Clases esenciales: Sufrimiento

Sufrimiento – Clase 2: Los propósitos revelados de Dios para el sufrimiento

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
18.10.2018

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Clase esencial
Sufrimiento
Clase 2: Los propósitos revelados de Dios para el sufrimiento


Cómo puede Dios usar el sufrimiento para nuestro bien y su gloria 

  1. Introducción

En la mañana de hoy, daremos un vistazo a los propósitos que Dios ha revelado para el sufrimiento.

Así que esta es una clase muy peligrosa. Si no tenemos cuidado, podrías salir dentro de 45 minutos  bastante dañado espiritualmente. Permíteme explicarme:

Esta clase es peligrosa porque… bueno, cuando sugiero que Dios ha revelado sus propósitos para nuestro sufrimiento, podrías pensar fácilmente que siempre deberías entender los propósitos de Dios para tu sufrimiento. Esa es la primera forma en que esta clase podría ser peligrosa. Solo piensa por un momento con cuánta frecuencia has escuchado a alguien en aprietos decir algo como: «Simplemente no entiendo por qué Dios permitiría que esto me sucediera». Ahora bien, en ocasiones ese es un clamor de fe, de confianza desconcertante en los buenos propósitos de Dios. Pero muy a menudo, es una acusación contra Dios, sugiriendo que si él fuera el Dios que se describe en la Biblia, no sufriríamos como lo hacemos. A menos que podamos entender por qué, no merecemos sufrir.

Pero como recordarás de la clase pasada, la idea central de la Biblia al lidiar con el sufrimiento no es un llamado a comprender, sino un llamado a la confianza. Se nos enseña quién es Dios, y sobre la base de esa evidencia estamos llamados a confiar en medio de la prueba.

Isaías 55:8-9:

«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos».

Nuestro consuelo no es el grado en que podemos entender los propósitos de Dios, sino el grado en que podemos confiar en nuestro Salvador. Y «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (He. 13:8).

Esa es la primera forma en que esta clase podría ser peligrosa. Podríamos pensar que tenemos el derecho de entender los propósitos de Dios para nuestro sufrimiento.

Pero hay una segunda forma en que esta clase puede ser peligrosa. Pretendamos por un momento que soy capaz de explicar los propósitos de Dios no solo de manera general, y no solo para algunos de los desafíos de la vida, sino para todo tipo de sufrimiento. Digamos que sales de esta clase con un conocimiento enciclopédico de por qué Dios permite el dolor en tu vida. ¿Entonces qué? ¿Tendrías que ejercitar la fe en medio del sufrimiento? No. Serías despedido de tu trabajo, pero sabrías: «Dios está permitiendo que esto pase porque en un momento tendré una conversación con Sue, quien no fue despedida, y ella verá cuán poco me ha impactado esto, y preguntará por qué, compartiré el evangelio, y luego ella volverá con su cuñada, que ha estado compartiendo el evangelio con ella y le hará más preguntas, y Dios usará eso para llevarla a la fe, a pesar de que nunca volveré a ver a Sue hasta que estemos en el cielo».

Y todo tiene sentido. Sin fe.

No obstante, como dice el libro de Hebreos: «sin fe es imposible agradar a Dios».

Así que necesitamos ver los propósitos de Dios para el sufrimiento revelados en su Palabra no como un sustituto para la fe, sino como evidencia de la fe. No como un conjunto de conocimientos que puedo usar para hipotetizar los propósitos de Dios para una prueba en específico hasta que esté bastante seguro de por qué él permitió que sucediera para que yo pueda aceptarlo. En cambio, como una serie de categorías que me ayudan a comprender de manera general por qué Dios permite el sufrimiento que me ayuda a confiar en sus propósitos desconocidos para mi sufrimiento particular.

Así, usamos estos propósitos para el sufrimiento no como explicación, sino como evidencia para ayudarnos a confiar en Dios.

Y existe un último peligro en esta clase. Normalmente, es realmente inútil decirle a la gente por qué están sufriendo. En medio de una tragedia, sé muy cuidadoso antes de preguntar: «¿Qué crees que Dios te está enseñando a través de esto?» (lo que convierte su sufrimiento en una acertijo solucionable). Ten mucho cuidado antes de decir: «Entiendo por lo que estás pasando» (lo que no es cierto, cada situación tiene complejidades únicas). A veces, una simple pregunta de cómo orar y un abrazo son las mejores formas de apoyar nuestros amigos en su sufrimiento.

