalibilidad de la Biblia. Y uno pensaría que tienen a la Escritura en alta estima. Pero silenciosamente no afirmarán la inerrancia. En otras palabras, dirían que la Biblia es infalible y, por tanto, confiable «en asuntos de fe y práctica», pero eso no significa que todo lo que registra literalmente haya sucedido. Tiene que ser «espiritualizado», para que puedas tomar la «cáscara» de algún acontecimiento histórico que puede no ser cierto y encuentres la «semilla» espiritual dentro de él. Cuídate de esa leve ofensa teológica.

La infalibilidad es crucial, porque significa que prácticamente podemos depender de las Escrituras para encontrar dirección y guía en la vida. Es un «tesoro de instrucción celestial» para citar la declaración de fe de nuestra iglesia. Entonces, si te encuentras en los guturales tiros de la depresión, luchando con el pecado, buscando sabiduría, la Palabra de Dios es tu guía celestial. Hablando en términos prácticos, este es un argumento importante para memorizar la Escritura. Escóndela en tu corazón para que cuando lleguen las tormentas de la vida, puedas recitar las promesas de la Palabra de Dios para ti.

1.2.4. Claridad (perspicuidad) de la Escritura

Cuarto, vemos que la Escritura es clara. Esto también se conoce como la perspicuidad de la Escritura. La perspicuidad o claridad de la Escritura significa que las personas comunes, no solo los pastores y los cristianos súper maduros, son capaces de leer la Biblia por sí mismos y de entenderla correctamente.

En el Salmo 19:7, David escribe: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma». En Deuteronomio 6, se les dice a los padres que enseñen la Palabra de Dios a sus hijos, porque la suposición es que pueden obtenerla. Si bien sabemos que algunas partes de la Escritura pueden ser difíciles de entender (2 Pedro 3:16), esto se debe a que ninguno de nosotros tiene una sabiduría perfecta. No es debido a la naturaleza de la Biblia. En esencia, la Escritura no es un rompecabezas místico que requiere un conocimiento especial para desbloquear su código. Es accesible para todos. Pablo escribió la mayoría de sus cartas no a los líderes de las iglesias sino a congregaciones enteras, incluyendo creyentes educados y sin educación[8].

Ahora bien, muchos preguntarán: si la Escritura es clara, entonces ¿por qué tenemos diferentes interpretaciones de lo que significan varios pasajes? Si bien la Palabra de Dios es perfecta, las personas a quienes se la dio no lo son. La claridad de la Escritura no significa que todos los creyentes estén de acuerdo en cada enseñanza de la Escritura. En general, los cristianos evangélicos están en gran medida de acuerdo en los asuntos esenciales, como el evangelio, pero difieren en lo no esencial, que es relativamente menos claro en la Escritura, como el milenio, por ejemplo.

La claridad de la Escritura significa que estudiar la Palabra de Dios no es una aventura infructuosa. Vale la pena invertir tu tiempo en ella. Las misiones y el trabajo de traducción no son en vano. Personas de todas las culturas pueden entender la Biblia. Por tanto, en tu evangelismo, usa la Biblia. Invita a los no cristianos a que la lean por ellos mismos, y deja que el poder sobrenatural y la claridad de sus palabras logren lo que tus palabras solas simplemente no pueden hacer. Haz que la tomen y la lean.

1.2.5. Necesidad de la Escritura

Quinto, vemos que la Escritura es necesaria. La necesidad de la Escritura significa que la Biblia es necesaria para conocer el evangelio, para mantener la vida espiritual y para conocer la voluntad de Dios. No es necesario saber que Dios existe o saber algo acerca del carácter de Dios y las leyes morales. Esto puede verse a partir de lo que llamamos la «revelación general» de Dios en la naturaleza (según Romanos 1) y en la propia conciencia (según Romanos 2). Pero todos hemos eliminado este conocimiento natural o general de Dios. Más tarde, en Romanos 10, Pablo deja en claro que solamente podemos ser salvos si escuchamos las buenas noticias de Jesús, y que las buenas noticias vienen a través de la revelación especial de Dios que ahora hemos registrado en la Biblia.

