Disciplina

Orando juntos: un trabajo invisible pero importante

Por Megan Hill

Megan Hill es la esposa de un pastor y la hija de un pastor, ha gastado su vida orando con otros. Sirve en el consejo de redacción para el cristianismo Hoy y es un colaboradora regular en Her.meneutics y en Coalición por el Evangelio. Autora del libro Orando Juntos: La Prioridad y Privilegio de Orar en Nuestras Casas, Comunidades e Iglesias (Crossway, 2016).
Artículo
24.05.2018

Amo las tareas con resultados visibles. Muéstrame un espejo de baño manchado, un escritorio lleno de papeles o una cama de flores llena de maleza y me pondré a trabajar. Con un esfuerzo de 10 minutos puedo transformar la suciedad en algo brillante y el caos en calma. Es un gran sentimiento.

Las tareas que no amo son las que son recurrentes y casi invisibles. ¿Hacer una cena que mis tres hijos devorarán sin hacer comentarios para poder volver a su juego? No tanto. ¿Llamar al consultorio del médico por cuarta vez esta semana para desenredar el nudo del seguro de salud? No gracias.

NOS GUSTA LO QUE ES VISIBLE

Seleccionar la opción de «ministerios» de muchas páginas de internet de las iglesias revela que muchas veces tenemos prejuicios similares en lo que se refiere a nuestra vida corporativa. Destacamos nuestros grupos de discipulado, consejería, alcance comunitario, ministerio a estudiantes, estudios de la Biblia y cuidado congregacional. Nuestras fotos muestran personas cantando y tocando instrumentos, personas sosteniendo tazas de café y Biblias abiertas, personas maniobrando carretillas y moto-sierras. Como iglesia, nos gusta lo que es visible.

Tal vez por esa razón la oración en comunidad rara vez está en primer lugar en nuestro calendario de eventos. La oración corporativa, sea en un servicio de adoración o una reunión de mitad de semana, no tiene mucho que ofrecer. Asistimos e inclinamos nuestras cabezas, le pedimos a Dios por nuestras necesidades diarias y por el éxito del evangelio y luego lo repetimos. Semana tras semana, año tras año, la misma gente lleva las mismas preocupaciones de la misma manera al mismo Dios. Esto no siempre produce resultados obvios pero es una de las cosas más importantes que la iglesia hace.

ORAR POR PLACER

Para aumentar mi entusiasmo por esos asuntos mundanos de mi lista de cosas que hacer, tengo que recordarme que son valiosas. Si mis hijos no comen no se desarrollarán Si no hago varias llamadas, tendré que pagar una factura aumentada. De la misma manera, la iglesia necesita recordarse que la difícil, invisible y contracultural tarea de la oración corporativa es lo que sostiene todo lo que hacemos. Si no oramos no nos desarrollamos.

Lo que es más, reunirse para orar afirma tres cosas que son esenciales que de otra manera son olvidadas acerca de la iglesia: dependemos totalmente de nuestro Dios, necesitamos a todos los miembros del cuerpo y tenemos una misión que es espiritual.

Primero, la iglesia que ora es una que reconoce su dependencia de Dios.

En nuestras otras actividades podemos ser tentados a pensar que el éxito depende de nosotros. Si hacemos suficientes retiros para jóvenes, cantamos nuestros himnos con el corazón o cortado suficiente césped de nuestro vecino, entonces nuestra iglesia seguramente crecerá. Si invitamos suficientes personas, entrenamos suficientes personas, movilizamos suficientes personas, entonces seguro veremos resultados en nuestra comunidad. Estas cosas puede que sean buenas pero reunirnos para orar nos recuerda que el crecimiento de la iglesia de Cristo no depende solo de nosotros. En la oración expresamos lo que humildemente Thomas Manton llamó «la mano vacía del alma… [la cual] busca todo de Dios».