Con eso en mente, daremos inicio al resto de nuestro tiempo considerando la sorprendente afirmación que la Biblia hace de que el sufrimiento es un regalo, y luego, veremos 8 propósitos diferentes que Dios, en su sabiduría, nos ha dado para el sufrimiento.

  1. ¿¡El sufrimiento es un regalo!?

Pablo escribe en Filipenses 1:29: «Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él». Entender que se nos ha concedido fe para creer en Cristo (Ef. 2:8) es una cosa, entendemos que en un momento dado estábamos muertos en nuestros pecados, éramos hostiles a Dios y nos negábamos a buscarle. Pero ¿se nos ha concedido padecer por él? ¿Por qué razón Pablo consideraría el sufrimiento a causa de Cristo como un regalo, y mucho menos un regalo al mismo nivel que nuestra fe?

Bueno, un buen lugar para empezar a comprender esto es la promesa de Jesús de que sufriríamos. Lucas 9:23: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame».

Para una audiencia del primer siglo, tomar su cruz no significaría soportar a un molesto compañero de cuarto, un dedo del pie lesionado, o un hijo inquieto. Significaría que vas de camino a la muerte. Cuando un cristiano toma su cruz, renuncia por completo a sí mismo (sin importar lo costoso que eso pueda ser) para seguir a Jesús. Pero eso es la clave. Sufrimos, nos sacrificamos, para seguir a Jesús. Continúa en Lucas 9: «Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?» (9:24-25). El cristianismo no es ascético. Nunca, jamás, sufrimos por el bien del sufrimiento, o nos sacrificamos como un fin en sí mismo. Siempre nos damos por vencidos para apoderarnos de lo que es mejor.

Sufrimos para tomar algo mejor. Por esa razón, el sufrimiento es un regalo. ¿Pero qué es lo que tomamos? Eso nos lleva a los propósitos de Dios en el sufrimiento. Te daré ocho. ¿Tu trabajo? Escucharlos todos. Y escoger uno o dos donde, al considerar tu propia actitud hacia el sufrimiento, pienses que necesitas una mejor comprensión de esa categoría de los propósitos de Dios.

  1. Los propósitos revelados de Dios 

a. Hacernos crecer en santidad

David escribe en el Salmo 119:67: «Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba;
Mas ahora guardo tu palabra». Dios en su bondad usará algunas veces el sufrimiento para llamar nuestra atención y despertarnos a la mentira del pecado en nuestras vidas. Sabemos que para el cristiano, el sufrimiento nunca es la condenación de Dios. «Ahora, pues, ninguna condenación  hay para los que están en Cristo Jesús». Romanos 8:1. Pero el sufrimiento puede ser la bendición de Dios para despertarnos. «El dolor», como lo describe C.S. Lewis, «insiste en que se le atienda. Dios nos susurra en nuestros placeres, habla a nuestra conciencia, pero grita en nuestro dolor: es su megáfono para despertar a un mundo sordo[1]».

b. Producir perseverancia

La vida cristiana es una carrera que requiere perseverancia (He.12:1). Somos responsables de permanecer «fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio» (Col. 1:23a), y solo podemos hacerlo por la gracia preservadora de Dios[2]. Ahora bien, ¿de qué manera Dios nos da la gracia para perseverar? Sabemos que Dios nunca permitirá que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar (1 Co. 10:13). Pero, ¿alguna vez has considerado que la manera normal en que lo hace, la manera normal en que nos da la gracia para soportar la tentación no es enviar alguna fuerza mística en el momento, sino fortalecernos a través de pruebas previas? En Romanos 5:3, Pablo nos recuerda: «También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia».

Entonces, ¿esa tentación que experimentarás dentro de un año? Quizá la dificultad que estás sufriendo hoy es la manera en que Dios te ayudará a perseverar en esa futura prueba. Necesitamos perseverancia para acabar esta carrera, y las pruebas es una de las principales formas en que Dios hace crecer nuestra perseverancia.

c. Hacernos crecer en madurez

Cuando vamos a Santiago, encontramos la misma idea de perseverancia expuesta en Romanos: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,  sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Stg. 1:2-3). Pero la paciencia no es un fin en sí; él continúa escribiendo: «Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (Stg 1:4).