Entonces, la Escritura es necesaria en un sentido primordial para que aprendamos el camino de la salvación, pero también es necesaria en un sentido secundario, porque regularmente necesitamos escuchar la Palabra de Dios para conocerlo mejor, crecer en él, amarle más, ser convencidos de nuestro pecado, y tener un corazón estremecido para alabarle. El Salmo 1:2 dice que bendito es el hombre cuyo deleite está en la ley del Señor, y en su ley medita de día y de noche.

[Aplicación rápida: meditar en las Escrituras significa llenar nuestras mentes con su significado y buscar en oración comprenderla. Aquí hay una manera fácil de meditar: toma un versículo y léelo varias veces, enfatizando una palabra diferente cada vez para comprender la contribución que una sola palabra hace a la oración. Ejemplo: Jehová es mi pastor, nada me faltará…].

1.2.6. Suficiencia de la Escritura

Finalmente, vemos que la Escritura es suficiente. La suficiencia de la Escritura significa que la Escritura contenía todas las palabras de Dios que Dios quería que su pueblo tuviera en cada etapa de la historia de la redención, y que ahora contiene todas las palabras de Dios que necesitamos para la salvación, para confiar plenamente en él y obedecerle perfectamente. Como Pablo escribe en 2 Timoteo 3:16-17: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir y instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra». Esto significa que tienes todo lo que necesitas para obedecer a Dios en la Biblia. No necesitas una palabra, una señal especial en el cielo o una «puerta abierta» para saber qué hacer. Dios es todopoderoso y ciertamente puede hacer lo que quiera, pero no nos dice que esperemos tales cosas. Él nos dice que aprendamos la Biblia y apliquemos su sabiduría a las decisiones difíciles de la vida.

Por tanto, si estás luchando con la santidad, con la satisfacción, el matrimonio, el trabajo, la crianza de los hijos, o simplemente con conocer y creer en Dios… ¿Por qué no te sumerges diariamente en la Escritura? Ella es suficiente para todo lo que necesitamos para la vida y la piedad. Así que ábrela y léela. Alaba a Dios por su Palabra inspirada, infalible, clara, necesaria y suficiente.

  1. Conclusión 

La experiencia vs. la Escritura

Para concluir, a pesar de que la tradición y la razón son importantes, en la medida en que nos ayudan a comprender lo que enseña la Escritura, al final son a la vez servidores de la Palabra, y no jueces sobre ella o colegas. Se sabe que tanto la tradición como la razón se equivocan: la Escritura no.

Situar la tradición y la razón del hombre como el fundamento para determinar si algo es la Palabra de Dios o no es tan inútil como tratar de hacer brillar una linterna contra el sol. Coloca los pensamientos y los caminos del hombre sobre los de Dios y busca usurpar la autoridad que Dios ha establecido en su Palabra que es testificada e iluminada por el Espíritu Santo. Solo el Espíritu Santo puede finalmente convencernos de la correcta autoridad de la Palabra de Dios. El mismo Espíritu que habló por boca de los profetas también nos convence de la Palabra exaltada de Dios.

No podemos decir que la Biblia simplemente «contiene» la Palabra de Dios. Es decir, que debemos intentar discernir por nuestra razón y experimentar qué es esa palabra. No, como evangélicos, debemos insistir en que la Biblia, en su totalidad unida, es la Palabra de Dios.

«La [verdad] de la Escritura no es flexible. No es exclusiva de cada persona. No está determinada por la experiencia personal o la opinión personal». Nuestras experiencias solo son valiosas en la medida en que son bíblicas. Debemos evaluar nuestra experiencia por la verdad de la Escritura; no evaluar la verdad de la Escritura por nuestras experiencias.

