Clases esenciales: Sufrimiento

Sufrimiento – Clase 6: La lucha por la fe (Parte 1)

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
18.10.2018

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Clase esencial
Sufrimiento
Clase 6: La lucha por la fe (Parte 1)


La lucha por la fe en la soberanía y bondad de Dios 

Introducción

Cuando recién terminaba la universidad, un querido amigo cristiano se encontraba luchando con una depresión muy fuerte y oscura. En uno de los momentos más fuertes de esa lucha, me llamó un día para decirme que estaba harto y listo para poner fin a su vida. Justo esa noche.  Le rogué que no lo hiciera, que llamara a emergencias, a su pastor, que orara, que leyera la Biblia. «¿Leer la Biblia?», dijo. «Eso es lo único que siempre me dices que haga, y no me ayuda en nada. He estado leyendo, orando, hablando, y no está ayudando. Estoy harto. Leer la Biblia no servirá de nada».

«Por favor», dije. «Abre tu Biblia y léela. Es la Palabra de Dios. Ella nos transforma. Por favor. Léela».

«Está bien», dijo mi amigo. «Dame un capítulo para leer, y lo haré. Y si se siente tan frío y sin vida como la última vez que la leí, cerraré mi Biblia, entraré en mi auto y me lanzaré por un precipio. Lo digo en serio».

Y yo sabía que no estaba jugando.

«No puedes tratar a Dios de esa manera», dije. «No puedes simplemente decirle qué hacer. Jesús dice que no debemos ponerlo a prueba».

«No creo que creas lo que estás diciendo», respondió mi amigo. «Dices que la Biblia es la Palabra de Dios y tiene poder para cambiar, pero realmente no crees que pueda ayudarme, ¿cierto? Así que, quieres que la lea, pero también quieres que haga otras cosas, solo por si acaso. Me estás diciendo lo que se supone que deberías decirme, no lo que realmente crees. Dudo que creas en la Biblia tanto como yo».

Y en ese momento, creo que ambos teníamos razón. Sí, esta era una idea terrible. Nunca deberíamos decidir pecar contra Dios si él no salta la cuerda que estamos sosteniendo. Pero al mismo tiempo, me aterraba que la Biblia fuera lo único entre mi amigo y el suicidio.

No sabía dónde estaba mi amigo ni qué hacer. Respondí. «De acuerdo. Lee Romanos 8, y llámame de nuevo». «Está bien. Leeré Romanos 8, y a no ser que algo suceda, esto será lo último que escuches de mí».

Click.

Recuerdo que me encontraba caminando por la calle. Tomé asiento, y con lágrimas en los ojos, rogué a Dios que hiciera algo a través de su Palabra. Cualquier cosa. «Señor, ¡habla!». «En tu misericordia, ¡habla, por favor!».

Y unos minutos más tarde, mi teléfono sonó otra vez. Ahora era mi amigo el que lloraba. La palabra que había parecido tan fría durante muchas semanas y meses de repente había cobrado vida. Y él estaba vivo. Su fe estaba viva.

«Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». Eso es realmente lo único que tengo que comunicar esta mañana. Romanos 10:17. Está en la parte superior de nuestro sitio web, boletines, directorio, en tu folleto, en cada trozo de papel que sale de nuestra iglesia. La fe es por el oír.

Cada chispa de fe es un milagro del Espíritu de Dios, pero no es igual a los otros milagros, porque Dios nos ha dicho cuál es la manera normal en la que obra este milagro: a través de su Palabra.

El sufrimiento es una lucha por la fe, ¿no es así? El núcleo de la lucha de mi amigo suicida era una pregunta. «¿Puedo confiar en que en esta horrible experiencia veré la bondad de Dios en mi vida, o debo hacerme cargo de esto por mi cuenta?» ¿Dios es bueno? ¿Cómo respondes «sí» todo el tiempo? En el sufrimiento, necesitas fe. Más que alivio, más que consuelo, más que seguridad… necesitamos fe.

Ahora bien, la clase de hoy probablemente sea tanto una epifanía como una desilusión. Es decepcionante porque lo que tengo que decir es tan poco extraordinario. Te encuentras atravesando la peor crisis de tu vida y vienes a mí para decirme: «¡Pastor, ayúdeme! ¿Qué me puede dar?». Y yo digo: «Lee la Biblia». Al igual que lo hice con mi amigo. ¿En serio? ¿Es eso todo lo que tenemos?

