Clases esenciales: Teología Sistemática

Teología Sistemática – Clase 25: Escatología – Parte 1

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
30.08.2018

  Descargar Manuscrito en formato Word
  Descargar Folleto del Alumno en formato Word

 

Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 25: Escatología – Parte 1


1. Introducción

Estamos viviendo en los últimos días. (Hebreos 1:1-4)

La escatología es importante para la manera en que vivimos. A veces puede ser un esfuerzo aterrador, especialmente cuando leemos o tratamos de estudiar el libro de Apocalipsis. Si eres alguien que cree que estudiar los últimos tiempos es una tarea infructuosa debido a la dificultad de interpretar algunos de los pasajes bíblicos o por cualquier otra razón, permíteme leerte la introducción del libro de Apocalipsis. Dice: «Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca» (Apocalipsis 1:3). Dios ha prometido su bendición a aquellos que se esfuerzan por saber más acerca de él a través de su Palabra. Es mi deseo que podamos ser esas personas esta mañana.

Ilustración: John Newton: «Estamos seguros de que el Señor reina. La tormenta es dirigida por las manos que fueron clavadas a la cruz. Él ama a los suyos y los cuidará… Bendito sea Dios por la esperanza de una tierra de paz donde el pecado y toda tristeza serán excluidos. Allí tendremos un día sin nubes y sin noche. El sol ya no se pondrá más, la voz de la guerra no se oirá más. Los habitantes ya no sentirán dolor, no llorarán más, no saldrán más. Entonces no habrá más insatisfacción y, por tanto, no habrá más deseos insatisfechos. ¡Qué estado de amor, vida y gozo cuando veamos a Jesús tal como es! Y al contemplarlo, seremos transformados a su imagen y semejanza. Este día vendrá. Este día se acerca cada hora. Su amigo y hermano, siervo y compañero de peregrinación, John Newton, Hoxton, 26 de julio de 1781»[1].

2. La segunda venida de Cristo

Entonces, para comenzar el final, necesitamos saber que la Biblia promete un regreso literal de Cristo. Jesús vino una vez para expiar los pecados, y vendrá nuevamente para consumar su gobierno.

Hebreos 9:27-28: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan».

Esta verdad es mencionada y asumida a través del Nuevo Testamento y fue enseñada por los apóstoles. Pablo dice en 1 Tesalonicenses 4:16: «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo…». Santiago, el hermano del Señor, se refiere a la expectativa futura de esta venida cuando escribe: «Hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor» (Santiago 5:7).

¿De dónde sacaron estos hombres que Jesús regresaría de nuevo? Bueno, al parecer del mismo Señor Jesucristo. Cuando está sentado con sus discípulos en el monte de los Olivos, Jesús les dice: «Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro» (Mateo 24:30-31).

Esta segunda venida de Cristo a menudo se conoce como «el Día del Señor» o alguna otra frase similar en las Escrituras. Es una frase que connota calamidad y juicio, así como salvación. Cuando el Señor Jesús regrese, se nos dice en Sofonías que: «Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento… porque pecaron contra Jehová… toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra» (Sofonías 1:15-18).

Al mismo tiempo, el mundo entero será consumido por el fuego del celo de Dios (v. 3:8), Dios dice que devolverá a los pueblos la «pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento» (Sofonías 3:9). Ese día de juicio para los impíos será un día de regocijo para los justos.

Bien, ahora que entendemos que Cristo regresará, ¿cuál es la naturaleza de esta segunda venida? ¿Cómo será? ¿Qué podemos decir al respecto en base a las Escrituras?

A. Habrá un regreso personal, visible y corporal de Cristo

Jesús regresará en persona. Si bien esto parece evidente en una iglesia evangélica, una vez fue popular en los círculos protestantes liberales creer que Jesús no lo haría. En cambio, el aire o el aroma de Cristo regresaría, y la aceptación de su enseñanza y una imitación de su estilo de vida de amor regresarían cada vez más a la tierra. Entonces se establecerían las normas éticas del Sermón del Monte, y la utopía sería disfrutada por todos.

Bueno, este no es el mensaje que recibimos de las Escrituras. La Biblia enseña que la encarnación del Hijo de Dios no fue su última manifestación en persona a los hombres en la tierra. En Juan 14:3, Jesús dice que vendrá otra vez.

Cuando Jesús ascendió al cielo en Hechos 1, sin demora llegaron dos ángeles y les dijeron a los discípulos: «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (v. 11).

Por tanto, el regreso escatológico del Señor no será una venida espiritual para morar en los corazones de las personas y hacerlas más felices y más éticas, sino un regreso visible, corporal y personal. Y será un regreso glorioso. Mateo 16:27 nos dice que Jesús regresará «en la gloria de su Padre».