APÉNDICE A

Posibles cotizaciones que agregar.

Como bien dijo uno de los primeros teólogos bautistas en América: «El estudio de la verdad religiosa debe emprenderse y procesarse desde un sentido del deber, y con miras a la mejora del corazón. Cuando se aprende, no debe colocarse en el estante, como objeto de especulación; debe depositarse en lo profundo del corazón, donde debe sentirse su poder santificador… Como seres religiosos, busquemos comprender las verdades de la religión. Como seres inmortales, esforcémonos por familiarizarnos con la doctrina de la que depende nuestra felicidad eterna. Y tengamos cuidado de no solo recibirla fríamente en nuestro entendimiento, sino que su poder renovador siempre esté presente en nuestros corazones» (Dagg, Manual of Theology).

Entonces, ¿por qué crees que la Palabra de Dios en forma escrita es un beneficio para nosotros hoy que vivimos entre la cruz y la segunda venida (Éxodo 34:27, Deuteronomio 31:9)? (1) FIABILIDAD: Conserva con precisión las palabras de Dios para las siguientes generaciones; 2) PERMANENCIA: Permite el estudio repetido y cuidadoso de las palabras de Dios; 3) ACCESIBILIDAD: Es accesible para más personas que la comunicación oral.

Artículo I, De las Escrituras, Declaración de Fe de Capitol Hill Baptist Church:

«Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y es un tesoro perfecto de instrucción celestial; que tiene a Dios como su autor, la salvación como su fin, y la verdad sin ninguna mezcla de error como su materia; que revela los principios por los cuales Dios nos juzgará y, por tanto, es, y permanecerá hasta el fin del mundo, el verdadero centro de la unión cristiana, y el estándar supremo por el cual todas las conductas humanas, credos y opiniones deben ser juzgados».

«Los apóstoles reclamaron una comisión autoritativa de Cristo para actuar como sus representantes en la fundación y construcción de las primeras iglesias. Se presentaron como embajadores de Cristo y su mensaje como la Palabra de Dios. Afirmaron haber recibido el Espíritu Santo de una manera única, para poder entender correctamente el misterio de la revelación de Dios en Cristo y proclamarlo en declaraciones normativas y autorizadas, ‘no en las palabras que la sabiduría del hombre enseña, sino la que el Espíritu Santo enseña’. Su autoridad les había sido dada por Cristo a través de su palabra de comisión y su don del Espíritu»[9].

La tarea de la teología sistemática es ser (1) integral, es decir, cubrir todas las enseñanzas estándares de la Escritura, (2) coherente, demostrar las interrelaciones de los diversos temas, (3) contextual, es decir, interpretar el barrido de la doctrina en términos de temas actuales, y (4) puntos de vista históricos y contemporáneos conversacionales e interesantes. Robert Reymond, New Systematic Theology of the Christian Faith, xxxiii.

El teólogo sistemático Robert Reymond resume estas verdades: «Un autógrafo inerrante e infalible es la única visión de la Escritura original que concuerda con la naturaleza del Dios del teísmo cristiano: un Dios santo, en quien no hay tinieblas y que no puede mentir, solo podría inspirar a hombres a escribir un relato perfecto de la revelación recibida de él».

