Predicación expositiva

Predica al no creyente, al creyente y al miembro de iglesia

Por Aaron Menikoff

Aaron Menikoff es Pastor Principal de la Iglesia Bautista Mt. Vernon en Sandy Springs, Georgia.
Artículo
12.07.2017

¿A quiénes predican los predicadores? Hace poco saqué varios libros de la estantería acerca de la predicación y descubrí que esta pregunta casi no se toca. Los predicadores parecen estar mucho más preocupados por pulir su estilo.

Aun así, algunos pastores prestan atención a la audiencia y tienden a concentrarse en dos segmentos de la población: los que no van a la iglesia y los postmodernos. El presidente de Gordon-Conwell, James Emery White, pastor de la Mecklenburg Community Church en Charlotte, Carolina del Norte, dijo una vez que él apunta explícitamente a los incrédulos.[1] Lo dijo de esta forma en una entrevista en 1999:

“Mecklenburg es una iglesia que tiene como objetivo a aquellos que están buscando, una iglesia que fue iniciada [para]… centrarse en alcanzar a la gente que no va a la iglesia. Con lo de tener como objetivo a aquellos que están buscando, quiero decir obviamente que los puntos de entrada de la iglesia están diseñados para la gente que no suele ir a la iglesia. De alguna manera podemos entrarles cuando están en modo de búsqueda, o intentamos ayudarles para que lleguen a ser buscadores activos, ya que no todo aquel que no va a la iglesia está buscando”.[2]

Dado que el sermón es uno de estos “puntos de entrada”, White ha seguido el ejemplo de hombres como Bill Hybels, Bob Russell y Rick Warren, quienes se han diferenciado de otros predicadores en su habilidad para hablar a los que no van a la iglesia.

Otro grupo de escritores enfatizan la importancia de predicar a los de mente postmoderna. El ex pastor Brian McLaren ha dicho que el fijarse en la aversión postmoderna hacia la teatralidad y el análisis detallado, junto con su inclinación a la autenticidad y la narrativa, comenzó a afectar su predicación en 2001. Ahora, la narrativa y la autenticidad son aspectos centrales en su predicación.[3]

Estos dos ejemplos hacen que algunos de nosotros nos pongamos nerviosos. Cuando un predicador va demasiado lejos en adaptarse a su audiencia el mensaje mismo queda comprometido, como ha sido el caso en la iglesia emergente y en aquellas congregaciones enfocadas en los no creyentes que se catalogan como personas en búsqueda.

Sugiero a los pastores predicar con tres tipos de personas en mente.

Predica al inconverso

Siempre es bueno considerar a los no creyentes en el sermón del domingo por la mañana, incluso si tu iglesia es pequeña y no hay no creyentes presentes. Mi iglesia no es grande, pero todavía asumo que algunas personas sentadas en los bancos no conocen a Cristo. Algunos de ellos son cristianos nominales que pueden haber profesado a Cristo y haber estado en la iglesia por años, pero que todavía necesitan que el nuevo nacimiento traiga vida real. Otros son no creyentes profesantes que han sido invitados por nuestros miembros. Aun otros han entrado de la calle en respuesta a una tarjeta de la iglesia, a un boletín, al sitio web, o al edificio mismo. En otras palabras, los no creyentes siempre vendrán.

¿Entonces qué?

Deja claro el evangelio

Es la responsabilidad del predicador dejar claro el evangelio cuando abre la Palabra de Dios. Pablo escribió:

“Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios Lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10:9-10).

Somos — al fin y al cabo — ministros del evangelio. El evangelio no tiene por qué sonar igual en cada sermón. Pero sea como sea explicado, el pastor debería preguntarse en referencia al pasaje: “¿Cómo apunta al evangelio?” Incluso los no creyentes pueden reconocer la diferencia entre un sermón centrado en el evangelio y un sermón con el evangelio metido al final.

Mi iglesia está cerca de un seminario, y tenemos muchos hombres entrenándose para ser pastores que preguntan a menudo: “¿Debería el evangelio estar en todos los sermones?” La respuesta es por al menos dos motivos. Primero, porque el evangelio da sentido a cada texto de las Escrituras desde Génesis hasta Apocalipsis. Segundo, porque los inconversos necesitan saber qué significa “si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios Lo resucitó de entre los muertos” (¡Los cristianos necesitan escucharlo una y otra vez, también, para crecer en la fe!). Incluso si el incrédulo ha oído el evangelio docenas de veces, Dios lo trajo ante mí como predicador hoy. Así que quiero que el evangelio desafíe una vez más su entendimiento del mundo, del pecado y de la salvación.