Parece que esta gloria será visible para todos. En Apocalipsis 1:7, Juan escribe: «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá…». Del mismo modo, en el pasaje de 1 Tesalonicenses que leímos antes, Pablo dice: «el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo…» (1 Tesalonicenses 4:16). El regreso de Cristo no se hará secreta o sigilosamente. No, será alto y claro y anunciado y todos sabrán que el Hijo de Dios ha venido. Será un regreso digno del Rey de Reyes.

B. El tiempo de la venida de Cristo es desconocido

La Escritura no revela el tiempo de la segunda venida de Cristo. Jesús dice en Mateo 24:36: «Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre».

Pregunta: ¿Por qué Dios no nos revela el momento exacto en que Cristo regresará? ¿De qué manera no saber cuándo regresará Cristo afecta nuestra vida cristiana?

Si continuamos leyendo en Mateo 24, Jesús deja en claro por qué no nos corresponde saber cuándo regresará. Él dice: «Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis» (v. 42-44).

Jesús luego ilustra esta enseñanza nuevamente con la parábola de las diez vírgenes en Mateo 25, confirmando el mensaje de su regreso: «Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir».

Pese a esta clara enseñanza, las personas parecen tener un deseo insaciable por intentar responder «cuándo» será la segunda venida. Ves esto no solo en la prensa sensacionalista en el mostrador de Safeway, sino también en las enseñanzas de muchas sectas religiosas (algunas profesando el nombre de Cristo).

No es una señal de piedad predecir algo con certeza que Dios dice que no sabremos. Jesús nos ordena estar atentos y preparados para su regreso. Debemos estar listos, como para un acontecimiento que podría suceder en cualquier momento. Esto parece indicar que es posible que Jesús pueda regresar en cualquier momento, incluso hoy.

«Ahora bien, espera un segundo», dices. «Las Escrituras presentan la noción de que ciertas señales precederán el regreso de Cristo». Esto es verdad. Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 contienen la enseñanza de Cristo acerca de las señales del fin del mundo. En Lucas 21:11, por ejemplo, Jesús dice: «Habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo».

Las señales se pueden resumir aproximadamente de la siguiente manera:

Señales que evidencian la gracia de Dios:

  1. Proclamación del evangelio a todas las naciones
  2. La salvación de la plenitud de Israel

Señales que evidencian oposición a Dios:

  1. Tribulación
  2. Apostasía
  3. El Anticristo

Señales que evidencian el juicio de Dios:

  1. Guerras
  2. Terremotos
  3. Hambrunas

Pregunta: ¿Cómo conciliamos los pasajes que nos advierten que debemos estar preparados porque Cristo puede regresar en cualquier momento con pasajes que indican que deben ocurrir varios acontecimientos importantes antes de que Cristo pueda regresar?

¿Respuesta? Hay algunos evangélicos que creen que al trazar algunas de las «señales» que se cree que preceden el regreso de Cristo, pueden hacer la declaración de que «dado que A, B y C sucedieron, ahora Cristo puede regresar» y afirmar el momento exacto en que ocurrirá la parusía[2].

C. Los cristianos deben anhelar ansiosamente el regreso de Cristo

La segunda venida de Cristo es nuestra esperanza bendita. Independientemente de los detalles específicos del regreso de Cristo, nuestra respuesta debería ser la misma. Debemos desear y anhelar ansiosamente el regreso de Cristo en gloria. El que esto sucederá constituye la esperanza fundamental de la vida cristiana. La Escritura es muy clara al respecto.

No sabemos cuándo regresará. ¡Así que procura esforzadamente la santidad y mantente firme en el Señor! 

Tito 2:11-14: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,  quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras».

1 Juan 3:2-3: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro». 

Filipenses 3:20-4:1: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. 4:1: Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados».

La respuesta de Juan en Apocalipsis a la afirmación de Jesús de que él regresará es sencilla y gloriosamente correcta: «Amén; sí, ven, Señor Jesús» (Apocalipsis 22:20).

Ilustración: Richard Sibbes: «Dios guarda lo mejor para el final… El final de un cristiano es el mejor. Dios así lo permite, para consuelo de los cristianos, para que todos los días que vivan, puedan pensar: ‘Lo mejor está por venir’. Para que todos los días que se levanten, puedan pensar: ‘Estoy un día más cerca del cielo que antes. Estoy más cerca de la muerte y, por tanto, más cerca de Cristo’. ¡Qué alivio es esto para un corazón lleno de gracia! Un cristiano es un hombre feliz en su vida, pero más feliz en su muerte, porque luego va a Cristo para estar con Cristo»[3].

El regreso de Jesús es el acontecimiento que nos da esperanza como cristianos. Confirma que la historia no es un ciclo miserable, sino el plan de redención de Dios para su pueblo para gloria de su nombre. La doctrina de la segunda venida proclama que Dios tiene el control y que Cristo vendrá nuevamente por sus escogidos. Jesús dijo: «Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14:3).

