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Teología Sistemática – Clase 18: La obra del Espíritu Santo – Parte 3

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
31.08.2018

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Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 18: La obra del Espíritu Santo – Parte 3


  1. Introducción (Panorama de las clases anteriores)

Bienvenido al seminario «Teología Sistemática», parte 2. Mi nombre es Charles Hedman y sirvo en CHBC como pastor.

En las últimas semanas, hemos examinado detalladamente la persona y obra del Espíritu Santo. Después de haber visto el panorama introductorio de la primera parte de este seminario, en la semana 15, vimos la persona del Espíritu Santo y su relación con el Padre y el Hijo, sus propiedades personales y actividades personales.

Luego, en la semana 16, empezamos a estudiar la obra del Espíritu Santo, específicamente la obra del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, la obra del Espíritu Santo en la persona de Cristo, y la obra del Espíritu Santo en el cristiano.

La semana pasada, dimos un vistazo más profundo a la obra del Espíritu Santo en el creyente, específicamente los temas de convicción y conversión, unión con Cristo y santificación. También hablamos acerca de la obra del Espíritu Santo en la vida de la iglesia, inspirando e iluminando la Escritura, levantando líderes que enseñen la Palabra de Dios y produciendo unidad y diversidad en la iglesia.

  1. El bautismo en el Espíritu Santo

Habiendo pasado tiempo abordando la principal obra realizada por el Espíritu Santo, queremos pasar tiempo esta semana hablando acerca de ciertas frases en la Escritura inherentes al Espíritu Santo que han si tomadas para significar cosas distintas.

La primera frase que queremos considerar es lo que significa ser «bautizados con el Espíritu Santo». Esta frase aparece en siete pasajes del Nuevo Testamento.

Por ejemplo, en Lucas 3:16, Juan el Bautista dice: «Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego». Y en Hechos 1:5, el Señor dice: «Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días».

Este último versículo muestra que cualquiera que sea el bautismo del Espíritu Santo, ciertamente sucedió en el día de Pentecostés.

Hay cuatro formas principales en que la frase «bautizado con el Espíritu Santo» ha sido interpretada a lo largo de la historia de la iglesia.

La primera forma es la forma pentecostal. Los pentecostales toman estos dos versículos y presentan la siguiente posición: 1) que el bautismo en el Espíritu Santo es ordinariamente un acontecimiento después de la conversión; y 2) que el bautismo en el Espíritu Santo se evidencia en el don de lenguas, porque los discípulos hablaron en lenguas en el día de Pentecostés[1].

Lo positivo asociado con este punto de vista es que muy probablemente veamos dos obras del Espíritu Santo en el libro de Hechos, primero con los discípulos en Hechos 2, luego con los samaritanos en Hechos 8, más adelante en la casa de Cornelio en Hechos 10 y, por último, Efeso en Hechos 19.

Sin embargo, los aspectos negativos asociados con este punto de vista es que parece que fundamentalmente no comprende lo que sucedió en el día de Pentecostés. Como hemos visto, el día de Pentecostés es un acontecimiento redentor-histórico único. No es repetible al igual que la crucifixión, la resurrección o la ascensión. Lo que significa que no deberíamos anticipar un «pentecostés personal» que experimentaremos como un cruce personal del mar Rojo o un Getsemaní personal.

Además, mientras vemos otras conversiones en Hechos, varias no mencionan el hablar en lenguas. Además, 1 Corintios 12:30 aclara que no se espera que todos los cristianos hablen en lenguas y que hablar en lenguas es un «don» y no un indicador de alguien que es más santo.

El segundo punto de vista en lo que se refiere a ser bautizado en el Espíritu Santo es la opinión de que es únicamente aquello que sucede cuando uno primero es salvado y regenerado.

