Clases esenciales: Nuevo Testamento

Nuevo Testamento – Clase 25: 2 Tesalonicenses: La consumación del Reino

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
27.06.2018

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Clase esencial
Panorama del Nuevo Testamento
Clase 25: 2 Tesalonicenses: La consumación del Reino


1. Introducción, contexto y propósito

¿Cuántos de ustedes dirían que tuvo un buen día ayer? ¿Cuántos de ustedes se sintieron tentados a pensar que eso significaba que Jesús regresó ayer? Bueno, por extraño que parezca, ese es el problema que está sucediendo en la iglesia de Tesalónica, lo cual provocó la segunda carta de Pablo para ellos. Pero por más alejado que parezca ese problema de nuestra situación, creo que a medida que descubramos por qué era un problema, descubriremos una buena similitud con nuestros días.

La semana pasada vimos la primera carta de Pablo a la iglesia en Tesalónica. Pablo había tenido el privilegio de verla establecida, pero tuvo que irse abruptamente debido al inicio de la persecución. Y entonces, había escrito para abordar una confusión que provenía de la iglesia que no internalizaba realmente algunas verdades básicas de la fe, como la segunda venida de Cristo. Ha pasado un tiempo y las cosas siguen siendo un poco variadas para los cristianos de Tesalónica. Por un lado, están perseverando admirablemente a través de una difícil persecución. Como Pablo escribe en 2 Tesalonicenses 1: «Tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis» (1:4-5). Esta era una iglesia noble que sufría y perduraba de una manera que tú o yo sin duda encontraríamos desafiante. Pero, por otro lado, la iglesia todavía estaba teológicamente confundida y malinterpretaba la naturaleza, el tiempo y el propósito del regreso de Cristo. Por esa razón, Pablo les escribe otra breve carta para ayudarles a abordar algunos de estos problemas y para alentarlos a perseverar.

2. Bosquejo y estructura

El esquema de 2 Tesalonicenses es bastante directo. Después de una introducción en los primeros dos versículos, Pablo recurre a una sección de acción de gracias y consuelo para la iglesia perseguida en Tesalónica (1:3-12). El versículo 11 resume bien las cosas: «Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder» (1:11).

Y luego se pone manos a la obra en el capítulo 2, refutando afirmaciones falsas acerca del día del Señor. El capítulo 3 comienza con una sección de transición, versículos 1-5, donde Pablo pide oración por él mismo. Y luego, versículos 6-15, continúa su instrucción anterior acerca del regreso de Cristo, abordando una consecuencia particular de la mala teología de los tesalonicenses: su decisión de dejar de trabajar para esperar la segunda venida. Los versículos 16-18 del capítulo 3 cierran la carta al estilo clásico de Pablo: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén» (3:18).

Comenzaremos examinando el problema que Pablo está abordando en la iglesia de Tesalónica. A partir de ahí, usaremos la carta de Pablo para comprender por qué cayeron en este error, y finalmente veremos qué podemos aprender de esta controversia. Primero, el problema.

3. ¿Cuál era el problema de los tesalonicenses? 

A. El problema

El problema que hizo que Pablo escribiera esta carta fue, dicho de manera sencilla, la ociosidad. Como Pablo escribe:

«Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis. Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan» (3:6-12).

Considera el acto aparentemente sin sentido de Pablo de comprar su propia comida, de entregarle monedas a un comerciante por algo para comer. En esa acción, Pablo (1) paga su comida, (2) se preocupa por no ser una carga para la iglesia de Tesalónica, y (3) da un ejemplo. En otras palabras, incluso las acciones pequeñas que parecen insignificantes tienen un tremendo significado cuando se las considera correctamente.

B. La causa

Un problema de ociosidad. ¿Por qué? Porque los tesalonicenses pensaban erróneamente que Jesús ya había regresado. Inicio del capítulo 2:

«Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición» (2:1-3).