Aplicación: Pregúntate: «¿Cuántas veces al día mis pensamientos se vuelven hacia esta esperanza?» ¿Mucho? ¿A menudo? ¿Ocasionalmente? ¿Escasamente? ¿Nunca? Si no recurrimos a esta esperanza más a menudo, entonces tal vez amamos este mundo más de lo que deberíamos. Deleitémonos en esta gran promesa.

  1. El milenio

Si has asistido al Seminario Básico de Teología Sistemática, sabrás que hemos hablado de muchos temas difíciles; la encarnación, el problema del mal, la Trinidad, entre otros. Bueno, esta próxima sección del milenio tiene su propio conjunto de dificultades.

La discusión del milenio, que significa «mil años», se origina del libro de Apocalipsis en la primera parte del capítulo 20. La pregunta que a menudo se hace en este pasaje es: «¿Qué son los mil años y cuándo regresará Cristo con respecto a ¿ellos?».

Para darte una muestra de este pasaje, Apocalipsis 20:2-5 dice: «Y [un ángel] prendió al dragón… que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años;  y lo arrojó al abismo… y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios… vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección».

Hay cuatro posiciones básicas acerca del milenio que han tenido importancia a lo largo de la historia de la iglesia, aunque algunos tienen un origen mucho más largo que otros. Permíteme explicarlas brevemente y luego dar una reflexión resumida.

El posmilenialismo

Esta posición señala que a través de la unión de Satanás, habrá un aumento gradual en el crecimiento de la iglesia y la difusión del evangelio donde más y más personas se convertirán en cristianos. La influencia de un mayor número de creyentes cambiará a la sociedad para que funcione como Dios pretendía, lo que se traduce gradualmente en una era de paz y rectitud, en otras palabras, el milenio, que no es necesariamente un milenio literal. Cristo luego regresará después del milenio.

El amilenialismo

La segunda posición es la del amilenialismo. Esta posición la más simple y dice que la unión de Satanás reducirá su influencia sobre las naciones para que el evangelio sea predicado a todo el mundo, sin embargo, existe una opinión general de que los tiempos empeorarán. El reinado de Cristo es celestial y el milenio es equivalente a la edad de la iglesia actualmente en curso, sin referencia literal a mil años. Entonces Cristo regresará y juzgará a creyentes e incrédulos de una vez.

El premilenialismo clásico o histórico

La tercera posición es la del premilenialismo clásico o histórico. Aunque hay pequeñas variaciones en este punto de vista, básicamente establece que Cristo regresará antes del milenio. La era de la iglesia pasará por el período de la tribulación. Al final de la tribulación, Satanás será atado, y Cristo regresará para establecer su reino en la tierra para el milenio, que no es necesariamente un literal de mil años. Los creyentes resucitados reinarán físicamente con el Cristo resucitado en la tierra durante este tiempo. Los incrédulos también estarán en la tierra en este momento y la mayoría se convertirá en creyente y se salvará. Al final del milenio, Satanás es desatado y Cristo lo derrota decisivamente a él y a sus seguidores restantes. Entonces los incrédulos de todos los tiempos serán juzgados, y los creyentes entrarán en el estado eterno.

El premilenialismo dispensacional

Finalmente, tenemos el premilenialismo dispensacional. Esta es una posición bastante reciente que es premilenial en que Cristo volverá en secreto por los creyentes antes del sufrimiento del período de la tribulación. Durante la tribulación, el pueblo judío quedará atrapado y finalmente se convertirá. Luego regresará por tercera vez después de la tribulación con sus santos para gobernar la tierra durante mil años. El resto sigue lo mismo que la posición premilenial clásica.

Entonces, ¿aquí en Capitol Hill Baptist Church somos, posmilenio, amilenio o premilenio? Bueno, ¡simplemente digamos que somos promilenio! El Artículo XVIII de la Declaración de Fe de CHBC establece:

«Creemos que el fin del mundo se acerca; que en el último día Cristo descenderá del cielo, y resucitará a los muertos de la tumba hasta la retribución final; que se producirá una separación solemne; que los malvados serán juzgados sin fin castigo, y los justos a la alegría sin fin; y que este juicio fijará para siempre el estado final de los hombres en el cielo o en el infierno, en los principios de las  justicia».

Ten en cuenta que un creyente puede firmar la Declaración de Fe de CHBC y convertirse en miembro de CHBC sin hacer una declaración acerca de lo que cree sobre el milenio. Este es un tema controversial entre muchos evangélicos, pero solo es de naturaleza secundaria. Nuestra Declaración de Fe declara solo lo que es un hecho de las Escrituras y es necesario para nuestra unidad como iglesia.