Martyn Lloyd-Jones, en un discurso titulado «La Autoridad de la Escritura», opinó acerca de la posición subjetivista. Comentó que estos teólogos sugieren «que aquellos de nosotros que somos evangélicos conservadores somos ‘bibliotecarios’’ es decir, ponemos a la Escritura en el lugar del Señor. Su propia autoridad, nos dicen estos críticos, no es la Escritura, sino el Señor. Ahora bien, esto suena muy impresionante y muy imponente al principio, como si estuvieran declarando aquello por lo que estamos contendiendo. Suena como si fuera una posición altamente espiritual hasta que, nuevamente, comienzas a examinarla cuidadosamente. Las preguntas obvias para los que hacen tales declaraciones son estas: ‘¿Cómo conocen al Señor? ¿Qué saben acerca del Señor, aparte de la Escritura? ¿Dónde lo encuentran? ¿Cómo saben que lo que parecen haber experimentado con respecto a él no es producto de su propia imaginación, de un estado psicológico anormal o de algún poder oculto o espíritu maligno?’. Todo suena muy impresionante e imponente cuando dicen: ‘Voy directamente al Señor’. Pero debemos enfrentar a la cuestión vital sobre la base de nuestro conocimiento del Señor, nuestra certeza con respecto incluso a su autoridad, y cómo debemos entrar en posesión práctica de eso».

«Los dos Testamentos son los dos labios por los cuales Dios nos ha hablado». – Thomas Watson

Solo en el Pentateuco, las palabras «Jehová dijo» aparecen casi 800 veces, y las palabras, «Así dice el Señor» son un tema recurrente a lo largo de los profetas.

El Salmo 19:7-8 dice: «La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma [necesidad de la Escritura]. El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo [claridad de la Escritura]. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón [autoridad de la Escritura]».

Pregunta: ¿Cómo debemos entender los distintos textos en nuestras Biblias, como Juan 7:53-8:11 y Marcos 16:9-20? Respuesta: Estos textos se mencionan en la mayoría de las Biblias porque no forman parte de los primeros manuscritos más confiables. No son Escritura, pero son tradición, tradición muy antigua y posiblemente muy buena. Otras variantes más pequeñas, como Lucas 23:34, se incluyen en algunos de los mejores manuscritos y se omiten en otros.

Pregunta: ¿Cómo debemos entender las citas en la Escritura tomadas de la literatura no canónica, como el Libro de Enoc (Judas) o los autores griegos seculares (Pablo)? Respuesta: El que un escritor del canon cite una fuente secular, no significa que tome dicha fuente y la eleve a la par de la Escritura. También debemos sostener que un escritor del canon puede usar citas fuera de la Escritura, siempre y cuando no las cite inequívocamente como Escritura. Por ejemplo, en Judas 14, se cita el Libro de Enoc, probablemente porque era un escrito bien conocido entre su público y daba a entender que Dios juzgará a los impíos. A menudo usamos escrituras no canónicas para transmitir un punto verdaderamente bíblico a otros en nuestras propias conversaciones.

Pregunta: ¿Por qué algunas citas en el Nuevo Testamento del Antiguo Testamento son diferentes del texto del Antiguo Testamento? Respuesta: No debemos exigir que las citas de la Escritura sean verbales porque fueron escritas en otro idioma y solo necesitan ser lo suficientemente precisas en la traducción, sin tergiversar el texto.

Pregunta: Si la Escritura es clara, entonces ¿por qué tenemos diferentes interpretaciones de lo que significan varios pasajes? Respuesta: Si bien la Palabra de Dios es perfecta, las personas a quienes se la dio no lo son. La claridad de la Escritura no significa que todos los creyentes estén de acuerdo en cada enseñanza de la Palabra. En general, los cristianos evangélicos están de acuerdo en gran medida en los asuntos esenciales (por ejemplo, el evangelio) y difieren en lo no esencial (milenio).

Para la sección del Nuevo Testamento:

«Jesús nombró y capacitó directamente a los apóstoles como los maestros autorizados del Nuevo Pacto, y fueron reconocidos como tales por la iglesia» (J. Wenham, Christ and the Bible).

Para la sección de peligros:

«La teología sistemática es esencial. La teología bíblica… es profundamente enriquecedora. Pero no son la forma en que Dios escribió la Biblia, y para dejarlas gobernar el sermón, en lugar del texto de la Escritura tal como está escrito, se debe terminar hablando de la Biblia en lugar de dejar que la Biblia hable. Una es las palabras de los hombres; la otra la Palabra de Dios». (D. Jackman, What’s So Special about Preaching en The Rutherford Journal of Church and Ministry, otoño de 2006).