Tomamos como ejemplo los miembros de la iglesia primitiva que «y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hechos 2:42). Ellos oraban juntos cuando comían (Hechos 2:46) y cuando estaban ayunando (Hechos 13:2-3). Ellos oraban juntos cuando eran amenazados de persecución (Hechos 4:23-31) y cuando estaban nombrando nuevos ancianos (Hechos 14:23). Ellos oraban juntos en los servicios de adoración formales del templo (Hechos 3:1) y en las reuniones de oración a orillas del río (Hechos 16:13, 16).

Esos primeros cristianos enfrentaron una carga de trabajo enorme: proclamar el evangelio, hacer discípulos, plantar de iglesias y alimentar a las viudas. Cuando priorizaron la oración corporativa admitieron su debilidad principal y encontraron su ayuda constante en Dios.

Segundo, la iglesia que ora afirma el valor de cada miembro del cuerpo.

Lamentablemente, a veces actuamos como si los MVP de la iglesia fueran esas personas cuya contribución es más visible. Los organizadores de programa y directores de proyecto a veces parecen ser más importantes que las viudas ancianas o los niños con discapacidades. Pero en la oración corporativa no hay celebridades. En la oración corporativa recibimos la alabanza de los niños que cierran la boca de satán (Salmo 8:2), y honramos el duro trabajo de un miembro que ora por los demás (Colosenses 4:12-13). Nos reunimos a orar para cumplir con la antigua profecía de Isaías: «mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos» (Isaías 56:7). Nos reunimos para añadir nuestras oraciones a las de todos los santos que están en las grandes copas ante el trono celestial (Apocalipsis 5:8).

Visita la reunión de oración de cualquier iglesia un miércoles en la noche y encontrarás un grupo variado de personas: hombres y mujeres, ricos y pobres, ancianos y jóvenes, todos afirman su identidad común (Gálatas 3:28) y tienen comunión con Dios. El antes idólatra, homosexual, ladrón, desorientado (1 Corintios 6:9-11), todos los que han sido lavados con la sangre reunidos juntos ante el trono de Dios con valentía (Hebreos 4:6, 10:19). El débil y el fuerte, el menos digno y el más digno (1 Corintios 12:22-26) se ayudan unos a otros a través de la oración. Nadie es excluido ni pasado por alto, y nadie es considerado innecesario.

Finalmente, la iglesia que ora se enfoca en su misión espiritual principal.

Existe una razón por la que orar juntos no es considerada importante, porque lo hacemos una y otra vez, aunque no podamos medir los resultados. Existe una razón por la cual la hacemos con ojos cerrados y cabezas inclinadas. La razón es simple: la oración es espiritual. Es el arma espiritual de la iglesia en una guerra espiritual (Efesios 6:10-20). Es una herramienta espiritual que ayuda a nuestra labor espiritual (2 Corintios 1:11) y es nuestro llamado espiritual del mismo Espíritu (Lucas 11:13).

La vida y ministerio de una iglesia no existen simplemente a nivel visible de la carne y sangre, los edificios, las clases, y los eventos y reuniones de grupo. La mayor actividad de la iglesia tiene lugar en lugares invisibles y por eso oramos.

Oramos juntos para que el nombre de Dios ser proclamado con éxito en el mundo (Juan 17:23-26), para que los obreros del evangelio sean enviados (Mateo 9:38), para que las personas sean salvas y añadidas a la iglesia (Hechos 2:47), para que sus santos se unan (Salmo 133). Oramos juntos para que Dios edifique su iglesia y venza al reino de satanás (Mateo 16:18), establezca miembros en la iglesia local según sus propósitos (1 Corintios 12:18), le otorgue sabiduría a su pueblo (Mateo 21:15, Santiago 1:5), asegure la seguridad de sus santos (Juan 6:37) y principalmente nos lleve a vivir juntos con Él (Juan 14:3).

Aunque nuestra oración corporativa a veces parezca no tener fruto y ser insignificante, la Biblia nos asegura que los resultados un día serán visibles. En Apocalipsis 8, Juan abre la cortina del cielo y vemos nuestras oraciones mezcladas con el fuego de Dios; son lanzadas hacia la tierra con los resultados más espectaculares: «y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto» (Apocalipsis 8:5).

Traducido por Samantha Paz.