Dejar claro el evangelio es una de las cosas más importantes que puedo hacer como pastor.

Predica expositivamente

Los pastores que son sensibles a la presencia de los no creyentes les servirán mejor si predican expositivamente. Los no creyentes quieren saber por qué creemos lo que creemos. Puesto que nuestra doctrina y nuestra vida están fundadas en la Palabra de Dios, servimos mejor al que no viene a la iglesia dirigiéndole a las Escrituras de forma honesta, fiel y clara, tal y como hacemos con los cristianos.

Hay actualmente un movimiento de escritores y líderes de iglesia que dice que la mente postmoderna — ya sea de gente de iglesia o no — responde mejor a la predicación narrativa. Dicen que la gente quiere historias. Bien, me gustan las historias. La predicación expositiva debería proporcionar a los que no van a la iglesia la historia de la Biblia, lo cual al mismo tiempo proporciona la historia de la obra de Dios con la humanidad, lo que a su vez proporciona una historia para sus propias vidas. Los pastores no solamente deberían trabajar a través de toda la Palabra cuando predican expositivamente, sino que deberían hacerlo con la mentalidad de dar a sus oyentes la foto grande de Dios. ¡Esto sí es predicar a los que están buscando![4]

El mismo movimiento dice que la mente postmoderna valora la autenticidad. Bien, también me gusta la autenticidad. Es una excusa perfecta para predicar expositivamente. Centrémonos menos en el envoltorio y más en el mensaje: ¿Qué dijo Jesús? ¿Qué profetizó Isaías? ¿Qué escribió Pablo? ¿Y qué tienen que ver las respuestas a estas preguntas con nosotros hoy? Esto es lo que los inconversos que aparecen en nuestras iglesias quieren (verdad bíblica sin adornos). Que después estén de acuerdo o no con esa verdad es algo entre ellos y Dios, pero lo que nosotros predicamos no es algo que pueda quedarse en el aire.[5]

Llega a los inconversos

Hay varias cosas que podemos hacer para que nuestros sermones sean evangelísticos. Identificar los números grandes y pequeños como las divisiones de capítulos y versículos es útil para aquellos que no suelen asistir a la iglesia. También es de utilidad decirles que usen el índice de libros de la Biblia. ¡Qué palabra más tranquilizante para el visitante no convertido cuando ve que todos a su alrededor parecen encontrar rápidamente Abdías!

Las introducciones provocativas de un sermón también ayudan a construir un puente para el no creyente explicando la relevancia del texto que está a punto de ser expuesto. Por ejemplo, el último domingo de Semana Santa prediqué sobre Lucas 5:33-39, donde los fariseos están sorprendidos de que los discípulos de Jesús no estén ayunando. Jesús responde observando que los invitados a la boda no ayunan cuando el novio está presente, y entonces relata la parábola de echar vino nuevo en odres viejos. Titulé el sermón: “¿Son los cristianos más felices?”. Esta introducción fue una oportunidad para explicar que el gozo verdadero, duradero y que cambia la vida es estar en la presencia del novio resucitado, Jesucristo. ¿Fueron los cristianos ayudados por esta introducción? Eso espero, pero vi esos dos o tres minutos como una oportunidad especial para alcanzar a los inconversos que pudieran necesitar una guía adicional para entender por qué nos juntamos en torno a la Palabra de Dios.

Todas estas “pequeñas” prácticas tienen también un efecto acumulativo en la congregación. Cuando los creyentes observan que el púlpito es amigable con el inconverso, hay más posibilidades de que traigan a sus amigos no creyentes. Es un error pensar que estar centrados en el evangelio significa que no podemos ser sensibles a aquellos que están buscando.

Predica a los convertidos

Si bien predicar a los no creyentes es importante, la labor principal del predicador en el Día del Señor es apuntar a los cristianos. Su finalidad es edificar la iglesia local y la iglesia debe escuchar, lista y dispuesta, para someterse a Cristo como la cabeza de la iglesia. Esta es nuestra “audiencia” principal. Así, en mi propia preparación del sermón, principalmente tengo al convertido en mente.

¿Cómo debería el predicador dirigirse al cristiano?

Reprende y corrige a los cristianos

Sabemos por Juan que el pecado persiste en la vida del creyente: “Si decimos que no hemos pecado, Lo hacemos a El mentiroso y Su palabra no está en nosotros.” (1 Jn. 1:10). Hay como un aguijón en este versículo, como si Juan supiera que los creyentes son tentados a minimizar su pecado, a elevar su santificación y a negar al Señor. Además, Pablo escribió: “oda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Ti. 3:16). Así, cuando un pastor está predicando a los cristianos, la verdad de la Palabra de Dios necesariamente amonestará y corregirá.