Sin embargo, espero que esta clase sea una epifanía debido a esa misma simplicidad. El sufrimiento es una lucha por la fe. Todo sufrimiento es una lucha por la fe. Pero la fe es un milagro, ¿no? Entonces, ¿qué esperanza tenemos de que un milagro suceda en estos tiempos de sufrimiento? La fe es por el oír, y el oír la Palabra de Dios.

J.I. Packer explica: «Si yo fuera el diablo, una de mis primeras metas sería impedir que la gente profundizase en la Biblia… Haría todo lo que pudiera con el equivalente espiritual de hoyos, espinas, setos, y trampas para asustar a las personas»[1]. Distraernos, mantenernos ocupados, hacernos pensar que estamos demasiado heridos para acudir a la Palabra de Dios y que la lucha ya está perdida. Así que hoy, damos inicio a dos semanas que estarán centradas en la lucha por la fe. La próxima semana veremos cómo es la lucha por la fe en la comunidad de la iglesia local; esta semana nuestro enfoque será la lucha por la fe de manera individual. Y para ello, cubriremos cuatro categorías de lo que podemos hacer para luchar por la fe personalmente en medio del sufrimiento: Leer la Biblia; Orar la Biblia; Recordar la Biblia; Cantar la Biblia.

  1. Leer la Biblia

Si la fe es por el oír la Palabra de Dios, entonces leer las Escrituras es obviamente importante. Pero como indica Packer, hay todo tipo de cosas que se atraviesan en el camino, y especialmente durante los tiempos de dificultad. Demos un vistazo a tres cosas que pasan que nos impiden leer —o leer bien—, y qué podemos hacer al respecto.

A. Cuídate de la rutina.

Una de las cosas que realmente obstruyen nuestras vidas como cristianos es cuando leemos la Biblia simplemente porque sentimos que debemos leerla. Ahora, no me malinterpretes, la autodisciplina es algo bueno. No siempre me siento con ganas de leer la Biblia, y la leo de todos modos. Pero la disciplina es diferente a la rutina. Digamos que tu dentista te dice que limpies tus dientes con hilo dental cada noche, y lo haces, pero a medias. ¿Qué sucede? Aún tienes caries. Porque simplemente el tener que «usar hilo dental» en tu agenda no significa que estés obteniendo algo de allí.

La mayor protección contra una lectura superficial de las Escrituras es la sensación de que tenemos que hacerlo. Entonces, el sufrimiento puede ayudarte a comprender cuánto necesitas la Palabra de Dios. ¿Cómo funciona?

Algo bueno es rescribir la descripción de tu trabajo cada día. Digamos que tu hijo adulto se está alejando de la fe y está tomando toda clase de malas decisiones. Son las 6 de la mañana y acabas de despertarte.

¿Cuál es tu meta del día? A primera vista, esa podría parecer una pregunta sencilla. Alistarte, ir al trabajo, hacer bien tu trabajo, alentar a tu amigo durante el almuerzo, asistir a un grupo pequeño, cenar con un amigo, esperar mejores noticias de tu hijo, orar por él e ir a la cama. Pero si Dios dispone todas las cosas para nuestro bien, ¿cuál es su meta para ti el día de hoy? Él quiere edificar tu fe. Él usará esta lucha con tu hijo para hacerlo.

Ahora, quizá seas capaz de lograr todas tus metas por tu cuenta. Pero realmente no estás logrando algo que dure, ¿cierto? ¿Qué hay de las metas de Dios? ¿Puedes lograrlas por tu cuenta? ¡Absolutamente no! Mientras más te des cuenta de los grandes objetivos que él tiene para ti, más sentirás la necesidad de estar arraigado en su verdad y en su realidad. Lo que te llevará a sentir una desesperación profunda por escudriñar la Palabra.

