Clases esenciales: Sufrimiento

Sufrimiento – Clase 7: La lucha por la fe (Parte 2)

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
18.10.2018

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Clase esencial
Sufrimiento
Clase 7: La lucha por la fe (Parte 2)


Cómo ayudar a otros a luchar por la fe en la iglesia local 

Introducción

El sufrimiento es una batalla por la fe. Ese ha sido un punto importante en cada una de estas clases hasta ahora. Así, la semana pasada discutimos esa lucha en un nivel individual; la clase de hoy trata acerca de ayudar a otros a luchar por la fe, con algunos comentarios acerca de cómo puedes ayudar a otros a ayudarte a luchar por la fe cuando te encuentras sufriendo.

El sufrimiento es fundamentalmente algo corporativo. Como escribe Pablo en 1 Corintios 12:26: «De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan». O piensa en la metáfora de la familia. Cuando tu hijo se enferma a las 4 de la madrugada por tercera vez esa noche, te apresuras a ayudarle. Porque es tu familia. Con todo, estamos unidos a Cristo de una manera que es incluso más fuerte que los vínculos de sangre. Como iglesia, sufrimos juntos.

Entonces, ¿cómo podemos unirnos mientras nos ayudamos a luchar por la fe? Fundamentalmente, todo se reduce a nuestra comprensión de lo que significa alentarnos mutuamente. Eso es lo que veremos en un principio, y luego, cómo se muestra eso en el ministerio de la Palabra, de oración, de hospitalidad y de acompañamiento. Entonces, primero ¿qué significa alentar?

  1. ¿Qué es alentar?

¿Una palmada en el hombro? ¿Una palabra amable? ¿Un oído atento? Sí, pero en la Biblia, también es más contundente, más centrado e invasivo que eso.

Da un vistazo a tu folleto en Hebreos 3. El autor nos advierte en el versículo 12: «Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo». El contexto es una lección extraída de la rebelión de Israel en el desierto en el libro de Números. La meta: la fe. Lo contrario a la incredulidad. Ahora bien, ¿cómo luchamos por la fe? Versículo 13: «antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado» (He. 3:13).

De acuerdo. ¿Que tiene que ver el alentar con la incredulidad? ¿Cómo previene que alguien sea endurecido por la mentira del pecado? Bueno, si estamos hablando de un estimulo a nivel superficial como por ejemplo: «espero te sientas mejor», no hará mucho. En cambio, pienso que este pasaje debería redefinir qué significa alentar para nosotros. La meta de alentar a otros es la fe. Cuando alentamos a alguien, los estimulamos con fe. Esa es una idea que quiero que extraigas de este pasaje. La meta de alentar a otros no es simplemente hacer que se sientan mejor; es que crean en las promesas de Dios. Y así, la corrección, el consuelo, y la advertencia están todos incluidos.

Por supuesto, el resultado también es cierto, que es una segunda idea aquí. Cuando alguien está luchando, incluso la advertencia y la corrección deben hacerse de una manera que los impulse a la fe. La meta, después de todo, como vemos en el versículo 14, es una fe que persevera. Con nuestros hermanos y hermanas, queremos «retener firme hasta el fin la confianza».

Creo que a menudo subestimamos cuán corporativa es realmente nuestra lucha por la fe. Considera Efesios 4, por ejemplo (ve allí si tienes una Biblia). Quiero darte un punto final en la corriente de pensamiento de Pablo, su punto de partida, y la cadena  lógica que llega allí. Primero, veamos el versículo 14 para el punto final. «Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo». ¿Cuál es el objetivo final? Una buena palabra pare resumirlo es la fe. Sin importar lo que diga la gente que nos rodea, nos mantenemos firmes. Ese es el punto final. ¿Cuál es el punto de partida? Regresa al versículo 7. Cristo. Su gracia es el punto de partida. Ahora, ¿cómo llegamos de principio a fin? Es una importante cadena lógica que quiero que sigas. Primero, versículo 11, Cristo nos da ministros de su Palabra: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maestros. Y ellos protegen nuestra fe, ¿no? No: versículo 12, ellos nos preparan para obras de servicio. ¿Por qué? Por al hacer esas obras de servicio, el cuerpo de Cristo se edifica en unidad, versículo 13, y llegamos a ser maduros. Y eso es lo que finalmente nos lleva al versículo 14. Cristo. Nos da maestros. Cuyas enseñanzas nos preparan para servir. Para que al cuidar de otros crezcamos en unidad. Y en esa unidad tenemos fe. La lucha por la fe en Efesios 4 es fundamentalmente corporativa. No: «es realmente agradable tener a otros cristianos junto a ti», sino: «si falta la unidad, tu fe morirá».

