Clases esenciales: Antiguo Testamento

Antiguo Testamento – Clase 10: Rut y 1 y 2 Samuel

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
21.03.2018

  Descargar Manuscrito en formato Word
  Descargar Folleto del Alumno en formato Word

 

Clase esencial
Panorama del Antiguo Testamento
Clase 10: «Israel tiene un rey» Rut y 1 y 2 Samuel


Introducción

El día de hoy hemos llegado a los libros de Rut y 1 y 2 Samuel. Aquí veremos un punto crucial en la historia de la redención: el surgimiento (y lamentablemente la caída) del gran rey David. Si hay una figura del Antiguo Testamento que puede competir con Abraham por la manera en que Dios lo usa para revelar su plan en la historia redentora, es el rey David. Estos tres libros se centran en la persona de David. Así como las promesas de Abraham establecen el contexto para todo lo que hemos leído hasta el momento, las promesas de Dios a David ahora establecen el contexto para el resto del Antiguo Testamento.

Oremos.

Comencemos recordando juntos la importancia de David para el resto de la Biblia. Más allá del libro de 1 Samuel, ¿de qué manera se refieren el resto de los libros de la Biblia a David? [Los salmos, «por amor a David mi siervo» en Reyes, Jesús el «Hijo de David», «el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido» en Apocalipsis, etc.]. 

RUT 

Contexto

Iniciemos con el libro de Rut, que es el preludio histórico y teológico para el rey David. Por lo que respecta al contexto, el autor de este libro es desconocido. Probablemente fue escrito durante el reinado de David. Pero mira el capítulo 1, versículo 1, los acontecimientos reales de la historia ocurren «en los días que gobernaban los jueces». Esto es aproximadamente a comienzos del siglo XI a. C. Como conversamos la semana pasada, este período de 350 años de los jueces fue un tiempo de gran caos y desorden. El libro de Rut, entonces, actúa como un punto fundamental en el plan redentor de Dios. El Señor está preparando a su pueblo para pasar del caos de su gobierno egocéntrico al buen gobierno del rey David, quien prefigura al verdadero rey: Jesucristo.

La pregunta en el corazón de este libro —para  los personajes de la historia y lectores modernos— es: ¿Dios todavía se preocupa? ¿Todavía se preocupa por Noemí, suegra de Rut, a la luz de la pérdida de su marido e hijos? ¿Todavía se preocupa por Israel en medio de tres siglos de rebelión? La clara respuesta en Rut es que Dios es nuestro «pariente redentor» que cuida perfectamente de nosotros en medio de nuestras pruebas. Puedes ver un resumen de esto en la oración temática en tu folleto: 

Dios orquestra soberanamente todas las cosas —incluso las pruebas— por el bien de su pueblo, a quien un día redimirá a través del gobierno perfecto del rey pariente.

El libro de Rut trata acerca de Noemí, una mujer israelita en Moab, cuyo esposo e hijos han fallecido. Eso la deja a ella y a sus nueras, Rut y Orfa, solas en una tierra extranjera, e incapaces de proveer para sí mismas. El resto del libro de Rut se centra esencialmente en dos díasde la vida de Rut: el día en que es alimentada y el día en que contrae matrimonio. El día en que es alimentada, capítulo 2, es cuando encuentra el favor de un hombre llamado Booz, quien provee comida para ella y Noemí. Y el día en que contrae matrimonio, capítulos 3-4, cuando Booz se casa con ella para mantener su linaje familiar. Para nuestro panorama de Rut, veremos tres textos principales en el libro, que proveen imágenes de la historia. Verás un bosquejo de todo el libro en el reverso de tu folleto. Primero:

1) La amargura del pecado: 1:11-12, 20

En los versículos 11-12 y 20 escuchamos a Noemí suplicar a sus nueras que la dejen para que puedan evitar lo que ella entiende que es un destino sin esperanza. Es en estas súplicas que escuchamos toda la desesperación de Israel. Mira Rut 1:11-12:

«11 Y Noemí respondió: Volveos, hijas mías; ¿para qué habéis de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que puedan ser vuestros maridos? [Salta al versículo 13]

No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí».