«Además de la evidencia textual derivada de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento, el estudiante del Nuevo Testamento tiene disponibles las numerosas citas bíblicas incluidas en los comentarios, sermones y otros tratados escritos por los primeros padres de la Iglesia. De hecho, estas citas son tan extensas que si todas las otras fuentes para nuestro conocimiento del texto del Nuevo Testamento fueran destruidas, serían suficientes por sí solas para la reconstrucción de prácticamente todo el Nuevo Testamento» (Bruce Metzger, The Text of the New Testament).

APÉNDICE B

El canon de la Escritura

Los siguientes son principios útiles que se usan para determinar si un libro se considera Escritura o no. «Los motivos para la canonicidad se encuentran en una interacción de factores subjetivos y objetivos sobre-gobernados por la Divina Providencia»[10].

Es autoritativo y proviene de Dios.

  1. El significado del Antiguo Testamento permaneció en el Nuevo, y el fundamento del Nuevo Testamento estaba oculto en el Antiguo. Ambos Testamentos muestran continuidad y fueron todos de una sola pieza (Juan 10:35).
  2. Jesús defendió, se sometió y cumplió el Antiguo Testamento, incluso muriendo en obediencia a la Escritura (Mateo 5:17, Lucas 24:44).
  3. Los ministros del nuevo pacto hablaron con palabras dadas por el Espíritu Santo (1 Corintios 2:13), eran de autoridad divina (1 Tesalonicenses 4:2, 2 Tesalonicenses 2:15), y debían leerse con otra Escritura (1 Tesalonicenses 5:27; Col. 4:16; Apocalipsis 1:3).
  4. «No había nada manifiestamente sobrenatural sobre el cautiverio de Babilonia, pero fue visto con razón como un acto de Dios. No había nada manifiestamente sobrenatural en la formación del canon, pero por la forma en que sucedió y por sus resultados también se puede ver razonablemente como un acto de Dios»[11].

Fue escrito por un hombre de Dios (por ejemplo, una autoría o aprobación profética o apostólica).

  1. Muchos profetas ordenaron que sus oráculos fuesen escritos (Jeremías 36; Is. 8:16).
  2. Muchos profetas citan a los primeros profetas que muestran su autoridad (Daniel 9:2, Zacarías 1:4-6, 7:7, 12).
  3. Las palabras de David provenían del Espíritu Santo (Hechos 4:25).
  4. Las palabras de Cristo en los Evangelios fueron consideradas autoritarias de inmediato.
  5.   Las palabras de los apóstoles fueron inspiradas por el Espíritu Santo (Juan 14:26, 1 Corintios 2:13, Juan 16: 12-15).
  6.   Los libros no apostólicos escritos habrían sido afirmados en su autenticidad por los apóstoles que vivían entonces (por ejemplo, Pablo habría afirmado Lucas y Hechos y Pedro habría afirmado a Marcos).
  7. Los escritos de Pablo se consideran como otra Escritura (2 Pedro 3:16, 2) y se leen entre los cristianos (Col. 4:16).
  8. Lucas se considera con Deuteronomio como Escritura (1 Timoteo 5:18).

Tuvo una aprobación continua y generalizada entre los cristianos.