Ningún pastor quiere ser conocido por derribar a los cristianos. Sí, la fidelidad a las Escrituras requiere que un hombre amoneste a su debido tiempo. Esta es una razón por la que el llamado a predicar no debería ser aceptado a la ligera. Ser fiel a esta tarea requiere que nos preguntemos sobre cada texto que predicamos: ¿Cómo amonesta o desafía este pasaje al cristiano? ¿Está reprobando la falta de oración, el chisme, la idolatría? La respuesta podría sacarse de la congregación local de un pastor o de lo que es aplicable a todos los cristianos. De cualquier forma, la predicación sin amonestación y sin corrección no puede ser una predicación completamente bíblica.

Sustenta y anima a los cristianos

Afortunadamente, predicar a los convertidos significa más que amonestación y corrección. Significa trabajar para sustentar y animar a los creyentes con la Palabra de Dios. El creyente depende totalmente de la Palabra. Como Jesús dijo: “Escrito está: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’”. (Mt. 4:4; Dt. 8:3). Esto significa que cuando el cristiano viene al sermón, está viniendo a ser nutrido con palabras de vida.

Por supuesto que el creyente puede alimentarse de la Palabra de Dios durante otros momentos de la semana, pero la predicación juega un papel central en su sustento. Considera Tito 1:1-3 donde Pablo describe cómo la vida eterna es manifestada en la Palabra de Dios mediante la predicación. Los cristianos son nutridos y sustentados por los sermones. Una pregunta para cada texto es: “¿Cómo esto sustenta, levanta o anima al cristiano?”.

Pocas cosas me animan más en mi propio ministerio de predicación que esto: la iglesia se junta porque necesita la vida dada por la Palabra predicada, ¡no porque me necesiten a mí! Simplemente esta es la tarea que se me ha encomendado, la comida espiritual que tengo que preparar. ¡Qué privilegio ser usado por Dios para sustentar, nutrir y edificar a su pueblo con su Palabra!

Santifica y fortalece a los cristianos

El Hijo oró para que los hijos del Padre fueran santificados y hechos más como Cristo. Jesús sabía que sus seguidores experimentarían todo tipo de sufrimientos y menosprecio porque recibieron su palabra (Jn. 17:14), pero Él no oró para que fueran sacados del mundo. Más bien, oró para que fueran santificados. ¿Cómo serían los cristianos hechos más santos? Jesús oró: “Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad” (Jn. 17:17). El mensaje de Dios santifica a los hijos de Dios. Los cristianos son santificados mediante la comprensión y la aplicación de la buena noticia y de toda la Biblia a sus vidas (2 Ti. 3:17). La Palabra santa hace gente santa.

Por supuesto, la santificación es principalmente una obra de Dios. Él es quien trabaja en la vida del creyente (Fil. 2:13; He. 13:20-21) y quien asegura que los cristianos tengan todo lo que necesitan para darle gloria y honor. Esto es exactamente lo que ocurre cuando trae a los santos para que se junten a escuchar las verdades de su Palabra. No es sorprendente que sean estimulados “al amor y a las buenas obras” (He. 10:24).

Los predicadores tienen la gloriosa oportunidad de ser usados en las vidas de los pecadores para fortalecerles en la tarea de caminar la vida cristiana. En el Salmo 1, el hombre bienaventurado que se deleita en la ley de Dios se compara a un árbol plantado junto a corrientes de aguas, un árbol fuerte y lleno de frutos. La analogía no es difícil de entender. El cristiano lleva fruto y es fuerte cuando se alimenta y se deleita en la ley del Señor. Los sermones juegan un papel en dirigir al cristiano a meditar en la ley de Dios. Aunque el predicador no puede hacer hombres bendecidos — ¡afortunadamente este es el trabajo de Dios y su Espíritu! —, sí que tiene el privilegio de alimentar al pueblo de Dios con la Palabra de Dios. El predicador puede ser como esas corrientes de aguas, entregando fielmente la Palabra de Dios y fortaleciendo ese árbol semana tras semana, mes tras mes, año tras año.

A diferencia del contable que ve los libros de cuentas a fin de mes, o del gerente que supervisa la empresa, ¿Quién sabe si el predicador llegará a ver los frutos de las vidas cambiadas? ¡Los corazones que son tocados! El mejor trabajo del pastor no puede ser medido en este lado de la eternidad. Tal fruto no se puede recoger en cestas. No obstante, el fruto está ahí. La Palabra de Dios predicada, por su gracia, santifica y fortalece al pecador y lo prepara para sus propias obras de gracia.