Y al entrar en Belén, versículo 20: «No me llaméis Noemí [que significa placentera], sino llamadme Mara [que significa amarga]; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso».

Y con esa declaración, sin saberlo, Noemí está peleando con Dios. ¿Es Dios cruel como ella sugiere? ¿Él nos hace amargar la vida? Bueno, en cierto sentido, Noemí y su pueblo merecían la amargura de la vida, y peor. La escasez de la que estaba huyendo era el juicio de Dios por su pecado. E incluso su acto de huida era pecado. Su esposo estaba intentando escapar del juicio de Dios al desobedecer el pacto y abandonar la Tierra Prometida.

¿Pero Dios es justicia y no es misericordia? Bueno, a medida que leemos este libro, vemos que Dios responde a la prueba de Noemí cuando la abruma con su misericordia. Y eso comienza aquí en el capítulo 1. Orfa se va, como sugiere Noemí, pero Rut se queda con su suegra. Su promesa a Noemí es hermosa y poética. «16 No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. 17 Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos». 

Eso nos lleva a la imagen #2:

2) La bondad del pariente redentor: 4:9-12 

La clave para comprender la redención que Dios traerá a Rut y Noemí es la noción de lo que se llama el «pariente redentor». Como se detalla en Levítico 25, el pariente redentor se creó originalmente para permitir a las familias comprar o «canjear» a sus parientes de la esclavitud o de la servidumbre por deudas. Con el paso del tiempo, este rol asumió la responsabilidad adicional de casarse con la viuda sin hijos de un miembro varón de la familia y tener hijos con ella para que su linaje familiar pudiera continuar. Esta responsabilidad del pariente redentor no era obligatoria, pero todavía era muy valorada en la cultura judía de este momento. Como vemos en Rut 4:9-10, un hombre llamado Booz es este pariente redentor, y él redime a la familia de Noemí al casarse con Rut.

Entonces, la provisión de Rut es la primera muestra de la misericordia de Dios en respuesta a la acusación de Noemí. Este matrimonio es el segundo, cuando un redentor interviene para proveer a estas dos viudas. Y el resultado es la imagen #3: vemos

3) La sabiduría del buen plan de Dios: 4:13-17

Por la gracia de Dios, esta redención no era solo una bendición para Rut y Noemí: ¡bendijo a toda la nación de una manera totalmente inimaginable! Mira los versículos 13 al 17:

«13 Booz, pues, tomó a Rut, y ella fue su mujer; y se llegó a ella, y Jehová le dio que concibiese y diese a luz un hijo. 14 Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; 15 el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos. 16 Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue su aya. 17 Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí; y lo llamaron Obed. Este es padre de Isaí, padre de David».

Increíblemente, Rut es la bisabuela de David, el gran rey terrenal de Israel. Aún más, David sería un antepasado y un adelanto del gran Rey que habría de venir: Jesucristo.

A lo largo de todo el libro de Rut, no solo vemos que Dios SE PREOCUPA por su pueblo, sino que lo hace de una manera que excede nuestro conocimiento. Noemí y muchos otros personajes en esta historia consideraban sus circunstancias como extremas y concluyeron que Dios estaba muy lejos y despreocupado, tal vez incluso era la fuente de su sufrimiento. Nada podía estar más lejos de la verdad. Lo que realmente estaba sucediendo era que Dios estaba dirigiendo soberanamente los acontecimientos humanos. Estaba satisfaciendo las necesidades específicas de Noemí y Rut. Pero además estaba preparando el camino para el próximo rey que rescataría a Israel del tiempo tumultuoso de los jueces (David). E incluso por encima de eso, estaba trabajando para el futuro rey redentor que rescataría al pueblo de Dios de su pecado.