Hay muchos grandes teólogos a lo largo de los años que han diferido en estas diversas posiciones. Augustine, B.B. Warfield, y muchos otros durante los grandes avivamientos del pasado han mantenido la posición posmilenial. Louis Berkhof, Juan Calvino y otros reformadores han mantenido la posición amilenio. Don Carson, Al Mohler y Wayne Grudem mantienen la clásica visión premilenial mientras que John MacArthur es premilenialista dispensacional. Creo que sería seguro decir que los líderes de nuestra iglesia entran en algún lugar entre el amilenialismo y el premilenarismo clásico.

El último comentario que debemos hacer acerca de estas posiciones es que todas ellas han sido retenidas por lo que consideraríamos cristianos genuinos y grandes teólogos. Esta no es una doctrina esencial de la fe cristiana. Tu salvación no depende de cómo abordas este problema. Lo importante es que todas estas posiciones tienen la creencia similar de que Cristo regresa y ese juicio está por venir. Debemos estar preparados.

  1. Conclusión

La próxima semana, concluiremos la clase examinando el juicio final, los cielos nuevos y la tierra nueva.

Apéndice

Comentarios de Mark Dever, 12 de julio de 2009: Sermón acerca de las posiciones milenarias: 

«Creo que las posiciones milenarias no tienen que estar entre esas doctrinas que nos dividen… Sugiero que lo que crees acerca del milenio, cómo interpretas estos miles de años, no es algo sobre lo que es necesario que estemos de acuerdo para tener una congregación junta. El Señor Jesucristo oró en Juan 17:21 para que nosotros los cristianos pudiéramos ser uno. Por supuesto, todos los verdaderos cristianos somos uno porque tenemos su Espíritu, compartimos su Espíritu, deseamos vivir esa unidad. Pero se supone que esa unidad es evidente como un testimonio del mundo que nos rodea. Por tanto, concluyo que debemos terminar nuestras cooperaciones junto con otros cristianos (ya sea casi en una congregación, o más extensamente trabajando juntos en misiones, plantación de iglesias, evangelismo y edificación el ministerio) solo con el mayor de los cuidados, no sea que desgarremos el cuerpo de Cristo por cuya unidad él ha orado y se ha dado a sí mismo. Por tanto, concluyo que es pecado dividir el cuerpo de Cristo – dividir el cuerpo por el que él oraba estaría unido. Por tanto, para nosotros concluir que debemos estar de acuerdo con una cierta posición acerca del alcohol, o de la educación, o una cierta posición acerca de la carne sacrificada a los ídolos, o del milenio para tener compañerismo es, creo, no solo innecesario para el cuerpo de Cristo, sino que, por ende, no está justificado y, en consecuencia, está condenado por las Escrituras. Entonces, si eres pastor y me estás escuchando, me entiendes correctamente si crees que estoy diciendo que estás en pecado si llevas a tu congregación a tener una declaración de fe que requiere una visión milenaria particular. No entiendo por qué tiene que ser una cuestión de uniformidad para tener unidad cristiana en una congregación local».

El milenio y sus debates – Michael Horton

En su discurso en el monte de los Olivos (Mt. 24-25), Jesús presentó una secuencia clara de eventos entre sus dos advenimientos. Esto fue en respuesta a la pregunta de sus discípulos: «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?» (Mt. 24:3). Esta misma pregunta fue provocada por la observación de Jesús de que el templo será destruido (vv. 1-2). Primero, dijo Jesús, habrá falsos mesías, «pero aún no es el fin» (v. 6); guerras, terremotos y hambre, pero «todo esto será principio de dolores» (v. 8). Los enemigos de sus seguidores los entregarán [a ellos], como lo hicieron con Jesús, y muchos se apartarán. «Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo» (vv. 9, 13). Nada de esto cuenta contra la promesa de Cristo de que ha inaugurado su reino y de que las puertas del infierno no prevalecerán contra él, porque aun mediante tal persecución él edificará su reino por medio de su evangelio. «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin» (v. 14).

Aquí Jesús nos da una gran visión angular del tiempo entre sus dos venidas: la primera, cuando vino en gracia, y la segunda, cuando viene en gloria. Primero, «la abominación desoladora»: el templo será destruido, y algunos de sus oyentes vivirán para ver esto (v. 15, 34). Los discípulos serán esparcidos desde Jerusalén a raíz de este acontecimiento trascendental, y deben ser advertidos contra las falsas afirmaciones de que Cristo ha regresado (vv. 16-27). «E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro» (vv. 29-31). No sabemos cuánto tiempo durará «la tribulación de aquellos días» (v. 29). Nadie sabe cuándo Jesús regresará, incluso el mismo Jesús, sino solo el Padre; vendrá cuando nadie lo espere (v. 36-44). Entonces el Hijo del Hombre se sentará en su trono, juzgará al mundo, dará la bienvenida a sus ovejas a la gloria eterna y enviará a los cabritos «al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (25:31-46).