  1. El canon nunca fue creado por hombres, sino que fue reconocido.
  2. La Ley de Moisés impregna toda la historia de Israel.
  3. La traducción griega de la Septuaginta (completada alrededor del año 132 d. C.), que estaba disponible en tiempos de Cristo, parecía contener varios libros de los apócrifos, según qué copia de la Septuaginta se lea (las copias más confiables provienen del siglo IV y V d.C.). Pero esto no significa que estos libros se entendieron como canon junto con otros libros indiscutibles del Antiguo Testamento, como se señaló con Filón, Josefo y Cristo.
  4. No hay disputa entre Jesús y los judíos acerca del alcance del canon del Antiguo Testamento.
  5.   Filón, un filósofo judío de Alejandría (año 20 a.C. – 40 d.C.) citó mucho el Antiguo Testamento y reconoció su triple división, pero nunca citó los apócrifos como inspirados.
  6.   Josefo (nacido en 37 d. C.) era probablemente el judío más sabio de su época y muy calificado para informar sobre las creencias judías. Dijo que desde Artajerjes (435 a. C. – Malaquías) hasta nuestro tiempo todo se ha registrado, pero no se ha considerado digno de crédito con lo que precedió, porque la sucesión exacta de los profetas cesó». Con esto descarta los apócrifos como autoritativos.
  7. El número de libros canónicos durante la época de Josefo se consideró fijo y el Antiguo Testamento tenía una clasificación triple (ley, escritos, profetas, Lucas 24:44).
  8. Ireneo fue entrenado bajo Policarpo, quien fue discípulo de los apóstoles. Él cita de casi todo el Nuevo Testamento sobre la base de su autoridad.
  9.   No hay citas de los apócrifos en el Nuevo Testamento, sin embargo, hay alrededor de 300 citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento. (Judas 9 cita la Asunción de Moisés y el versículo 14 cita a 1 Enoc con fines ilustrativos, pero eso no significa que él creyera que fueron inspirados, al igual que Pablo cuando cita poetas griegos (Hechos 17:28, 1 Corintios 15:33), Tito 1:12). Tampoco son parte de los libros apócrifos).
  10.   Jerónimo (alrededor de 400 d. C.) tradujo la mayor parte de la Biblia al latín (la Vulgata) pero rechazó los apócrifos aunque tradujo algunos de los libros antes de su muerte. La distinción teórica entre el Antiguo Testamento y los apócrifos siempre fue conocida en la iglesia de Oriente y Occidente, sin embargo, Occidente necesitaba definir el canon como resultado de la Reforma y se mantuvo firmemente unido a ellos porque apoyaban la visión de Roma de la justificación y el purgatorio. No obstante, otras doctrinas falsas aparecen en los apócrifos, como la creación a partir de la materia preexistente, y existen errores históricos y geográficos (Tobías, 1 Esdras).
  11. La herejía de Marción, quien rechazó el Antiguo Testamento y elaboró ​​una nueva lista de escritos sagrados cristianos, alentó el establecimiento de un nuevo canon (es decir, el Nuevo Testamento), y la herejía de Montano, quien afirmó nuevas revelaciones, alentó la idea de un canon cerrado.
  12.   No todas las escrituras apostólicas fueron inmediatamente reconocidas como Escritura. La evidencia sugiere que hubo una aceptación muy temprana y generalizada de los Evangelios, Hechos, las cartas de Pablo, 1 Pedro y 1 Juan como autoritativos. Los otros fueron cuestionados, pero no rechazados, por asuntos de autoría. Estos otros libros fueron probados con severos escrutinios y reconocidos por su valor y aceptación por parte del pueblo de Dios. Esto probablemente se deba en parte a las escrituras escritas en diferentes regiones geográficas, lo que trajo cierto retraso en la incertidumbre. Esto también muestra que la aceptación no fue dictada por los consejos, sino que recibió una respuesta positiva normal de la circulación.
  13. El Nuevo Testamento no era una colección de libros combinados por casualidad ni uno que se forzara en la iglesia. En cambio, se estableció de forma silenciosa y sin prisas en la vida de la iglesia.
  14. Los escritos del Nuevo Testamento circularon entre las primeras iglesias y el canon fue lo que terminó siendo guiado por el Espíritu Santo.
  15. Circulación debía suceder (I Tesalonicenses 5:27).
  16.   Atanasio de Alejandría (367 d. C.) nos da la lista más antigua de libros del Nuevo Testamento, que es como la nuestra hoy en día.
  17. La Reforma abrió todas las preguntas teológicas, incluido el canon, para el debate. Lutero y Zwinglio cuestionaron libros tales como Santiago y Apocalipsis, pero tales opiniones fueron rechazadas por las iglesias reformadas como un todo.
  18. La iglesia del Este no necesitó hacer una distinción clara del canon del Nuevo Testamento.
  19.   No hay una alternativa razonable al Nuevo Testamento y no existe un gran disenso para cambiarlo.
  20.   Aquellos que son el pueblo de Dios reconocerán la Palabra de Dios (1 Corintios 14:36-38, 2 Tesalonicenses 2:15).