Podemos recordar esto cuando nos veamos tentados a desesperarnos en medio de las pruebas y tribulaciones.  Que tu consuelo sea saber que: «… a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28). Entonces, podrás hacerse eco del elogio de Noemí a Booz en el capítulo 2, versículo 20, con palabras a Dios: «El Señor no nos ha retirado la bondad que mostró hacia nuestros muertos» (RVC).

¿Preguntas?

1 y 2 Samuel

Trasfondo y contexto

Ahora veamos los libros 1 y 2 Samuel. Esta es la transición a un rey. Los libros llevan el nombre del profeta Samuel, figura crucial entre la época de los jueces y la monarquía. Fue el último juez de Israel y quien ungió al primer rey de la nación. Originalmente compilado como un solo texto, no sabemos quién escribió estos dos libros. 1 Crónicas 29:29-30 sugiere que el profeta dejo registros escritos. Pero el relato de la muerte de Samuel en 1 Samuel 25 sugiere que al menos la  gran mayoría del libro fue escrito por alguien más.

A medida que lees estos libros, este es el tema central que debes recordar: Dios gobierna a su pueblo a través de un rey que es un representante del pueblo, y cuyas acciones traerán la bendición o el castigo de Dios.

Samuel continúa la respuesta a la pregunta de Rut: ¿Todavía Dios se preocupa? Estos libros demuestran la gran compasión de Dios por su pueblo. Les da un rey que debe ser su ejemplo, defensor y representante. Saúl  (y muchos de sus sucesores) puede fallar en estos deberes, pero Dios todavía se muestra fiel al establecer el linaje de David. Que finalmente culmina en el gobierno de Jesucristo, quien reina perfectamente sobre toda la creación. 

Panorama histórico

Pasemos ahora al panorama histórico, el cual puedes encontrar en un bosquejo en el reverso de tu folleto. Los libros de Samuel se dividen en cinco secciones históricas. La primera es la historia del propio profeta en 1 S. 1-7. Aquí leemos la historia de su milagroso nacimiento y subsecuente llamado y servicio como profeta de Dios. Los capítulos 8-15 son la transición a la monarquía donde Samuel unge a Saúl como rey de Israel. Dios rechaza dos veces a Saúl como rey por su desobediencia, en los capítulos 13 y 14. Luego, la historia cambia al ida y vuelta entre el recién ungido rey David y Saúl, Saúl busca aferrarse tercamente al poder. Esos son los capítulos 16-31. Avanzando a 2 Samuel, la vida de David —tanto lo bueno como lo malo— ocupa el centro del escenario. Los primeros 20 capítulos narran la muerte de Saúl, el establecimiento de Jerusalén como capital, el pacto de Dios con David, varias batallas, y las rebeliones de Absalón —hijo de David—, y Seba, un benjamita. Finalmente, en los capítulos 21-24, tenemos una serie de acontecimientos que concluyen con la narrativa. Estos incluyen la muerte de los hijos de Saúl, múltiples guerras con los filisteos, las últimas palabras de David, y su pecado de hacer un censo nacional.

Sin embargo, más allá de la historia de 1 y 2 Samuel, existen algunos temas teológicos importantes que necesitamos comprender si queremos entender el verdadero propósito de los libros de Samuel. Lo que esta narrativa nos enseña acerca de Dios —no de Samuel, no de Saúl, ni siquiera de David— es el objetivo principal de este texto.