Es fácil resumir la secuencia de acontecimientos de Jesús: (1) la destrucción del templo en Jerusalén («la abominación desoladora» [Mt ​​24:15], que ocurrió en el año 70 d. C.); (2) «la tribulación de aquellos días» (v. 29), que implica un largo período de persecución, apostasía, calamidades generales y, sin embargo, el progreso del evangelio en todo el mundo; (3) la venida del Hijo del Hombre desde el cielo; (4) la reunión de los escogidos; y (5) el juicio final.

Los destinatarios inmediatos del libro de Apocalipsis seguramente se habrían reconocido a sí mismos en la descripción que hizo el Señor de la gran tribulación, como lo harían los creyentes de hoy que soportan una feroz persecución por el nombre de Cristo. En una serie de fotografías instantáneas, Apocalipsis se mueve hacia adelante y hacia atrás entre las escenas celestiales y terrenales de la persecución y la victoria final. En imágenes apocalípticas vivas, Apocalipsis retoma la historia que Jesús resumió en su discurso en el monte de los Olivos. En ambos casos, el próximo acontecimiento que estamos esperando es el regreso de Cristo para juzgar a los vivos y los muertos y para consumar su reino eterno.

Sobre la base de tales resúmenes, la mayoría de los cristianos a través de los tiempos han sostenido que la era actual está marcada simultáneamente por el sufrimiento y el triunfo del evangelio. Los cristianos confiesan que Jesucristo «volverá en gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, cuyo reino no tendrá fin». Esta esperanza incluye «la resurrección del cuerpo y la vida eterna». Dada nuestra propensión al desacuerdo sobre los escenarios de los últimos tiempos, esto representa un notable consenso cristiano. Nos apegamos a la promesa del ángel en la ascensión de Cristo: «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hechos 1:11). Él vino primero en humildad y gracia, pero regresará con gloria y poder.

Donde los caminos divergen entre los cristianos de hoy está en la cuestión de un literal *milenio*, es decir, un reinado de mil años de Cristo. El único pasaje bíblico que habla directamente de tal época es Apocalipsis 20. En una visión, Juan contempla a un ángel que desciende del cielo para atar a ese «dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás… para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años» (vv. 2-3). «Después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo» (v. 3).

> «Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.  Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años» (vv. 4-6).

Después de los mil años, Satanás es liberado por última vez (el «poco de tiempo» mencionado en el versículo 3), antes de la última batalla, que concluye con el destierro final de Satanás y el falso profeta arrojado a las llamas donde «serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (vv. 7-10). Estos acontecimientos están seguidos por el último juicio, con la Muerte y el Hades arrojados al lago de fuego junto con todos aquellos cuyos nombres no se hallaron inscritos en el libro de la vida (vv. 11-15), y la llegada de los nuevos cielos y la tierra nueva (capítulos 21-22).

Interpretando simbólicamente los «mil años» en Apocalipsis 20 (junto con otros números en este libro altamente simbólico), la iglesia ha sostenido tradicionalmente que el reino de Cristo está presente en la tierra ahora, pero se consumará solo cuando Cristo regrese. Esta perspectiva generalmente se llama amilenialismo (no-milenio). Sin embargo, esto es un poco inapropiado. Lejos de negar la realidad expresada simbólicamente por los «mil años», con Satanás encadenado para que el evangelio pueda tener libre dominio, los amilenialistas abrazan el presente en lugar del futuro como esta era dorada de la cosecha de las naciones.

Obviamente, faltan tanto en el resumen de Jesús como en Apocalipsis 20, acontecimientos que muchos otros cristianos esperan hoy antes del regreso de Cristo, especialmente los siguientes: (1) el rapto de los creyentes antes de un período de tribulación de siete años, (2) el comienzo de la tribulación, con el surgimiento de algo así como las Naciones Unidas o la Unión Europea, (3) la aparición del Anticristo, un falso mesías que liderará este imperio, (4) una guerra que el Anticristo librará contra Israel (tal vez con la ayuda de Rusia o, más recientemente, las naciones islámicas), y (5) el regreso de Cristo con sus santos (incluidos los raptados) para establecer su reino milenario, un reinado literal de mil años, con la renovación de la teocracia del Sinaí, incluidos los sacrificios en un templo reconstruido. Después de esto, habrá (6) otra caída o rebelión en el reino milenario mismo, después de lo cual Cristo (7) regresará con todos los santos, incluidos los que habían sido arrebatados, para (8) juzgar a las naciones, y luego ( 9) juzgar a los santos por recompensas en el cielo. Entonces finalmente llega (10) el estado eterno. Este punto de vista está asociado con el *premilenialismo dispensacional*, formulado por John Nelson Darby (1800-1882). Esta posición acerca del fin de los tiempos fue popularizada por la C.I. Scofield Reference Bible, conferencias de profecía, universidades bíblicas y una vasta red de pastores cristianos y ministerios de radio y televisión. Revivida especialmente por las populares novelas de Left Behind de Tim LaHaye y Jerry Jenkins, el dispensacionalismo lo enseñan John MacArthur, Charles Ryrie y muchos otros; es popular también entre evangélicos y pentecostales en el Global South. Los dispensacionalistas creen que Israel y la iglesia son dos grupos completamente diferentes y que Dios tiene un programa distinto para cada uno.