Desafía y haz crecer a los cristianos

Los discípulos necesitan crecer en su entendimiento e interpretación de las Escrituras. Tienden a ser demasiado negligentes en su ingestión de sermones, demasiado diferentes a aquellos bereanos de Hechos 17 que examinaban lo que oían para ver si era verdad. Una predicación expositiva sólida desafiará al discípulo dándole algo para pensar y examinar. Criticando la predicación superficial, James W. Alexander dijo una vez:

“En estos sermones encontramos muchas verdades bíblicas valiosas, muchas ilustraciones originales y conmovedoras, mucho argumento sólido, exhortación punzante y gran unción. Consideradas en sí mismas, y vistas como oraciones de púlpito, parece que no se les puede hacer ninguna objeción; no obstante, como exposiciones de las Escrituras, no son — literalmente — nada. No clarifican las dificultades de los argumentos de los autores inspirados, no dan una visión amplia del contexto del asunto en cuestión, podrían ser repetidas de por vida sin tender — ni al grado más bajo — a educar a la congregación en los hábitos de la sana interpretación”[6].

Los sermones que desafían y hacen crecer a los cristianos no tienen que ser pesados o difíciles de entender (¡tal predicación sería infiel y sin sentido en todo caso!). Aun así, los sermones que desafían y hacen crecer a los cristianos son aquellos sermones predicados por hombres que se han entregado al texto. Un pastor que invierte tiempo en la preparación del sermón casi no tiene que preguntar sobre el texto: “¿Cómo puede este pasaje desafiar o hacer crecer al cristiano?”, así de orientada está la Palabra de Dios para cumplir el propósito de Dios para ella (Is. 54:10-11). Su esfuerzo dará fruto y la congregación recogerá la recompensa de su diligencia.

En mi iglesia batallamos para ser fieles a las Escrituras ya sea que prediquemos unos pocos versículos o un libro entero en unos cuantos sermones, tal y como hice recientemente con el libro de Job. Por primera vez en años, estudiantes de universidad vienen a la iglesia porque la predicación les desafía a crecer. Una pareja algo mayor me dijo que les gustaba venir porque podían tener conversaciones espirituales sobre el sermón a la hora de comer. No creo que nadie diría que estamos haciendo un gran trabajo comunicándonos con el mundo, y nadie diría que mi predicación es emocionante. Hay tanto margen de crecimiento. Pero por la gracia de Dios estamos abriendo la Palabra de Dios, y eso sí es emocionante ¡y cambia vidas!

Los cristianos están buscando predicación que sea fiel a la Biblia, lo cual significa predicación que incluye amonestación y corrección, sustento y ánimo, santificación y fuerza, desafío y crecimiento.

Ahora que hemos cubierto la predicación a no creyentes y a creyentes, éste parecería un lugar natural para terminar. Pero los predicadores necesitan ser sensibles a una categoría más: los miembros de la iglesia.

Predica a los miembros de la iglesia como cuerpo

En la mayoría de iglesias, la mayor parte de la congregación incluye a aquellos hombres y mujeres que se han comprometido con el lugar, con el ministerio y los unos con los otros. ¿Debería importar esto a la hora de predicar? Yo creo que sí.

Pablo describió la congregación de los santos en Colosas como “asiéndose a la Cabeza, de la cual todo el cuerpo, nutrido y unido por las coyunturas y ligamentos, crece con un crecimiento que es de Dios” (Col. 2:19). Estos no eran simples discípulos, eran discípulos arraigados en la iglesia de Colosas creciendo con un crecimiento que es de Dios. En Colosenses 3:15-16, Pablo continuó diciendo: “Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones”. Pablo se dirigió a esta iglesia local como un cuerpo y les recordó que estarían unidos por la Palabra de Cristo. Esto ocurriría al juntarse para cantar las Escrituras y escuchar la Palabra predicada.

Pablo no se dirige aquí a los cristianos como cristianos individuales, sino como miembros de una iglesia particular. Sus encuentros trajeron unidad no porque estaban más cerca geográficamente, sino porque la Palabra de Cristo vino a habitar en ellos al compartir la misma enseñanza y amonestación. Estaban bajo la misma autoridad porque reconocieron a Cristo como su Cabeza.