Eso es significativo, porque cuando leemos 1 y Samuel solo como una colección de relatos históricos inspiradores, perdemos el punto. Por ejemplo, considera la historia de David y Goliat en 1 S. 17. ¿Cuántas veces han usado los predicadores y maestros esta historia como una especie de promesa de que Dios te rescatará de los «gigantes en tu vida»? Lo que debes hacer, a menudo alegan, es tomar «la piedra de la fe» y «la piedra de la oración» y «la piedra de la memorización bíblica», ¡y conquistar a ese GIGANTE en tu vida! Bueno, esa historia no trata para nada acerca de eso. Y muchas de esas promesas no son verdad. No son promesas de Dios. En cambio, esta historia está llena de significado teológico. Trata acerca de cómo el rey que Dios escoge es el rey que prevalece —porque en el contexto, el favor de Dios ha abandonado a Saúl y ahora reposa sobre David. Trata acerca de cómo el Dios de Israel es verdaderamente grande, porque Goliat expresa su falta de respeto hacia Yahveh, y por eso Dios lo derrota. Y esta historia es un capítulo importante en toda la historia de la Biblia acerca del Salvador que ha de venir. Porque a diferencia de los jueces que solo se preocupaban por sí mismos, ¡David es un salvador que actúa debido a su celo por la fama del nombre de Dios! Dios nos está diciendo que el Cristo, al igual que David, salvará a su pueblo por un compromiso con la gloria de Dios. Si ignoramos temas como este e intentamos aplicar estos libros a nuestras vidas sin ubicarlos en el contexto de la historia redentora, perderemos el objetivo. Y quizá leamos en ellos promesas que Dios nunca ha hecho. Por tanto, pasaremos el resto de nuestra clase considerando dos grandes temas teológicos: la monarquía y el descanso.

¿Preguntas?           

  1. La monarquía

En primer lugar, la monarquía. Aunque Dios es el verdadero rey de Israel, el drama central en 1 y 2 Samuel es que el pueblo demanda un rey como el de las naciones vecinas. Ve lo que el pueblo dice a Samuel en 1 Samuel 8:19-20:

«No, sino que habrá rey sobre nosotros;  y nosotros seremos también como todas las naciones».

Samuel, el líder de Israel, se enoja. No quiere que Dios conceda esta petición. Pero Dios le dice que les de lo que ellos quieren. «Porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos» (8:7). Dios llamó a este pueblo a ser luz del mundo en medio de las naciones. Pero ellos quieren ser simplemente «como todas las naciones». ¿Con cuánta frecuencia intercambiamos nuestro estimado lugar como pueblo de Dios por las inferiores trampas del mundo? Antes de apresurarnos en juzgar a Israel aquí en 1 Samuel, es bueno considerar nuestra traidora tendencia de rechazar a Dios como nuestro rey.

Este terrible intercambio del gobierno de Dios por el gobierno del hombre es un patrón típico que vemos a lo largo de los libros de Samuel. El pueblo pone su esperanza en un líder terrenal… y ese líder olvida los caminos de Dios y los conduce al pecado.

Para resaltar la cruda realidad de que un líder humano nunca podrá ser la última esperanza del pueblo, surge un patrón en los libros de Samuel. Cuando un líder declina, Dios levanta a otro para que tome su lugar, quien a su vez pronto declina. Es un patrón «X», una intersección histórico/teológica. Por supuesto, ciclo tras ciclo, los líderes —incluso los reyes— nunca proveen el gobierno perfecto que el pueblo necesita. Este patrón comienza con Elí, el sacerdote, y continuará a través de David. El juicio y el descenso de Elí se registran en los primeros capítulos del libro, y en el capítulo 3, los versículos 19-20, registran el ascenso de Samuel:

«Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová».

Pero luego Samuel tiene hijos que son corruptos. Y entonces, Saúl se convierte en rey. Descenso y ascenso. Elí hace la transición a Samuel, quien hace la transición a Saúl, quien hace la transición a David. Lo cual hace surgir la pregunta: ¿funcionará la monarquía? Bueno, la respuesta es «no». Al menos no de la manera que Israel pensaba que lo haría. El pueblo de Israel pensaba que el establecimiento de un rey terrenal les daría el confort y la seguridad que buscaban, pero no fue así. Los reyes siguen declinando. Incluso David peca y se queda corto.