Me gusta la manera en que nuestro antiguo pastor Michael Lawrence lo explicó en un pasaje paralelo acerca de Colosenses 2:

«Hasta cierto punto, los posmodernistas tienen razón. Hay un carácter social para el conocimiento, un aspecto comunitario para nuestra percepción de la realidad. Es por eso que la cultura es tan poderosa. Da forma a nuestra percepción de lo que es verdadero, lo que es plausible. En un mundo caído, la cultura se convierte en una estructura de plausibilidad para la incredulidad, la negación de Dios y la exaltación del yo. Es por eso que los apóstoles están tan preocupados por la unidad de la iglesia local. La iglesia es una contracultura, una estructura de plausibilidad alternativa para la fe. Dios no nos creó para existir en aislamiento, y no nos salvó para creer en aislamiento. La unidad de la iglesia, a través de la historia y en todos los lugares, está destinada a preservar la verdad y fortalecernos en nuestra propia certeza. Juntos, nos recordamos mutuamente que Cristo es el tesoro que supera todos los tesoros terrenales. Cuando se presentan argumentos que suenan bien, cuando se siente el tirón firme de este mundo en su sabiduría, somos tan vulnerables como Eva. Juntos, como señala Pablo, nuestra fe es firme y está bien ordenada».

La integridad de tu fe necesita que los que te rodean crean y vivan las mismas cosas, para que la fe siga siendo plausible.

Por tanto, la fe es el objetivo.  El alentar el medio. ¿Cómo hacemos eso? Existen tres categorías en 1 Tesalonicenses 5:14 que a menudo encuentro útiles. «Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos» (NVI). A veces, un cristiano puede ser realmente holgazán. Está en camino a la destrucción y debe ser amonestado y advertido. En tiempos de sufrimiento, esto podría parecerse a alguien cuya falta de fe lo hace lastimarse y lastimar a otros, quien actúa como el necio descrito en Proverbios. Entonces, está esa gran categoría intermedia. «Estimulen a los desanimados». A menudo es donde nos encontramos con los que sufren. Su fe es tímida. Necesitan que los estimulemos, que les recordemos la verdad de las promesas de Dios para que su fe sea fortalecida. Luego, está la categoría del débil.  La palabra «ayudar» literalmente significa «apegarse». Es la misma palabra que vemos Tito 1:9 donde un anciano debe «apegarse a la palabra fiel, según la enseñanza que recibió».  Aquellos que están crónicamente necesitados no deben ser abandonados, sino apegados. Y no importa la categoría, siempre debemos actuar con paciencia.

Cuando ayudas a alguien que está sufriendo, analizar estas tres categorías en tu mente es bastante útil para determinar una respuesta piadosa. ¿Alguien te ataca enojado cuando tratas de ayudar? Antes de amonestarlo, piensa por un momento. ¿Está siendo rebelde? ¿O tímido, luchando con confiar y lo que estás viendo es el lado pecaminoso, feo y amargo de eso? La mejor respuesta puede ser un estimulo moderado. Y a medida que la persona vea tu intención de mantener su fe, es muy posible que su corazón se ablande, que sus palabras de enojo se vuelvan remordimientos y comience el verdadero trabajo hacia la fe.

Alentarlos hacia la fe. Ese es nuestro trabajo como iglesia para con los que están sufriendo. Así que, la próxima vez que estés sentado con alguien que esté atravesando momentos difíciles, déjame hacer de esta tu descripción de trabajo. Fortalece su fe. O amonestándola, estimulándola o apegándote ella. Permíteme extraer algunas implicaciones para los que sufren y quienes intentan ayudarlos, y luego veremos algunas categorías específicas de estimulo.