Lo mismo es cierto en una iglesia local hoy, y uno de los medios para traer unidad a los miembros es mediante la predicación de la Palabra de Dios. Juan Calvino habló de esto al describir la labor del predicador. El predicador es alguien que trae unidad al cuerpo. Comentando Efesios 4 — una misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo — Calvino escribió:

“En estas palabras Pablo muestra que el ministerio de los hombres que Dios usa para ordenar la iglesia es un vínculo vital para unir a los creyentes en un cuerpo… Él [Dios] trabaja así: distribuye sus dones en la Iglesia mediante sus ministros y así se muestra a si mismo presente allí, ejerciendo la energía de su Espíritu, y evita que se convierta en algo sin sentido y sin fruto. De esta manera los santos son renovados y el cuerpo de Cristo es edificado. Así crecemos en todas las cosas para Él quien es la Cabeza y unión los unos con los otros. De esta forma todos somos llevados a la unidad de Cristo, y por el tiempo que la profecía florezca daremos la bienvenida a sus siervos y no despreciaremos su doctrina. Cualquiera que intente deshacerse de este patrón de orden de Iglesia o que lo desprecie como de poca importancia, está planeando arruinar la Iglesia”.[7]

¿Por qué hacer tanto énfasis en los miembros de la iglesia como un cuerpo cuando tantas iglesias están creciendo con tantos que no son miembros? Porque la Biblia enfatiza a aquellos individuos que son parte de la iglesia local, como podemos ver en las cartas del Nuevo Testamento. El cristianismo se vivió en el contexto de gente de diferentes trasfondos compartiendo el evangelio (eso era la iglesia). Esto tuvo implicaciones radicales. Como Pablo escribió: “Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado[a], todos los miembros se regocijan con él” (1 Co. 12:26). Esto significa: arremángate y entra a trabajar en la comunidad de los que se preocupan por la vida de los otros.

La predicación bíblica debería dirigirse regularmente a los cristianos no solo como individuos, sino como individuos que se han comprometido los unos con los otros como un cuerpo local particular. Pregunta sobre cada texto: “¿Cómo se aplica este pasaje a nuestra vida como comunidad de la fe?”. Puede parecer raro dirigirnos solamente a los miembros de la iglesia, pero ¡que visión tan convincente de la iglesia para los que no suelen venir y para aquellos cristianos que eligen coquetear con la iglesia en lugar de comprometerse verdaderamente con ella! El pastor muestra su apreciación por aquellos cristianos que se han unido a la iglesia y, lo más importante, su amor por la Palabra de Dios que unió a los miembros de su iglesia, cuando se dirige a ellos directamente de forma colectiva en la predicación.

Conclusión

Al meditar en la pregunta “¿A quién predica el predicador?” recuerdo las palabras de Peter Adam, pastor de St. Jude, Carlton, en Australia, quien escribió: “Si somos siervos de Dios y de Cristo, y siervos de su Palabra, entonces el llamado del predicador también es ser un siervo del pueblo de Dios”.[8] Sí, creo que el predicador debería ser sensible a los que no son de la iglesia. Pero si nos centramos solamente en los que no son de la iglesia, el mensaje puede perderse o diluirse de tal forma que el pueblo de Dios quede desnutrido. Este panorama no es nada bueno. Es importante predicar a los que no son de la iglesia, pero es más importante centrarse principalmente en los cristianos y recordar el valor de hablar regularmente a aquellos creyentes que se han comprometido con la iglesia local.

[1] “Preaching to the Unchurched: An interview with James Emery White” in Preaching with Power: Dynamic Insights from Twenty Top Communicators, ed. Michael Duduit (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2006), 227.

[2] Ibid., 230.

[3] “Preaching to Postmoderns: An interview with Brian McLaren” in Preaching with Power: Dynamic Insights from Twenty Top Communicators, ed. Michael Duduit (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2006), 126-27.

[4] Para ayudar a exponer este argumento, los predicadores expositivos encuentran útiles estos pequeños libros: The Symphony of Scripture: Making Sense of the Bible’s Many Themes (1990) de Mark Strom; God’s Big Picture: Tracing the Storyline of the Bible (2002) de Vaughan Roberts; y Gospel and Kingdom ahora disponible en The Goldsworthy Trilogy (2000). Estos libritos de teología bíblica pueden ayudar a una comunicación de la unidad de las Escrituras cuando se predica a través de la Biblia.

[5] Revisa el capítulo de Mark Dever sobre la predicación expositiva en su libro Nueve Marcas de una iglesia Sana.

[6] J.W. Alexander, Thoughts on Preaching (Carlisle, PA: Banner of Truth, Date), 239.

[7] John Calvin, The Institutes of the Christian Religion, ed. Toney Lane and Hilary Osborne (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1986), 245.

[8] Peter Adam, Speaking God’s Words: A Practical Theology of Expository Preaching (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1996), 130.