Evangelización

Tres lecciones para la evangelización transcultural

Por John Folmar

John Folmar es el pastor de la United Christian Church de Dubai en los Emiratos Árabes Unidos.
Artículo
07.07.2015

En nuestra iglesia en Dubai, nos hemos sorprendido al presenciar la conversión de personas de Eritrea y Uzbekistán, Siria y Sudáfrica, Escocia y España, Irán e India, Países Bajos y Bolivia, Alemania y China, entre otros. Estos convertidos provienen de trasfondos religiosos y no religiosos, tradicionales y progresistas, musulmanes e hindúes, y se cuentan entre ellos jóvenes y personas mayores.

¿Cuál es la llave para que sean abiertos los corazones de estas personas, provenientes de tal variedad de trasfondos culturales y religiosos?

La respuesta es que no existe ninguna «llave transcultural». En nuestra evangelización no hacemos nada diferente aquí de lo que haríamos en cualquier otro lugar; nuestros métodos de evangelización son particularmente poco creativos. Afirmar que algunas personas son más fáciles de convertir que otras es ajeno a las Escrituras. Todos nosotros, por naturaleza, estamos «lejos». Por tanto, en nuestra evangelización debemos dar testimonio, orar y esperar el mover soberano del Espíritu.

No existe ninguna «llave» para entrar a una morgue espiritual.

Pero esto no significa que la diversidad cultural sea irrelevante en la evangelización. La mayoría de las ciudades del mundo se están volviendo cada vez más diversas en lo étnico. Con 202 nacionalidades en su mercado laboral, Dubai está en la delantera de la curva en esta área. El mundo ha descendido sobre Arabia, trayendo consigo tanto desafíos como oportunidades para la evangelización.

TRES LECCIONES

A continuación describo tres lecciones que hemos aprendido viviendo y sirviendo en un ambiente ultra-multicultural:

  1. Comunícate con claridad

Primero, comunícate claramente. A los musulmanes se les enseña desde la niñez que Dios no tiene hijo alguno. Los hindúes niegan la existencia de un Creador trascendente al que pueda atribuirse toda existencia y moralidad. Los humanistas seculares piensan que la verdad religiosa es relativa. Por tanto, a quien sea que hablemos debemos definir nuestros términos claros. Con los musulmanes, desplegamos lo que la Biblia dice sobre el Hijo de Dios: no que el Padre y María físicamente produjeron descendencia como Zeus y Dánae, sino que la imagen eterna del Dios invisible, quien es anterior al universo, vino personalmente y se hizo carne.

Con los hindúes, nos esforzamos para explicar un universo moral, uno donde el bien y el mal son definidos por el carácter de Dios y su voluntad revelada. No tiene sentido hablar del «pecado» (Ro. 3:23) o dirigir a las personas hacia el «Hijo» (Jn. 3:16), a menos que y solo cuando hayamos evidenciado esos conceptos que se encontraban velados. En los escenarios multiculturales debemos, como D. A. Carson ha dicho, «comenzar nuestra evangelización desde muy atrás para ofrecer más de la trama de la Biblia, de tal manera que las buenas nuevas resulten coherentes… por lo que tenemos que detallar más la doctrina de Dios, y luego del Hijo, a una generación que no conoce nada sobre la Trinidad» [1].

Por eso es que, cuando Thabiti Anyabwile dialogó públicamente con el imán musulmán Shabir Ally en Dubai durante la primavera pasada, su argumento de apertura fue un estudio de 20 minutos sobre la teología del Antiguo Testamento apuntando hacia la vida y ministerio de Jesús. A menos que los oyentes identifiquen la trama de la Biblia, se perderán la importancia de la expiación.

Esto simplemente es comunicación en términos claros, lo cual es del todo importante cuando vivimos entre personas que son bíblicamente analfabetas y están inmunizadas contra una cosmovisión bíblica.