B. Cuídate del ajetreo.

Si quieres leer la Biblia bien y regularmente, necesitas un plan. Para algunos de nosotros en una ciudad como la nuestra, parece algo obvio. Otros, nos estremecemos ante la idea. ¿Por qué no solo ser libres y dejar que pase? Pero cuando la vida se vuelve ocupada, todos sucumbimos a la tiranía de lo urgente y terminamos abandonando lo que es más importante. Un plan es útil porque cuida lo que es crucial y nos ayuda a decir «no» a las distracciones del momento.

¿Cuándo? Escoge el tiempo en el que mejor te sientas. Jesús se reunía con su Padre temprano por la mañana (Marcos 1:35), y a menos que exista alguna razón convincente para lo contrario, ese sería un buen modelo.

¿Dónde? En algún lugar libre de distracciones.

¿Qué? En cierto sentido, esto realmente no importa. Con un poco de conocimiento de las Escrituras, puedes abrir la Biblia en cualquier lugar y beneficiarte de ella. Pero ten cuidado de jugar a la ruleta, lee la Biblia  tal como fue escrita, estudia grandes fragmentos de las Escrituras. Encuentro que leer el pasaje que se predica la próxima semana es una disciplina maravillosa: me prepara para el sermón y elimina las conjeturas de lo que debería estudiar. O puedes usar un plan de lectura de la Biblia como lo ves en tu folleto.

C. Cuídate del agotamiento.

Me pregunto si has estado exhausto al leer la Biblia antes. Cuando la abres, parece fría y muerta. Principalmente cuando estamos en tiempos de sufrimiento y nos sentimos insensibles al mundo, puede ser realmente difícil relacionarnos con la Escritura. ¿Cómo nos protegemos de esto? Primero, ora. Antes de leer, ora para que Dios abra tus ojos y te permita ver las maravillas de su ley (Salmo 119:18). Segundo, ora. Ora al leer el pasaje que estás estudiando, busca cosas por las cuales adorar a Dios, por las cuales agradecerle, por las cuales orar y confesar. Tercero, ora. Cuando termines, ora para que habiendo escuchado su Palabra puedas ser transformado. Y cuarto, lee. Especialmente en tiempos de aflicción, usar algo que alguien más ha escrito como una guía para estudiar la Escritura puede ser verdaderamente útil. Cosas como los devocionales de Don Carson llamados «For the Love of God», el libro de actividades de Keri Folmar sobre Filipenses o los sermones publicados de Jim Boice sobre Romanos. Cuando nos sentimos débiles, una mano amiga puede ser una ayuda maravillosa.

  1. Orar la Biblia

En Efesios 1, Pablo ora: «que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado»[2]. ¿Por qué? Porque si Dios no abre nuestros corazones a su Palabra, podemos leerla cientos de horas a la semana y nunca ver la gloria de lo que dice y de quien la dio[3]. Así que, no solo deberíamos leer la Biblia, deberíamos orar la Biblia, especialmente en medida de una prueba. Cada vez que meditamos en la Escritura, es una buena práctica para considerar qué estamos leyendo y en respuesta, orar. Un acrónimo útil para recordar qué orar es: ACAS: Adoración, Confesión, Agradecimiento, Súplica. Así es cómo funciona este acrónimo cuando estamos afligidos:

Adoración

¿Qué ves en el texto por lo que puedas alabar a Dios? Esto parece algo raro de hacer cuando estamos lastimados, pero tener una gran perspectiva de Dios es esencial para enfrentar grandes problemas.

Confesión

Cuando estamos sufriendo, hay una promesa en Santiago 4 que es preciosa: «Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros» (v. 8). ¿No es eso lo que necesitamos cuando estamos sufriendo? Entonces, ¿cómo nos acercamos a Dios? En Santiago, la respuesta es el arrepentimiento. Él continúa diciendo: «Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará» (v. 9-10). En muchas ocasiones, la dificultad que estamos enfrentando es el modo amoroso de Dios de santificarnos, por lo que hacemos bien en examinar nuestros corazones y alinearlos con el de Dios. Pero incluso cuando nuestro sufrimiento es simplemente el resultado de vivir en un mundo caído, quizá estemos respondiendo mal. ¿Estás enojado? Comprende por qué, y lamenta el pecado en su raíz. ¿Abatido? Igual. En tiempos de sufrimiento, podemos sentir que la vida es lo suficientemente dura sin mirar nuestro pecado. Pero si estamos orando la Biblia, oremos pasajes como Santiago 4 que nos conducen al arrepentimiento.