Los defensores de esta posición argumentan que tal enseñanza se alinea con 1 Corintios 12:13, que dice: «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu». En lo que respecta a Pablo, dicen, «el bautismo en el Espíritu Santo» se refiere a la actividad del Espíritu Santo al comienzo de la vida cristiana cuando se nos da nueva vida espiritual en la regeneración y… recibimos una clara ruptura con el poder del pecado[2]. El bautismo en el Espíritu Santo no es una segunda experiencia solo para los cristianos extra espirituales[3].

Los detractores de esta opinión, una vez más, argumentan que al parecer tanto con los discípulos como con los samaritanos, el derramamiento del Espíritu Santo tuvo lugar algún tiempo después de su conversión inicial. Entonces, tienes a los discípulos claramente convertidos en Hechos 1, pero Jesús les dice que esperen para salir a proclamar el evangelio hasta que sean fortalecidos por el Espíritu Santo. Entonces, este es un claro problema.

La tercera opinión, defendida por Sinclair Ferguson y otros dentro de la historia eclesiástica, es que el bautismo en el Espíritu Santo se refiere a una entrada en dos etapas en la plenitud de la bendición del Espíritu. La primera etapa es la regeneración del Espíritu (por tanto, conversación-iniciación), y la segunda etapa es el bautismo con el Espíritu. Entonces, en algún momento durante el período descrito por los Evangelios, los apóstoles fueron regenerados. Más tarde, en  el día de Pentecostés, experimentaron una nueva obra del Espíritu; fueron bautizados y llenos del Espíritu y hablaron en otras lenguas como una evidencia de esta nueva etapa de su actividad en sus vidas. De acuerdo con este punto de vista, si bien el patrón de dos etapas que surge no es paradigmático –o normativo– de lo que podemos esperar para la iglesia de hoy. El día de Pentecostés se retrata como un acontecimiento redentor-histórico, que no debe ser interpretado existencial y neumatológicamente, sino escatológicamente y cristológicamente.

Lo que sucede, según este punto de vista, es una expansión del evangelio a todas las naciones, como lo predice Hechos 1:8. Este proceso de 2 etapas, entonces, es el medio por el cual los efectos del evangelio se ven claramente para los gentiles y para las naciones, ya que se ven lenguas de fuego y se hablan lenguas. Así, el evangelio viene a Jerusalén en el día de Pentecostés. El evangelio llega a Samaria en Hechos 8. El evangelio llega a Cesarea en Hechos 10. Y el evangelio llega a Éfeso en Hechos 19. Todos los actos históricos redefinidos que son acontecimientos hechos una vez y para siempre.

Como tal, los cristianos en la actualidad no experimentan la entrada en dos etapas del Espíritu Santo. Más bien, en el punto de la fe y en el momento de la conversión, los cristianos participan individualmente en el efecto del derramamiento del Espíritu de Pentecostés. Es un acontecimiento de una sola etapa en el que tanto la conversión de los discípulos como los efectos del día de Pentecostés se nos dan de una sola vez.

Los detractores de este punto de vista argumentarán que mantener ese punto de vista es hacer suposiciones implícitas que no se dan explícitamente en otra parte. Claro que es histórico-redentor, pero ¿podemos decir definitivamente que no puede suceder ahora? Además, de acuerdo con Romanos 8:9: «Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él». Si el Espíritu Santo no residió completamente en los discípulos, ¿podemos realmente decir que se convirtieron?

La cuarta opinión, defendida por muchos, incluido John Piper, es que el bautismo del Espíritu Santo es una obra posterior de gracia sobre un creyente individual con el propósito explícito de recibir un poder espiritual extraordinario para el ministerio exaltador de Cristo.

Aquí, el argumento es que en cada caso en el libro de Hechos donde se da el Espíritu Santo, se lo da con el propósito explícito de proclamar el evangelio y  para la llenura el poder del ministerio. En Hechos 1:8, Lucas describe ser bautizado con el Espíritu como el recibir poder para testificar cuando el Espíritu Santo viene sobre ti. Además, en Lucas 24:49, Lucas dice que ser bautizado en el Espíritu es ser revestido con poder desde lo alto para que el mensaje de Cristo pueda ser llevado efectivamente a todas las naciones del mundo.