Con el tiempo, experimentar la suficiencia de la gracia preservadora de Dios produce esperanza, no en nosotros, sino en Dios. «Sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba; esperanza» (Ro. 5:3b-4). Sabremos, como instruye Pablo, cada vez más lo que significa ser fortalecidos en el Señor; y en el poder de su fuerza (Ef. 6:10). Y en su extraordinario poder, ¡no nos falta nada!

¿Quieres ser útil para Dios? ¿Quieres tener una fe fuerte? ¿Quieres estar arraigado y seguro en tu caminar cristiano? Estas cosas pasan cuando entendemos la Palabra de Dios. Ahora bien, todos conocemos la diferencia entre conocer algo en nuestra mente y realmente actuar y vivir de acuerdo a ello. Muy a menudo, al parecer, lo que toma el conocimiento principal de la Palabra de Dios y lo fusiona en nuestros corazones, es la adversidad. A través de la adversidad vemos que las promesas de Dios son probadas y prevalecen. Experimentamos su fidelidad La adversidad parece ser una de las principales herramientas de Dios para desarrollar la madurez.

d. Enseñarnos su Palabra

David escribe en el Salmo 119: «Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos» (Sal. 119:71). ¡No es eso increíble! El sufrimiento es una de las maneras en que podemos llegar a entender la Biblia. ¿Por qué? En ocasiones es porque el sufrimiento es lo que suaviza nuestros corazones para que no solo oigamos, sino también escuchemos. Como lo expresó Richard Baxter: «Sufrir tanto destraba la puerta del corazón, que la Palabra tiene una entrada más fácil»[3]. Una cosa es leer acerca del consuelo de Dios; otra muy diferente experimentarlo. Dios, en su bondad, a menudo usa las dificultades en nuestras vidas para enseñarnos su Palabra. Ahora, por supuesto, eso supone que no perdemos lo que nos está enseñando. Así que no es de extrañar que Santiago siga su asombrosa exhortación en Santiago 1: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas», con un estímulo para pedir sabiduría a Dios: «el cual da a todos abundantemente y sin reproche», y la promesa de que recibiremos la sabiduría que pedimos. Entonces, los tiempos de prueba nos enseñan la Palabra de Dios; deberíamos pedirle sabiduría para no perder lo que nos está enseñando.

e. Ayudarnos a animar a otros

2 Corintios 1:3-4: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios».

¿No es eso increíble? ¿Por qué Dios nos consuela? Para que podamos consolar a otros. El sufrimiento puede hacer que una promesa en la Escritura se haga realidad, la cual podemos compartir con otros (Ro. 15:4). Puede darnos un corazón más empático. Podemos animar a otros por medio de nuestra propia experiencia de sufrimiento, recordándoles que no están solos (1 P. 5:9).

¿Y notaste la palabra «cualquier» en 2 Corintios 1:4? «para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación». No deberíamos ser reacios a consolar en base a nuestra experiencia, incluso si la tragedia de otros parece mucho mayor que la nuestra.

f. Librarnos de la autosuficiencia

2 Corintios 1:8b-9: «Pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos».

Todos lo necesitamos, ¿no? No confiar en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. No disfruto particularmente de esas noches oscuras del alma. Estoy seguro de que tú tampoco. Pero Dios puede usarlas para alejarnos de nosotros mismos y llevarnos hacia su amor. John Piper escribe: «Nunca he escuchado a nadie decir: ‘Las lecciones realmente profundas de la vida han llegado en tiempos de tranquilidad y comodidad’. Pero he escuchado a firmes santos decir: ‘Todo avance significativo que he hecho en comprender las profundidades del amor de Dios, y todo crecimiento profundo con Él, ha venido por medio del sufrimiento’[4]».

El sufrimiento es incómodo porque no estamos en control. Queremos llegar al otro lado lo más rápido posible para que podamos estar cómodos de nuevo. Traducción. El sufrimiento nos obliga a caminar por fe, y eso es realmente incómodo. Así que queremos llegar al otro lado lo más rápido posible para que podamos caminar de nuevo por vista. Lo cual es mucho más cómodo.

Y terminamos tratando de huir de lo que Dios está haciendo en nuestro sufrimiento. Por tanto, en la prueba, recuérdate a ti mismo que este es un momento para apoyarte en Dios, y eso es algo bueno.

g. Fortalecer nuestra seguridad

Este propósito quizá suene raro a primera vista, ya que nuestra inclinación puede ser pensar que el sufrimiento amenazaría nuestra confianza en Cristo. Pero piensa en lo que el escritor de Hebreos dice: «Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos» (He. 12:7-8).