Agradecimiento

Cuando estamos sufriendo, es difícil sentir agradecimiento. Sin embargo, es muy importante. Piensa en las palabras de Pablo en Filipenses 4:6: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias». ¿Por qué debemos agradecer? Porque lo que necesitamos no es solo alivio, sino fe. Cuando nos tranquilizamos y agradecemos a Dios por su bondad revelada en nuestras vidas, nos ayuda a tener fe en la bondad que aún no podemos ver.

Súplica

Súplica es otra palabra para petición. Cualquiera que sea nuestro sufrimiento, siempre deberíamos pedir a Dios la sabiduría para responder correctamente, la gracia para obedecer y el alivio para nuestro sufrimiento. Dios promete darnos siempre lo que es bueno[4].

Orar los salmos

En los salmos, Dios ha dado modelos para nuestras oraciones. Cuando oramos con estos grandes santos, nuestra respuesta puede ser sincera y honrosa delante de Dios. Cuando sufrimos, es tentador quejarnos en lugar de orar. Entonces, orar a través de los Salmos es una excelente manera de guiar nuestra vida de oración.

¿Cómo es esto? Permíteme darte una sugerencia y puedes convertirla en una tarea para esta semana:

  1. Escoge un salmo para orar[5].
  2. Durante al menos 4 días de la próxima semana, aparta 15 minutos de tu día (¡asegúrate de programarlo!). Lee el salmo completo, reflexiona/medita en él, luego, pasa tiempo orando por cada línea del salmo.
  3. Si tienes problemas con saber cómo orar por un salmo, usa las preguntas que he puesto en tu folleto[6].
  1. Recordar la Biblia

¿Alguna vez has notado en la Biblia con cuánta frecuencia se nos ordena recordar? En Deuteronomio, se le ordena al pueblo recordar lo que Dios había hecho por ellos[7]. La iglesia recibe la Cena del Señor para celebrar en conmemoración de Jesús[8]. El apóstol Pedro escribe: «Y considero justo, mientras esté en este cuerpo, estimularos recordándoos estas cosas»[9]. No es suficiente solo leer la Biblia, ¡necesitamos recordar lo que dice! Por tanto, he aquí cuatro consideraciones en torno a ello:

A. Memoriza la Palabra de Dios – El Salmo 37:31 dice: «La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán». Memorizar pasajes de la Escritura es una gran forma de llevarla contigo en tu corazón dondequiera que estés.

B. Toma el control de tus pensamientos – El escritor en el Salmo 42 estaba bajo coacción extrema. Pero en el salmo lo vemos luchar por la fe, por la esperanza que hay en Dios. Una de las cosas que él hace es predicarse a sí mismo. En el versículo 5, dice: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío». ¿A quién le habla? ¡A su alma! Lloyd Jones en su libro Spiritual Depression escribe:

¿Te has dado cuenta de que la mayor parte de tu infelicidad en la vida se debe al hecho de que te estás escuchando en lugar de hablarte a ti mismo? Toma esos pensamientos que vienen a ti en el momento en que despiertas por la mañana. No los has originado, pero te están hablando, te traen los problemas de ayer… Alguien está hablando. ¿Quién te está hablando? Tu yo te está hablando. Ahora, el tratamiento de este hombre [en el Salmo 42] fue este: en lugar de permitir que este yo le hable, él comienza a hablar consigo mismo. «¿Por qué te abates, oh alma mía?», pregunta. Su alma lo había estado deprimiendo, aplastándolo. Entonces se pone de pie y dice: «Yo, escucha un momento, te hablaré».

C. Deja que alguien escuche

Hablaremos acerca de esto la próxima semana, pero muy a menudo en tiempos de aflicción, ya sabemos qué hacer. Sabemos dónde nuestros corazones están creyendo mentiras acerca de Dios. Sabemos cuáles pensamientos necesitamos borrar de nuestras mentes. Sabemos que necesitamos tiempo en la Palabra de Dios. Simplemente no queremos. Algunas veces lo mejor es hablar con un amigo que esté dispuesto a escuchar. Al hablar, nos encontraremos explicando a la otra persona lo que necesitamos hacer para tener fe en Dios. Y luego lo hacemos.