Para Piper entonces, el bautismo del Espíritu Santo es un empoderamiento subsecuente y especial del Espíritu para hacer cosas poderosas para Jesús en el nombre de Jesús.

Los detractores de esta posición argumentarían que pareciera estar sucediendo más en el bautismo del Espíritu Santo que solo el empoderamiento. Dirían que hay una segunda obra de gracia en donde la plenitud del Espíritu Santo se da en la efusión del Espíritu.

  1. La llenura del Espíritu Santo

La segunda frase usada repetitivamente en las Escrituras que debemos ayudar a aclarar es la frase «ser lleno del Espíritu». Así que, piensa en Hechos 4:31: «Cuando hubieron orado… todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios».

Por tanto, es apropiado entender el hecho de ser lleno del Espíritu Santo no como un acontecimiento único sino como un acontecimiento que puede y debe ocurrir una y otra vez en la vida de un cristiano[4]. En Hechos, la vida de Esteban fue caracterizada como alguien que estaba lleno del Espíritu Santo (Hechos 6:5). Pablo a menudo oraba para que la gente a la que ministraba recibiera más del Espíritu Santo (Efesios 1:17). Y observa que Pablo oró por todos los santos en la iglesia, no solo por los pastores, diáconos, líderes.

Pero, ¿cómo puede un cristiano, que ya tiene el Espíritu Santo, ser más lleno del Espíritu Santo? Bueno, para responder a esto, piensa en un globo. Un globo ya está lleno de aire, pero si inyectamos más aire en él, el globo se llena más. Podemos ser llenos del Espíritu Santo y al mismo tiempo poder recibir mucho más de él y su poder transformador. Fue solo Jesús a quien el Padre le dio el Espíritu sin medida. Juan 3:34 dice: «Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida».

La cuarta opinión, la de Piper, sostiene que la llenura del Espíritu Santo es sinónimo de ser bautizado con el Espíritu Santo, y por tanto, es continuo a lo largo de la historia de la iglesia y es aplicable a nosotros hoy en día. Entonces, vemos en Hechos 2, por ejemplo, que las personas son «llenas del Espíritu Santo»…

  1. Los dones del Espíritu Santo

Hay mucha discusión y confusión acerca del tema de los dones espirituales. Si has crecido en la iglesia, es probable que hayas tenido diversas experiencias con respecto al tema. A veces puede ser divisivo en una iglesia. Pero hemos visto que no debería ser así.

Vuelve conmigo al libro de Efesios. En esta magnífica carta, el apóstol Pablo se propone mostrarle al lector el alcance del plan eterno de Dios. Comienza en el capítulo 1 presentando las maravillas del evangelio de la gracia. Es «en Cristo» que recibimos toda bendición espiritual (1:3). El poder de ese evangelio se pone de manifiesto en el capítulo 2. No solo trae a la vida a los muertos espiritualmente, reconciliando a Dios con el hombre (2:4-5), sino que es a través del evangelio que Dios destruye el muro de hostilidad entre judíos y gentiles (2:14). En Cristo, hay una nueva comunidad, unida no por raza, etnia o género, sino por Cristo. El capítulo 3 lo deja claro entonces, es a través de la iglesia que Dios muestra su múltiple sabiduría, su impresionante gloria (3:10).

Esa manifestación no es fácil, ¿verdad? ¿Mantener una comunidad unida y amorosa de pecadores? Pablo reconoce el desafío y, en el capítulo 4, exhorta a la iglesia a «guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (4:3). ¿Cómo hacemos eso? Él continúa escribiendo en Efesios 4:7: «Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo». Por eso dice: «Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres». Aquí, Pablo vuelve al Antiguo Testamento, citando el Salmo 68:18 para señalar que la efusión de dones espirituales representa la caída de los enemigos de Cristo: la victoria de la iglesia.