Ahora bien, eso parece extraño, ¿no? Podrías entender por qué podrían dejar de trabajar si Jesús regresara mañana. Pero el error que se ve aquí es el que sugiere que: «el día del Señor ya ha llegado». ¿Cómo es posible que un pueblo perseguido piense que Jesús ya regresó? Muy probablemente, lo que sucedía aquí era un grupo de personas que interpretaban la persecución como, para citar a Jesús: «el principio de dolores», acontecimientos que ocurrirían justo antes de su llegada. Al menos el comienzo del fin ha llegado, pensaban; para que pudieran renunciar al trabajo diario. Todavía una especie de premisa teológica incompleta. Pero seguramente detrás de esto solo está una realidad de la naturaleza humana. Si podemos tomar una razón teológica para no trabajar, entonces mucho mejor. La mala teología puede usarse para justificar lo que las personas quieren hacer de todos modos. Esta holgazanería probablemente fue causada, en otras palabras, por una combinación de su propia naturaleza y su incomprensión de la verdad. 

C. La solución

Así que, ¿qué solución propone Pablo? Su respuesta es doble: conocimiento y obediencia. Conocer la verdad y vivirla.

Conocer la verdad

Pablo comienza enseñando a los tesalonicenses la verdad acerca del regreso de Cristo. Verás esto en los dos primeros capítulos. Lo principal de lo que él quiere estar seguro es que ellos saben que Cristo aún no ha regresado. Como vimos al comienzo del capítulo 2, les dice que no se dejen engañar por aquellos que dicen que sí lo ha hecho. Pero hay más que deben entender.

Pablo quiere aclarar varias cosas acerca de la segunda venida. Primero, cuando Cristo regrese, todos lo sabremos. No habrá confusión o duda. Será la cosa más obvia y clara en toda la historia de la humanidad. Los tesalonicenses no tienen que preocuparse de que se lo hayan perdido, o de que ya haya sucedido, o de que tienen que trabajar duro para descubrir cuándo podría suceder. Segundo, antes de que Cristo regrese habrá persecución dirigida por alguien a quien Pablo llama «el hombre de pecado». Y tercero, los cristianos ya saben de antemano que Cristo derrotará al hombre de pecado, juzgará a los perseguidores y vindicará a su pueblo. Los tesalonicenses deben esperar el regreso de Cristo no con ansiedad, sino con esperanza y seguridad. Veremos esas tres cosas una a la vez.

En primer lugar, el regreso de Cristo será evidente. Pablo enseña la claridad del regreso de Cristo en su primera carta a los Tesalonicenses, como discutimos la semana pasada. Pablo escribió en esa primera carta: «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios» (4:16). Él reitera esta enseñanza aquí. En el capítulo 1, Pablo describe el día del regreso de Cristo como el día «cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder» (1:7), y un día cuando Cristo sea «glorificado en sus santos y… admirado en todos los que creyeron» (1:10). El discernimiento de si Cristo realmente ha regresado no será difícil en absoluto. Nos asombraremos ante la «voz de mando», la «voz de arcángel», el «toque de trompeta», el «fuego ardiente», los «ángeles poderosos» y, sobre todo, ante Cristo mismo. Ya se trate de imágenes metafóricas o descripciones literales, el lenguaje de Pablo deja en claro que el regreso de Cristo será obvio porque no se parecerá a nada que haya sucedido antes, incluida su primera venida. Él nos lo hará saber.

En segundo lugar, el regreso de Cristo será precedido por la persecución, y esa persecución será dirigida por alguien a quien Pablo llama el «hombre de pecado». Capítulo 2, versículo 3: El regreso de Cristo «no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición». ¿Quién es este hombre de pecado? ¿Algún líder mundial cuyo nombre conocemos? Pablo no dice. Sin embargo, lo describe. Versículo 4: «el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios». También engañará a los demás: «cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden» (2:9-10a).