Además del amilenialismo y el premilenialismo dispensacional, hay otras posiciones importantes acerca del fin de los tiempos entre los cristianos evangélicos: especialmente, el *premilenialismo histórico*. Esta posición  difiere del dispensacionalismo de varias maneras. No necesariamente distingue tan claramente entre Israel y la iglesia y rechaza o cuestiona muchos de los detalles en el esquema dispensacionalista. Sin embargo, los premilenialistas históricos están de acuerdo en que Cristo regresará antes de un milenio literal de mil años. Como su nombre lo sugiere, el *posmilenialismo* sostiene que Cristo regresará después de un reinado literal de mil años. Donde el premilenialismo tiende a pensar en la historia en términos de decadencia y catástrofe (especialmente en la versión dispensacionalista), el posmilenialismo espera la mejora gradual de la iglesia y, como resultado de su influencia, del mundo en general.

En contraste con todos esas posiciones, el amilenialismo no puede caracterizarse como optimista o pesimista. Más bien, es una visión paradójica de estos últimos días: optimistas sobre el éxito del evangelio en todo el mundo, mientras esperan que este triunfo pase por una era marcada por males comunes (desastres naturales, guerras, injusticias) y la persecución de la iglesia desde el exterior y la lucha continua con el pecado, la enseñanza falsa y el cisma desde dentro. Sólo cuando Cristo regrese para establecer su reinado eterno, esta tensión entre el «ya» y el «todavía no», esta era presente y la era por venir, será finalmente resuelta. Mientras tanto, la gracia común de Dios mantiene esta época presente malvada de la entropía total, especialmente con el propósito de mantener abierto ese agujero en la historia que la ascensión de Jesús creó para la siembra y el crecimiento de un vasto campo que cosechará en el último día.

De acuerdo con una interpretación amilenial, no debemos suponer que la profecía bíblica se basa en el pasado o el futuro. Más bien, es parte de la dialéctica «ya»/«todavía no» de la historia redentora. Desde la ascensión de Cristo y el descenso del Espíritu en Pentecostés, hemos estado viviendo en «los/estos postreros días» (Hch. 2:17; 2 Ti. 3:1; He. 1: 2; Stg. 5:3; 2 P. 3:3; Judas 18; 1 Pedro 1:20; 1 Juan 2:18), antes del «día postrero» (Jn 6:39, 40, 44, 54; 11:24; 12:28). Pablo dice que «vivimos en el fin de los tiempos» (1 Co. 10:11) (NTV). No obstante, hay más por venir. Cristo apareció «en la consumación de los siglos» (Hebreos 9:26), sin embargo, habló del «siglo venidero». Ese «siglo venidero» está llegando incluso ahora a nosotros por medio de la predicación y la Cena del Señor (Hebreos 6:5). Es un período en el cual el reino ha sido inaugurado por el ministerio terrenal de Cristo, fortalecido por el Espíritu, desarrollado a través del testimonio del evangelio, constantemente opuesto por el mundo hasta el punto de una gran tribulación para los santos. Cristo está reinando en la gracia del cielo por su Palabra y Espíritu. Sin embargo, él regresará con poder y gloria a la tierra. Con su segunda venida llegará la resurrección de todos los muertos y el juicio final como un evento único y arrollador. En esta perspectiva, los creyentes no están esperando una serie de sucesos y regímenes intermedios, sino el regreso de Cristo en juicio y poder de resurrección. Aunque favorece la visión premilenial, Wayne Grudem observa: «Este esquema [amilenial] es bastante simple porque todos los acontecimientos del fin de los tiempos suceden a la vez, inmediatamente después del regreso de Cristo».

Pablo entendió el reinado de Cristo como «ya» y «todavía no»: «Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte» (1 Co. 15:25-26). Incluso aquellos que reciben las señales y sellos del pacto sin abrazar la realidad misma son, sin embargo, «iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero» (He. 6:4-5). Si esto es cierto para aquellos que eventualmente caen, ¿cuánto más grande es la realidad de los creyentes que la abrazan (v. 9)? La presencia del Espíritu en nuestros corazones como prenda de la consumación asegura que lo que ha comenzado en nosotros lo completará. El Espíritu trae las bendiciones del siglo venidero al presente, que nos llena no solo de gozo indescriptible sino también de un anhelo indecible del «más» que está por venir. El hombre fuerte está atado (Mt. 12:28-29; Lc. 10:18), de modo que el velo de la incredulidad puede ser arrancado de los ojos de los prisioneros de Satanás. Cristo ha triunfado sobre Satanás en la cruz, y en su resurrección y ascensión ha llevado cautivo a la cautividad. Según las epístolas, Cristo ahora reina (Hch. 2:24-25; 3:20-21; 1 Co. 15:25; He. 1:3, 8, 13; 8:1; 10:12-13). Por esta razón, Jesús puede asegurar a sus santos perseguidos: «No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (Ap. 1:17-18).