Los siguientes libros comprendieron la investigación del Apéndice B:

  • Fundamentalismo y la Palabra de Dios de J.I. Packer.
  • Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica de W. Grudem.
  • Christ and the Bible [Cristo y la Biblia] de J. Wenham.
  • Evidencia que exige un veredicto de J. McDowell.
  • El origen de la Biblia de P. Comfort.

[1] Roger Beckwith, The Old Testament Canon of the New Testament Church and its Background in Early Judaism (Eugene, OR: Wipf & Stock, 1985), 435. En el siglo II a. C., si no antes, los títulos y el orden de los libros básicamente se estandarizó. Si bien el rabino ocasional puede haber expresado dudas acerca de un par de libros, estas disputas fueron inusuales y de escala y significado limitados.

[2] Además, cuando Jesús en Mateo 23:35 menciona la sangre de Abel a Zacarías, parece estar identificando todo el canon del Antiguo Testamento. A pesar de que Zacarías no es el último en morir cronológicamente en el Antiguo Testamento, él es el último en morir en el orden hebreo de sus libros, que difiere de los nuestros. Así que Jesús está resaltando los sujetalibros, si se quiere, Abel (Génesis 4) a Zacarías (2 Crónicas 24), y todo lo demás.

[3] Vale la pena señalar que ninguno de los libros en los libros apócrifos figura entre los 39 libros del Antiguo Testamento, y con una excepción, el Nuevo Testamento no cita ninguno de ellos. La excepción es el libro de Judas, que alude a un par de estos libros, no los trata como Escritura sino como ejemplos útiles con los que la audiencia de Judas al parecer estaba familiarizada.

[4] Jesús enseñó a sus seguidores a esperar esto cuando les dijo en Juan 14:26: «el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho». Así es como se escribieron los evangelios: el Espíritu Santo inspiró a los seguidores de Jesús y a aquellos que los conocieron íntimamente a escribir lo que Jesús había enseñado. Él inspiró a otros apóstoles a escribir cartas autorizadas acerca de Jesús que se convirtieron en el resto de los libros de nuestro Nuevo Testamento.

[5] Greg Gilbert, Why Trust the Bible? (Wheaton: Crossway, 2015).

[6] Ibid., 74.

[7] Ahora bien, ¿Pedro solo estaba hablando del Antiguo Testamento? Más adelante en la misma carta, él indica que entiende que las cartas de Pablo también son bíblicas y, por tanto, también divinamente inspiradas. 2 Pedro 3:15-16: «como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición».

[8] El catolicismo romano rechaza esta doctrina. Solo la Iglesia (por medio de la cual se entiende los obispos y finalmente el Papa) puede interpretar correctamente la Escritura, razón por la cual prohibieron toda traducción de sus biblias latinas a un lenguaje común durante siglos. Pero fue el reconocimiento de la perspicuidad de la Escritura lo que llevó a Wycliff, Tyndale y Lutero a trabajar en traducciones de la Biblia en inglés y alemán porque creían que todos podían conocer las verdades de la Escritura.

[9] Ibid.

[10] J. Wenham, Christ and the Bible.

[11] J. Wenham, Christ and the Bible.