Una señal de verdadera conversión no es que hayamos «hecho una oración» o «pasado al frente», sino que perseveramos (Col. 1:23). Una persona puede profesar ser cristiano porque es culturalmente aceptable, una nueva forma de conocer amigos, de agradar a sus padres y, sin embargo, nunca haber sido convertida. El sufrimiento pone a prueba la genuinidad de nuestra fe. Da evidencia de si nuestra fe es real o egoísta. 1 Pedro 1:6-7: «En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo».

h. Glorificar a Dios

¿Cómo se glorifica Dios en nuestro sufrimiento? Cuando todas las aparentes ‘ventajas’ de seguir a Cristo desaparecen y todo lo que queda es la promesa de la persecución, y aún así el cristiano escoge a Cristo, entonces Dios es glorificado. Lo escogemos porque vale mucho más que a lo que hemos renunciado. Y eso lo glorifica.

Moisés entendió esto: «Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón» (He. 11:24-26). Moisés tomó la decisión económicamente racional de escoger aquello de mayor valor. Escogió a Cristo. No a los tesoros de Egipto. Y eso demostró cuánto valía Cristo.

Razón por la cual, Pedro nos recuerda: «Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» (1 P. 3:15). Pedro escribía a lectores que estaban sufriendo y sabía que cuando el mundo ve a alguien sufrir y aún así mantener la esperanza, ¡habrá un montón de preguntas! La única respuesta es que nuestra esperanza no está finalmente en lo que esté mundo tiene para ofrecer, sino en Dios. Él es nuestra recompensa (Hebreos 11:6). Es nuestra herencia (1 P. 1:3-4). Vale mucho más de lo que el mundo vale.

«¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre» (Salmo 73:25-26). 

  1. Conclusión: Dos reflexiones

Aunque la respuesta de la Biblia al sufrimiento es principalmente una de fe más que de entendimiento, la Biblia todavía nos da muchos, muchos ejemplos de cómo Dios obra a través del sufrimiento. No sé tú, pero a medida que revisaba esta lista, y pasaba de un propósito al siguiente, sabiendo que estos ocho son solo el comienzo, no pude evitar sentirme abrumado por la misericordia de Dios de convertir nuestro sufrimiento en bien.

Entonces, ¿cómo usamos una clase como esta? ¿Cuál es el propósito de conocer el propósito de Dios, por así decirlo? Dos reflexiones finales para ti.

a. Evita el peligro de necesitar entender.

Primero, recuerda que tu falta de entendimiento no es de ninguna manera una razón para no confiar. Proverbios dice: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Proverbios 3:5-6). Podemos confiar en Dios porque él ha revelado quién es, no porque explique cada detalle de lo que está haciendo. Así que usa estos propósitos para el sufrimiento como una razón para confiar, no como un sustituto de la fe. Los propósitos revelados de Dios para el sufrimiento nos ayudan a reconocer el bien que ha obrado a través del sufrimiento pasado, lo que nos ayuda a confiar en él en el futuro. Y aunque no podamos ver la dificultad presente e identificar los propósitos de Dios, el volumen y la especificidad de estas categorías ciertamente nos ayudan a confiar en que, incluso si estamos ciegos, Dios lo está usando para nuestro bien.

b. Alaba a Dios por la misericordia de la revelación.

Y una segunda forma de usar esta clase es: convierte tu sufrimiento en alabanza. ¿No es sorprendente lo mucho que Dios nos ha hablado acerca de cómo él usa el sufrimiento? Él entiende nuestra debilidad y nos ha derramado su misericordia a través de su Palabra para ayudarnos a confiar cuando los tiempos son difíciles. ¿No es sorprendente su habilidad para convertir lo peor en lo mejor? La trampa del mar Rojo en un monumento eterno a su poder. La tragedia de Noemí en la bendición del rey David. La crucifixión del único hombre inocente que alguna vez vivió en nuestra salvación eterna. Alaba a Dios por todo lo que hemos visto hoy. 

 

 

[1] The Problem of Pain de C.S. Lewis, pg. 91

[2] Véase Fil. 1:6; Jn. 10:28; Ro. 8:29-30

[3] Richard Baxter, The Cure of Melancholy and Overmuch Sorrow, by Faith.

[4] Desiring God de John Piper.