Desde allí, Pablo nota algunos de los dones espirituales que comienzan en el v. 11:

Efesios 4:11–16: «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor».

Ahora bien, esta no es la única lista de dones espirituales en el Nuevo Testamento. Otras listas aparecen en 1 Corintios 12, Romanos 12 y 1 Pedro 4. Pero de estas listas aprendemos varias cosas.

A. Primero, no parece haber una sola lista completa de los dones espirituales en ningún pasaje del Nuevo Testamento. El punto es que no debes sentir que has perdido tu llamado si no puedes encontrar tu «don» en una lista en particular. Puedes tener más de un don, pero Jesús es el único que tenía todos los dones.

B. Segundo, parece haber una prioridad en los dones relacionados con la Palabra. En cada una de las listas, el escritor comienza y se enfoca en los dones basados ​​en las Escrituras.

C. Tercero, los dones son regalos dados por Dios. Él da lo que quiere. Entonces en 1 Corintios 12:11, Pablo nos dice que el «Espíritu… [reparte] a cada uno en particular como él quiere». Vemos lo mismo en 1 Co. 12:18 y Ef. 4:11. Esto es útil para combatir cualquier sentimiento de envidia. Los dones son dados por un Dios bueno que sabe lo que hace y no comete errores en su asignación. Nuestro trabajo no es contradecir su diseño, sino ser fieles. Además, es en la diversidad de los dones dados que el cuerpo funciona mejor. Y a pequeña escala, esto sucede en el matrimonio. Hoy es mi primer aniversario, así que voy a jactarme de mi esposa por un segundo: ella tiene dones increíbles que yo no tengo. Por tanto, naturalmente me complementa de una manera que es tan útil para mí a medida que crezco en la vida. Lo mismo ocurre con la iglesia, deberíamos usar nuestros dones para ayudar a nuestra iglesia a crecer. Lo que me lleva a señalar…

D. Cuarto, el propósito de los dones espirituales es la edificación de la iglesia. Ya lo hemos visto en Ef. 4:12, Cristo dio dones «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». O en 1 Co. 12:7, Pablo escribe: «Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho». Muchas veces, la forma en que se descubren los dones es interviniendo y sirviendo. Entonces, pregunto o identifico una necesidad en la iglesia y luego me preparo para ayudar a que otros puedan ser edificados. No decimos: «Bueno, mi don es la enseñanza, así que no puedo ayudar a limpiar». Mi don es el animar a otros, así que no voy a evangelizar. ¡No! Deberíamos buscar necesidades y formas de bendecir a los demás para que puedan conocer a Dios y ser edificados.

E. Quinto, en todas las cosas, el AMOR es la guía principal en el ejercicio de los dones espirituales. Esto está en el centro del argumento de Pablo en su discusión acerca de los dones espirituales en 1 Corintios 12-14. Parece que la iglesia de Corinto había elevado el don de lenguas por encima de otros y muchos clamaban por tener el don para poder ser realmente espirituales y reconocidos. Solo un comentario adicional: me parece interesante y alentador: que las lenguas siempre han sido el don con el que luchan las iglesias. Pero nuestros dones espirituales no son para hacernos un nombre: ¡son para amar a los demás y dar a conocer a Dios! Es por eso que entre dos capítulos acerca de los dones espirituales, 1 Corintios 12 y 14, está 1 Corintios 13, el capítulo acerca del amor. La manera en que debemos predicar, animar, dar, servir, dirigir, exhortar, hagamos lo que hagamos, es hacerlo con amor.

Entonces, ¿qué pasa con los dones espirituales de sanidad, milagros o hablar en lenguas?

Tal vez un buen lugar para comenzar es notar que hay un amplio espectro de respuestas. En un extremo están  aquellos que argumentan que estos dones son normativos para la iglesia y deben ser una parte regular de nuestras reuniones semanales. (Los continuacionistas).