Y así, para resaltar aún más la necesidad de Israel de un rey perfectamente justo, Dios comienza a lidiar con el pueblo basándose en la fidelidad o infidelidad de su rey. El rey funciona como un representante de la nación, especialmente cuando se trata de las bendiciones y maldiciones del pacto que Dios prometió en Deuteronomio[1]. Si el rey es fiel, el pueblo es bendecido con prosperidad y paz. Si peca y quebranta su fe con Dios, el pueblo es maldecido con el hambre y el exilio, tal como Dios lo predijo por medio de Moisés. Por ejemplo, lee 2 S. 21:1: «Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová, y Jehová le dijo: Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas». La desobediencia de un rey afecta a toda la nación.

No obstante, lejos de estar fuera del plan del Señor, estos desarrollos apuntan a una esperanza futura cuando el pueblo de Dios será dirigido por un rey perfecto. La monarquía de Israel se encontraba arraigada en deseos pecaminosos e incredulidad. Pero Dios usó esto para acentuar la absoluta incapacidad del hombre de proveer para su propio bien. ¡Lo cual es la primera parte del evangelio! Estos reyes nos señalan a Cristo de dos maneras. Las formas en que fallan resaltan la necesidad de alguien mejor. Pero el tremendo bien que hacen, especialmente David, es un reflejo de cómo será un rey perfecto. ¿Por qué el Nuevo Testamento hace referencia a David más que a cualquier otra figura del Antiguo Testamento? ¿Por qué Apocalipsis 22:16 nos recuerda que Jesús es «la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana». Porque nadie representa la monarquía perfecta de Jesús como lo hizo David. 1 y 2 Samuel no solo describen la temprana monarquía de Israel. Señalan al último monarca, Cristo.

¿Preguntas?

  1. El descanso

Vayamos a nuestro segundo tema: el descanso, en la siguiente página de tu folleto.

Aunque a estas alturas, Israel ha habitado la Tierra Prometida por bastante tiempo, ese período de los jueces difícilmente puede considerarse tranquilo. Bueno, con el establecimiento del reinado de David, Israel finalmente empieza a disfrutar algo del descanso prometido.

En 2 Samuel 5, David finalmente toma su legítimo gobierno sobre todo Israel, y establece a Jerusalén como la capital. Luego, en el capítulo 6, el Arca del Pacto es llevada a Jerusalén. El Arca del Pacto era un cofre que se guardaba en el Lugar Santísimo del Tabernáculo, el lugar móvil de adoración mientras Israel «deambulaba» fuera de la Tierra Prometida. Era el trono de Dios en la tierra. Así, en el capítulo 6 vemos al trono de Dios y al trono de David ocupando la misma ciudad, Jerusalén. Esto es importante. Después de generaciones de vagar sin una tierra y sin un lugar donde descansar, Dios finalmente le está dando a Israel un sentido de permanencia e incluso está causando que su presencia descanse sobre ellos.

Es en este contexto que la narrativa de Samuel avanza mientras Dios hace un glorioso pacto con David en 2 Samuel 7. Comencemos leyendo los versículos 1-3:

«Aconteció que cuando ya el rey habitaba en su casa, después que Jehová le había dado reposo de todos sus enemigos en derredor, dijo el rey al profeta Natán: Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas. Y Natán dijo al rey: Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo».

Observa en el versículo 1 que David y el pueblo «descansan», y ahora David quiere construir una «casa» para Yahveh. Es decir, quiere construir un templo permanente de adoración. Pero Yahveh envía a su profeta de vuelta a David para comunicarle el mensaje de que todavía no es tiempo de edificar un templo. Sin embargo, lejos de estar enojado con David, el Señor lo bendice. Mira el versículo 10:

«Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio».

A este punto, Dios simplemente está reiterando sus promesas a Abraham. Pero luego promete algo mucho mejor. Sigamos leyendo:

«Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino».