No obstante, en tercer lugar, Cristo derrocará al hombre de pecado cuando regrese. Pablo no advierte a los tesalonicenses acerca del hombre de pecado para preocuparlos, sino para tranquilizarlos. La aparición de la persecución y el mal es de esperar. No es una sorpresa para Dios y no es una señal de la debilidad de Dios o de la fuerza de Satanás. Recordemos cómo Pablo introdujo al hombre de pecado en 2 Ts. 2:3: él es: «el hijo de perdición». El hombre de pecado y sus perseguidores ya han fallado; Dios ya los ha derrotado. Pablo agrega en el versículo 6: «Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida» (2:6-8). Pablo no habla del hombre de pecado sin mencionar, en la misma oración, que está condenado y vencido. La esperanza, no la ansiedad, debería ser nuestra postura hacia el futuro.

Obedecer la verdad

Entonces eso es lo que debemos conocer. Ahora, con ese conocimiento en la mano, los cristianos están llamados a ser obedientes a la verdad. Volviendo al problema en cuestión, ellos deben seguir el llamado de Dios a trabajar. Asombroso, ¿no es así? ¿Cómo pasamos de algo tan desconcertante como el hombre de pecado a algo tan prosaico como el trabajo? Pero todo está conectado. Pablo escribe, capítulo 3 versículo 6: «Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros». Y luego: «A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan» (3:12). En otras palabras, regresen al trabajo. «Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien. Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano» (3:13-15). Este asunto es así de serio. La obediencia no es opcional.

Los tesalonicenses estaban ociosos porque pensaban que el fin había llegado. Pablo les dice que Cristo aún no ha regresado, y que lo que deben hacer ahora es simple: regresar al trabajo. Eso nos lleva a nuestra siguiente gran pregunta para esta mañana:

4. ¿Cómo cayeron los tesalonicenses en este problema?

Porque seamos honestos aquí. No está del todo claro cómo los tesalonicenses pudieron haber cometido el error de pensar que el Señor había regresado. ¿Te imaginas haber cometido ese error la semana pasada? «El jueves fue un día realmente bueno. ¡Tal vez sea porque Jesús regresó!». No lo creo. No si te han instruido como cristiano.

Pero no deberíamos pensar que todo esto fue simplemente una cuestión de malentendidos humanos. Una de las cosas  fundamentales que debemos entender en esta pequeña carta es todo el lenguaje acerca de una relación con Dios. Los tesalonicenses tenían una relación con Dios, pero no la entendieron del todo. Creo que si notamos el papel de Dios en la carta, entenderemos mejor cómo pudo haber sucedido este malentendido. Los tesalonicenses malinterpretaron su relación con Dios.

Nuestra relación con Dios en el presente. Observa en el capítulo 3 la pequeña frase: «El Señor sea con todos vosotros» (v.16). Esta es una simple frase de bendición, o lo que algunos llaman una «oración de deseo». No obstante, considera la oración: es una oración para que Dios bendiga a la iglesia acompañándola con su presencia. No solo eso, fíjate en lo que Pablo promete que Dios hará: «Os afirmará y guardará del mal» (3:3). Entonces Dios está con ellos; él los fortalece; y él los protege. ¿Eso suena como una relación?

Pablo usa un lenguaje explícito en otra parte acerca de «conocer a Dios». Tanto Pablo como estos Tesalonicenses han llegado a conocer a Dios, y se les ha dado la vida eterna. Es por eso que Pablo puede escribir tan abiertamente acerca de ser amados por Dios. En el capítulo 3, Pablo se refiere al «amor de Dios» (v.5). Unos pocos versículos antes, él se dirige específicamente a ellos: «vosotros, hermanos amados por el Señor» (2:13). Y luego habla de «Dios nuestro Padre, el cual nos amó» (2:16). Está bastante claro que tienen una relación con Dios.

Quizá podamos percibir más claramente la relación de Pablo y los tesalonicenses con Dios en el lenguaje de la oración esparcido por toda la carta. Y vemos esto de tres maneras: Pablo agradece a Dios, hace peticiones a Dios, y pide a los tesalonicenses que oren por él.