En este período interino, el reino avanza junto con el sufrimiento e incluso el martirio de sus testigos. Sin embargo, Cristo «aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (Hebreos 9:28; véase 10:37). Como hemos visto, la regeneración de todas las cosas funciona en círculos concéntricos, comenzando con la persona interna y luego, en la consumación, incluyendo la resurrección del cuerpo y la renovación completa de la creación. Dondequiera que el Nuevo Testamento trata el complejo del regreso de Cristo, la resurrección y el juicio final, no se mencionan éxtasis, resurrecciones ni juicios intermedios. Grudem cree que en Juan 5:28-29 Jesús se refiere a dos resurrecciones al decir: «los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación». Sin embargo, Jesús aquí no se refiere a dos acontecimientos separados sino a dos destinos separados.

Si Apocalipsis 20 fuera una narración histórica directa, o incluso una profecía, seguiríamos el dictum del dispensacionalismo para interpretarlo «literalmente siempre que sea posible». Sin embargo, el género apocalíptico de todo el libro debe tomarse en serio en sus propios términos. Tomar símbolos literalmente no es tomarlos en su sentido natural. Los dispensacionalistas ciertamente reconocen que hay mucho en Apocalipsis que es simbólico. De hecho, las interpretaciones simbólicas a veces rayan en lo imaginario. Entonces ambas posiciones permiten la interpretación simbólica de lo que obviamente son símbolos.

La pregunta, entonces, es si debemos interpretar Apocalipsis a la luz del apocalíptico bíblico (especialmente en Ezequiel y Daniel) o como códigos secretos que deben ser descifrados por los titulares de las noticias diarias. Los profetas usaron los números no como un lenguaje secreto sino como otra forma de transmitir la verdad. Por ejemplo: «millones de millones» es un modismo que se refiere a una gran multitud (Dn. 7:10). También en Daniel, los santos sufrirán la tribulación de la mano de un rey blasfemo por un «tiempo, y tiempos, y medio tiempo» (7:25): tres veces y media m, es decir, la mitad del tiempo total de siete juicios (4:16; 9:27). Siete es el número de Dios, entronizado en su reposo sabático, y seis es el número del imperio pecaminoso que se opone a Yahweh y su Ungido. Cada séptimo día es un sábado, y en el antiguo pacto también hubo sábados anuales y de año jubilar: los «sietes» se multiplican, capa tras capa, para conducir a Israel a la esperanza de un reposo mayor. Las medidas detalladas de la ciudad celestial en Apocalipsis 21 (vv. 10-17) se basan especialmente en las profecías de Ezequiel. Si tuviéramos que tomar esto como medidas literales de un edificio, estaría en contradicción con el punto apoya el rico simbolismo: a saber, que en la era venidera no hay ningún templo local en absoluto, ya que todo el cosmos es el santuario, «porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero» (v. 22). Estos símbolos proféticos nos dirigen a Cristo, no a la nación de Israel ni a intrigas políticas en las noticias diarias. Especialmente a la luz de las declaraciones directas de Jesús y del resto del Nuevo Testamento, tiene más sentido interpretar que los mil años de Apocalipsis 20 simbolizan el presente reinado de Cristo. En esta perspectiva, la parte de la visión de Juan que encontramos en Apocalipsis 20 ocurre en el cielo, no en la tierra, y en el presente, no simplemente en un acontecimiento futuro. Todo el libro debe leerse no cronológicamente sino como fotografías instantáneas del siglo actual de la iglesia desde un punto de vista celestial y para proporcionar consuelo y seguridad a la iglesia que sufre testificando el triunfo final del Cordero.

Con una buena razón, los premilenialistas se preguntan cómo podríamos interpretar que Apocalipsis 20 ocurre ahora, cuando les parece obvio que Satanás no está atado y que de hecho está engañando a las naciones. Sin embargo, si Satanás no estuviera actualmente atado, si fuera libre para gobernar y reinar sobre la tierra, no podría haber una iglesia, y mucho menos una que perdure a través de los siglos a pesar de la herejía y el cisma. Cristo claramente prometió que edificaría su iglesia y que ni siquiera las puertas del Hades podrían resistir sus ataques (Mt. 16:18). Además, el premilenialismo debe explicar de alguna manera cómo el glorioso reinado de Cristo en el poder durante mil años después de su regreso puede conducir a una nueva caída.