Aquí Yahveh emplea la palabra «casa». La palabra hebrea puede usarse de dos maneras, al igual que en el castellano. David quería edificar una casa para Dios, como un lugar para vivir. Pero Dios dice que él edificará una casa para David: como en una «dinastía». Ese linaje de descendientes que hemos estado siguiendo desde Adán, a través de Abraham, Isaac y Jacob, ahora se transfiere a David, y se transferirá a sus hijos en el trono de Jerusalén. Puedes ver por qué esto es un momento emocionante en la historia redentora. No es solo la dinastía lo que está a la vista. Esa expresión «uno de tu linaje» en el versículo 12 es singular, por lo que el versículo 13 está diciendo que en ese linaje, ¡hay un rey cuyo reinado durará para siempre!

Ahora bien, el versículo 13 también dice que su rey prometido edificará una casa para el nombre de Dios. ¿Cómo deberíamos entender lo que está sucediendo aquí? Bueno, ahora puede ser un buen momento para hablar acerca de lo que nosotros llamamos «el cumplimiento cercano y lejano» de la profecía. Cada vez que un profeta hacía una predicción del futuro distante, a menudo había un cumplimiento «cercano» e incompleto de esa profecía. Pero luego, un cumplimiento a largo plazo, más completo.

Entonces, a largo plazo, uno de los descendientes de David reinará eternamente. Su «casa» nunca terminará. Sin embargo, a corto plazo, el hijo inmediato de David edificará una casa, es decir, el templo físico que David quería construir. Esta profecía «cercana» ocurre en Salomón, el primer hijo de David que reinaría después de él. No, su reino no dura para siempre. Pero este cumplimiento cercano apunta hacia el hijo mayor de David, Jesús. Hebreos 3:6 nos ayuda aquí. «Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza».

Todo esto demuestra el plan de Dios para proveer un descanso perfecto para su pueblo. El establecimiento del trono de David y de Jerusalén como la capital de Dios finalmente permite que Israel termine con su desplazada existencia y construya una vida sedentaria. La promesa de que uno de los hijos de David edificará un templo para el Señor recalca aún más esta noción de descanso. Le da un sentido de permanencia a medida que el Tabernáculo móvil es intercambiado por un lugar de adoración glorioso y fijo. Lo más importante es que el pacto de Yahveh con David asegura que esta «casa» de paz y justicia se establecerá para siempre por medio del Mesías venidero. Este descanso, el descanso que viene de Cristo, ¡también es nuestra esperanza!

Piensa en cuán grande es nuestro descanso en Jesús. En Hebreos 1:3 leemos: «el cual [Jesús], siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…». Cuando Jesús completa su obra y cumple las promesas de Dios, se sienta a la diestra del Padre descansando en victoria. La batalla contra el pecado, la muerte y Satanás ha acabado. Este es el rey que reina para siempre. Este es el hijo de David, cuyo reinado nunca terminará. Y este es el verdadero descanso de aquel que ha completado su misión de salvar al pueblo de Dios. Y es el descanso del cual podemos tener parte, mediante la fe en Cristo. ¡Un día cuando este mundo se acabará y nosotros entraremos en la Tierra de Gracia Prometida!

¿Preguntas?

Conclusión

Rut y 1 y 2 Samuel son un capítulo emocionante del Antiguo Testamento. No obstante, como cualquier otra cosa en el Antiguo Testamento, nos dejan deseando más. Todo Israel debe estar preguntándose, ¿cuándo llegará este descanso eterno? ¿Cómo será este rey eterno? Eso nos lleva al resto del Antiguo Testamento. Pero pensando en lo que hemos visto el día de hoy, deberíamos salir de aquí seguros sabiendo que Dios cuida de su pueblo. Nos ha dado un rey que nos cuidará fielmente para que nuestro máximo descanso pueda encontrarse en Dios.

Oremos.

[1] Véase Dt. 27-28.