Primero, Pablo agradece a Dios por la fe, la esperanza y el amor de los tesalonicenses. Escribe al comienzo de la carta: «Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás» (1:3). Un poco más tarde, Pablo agradece a Dios el amor de Dios por los tesalonicenses y cómo se ha realizado este amor en su salvación. En el capítulo 2, versículos 13-14, Pablo escribe: «Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo». Pablo es muy específico acerca de cómo Dios ha amado a los cristianos. Él ha mostrado su amor en la elección, el llamado, la salvación, la santificación y la glorificación. O, para usar un lenguaje menos teológico, Dios nos ha mostrado su amor llamándonos, inclinándonos, salvándonos, haciéndonos santos, y finalmente, trayéndonos a casa para estar con él y ser como él. Pablo agradece a Dios por todas estas cosas.

Segundo, Pablo pide a Dios que bendiga la vida de los tesalonicenses. Al comienzo de la carta, escribe: «Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (1:2). Luego, al final de la carta, escribe: «Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros… La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros» (3:16,18). Viniendo de Pablo, estos saludos tradicionales hebreos (paz) y griegos (gracia) son más que simples oraciones de deseos. Los emplea con un significado teológico: que Dios continuaría manteniéndolos en su favor inmerecido, y que los mantendría en un estado reconciliado de paz con él y con quienes los rodean.

  • Pablo ora por la dirección de Dios para amar y perseverar. Escribe: «Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo» (3:5). La dirección final que un cristiano necesita es la dirección hacia el amor de Dios y la perseverancia de Cristo. Pablo sabe que el amor de los tesalonicenses tendría que perdurar en circunstancias difíciles.
  • Pablo ora por la fortaleza de Dios. Escribe: «Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación… os confirme en toda buena palabra y obra» (2:16a, 17). El aliento y la fortaleza de Dios no se dan indiscriminadamente. Tienen un propósito: edificarnos en acciones y palabras glorificadoras de Cristo.
  • Y Pablo ora por el éxito de los santos: «Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo» (1:11-12). Pablo quiere que tengan éxito inmediato: que Dios cumpla «todo propósito de bondad» y «toda obra de fe con su poder». Y quiere que sean en última instancia exitosos: que el Señor Jesús «sea glorificado» en ellos, y ellos en él.

Nuestra relación con Dios en el futuro. Todo eso  concierne a la relación presente de los tesalonicenses con Dios. Pero lo más importante que los tesalonicenses necesitaban escuchar, y que nosotros necesitamos escuchar, es que hay mucho más por delante, más de lo que cualquiera de nosotros haya experimentado alguna vez.

Primero, Cristo se sentará en juicio. Pablo escribe: «Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo» (1:6-8). Habla sobre una idea sorprendente: Cristo volverá a sentarse para juzgar y castigar. El juicio y el castigo pueden no ser conceptos populares hoy en día, pero están integrados en el cristianismo. ¿A quién castigará? A los que han turbado a los cristianos (v.6), así como a aquellos que no conocen a Dios y no obedecen el evangelio (v.8). En el capítulo 2, Pablo promete que Dios también castigará a todos los «que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia» (v.12).

¿Cómo los va a castigar? Pablo habla de «venganza» (1:8) y «condenación» (2:12). Dice: «es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan» (1:6). (La venganza es mala para nosotros, pero la Biblia enseña que el Señor mismo debe ejercer venganza para permanecer justo). También habla acerca de la «eterna perdición» (1:9). La idea aquí es de una ruina que nunca termina. ¿Cómo es esa ruina? El gran autor italiano Dante lo presentó como frialdad. Se imaginó a Satanás en el infierno congelado en medio del hielo. Otros lo han presentado como un vacío voraz que nunca puede llenarse. Ambas ideas pueden tener alguna justificación según esta imagen en 2 Tesalonicenses 1:9. Claramente, indica ser excluidos de la presencia del Señor y de la majestad de su poder.