En el otro extremo están aquellos que argumentan que tales dones han cesado por completo y buscarían refutar cualquier afirmación de que ocurran hoy. (Los cesionistas).

Y luego hay muchos que se encuentran en algún punto intermedio. No esperan que sea una parte normal de la reunión semanal de una iglesia, ni se sentirán obligados a refutar a alguien que dijera tener un determinado don. Si sucediera, simplemente mirarían las instrucciones de Pablo en 1 Corintios 12-14 para asegurarse de que la iglesia fuera edificada y en buen orden.

Ahora bien, no necesitamos estar de acuerdo en esto para ser una iglesia, hay diferentes personas que tienen puntos de vista diferentes. Cada uno de nosotros debe ser convencido de las Escrituras y  procurar ser tolerantes los unos con los otros.

Pero permítanme ofrecer una observación adicional para nosotros mientras pensamos esto. Al leer las Escrituras desde el Génesis hasta el Apocalipsis, una cosa que notarás es que hay una concentración de acontecimientos milagrosos que marcan acontecimientos clave en la historia del pueblo de Dios.

Entonces, por ejemplo, en el Éxodo, tienes 10 plagas, la separación del mar Rojo, el agua que brota de una roca, el maná que cae del cielo y otros milagros. Otras veces cuando se da la Ley, cuando los profetas declaran una palabra de Dios, durante el exilio o algún evento clave en la historia de las Escrituras, dichas señales parecen confirmar y establecer la relación de Dios con su pueblo.

Lo mismo es cierto en el Nuevo Testamento. Entonces, en los Evangelios con la venida de Jesús o en Hechos 2, que marca el inicio de la iglesia y el derramamiento del Espíritu Santo, ¿qué ocurre? Hay un aparente aumento en los acontecimientos milagrosos. Pedro nota esto en Hechos 2:22; El ministerio de Pablo y Bernabé es confirmado por milagros en Hechos 14:3. Incluso más tarde en 2 Corintios 12:12, Pablo argumenta que la marca del apóstol del Nuevo Testamento se confirma con «señales, prodigios y milagros». Todo esto tiene sentido porque el Nuevo Testamento estaba siendo escrito (Efesios 2:20) y el mensaje del evangelio estaba siendo confirmado. Una vez que se estableció esta base, las señales no se mencionan con tanta frecuencia (como en las epístolas pastorales).

¿Eso significa que Dios no puede obrar de maneras milagrosas hoy? ¡Ciertamente no! ¿Eso significa que debe hacerlo? ¡Ciertamente que no! Deberíamos continuar orando para que Dios haga milagros: para que sane, para que el Espíritu les dé nueva vida a aquellos espiritualmente muertos, y para que Dios se dé a conocer. Dios puede y hará lo que crea conveniente. Pero no debemos suponer que la forma principal en que Dios debe revelarse a sí mismo en la actualidad es a través de la práctica de estos dones milagrosos. Dios nos ha dado su palabra; Él nos ha dado su Espíritu, y él está obrando a nuestro alrededor.

Oremos.

 

[1] 1 Corintios 12:30 deja en claro que no se espera que todos los cristianos hablen en lenguas y que hablar en lenguas es un «don» y no un indicador de alguien que es más santo.

[2]Grudem.

[3] Entre aquellos que sostienen la enseñanza en dos etapas acerca del bautismo del Espíritu Santo, hay un pensamiento de que el Espíritu debe ser usado a disposición del hombre, como si pudiéramos afectar su presencia mediante la imposición de manos. Niega la gracia de Dios que es suficiente para el comienzo de la vida de un cristiano, pero es necesario que haya otros pasos y condiciones para obtener una vida más plena y victoriosa.

[4] «Aunque no encuentro soporte bíblico para una segunda teología de bendición, encuentro soporte para una segunda, tercera, cuarta o quinta teología de bendición» (Don Carson, Showing the Spirit, p. 160).