  1. Proclama la Palabra

Segundo, proclama la Palabra. Santiago enseña que Dios «nos hizo nacer por la palabra de verdad» (Stg. 1:18). Dondequiera que nos encontremos, el agente de regeneración es la revelación bíblica, leída y proclamada. Por eso es que en nuestra evangelización, si la persona puede leer, nuestro objetivo debe ser estudiar la Biblia con ellos, sin importar su cultura.

La «evangelización por amistad» se está haciendo popular en el Medio Oriente y muchos otros lugares, debido a la impresión (equivocada) de que no podemos o no debemos comunicar directa y claramente lo que es el mensaje cristiano, sino referirnos indirectamente e insinuarlo hasta que el amigo se muestre dispuesto a escuchar más. La evangelización por amistad enfatiza que debemos ganarnos el derecho a hablar sobre el evangelio a otra persona. Desde luego, no debemos usar a las personas solo como proyectos evangelísticos. Pero, como un evangelista local me dijo, se corre el riesgo de tener mucha amistad y poca evangelización. La preocupación excesiva sobre el contexto y las técnicas tenderán a opacar el mandato de simplemente «predicar la Palabra».

  1. Utiliza la iglesia local

Tercero, usa la iglesia local. En cualquier continente en que te encuentres, la iglesia es un grupo de personas en las que habita el Espíritu Santo, y que se reúne semanalmente para la predicación, el canto, la oración y las ordenanzas. Pablo esperaba que la reunión semanal no solo edificara a los creyentes sino que también convenciera a los no creyentes que asistían (1 Co. 14:25).

A través de los años, muchas personas de países de «acceso restringido» o «cerrado» han asistido de manera silenciosa a nuestra iglesia, o han entrado a nuestro edificio durante la semana pidiendo aprender acerca de Jesús, o han llamado a la oficina de la iglesia, mencionando su religión y solicitando reunirse con alguien para considerar las demandas de Cristo. Todos estábamos demasiado dispuestos a ayudar; no para presionar a nadie sino ofreciéndoles amistad, explicaciones verdaderas y claras del evangelio y la oportunidad de observar la pantalla tridimensional del evangelio que es la iglesia local.

En muchos de los casos mencionados, estas personas nacieron de nuevo y se unieron a nosotros. No solo escucharon y entendieron el evangelio, sino que vieron cómo el poder de Cristo cambia individuos e influencia en comunidades enteras que tienen poco en común excepto a Cristo. La iglesia, entonces, es el eco que confirma el evangelio que está siendo proclamado.

EXTRANJEROS PARA TODAS LAS CULTURAS

Cada vez más, las ciudades globales son el hogar de iglesias multinacionales que adoran en inglés, la lengua universal de nuestros días. Estas iglesias alcanzan múltiples grupos nacionales y étnicos, aún a través del inglés como segunda lengua. Cuando los expatriados vuelven a sus hogares maternos llevan el evangelio consigo.

Es verdad que el multiculturalismo plantea retos para la evangelización. Con todo, sin importar el lugar de donde vengamos, debemos recordar que el evangelio es extranjero a todas nuestras culturas. Pese a nuestra diversidad, todos aún somos hijos e hijas de Adán y Eva, necesitados de la solución única que solo Jesús podría asegurar: la redención, el perdón de pecados.

Las iglesias que están en escenarios multiculturales deben trabajar duro para comunicarse con claridad, considerando debidamente una teología bíblica cuidada. Debemos centrarnos en la verdad escritural que penetrará a través de cualquier clase de barrera cultural o religiosa. Y debemos mantener la iglesia como el reflejo del evangelio a las naciones.

[1] Jesús el Hijo de Dios: Un título cristológico frecuentemente pasado por alto, algunas veces malentendido y muchas veces disputado [Jesus the Son of God: A Christological Title Often Overlooked, Sometimes Misunderstood, and Currently Disputed] (Crossway, 2012), p. 85.

Traducción / Revisión: Samantha Paz / Álex Figueroa