Segundo, Cristo salvará a su pueblo. Eso es realmente lo que Pablo describe en el capítulo 1, aunque usa diferentes frases para describirlo. Cuando Cristo  regrese, Pablo dice: «cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros» (1:10). ¿Qué distingue al pueblo de Cristo de los demás? La convicción, fe, confianza, dependencia. No es nuestra virtud moral superior; es el reconocimiento de nuestra pecaminosidad ante Dios. Hemos hecho cosas que Dios dice que están mal. Aunque actuemos así, no somos los señores de nuestro propio universo. Y un día tendremos que rendir cuentas. Cuando lo hagamos, nuestra única esperanza es confiar en lo que Dios ha hecho en Cristo. Debemos confiar en que Cristo mismo vivió una vida perfecta y murió en la cruz por los pecados de todos los que se arrepienten de sus pecados y se vuelven a Cristo. Confiamos en que Dios ha aceptado el sacrificio de Cristo.

¿Qué tenemos que esperar todavía los cristianos? ¿Qué logrará Cristo con  su regreso? Dios reunirá a su pueblo consigo (2:1). Dios tendrá a los cristianos por dignos de su Reino (1:5). Dios dará alivio a los cristianos que están en problemas (1:7).

Entonces, ¿cómo pudieron los tesalonicenses haber creído que Cristo ya había regresado? El lenguaje relacional en esta carta nos muestra que los tesalonicenses tenían una relación profunda y real con Dios, pero que era algo radicalmente diferente a cualquier cosa que hubieran conocido como no cristianos y que evidentemente no entendieron del todo la diferencia. El carácter de la relación, como lo describe Pablo en esta carta, debía ayudarlos, y a nosotros, a entender lo que ellos, y nosotros, esperamos como cristianos.

Última pregunta:

5. ¿Qué podemos aprender de los tesalonicenses?

Pareciera que aquí en Washington D.C., luchamos con el problema exactamente opuesto al de los tesalonicenses. Ciertamente no somos inactivos. Y en lugar de creer que Jesús ya ha regresado, probablemente nos hayamos vuelto tan inherentes a su tardanza que funcionalmente nos comportamos como si nunca regresará, al menos no en nuestras vidas. 

Pero es importante darse cuenta de que, si bien no estamos inactivos en nuestras ocupadas profesiones, aún podemos ser espiritualmente ociosos. Nunca supongas que porque estás ocupado, no eres perezoso. ¿Estudiamos diligentemente la Palabra de Dios? ¿Procuramos deliberadamente el compañerismo y la mentoría? ¿Organizamos nuestras finanzas, nuestro tiempo y nuestras relaciones con los propósitos de Dios o los nuestros? Y si de hecho nos comportamos como si el Señor no regresara pronto, entonces casi con seguridad caeremos en este tipo de inactividad espiritual. ¿Por qué estudiar la Palabra de Dios si todavía tengo décadas hasta que encuentre al Señor después de mi muerte? ¿Por qué procurar el compañerismo ahora, cuando puedo trabajar duro, ganar dinero, jubilarme temprano y tener un  extenso compañerismo?

Podemos terminar teniendo una visión sesgada del trabajo, la vida, el tiempo y las prioridades como lo hicieron los tesalonicenses. Creían que Cristo ya había regresado y, por tanto, habían caído en la holgazanería y el desánimo. Actuamos como si Cristo nunca regresará, y caemos en un patrón muy similar de pereza. El mensaje de 2 Tesalonicenses es que debemos entender que Jesús regresará, que regresará pronto y que debemos ordenar nuestras vidas a la luz de esa verdad.

¿Cómo es eso? Concluyamos resaltando tres cosas.