Para aquellos que sufren

  1. Sé honesto. El sufrimiento puede ser solitario. Y no hay nada que haga que una persona sola se sienta mejor que otra persona que aparece mágicamente, leyendo su mente y animándola. El problema es que, aunque suene genial en tu imaginación, no funciona muy a menudo en el mundo real. Si estás sufriendo, necesitas ser alentado hacia la fe. Por lo que debes ser honesto acerca de tu lucha. Si pintas un cuadro feliz y rosa de tu vida y niegas que las circunstancias dolorosas están haciendo que la fe sea desafiante, será muy difícil que alguien te ministre como lo quiere Pablo en 1 Tesalonicenses 5.
  2. No hagas que la conversación gire en torno a ti. A veces, lo mejor para ti es escuchar a tu amigo hablar sobre su fe y lo que lo anima espiritualmente.
  3. Sé receptivo a la reprobación. Es una pastilla difícil de tragar cuando estás sufriendo. Pero si el sufrimiento es una lucha por la fe y el enemigo de la fe es el pecado, a veces lo que necesitas, incluso en medio del sufrimiento, es que un amigo cristiano te diga la dura verdad sobre los patrones de pecado en tu corazón que te impiden ver el sufrimiento correctamente.

Para aquellos que ayudan

  1. Recuerda que el sufrimiento es una lucha por la fe. Hay todo tipo de cosas buenas que puedes hacer por tu amigo que sufre. Pero lo más importante es preguntarle sobre su fe y reforzar esa fe con la verdad del evangelio.
  2. Sé paciente, como Pablo nos ordena. Especialmente dado que el sufrimiento se prolonga de días a semanas o de meses a años, resiste el impulso de rendirte o enojarte. Como leemos en Gálatas 6:9: «No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos». Apégate a estos débiles como los preciosos hijos de Dios.
  3. Encuentra la misma lucha por la fe en tu propio corazón. Pablo escribe en 1 Corintios 10:13: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana». Eso es profundo. Toda tentación. Es humana. Incluso la tentación de asesinar, al menos en miniatura, es algo con lo que todos hemos luchado. Puedes decir: «pero por la gracia de Dios allí voy», no por falsa humildad, sino porque cada lucha por la fe que observas en tu hermano o hermana que sufre reside en algún nivel en tu propio corazón. Entonces, desde tu propia experiencia, puede guiarlos hacia la fe. Y desde tu propia experiencia puedes hablar con humildad.
  4. No supongas que tu amigo no sabe la respuesta. Nueve de cada diez veces, no ayudarás a tu amigo que sufre diciéndole algo que él o ella desconozca, sino simplemente recordándoles lo que es verdad y mostrando que lo crees. De hecho, a veces es mejor simplemente escuchar. Tu amigo se pondrá a decir lo que necesita escuchar acerca Dios, mejor que tú.

De acuerdo. Esa es la idea bíblica de alentar a otros. Alentarlos hacia la fe ¿Como hacemos eso? Consideremos el ministerio de la Palabra, de oración, de hospitalidad y de acompañamiento.

  1. Ministerio de la Palabra de Dios

Nuestro versículo clave de la semana pasada fue Romanos 10:17: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». Más adelante en el libro de Romanos, Pablo escribe esto:

«Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos… Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza»[1].

Ese es nuestro modelo. Usar las Escrituras para darnos esperanza. Así es como podemos ayudar a los que son débiles. Lee la biblia a aquellos que están sufriendo. Ofrece memorizar pasajes con ellos que parecen importantes en esta lucha. Canta las verdades de la fe con ellos. Comparte las historias de Dios siendo fiel a las promesas de las Escrituras en tu propia vida. Levanta su fe con la Biblia.

Por supuesto, las Escrituras dan fe no solo al ofrecer las promesas de vida de Dios, sino también al iluminar las lagunas de incredulidad en nuestros corazones. Cuando tengas la sensación de que las actitudes pecaminosas y mundanas están oscureciendo las promesas de Dios en la lucha de alguien por la fe, ofrece las Escrituras como un espejo para mostrarles el problema en su corazón.

Te diré cómo se ve esto para mí. A menudo no parece una reprimenda ni una confrontación. Aunque a menudo uso las Escrituras para redirigir gentilmente el pensamiento de alguien, es más mediante sondeos y preguntas. Me encuentro sentado con alguien, escuchándole abrir su corazón. Por mucho tiempo. Puedo hacer algunas preguntas para entender qué está pasando de fondo, pero no hablo mucho. Pero digamos que mientras la persona habla, escucho algo que suena como, digamos, autosuficiencia, o algún tipo de ídolo, o una insinuación de que está luchando con confiar en la bondad de Dios en esta situación.