D. Deja que alguien hable

En ese sentido, no permitas que la conversación sea unilateral. Una de las mejores cosas para tu fe es escuchar acerca de la fe de otra persona. Pregúntale a un amigo que le esté yendo bien qué está haciendo Dios en su vida en este momento. Pregúntale qué ve en sus tiempos en la Palabra. Pregúntale cómo se siente alentado en su fe. Sé un filtro de fe y confía en la fe de aquellos que pueden ver más claramente de lo que tú puedes en este momento.

  1. Cantar la Biblia

¿De qué manera el canto despierta la fe? Sufrir bien no solo consiste en someter nuestra voluntad y entendimiento a los propósitos de Dios, también implica alinear nuestros sentimientos. Jonathan Edwards explica:

El deber de cantar alabanzas a Dios parece otorgarse por entero para exaltar y expresar afectos religiosos. No hay otra razón por la que deberíamos expresarnos a Dios en verso en lugar de en prosa y con música, excepto que estas cosas tienen una tendencia a mover nuestros sentimientos[10].

Vemos esto en los salmos. Ve nuevamente al Salmo 42. «Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida». Su súplica por la vida la realiza través del cántico; y así es como Dios lo mueve de la desesperación a la esperanza.

Cantar puede ayudarnos a recordar la verdad acerca de Dios, lo que hace que lo que cantemos sea aún más importante. Entonces, cuando estés cantando por fe, asegúrate de estar cantando la Biblia. De manera práctica, algo que podrías hacer es llevar a casa tu cancionero del domingo por la mañana/tarde, elegir una canción para cantar durante toda la semana como parte de tus devocionales personales o familiares. Si estás buscando descargar buena música, hay muchas páginas en línea con música saturada de la Biblia y que honra a Dios (enumeradas en el folleto[11]). Habla con cristianos que han sufrido, y muy a menudo es la verdad de la Escritura capturada en un cántico lo que ha demostrado ser el centro de su lucha por la fe.

Conclusión

De acuerdo, revisa tu folleto y verás una especie de libro de tácticas para luchar por la fe durante el sufrimiento. Lee la Biblia, teniendo un plan para hacerlo. Ora la Biblia: alabando, confesando, agradeciendo, preguntando; incluso usando los salmos. Recuerda la Biblia mientras memorizas, predícate el evangelio y considera la fidelidad de Dios en el pasado. Canta la Biblia, para alinear tus sentimientos con la verdad acerca de Dios. Todo esto nos ayuda a darnos fe para que podamos esperar pacientemente. El sufrimiento se mueve lentamente. El alivio puede venir lentamente. Pero, como dice el salmista: «Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido» (25:3). Te lo prometo, él tiene algo bueno en mente por cada minuto que pasa mientras esperas su alivio.

 

[1] Adelanto de J.I. Packer en Knowing Scripture por R.C. Sproul.

[2] Ef. 1:18 (NVI)

[3] http://www.desiringgod.org/resource-library/sermons/holding-fast-the-word-of-life-in-2010

[4] Mt. 7:11

[5] Puede ser cualquiera de los salmos, pero por ejemplo: Salmo 1, 3, 4, 5, 8, 16, 19, 23, 25, 27, 40, 42-43, 55, 62, 63, 84, 90

[6]  ¿Qué me dice esto acerca de Dios; qué me revela acerca de él?

    Si él es realmente así, ¿qué diferencia hace esto en mi presente manera de vivir?

   ¿Qué mal comportamiento, emociones dañinas, actitudes falsas resultan en mí cuando olvido que él es así?

    ¿Demuestra mi vida que recuerdo y actúo en base a esto?

[7] Dt. 4:9, 15-16, 19, 23, 39; 8:2, 11, 14, 18-19

[8] 1 Co. 11:24

[9] 2 P. 1:13 (LBLA)

[10] Citado en Worship Matters de Bob Kauflin

[11] Sovereign Grace Ministries (http://sovereigngracemusic.org/); Keith and Kristyn Getty  (http://www.gettymusic.com/); Reformed University Fellowship (RUF) http://www.igracemusic.com/