Deberíamos trabajar. Una cosa que podemos extraer claramente de esta carta es que debemos trabajar. Creados a imagen de Dios, fuimos hechos para trabajar. Recuerda, el trabajo no es el resultado de la Caída y el pecado. A lo largo de la Biblia, Dios llama a las personas a trabajar y los capacita para trabajar. Dios diseñó el trabajo como el medio por el cual imitamos su propia creatividad. Tiene importancia en sí mismo y da significado a nuestras vidas. No trabajar es considerado como un tipo de ayuno hecho con propósitos religiosos. Por tanto, el día de reposo es un ayuno semanal del trabajo intencional (por ejemplo Ex. 33:12). La ociosidad y la pereza, por otro lado, son ridiculizadas regularmente en Proverbios y en otros lugares[1]. Me pregunto si sientes que el trabajo no es más que una carga, no tu trabajo en particular en este momento, sino el trabajo en sí mismo. Si lo haces, Pablo te desafiaría a reconsiderar qué es el trabajo. El trabajo es una parte normal, dada por Dios, de la vida humana, incluida la vida de un cristiano.

Deberíamos vivir sabiamente Esta carta también nos enseña que deberíamos vivir con sabiduría. Los tesalonicenses erraron en sus vidas porque erraron en su comprensión. Pensaron mal y entonces vivieron equivocadamente. La teología no está relacionada con la vida. Lo que entendemos como verdad impacta nuestra manera de vivir. Vivir sabiamente, entonces, requiere un correcto entendimiento de la Palabra de Dios. Al igual que Pablo exhorta a los tesalonicenses a recordar las enseñanzas que él había dado cuando estaba entre ellos, así debemos recordar las enseñanzas que Dios ha inspirado en su Palabra.

Deberíamos vivir esperando. Deberíamos pasar todos los días de nuestras vidas esperando, ansiosos y expectantes, el regreso de Cristo. Los tesalonicenses lo habían olvidado.

Sé que es poco probable que alguien oiga que este seminario básico dejó de funcionar porque pensó que el Señor había regresado. Sin embargo, existe una similitud entre la situación de los tesalonicenses y la nuestra. Estos antiguos cristianos no estaban trabajando porque pensaban que lo tenían todo. Pensaban que habían alcanzado el pináculo de la fe. El Señor había regresado, y ellos ya tenían todo lo que Cristo daría. Así es como fueron engañados. Somos engañados como los tesalonicenses cuando pensamos y vivimos como si ya tuviéramos todo lo que el cristianismo ofrece. Y cuando pensamos y vivimos como si la gran consumación ya hubiera llegado, siempre sigue una libertad equivocada (hacer cosas que no deberíamos hacer) o una complacencia equivocada (dejar de lado las cosas que deberíamos hacer). En el caso de los tesalonicenses, siguió la complacencia.

Desafortunadamente, muchos de nosotros hemos dejado de esperar, al igual que los cristianos de Tesalónica. Y cuando eso sucede, nuestra fe en la próxima vida se convierte en fe en esta vida. El esfuerzo por la salud espiritual se reemplaza por luchar por una buena administración de nuestros cuerpos físicos. Las visiones de Dios son reemplazadas por visiones de nuestro futuro terrenal o el futuro de nuestros hijos. La esperanza del cielo es reemplazada por la esperanza de la buena vida. El deseo de nuestro Creador, Dios, es reemplazado por deseos de criaturas. La incredulidad puede infiltrarse y ganar ventaja tan fácilmente. Uno comienza por creer en esta vida, así como en la siguiente. Enfocándonos en esta vida, en lugar de en la siguiente. Preocupándonos por esta vida, en lugar de la siguiente. Pensando menos en la siguiente. Restándole importancia a la siguiente. Cuestionando la siguiente. Ignorando la siguiente. Olvidando la siguiente. Eventualmente negando la siguiente.

Como cristianos, ya no vivimos para el cumplimiento de nuestros deseos aquí y ahora. En cambio, vivimos trabajando y trabajando honorablemente. Nos dedicamos a cuidar de los demás, incluso a un gran costo personal, porque esta vida ya no tiene que soportar el peso de todas nuestras esperanzas, deseos y expectativas. Sin la seguridad del regreso de Cristo, no es del todo cierto que podemos vivir como Pablo nos exhorta en esta pequeña carta.

[1] e.j., Pr. 31:27; cf. Ec. 10:18; 11:6.