Al pensar en ello, creo que el 90% del tiempo, vuelvo a uno de los cuatro temas en las Escrituras cuando intento alentar a los que sufren:

  1. Les recuerdo que Dios les hará bien por medio de este sufrimiento. No solo una vez que todo haya terminado y vuelvan a «encaminarse» en sus vidas, sino ahora mismo. Romanos 8:28 es útil aquí. («Y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados»).
  2. Les recuerdo que los planes de Dios son realmente buenos. Para ellos. Algunas veces suelo escuchar un poco de miedo. «Ahora que él que se ha llevado esto de mi vida, nada es seguro». Así que, uso la Escritura para recordarles que Dios tiene cuidado de ellos. Pasajes como Lucas 12:32 («No temáis, manada pequeña, porque ha vuestro Padre le ha placido daros el reino»).
  3. Les recuerdo que Dios está en control. Como dijimos anteriormente, sus heridas son el cuidadoso bisturí del cirujano. Exactamente lo necesario, y no más. Los últimos capítulos del libro de Job son útiles. O el Salmo 56: «Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?».
  4. Les recuerdo que este mundo es pasajero. A veces, lo más útil es fijar la mirada en nuestro estado eterno, y luego retroceder lentamente tu visión a las circunstancias actuales. Apocalipsis 22 es tan útil para recordarnos lo que es real y duradero. O 1 Pedro 1, que habla de una herencia que es «incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros».

Y honestamente, encuentro que raramente me desvío de esos temas. Si dominas pasajes de la Escritura que aborden esos cuatro temas, estarás bien preparado para ayudar a tu amigo cristiano que lucha con el sufrimiento durante una prueba.

Por supuesto, el tiempo es importante. Proverbios 27:14: «El que bendice a su amigo en alta voz, madrugando de mañana, por maldición se le contará». Tenemos que ser conscientes de lo que las personas son capaces de escuchar en un determinado momento. Incluso Jesús retuvo algunas cosas hasta que sus seguidores pudieran de soportarlas[2].

La Biblia es la herramienta en nuestra lucha por la fe. Para consolar y exhortar. Espero que cuando alientes a aquellos que están sufriendo, comunicar las Escrituras sea gran parte de ello.

  1. Ministerio de oración

Una de las cosas que siempre podemos hacer por aquellos que están sufriendo es orar. Es nuestra primera respuesta, no el último recurso. Dios siempre da buenos dones en respuesta a la oración[3], por lo que hacemos peticiones específicas y audaces[4].

Ahora bien, en ocasiones, el buen don que Dios da es alivio del sufrimiento. En Santiago 5, se nos dice: «¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados»[5]. Otras veces el don que Dios da en respuesta a la oración no es alivio, sino perseverancia. Luego de que Pablo ora tres veces para que el «agujón en la carne» sea removido, la respuesta de Dios fue: «Bástate en mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad»[6].

Cualquiera que sea el caso, cuando oramos, Dios usa esas oraciones para fortalecer la fe. Independientemente de las circunstancias, ¡siempre podemos orar! Cuando una persona está demasiado débil, distraída o herida para orar por sí misma, podemos orar por ella, que creo es exactamente lo que sucede en Santiago 5. Podemos hacerlo en nuestras oraciones privadas y podemos orar con ella en el acto. En lugar de decirle: «Estaré orando por ti» (y, por supuesto, olvidar hacerlo), solo pregunta: «¿Puedo orar por ti ahora?».

¿Qué podemos orar por alguien que está sufriendo? Bueno, como hablamos la semana pasada, podemos escoger un salmo y usarlo como guía para nuestra oración. O podemos tomar las oraciones de Pablo en el Nuevo Testamento como un ejemplo:

  • Cuando ora por la iglesia en Éfeso, ora para que Dios les ayude a ver
    • «la esperanza a que él [les] ha llamado»,
    • «la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos»[7],
    • «la anchura, la longitud, la profundidad y la altura»[8] del amor de Cristo.
  • Cuando ora por la iglesia en Colosas, ora para que
    • sean «llenos del conocimiento de su voluntad»,
    • crezcan «en el conocimiento de Dios»
    • y sean fortalecidos… «para toda paciencia y longanimidad, con gozo»[9].
  • Cuando ora por la iglesia en Tesalónica, ora para que Dios
    • los haga «crecer y abundar en amor unos para con otros»,
    • afirme sus «corazones , irreprensibles en santidad»[10].