Es cierto, como observa Grudem, que Apocalipsis 20 habla no solo de que Satanás está atado, sino de que es arrojado al abismo sin fondo. Sin embargo, aquí nuevamente es bastante consistente con la profecía, especialmente apocalíptica, entender esto como un telescopado de esta acción, que abarca tanto el período de su ser (ahora) como la consumación de su juicio (destrucción en el futuro). Todavía «como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 P. 5:8), pero esto es consistente con una interpretación amilenial de Apocalipsis 12, donde Satanás es expulsado del santuario celestial, incapaz de afectar el resultado de la redención, y aún así persigue a la iglesia en la tierra. Esta interpretación subraya el hecho de que es el ministerio en el tribunal celestial el que es decisivo y que cualquier cosa que Satanás tenga permitido hacer en la tierra finalmente no es más que la lucha desesperada e inútil de un enemigo derrotado.

Grudem también hace referencia a 2 Corintios 4:4, donde se dice que «el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo». Sin embargo, es precisamente Satanás quien está atado lo que finalmente frustra este esfuerzo. Hasta los confines de la tierra, los ciegos ven. Grudem también se refiere a 1 Juan 5:19, donde se dice que «el mundo entero está bajo el maligno». No obstante, cuando se lee junto con los muchos pasajes que indican que el reino ha sido inaugurado, que está progresando a través de el evangelio, y que toda autoridad ahora pertenece a Cristo en el cielo y en la tierra, tales pasajes revelan que el encarcelamiento del mundo es precisamente la condición para que el reino de gracia de Cristo se derrumbe. En este momento está saqueando el reino de Satanás, liberando huestes cautivas en su tren. El mundo yace en la oscuridad, pero un remanente creciente en cada nación ha visto una gran Luz.

Para los amilenialistas, la tensión ya/todavía no, no se resolverá hasta que Cristo regrese. Así como la vida de Cristo fue a la vez humillación y exaltación, la iglesia sufre incluso cuando cumple su misión de llevar el evangelio hasta los confines de la tierra. Ni un reino por el que todavía estamos esperando ni un reino que debemos llevar a cabo, el reinado de Cristo en la gracia es un reino que incluso ahora estamos recibiendo del cielo.

Además, en respuesta al argumento de Grudem de que las profecías del Antiguo Testamento (como el lobo que habita con el cordero) anticipan «una renovación trascendental de la naturaleza que nos lleva mucho más allá del siglo presente», podemos apelar nuevamente a principios de interpretación profética. El lenguaje apocalíptico se basa en imágenes naturales para expresar la fuerza de los principales puntos de inflexión en la historia de la redención. Incluso en la literatura secular del antiguo Cercano Oriente, lobos y corderos, serpientes y palomas describen rutinariamente la condición violenta y pacífica de las naciones. el patrón de profecía anticipa los cumplimientos penúltimo (semirealizado) y último (plenamente realizado).

Tenemos que recordar el contexto y el propósito del Apocalipsis. Las visiones extrañas y maravillosas de Juan fueron dadas por Cristo antes que nada para el consuelo de los cristianos que sufrían persecución extrema bajo el Imperio romano. El libro comienza: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,  que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca» (Ap. 1:1, 3, énfasis agregado). Luego se ofrece un saludo a las siete iglesias en Asia Menor. Estas son iglesias reales en los días de Juan. Deben ser consolados por el hecho de que Cristo ya es «el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra», que « nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (1:5-7). Jesús está preparando a su rebaño para una matanza inminente, asegurándoles que él ya es rey sobre todos los poderes y autoridades y que, a su debido tiempo, volverá para arreglar todo (1:17-18). Gran persecución vino sobre la iglesia y ha continuado ininterrumpidamente en varias partes del mundo desde entonces. Los acontecimientos interpretados en Apocalipsis no se encuentran ni en el pasado ni completamente en el futuro, sino que abarcan «estos postreros días» que comienzan con Pentecostés y terminan con la llegada plena del siglo venidero con la aparición de Cristo.

Entonces, según una interpretación amilenial, estamos viviendo actualmente en los «mil años» de Apocalipsis 20, anhelando no un milenio literal con otra caída en el pecado sino el reino eterno de justicia y paz que amanecerá con el regreso de Cristo en juicio y restauración. Tomando prestado imágenes del mundo natural, podemos decir que Dios promete un estado de cosas en el que antiguos enemigos (lobos, corderos y leones) estarán en paz.

Horton, Michael Scott. Pilgrim Theology: Core Doctrines for Christian Disciples. Grand Rapids, MI: Zondervan, 2011.

 

 

[1] John Newton, «Letter LV» en Letters of the Rev. John Newton (London: Hamilton, Adams, and Co., 1847), 124-125.

[2]Parusía es una palabra griega que significa «llegada» y se emplea para referirse a la segunda venida de Cristo en las Escrituras.

[3] Richard Sibbes, «Christ is Best», en The Works of Richard Sibbes, Vol. 1 (Carlisle, Pa.: Banner of Truth, 1634/1973), 341.