Sin importar lo que usemos como nuestra guía, el apóstol Juan nos recuerda: «Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye» (1 Jn. 5:14).

  1. Ministerio de hospitalidad

A veces pensamos que la hospitalidad es lo mismo que entretener. Pero la idea bíblica es mucho más amplia y profunda que eso. La palabra xenófilo cuya traducción es «hospitalario», significa literalmente ser un amante de los extraños, por lo que la categoría bíblica incluye no solo abrir nuestros hogares a los demás, sino también nuestras vidas[11]. Amar a alguien de maneras muy prácticas simplemente porque Dios nos ha amado. Ahora, satisfacer las necesidades prácticas (comida, ropa, refugio, amistad) puede parecer fuera de lugar en una discusión acerca de la lucha por la fe, pero en realidad juega un papel importante.

Piensa en 1 Reyes 19. Elías acaba de ver a Dios enviar fuego desde el cielo y exponer a los profetas de Baal como fraudes, tal vez el acontecimiento más sorprendente de su vida. Pero en lugar de celebrarlo, huye por su vida. Solo en el desierto, cae en una profunda depresión y le pide a Dios que lo mate. ¿Y qué decide Dios hacer? ¿Reprimirlo por su falta de fe? ¿Le recuerda sus promesas? No: v5-6: «Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse».

La provisión de fe es una comida caliente y una siesta. Muy a menudo, nuestra lucha por la fe tiene en su raíz nuestra propia fatiga física. ¿Puedo decir eso de nuevo? A veces luchas por la fe porque estás enfermo y no has dormido en una semana. Tan sencillo como eso. Entonces, la hospitalidad es fundamental. Cuando alguien tiene un bebé recién nacido, pierde un ser querido o tiene problemas de salud, podemos ayudar a su fe preparando una comida, cortando el césped, cuidando a los niños, pagando las facturas y lavando la ropa. Satisfacer las necesidades físicas es una ayuda para la fe. (Más acerca de eso la próxima semana).

  1. Ministerio de acompañamiento

¿Alguna vez has estado en una situación en la que alguien está sufriendo, quieres alentarlo, pero simplemente no tienes las palabras adecuadas? A veces eso es porque no hay palabras. Piensa en el libro de Job. Después de que Job perdió a su familia, su hogar y su salud, sus circunstancias fueron impactantes. Cuando los amigos de Job llegaron por primera vez, tenían lo que podríamos llamar el ministerio de acompañamiento. No tenían un estudio bíblico, no hicieron ninguna pregunta, simplemente pusieron su brazo alrededor de su amigo y lloraron con él. Job 2:13: «Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande».

Los amigos de Job fueron de gran consuelo… hasta que abrieron la boca. Especialmente después de la verdadera calamidad, el solo hecho de estar con alguien puede ser la mejor ayuda para su fe. No necesitas encontrar respuestas a sus preguntas; no es necesario que tengas la brillante enseñanza que los ayudará a superar la prueba. Solo siéntate, tal vez leyendo algunos Salmos, ora solo y con ellos. Y deja que la calidez de tu relación sea su consuelo.

Conclusión

La Palabra. La oración. La hospitalidad. El acompañamiento. Todas son formas en que podemos alentar a nuestros hermanos y hermanas que sufren para que no tengan un «corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo». Así es como luchamos juntos como un cuerpo. Tal vez mientras oramos como iglesia el domingo por la noche, quizá en un grupo pequeño, tal vez durante el almuerzo, mientras una hermana alienta a otra. No estamos destinados a soportar nuestras cargas solos; sufrimos juntos para que juntos, podamos aferrarnos a nuestra fe.

 

[1] Ro. 15:1, 4

[2] Juan 16:12

[3] Mt. 7:11

[4] He. 4:16

[5] Stg. 5:14-15

[6] 2 Co. 12:9

[7] Ef. 1:18-19

[8] Ef. 3:18

[9] Col. 1:9-11

[10] 1 Ts. 3:10-13

[11] 1 P. 4:8-11; Ro. 12:9-13