Clases esenciales: Nuevo Testamento

Nuevo Testamento – Clase 17: Efesios: La gloria del Reino

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
27.06.2018

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Clase esencial
Panorama del Nuevo Testamento
Clase 17: Efesios: La gloria del Reino


«Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo». Así es como Pablo abre su carta.  Gracia, charis[1], el tradicional saludo griego. Y paz, shalom, el saludo judío.

Y en el capítulo 6, versículos 23 y 24, culmina su carta de la misma forma: Shalom y charis. Paz y gracia. Judío y griego. De muchas maneras, ese es el mensaje de Efesios. Es una carta acerca de la gracia de Dios que trae paz entre el hombre y Dios y entre los hermanos en Cristo. Si vas conmigo a Efesios 2:14, veremos este mensaje central, Pablo escribe: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,  aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz». La gracia de Dios reconcilia a los que creen en Dios, en el eje vertical, éramos enemigos de Dios, pero ahora somos sus amigos, adoptados como hijos; y la gracia de Dios une a judíos y gentiles, de modo que todos los que confían en él ya no son extraños, en cambio, en el eje horizontal, somos ciudadanos en el Reino de Dios, hermanos en Cristo.

El mensaje de Efesios se puede resumir en una simple oración: «Han recibido la gracia sobrenatural para gloria de Dios, por tanto, vivan en la unidad sobrenatural para gloria de Dios». Gracia y paz.

Propósito y contexto

Entonces, veamos el propósito y el contexto. ¿Por qué se escribió esta carta? A diferencia de la mayoría de las cartas de Pablo, esta epístola no fue escrita en respuesta a problemas específicos en la iglesia. En cambio, es un libro muy general. Tan general, de hecho, que ni siquiera está claro que haya sido escrito específicamente para los efesios. En la mayoría de las biblias, verás una nota junto a la palabra «Éfeso» en el capítulo 1, versículo 1 que dice que en muchos manuscritos antiguos, la carta solo dice: «A los santos (en blanco) y fieles en Cristo Jesús». Parece que estaba destinado a ser distribuido ampliamente, escrito a todas las iglesias que Pablo había visto plantar en la región de Éfeso durante sus casi tres años de estadía allí.

Es probable que Pablo haya escrito esta carta alrededor del año 60 d. C., aproximadamente 6 años después de haber dejado Éfeso, mientras estaba en prisión en Roma (3:1, 4:1). Y es una obra gloriosa del Espíritu Santo.

Panorama

En el reverso de tu folleto, verás un bosquejo del libro. Lo más importante a observar es cómo el libro se divide limpiamente en dos secciones principales: los capítulos 1-3, donde la unidad se describe como un hecho consumado, y luego los capítulos 4-6 donde la unidad es vista como un objetivo. En otras palabras, en primer lugar, el libro describe la unidad como si ya hubiera sido lograda por Dios, y luego llama a los cristianos a trabajar hacia la unidad que aún no está completa.

A modo de resumen, resumiré el libro usando los pequeños párrafos que ves en cada punto de tu folleto.

Bendito sea Dios que nos predestinó para ser redimidos por medio de Cristo, para alabanza de la gloria de su gracia. No ceso de dar gracias por vosotros, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él (1:1-23). Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, no por obras, para que nadie se gloríe (2:1-10). Como resultado, Dios ha derribado la pared intermedia de separación entre judíos y gentiles, siendo juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu (2:11-22). Por esta causa soy prisionero de Cristo Jesús (3:1-13). Por tanto, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo para que el poder sobrenatural de Dios obre en ti esta clase de unidad (3:14-21).

Deteniéndonos allí, echemos un vistazo más profundo a la primera mitad del libro, los capítulos 1-3. (Regresa a la primera página de tu folleto, donde verás nuestro primer punto).

Capítulo 1: Dios elige

Bendito sea Dios que nos predestinó para ser redimidos por medio de Cristo, para alabanza de la gloria de su gracia. No ceso de dar gracias por vosotros, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.

En la primera parte del capítulo 1, Pablo alaba a Dios por elegir a los pecadores para la redención en Cristo. Veamos Efesios 1:3-4: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,  según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él». Y luego Pablo continúa describiendo estas bendiciones espirituales: Dios nos predestinó, nos adoptó como hijos suyos, nos redimió a través de la sangre de Cristo, perdonó nuestros pecados, nos reveló su voluntad. Como Pablo lo entiende, nuestra salvación no es un «derecho» que poseemos en virtud del nacimiento, la bondad o cualquier otra cosa. La elección es un privilegio que recibimos debido al gran y desbordante amor de Dios por nosotros en Cristo. El lenguaje aquí es impresionante. Las riquezas de la gracia de Dios que hizo «sobreabundar» para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia. La salvación no es algo que mereciéramos, sino que fue una elección de Dios. Algunas personas piensan que la idea de que Dios elija o escoja personas para conocerlo, incluso antes de la creación del mundo, se lee en el versículo 3, es intrínsecamente impersonal, transaccional. Pero esta carta dice que no podría estar más lejos de la verdad: versículos 4 y 5: ¡«en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo»! Es por el gran amor de Dios que pecadores como nosotros podrían convertirse en parte de su familia.

Si de tal manera nos ha amado Dios, deberíamos desear conocerle más. El creador del universo ha amado a su pueblo desde toda la eternidad. ¿Por qué no querríamos buscarle? Y eso es exactamente lo que Pablo ora por estos cristianos en Efesios 1:15-23. 1:16: «No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él». Que ese también sea el anhelo y la oración de nuestros corazones. Pasando a nuestra siguiente sección:

2:1-10: Elección basada puramente en la gracia

Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, no por obras, para que nadie se gloríe.

En el capítulo uno, consideramos el evangelio desde la perspectiva de la gracia electiva de Dios. Y ahora llegamos al capítulo 2, donde Pablo da un giro a esta perspectiva; la hemos visto desde el lente de Dios, ahora, en Efesios 2:1, dice: «estabais muertos…».

¿Qué pasa con nosotros? Estábamos «muertos en [nuestros] delitos y pecados». En el fondo, somos conspiradores contra Dios y su soberanía sobre su propia creación. Entonces, bajo su buen juicio contra nosotros como pecadores, estamos muertos. «Pero», versículo 4, «Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó… nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)».

Estos versículos constituyen una de las representaciones más gloriosas de nuestra salvación en todas las Escrituras. Dejan en claro que las buenas obras no son suficientes para ser justificados ante Dios. De hecho, la pregunta no es si nuestras buenas obras compensarán a las malas: ¿estamos espiritualmente vivos o espiritualmente muertos? Dios debe hacernos espiritualmente vivos, para que podamos arrepentirnos de nuestros pecados y poner nuestra fe en Cristo. Entonces, como dice Pablo en el versículo 10, habiendo sido salvados totalmente por gracia, respondiendo a Dios con fe, podemos hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas, no para ser salvos, sino porque ya hemos sido salvados.

¿Qué tipo de buenas obras tiene Pablo en mente? Avanza a nuestra próxima sección, donde vemos que:

2:11-3:13: La aplicación principal del evangelio es la unidad (en la segunda página de tu folleto)

Como resultado, Dios ha derribado la pared intermedia de separación entre judíos y gentiles, siendo juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Por esta causa soy prisionero de Cristo Jesús. 

Pablo comienza con el contexto: los gentiles durante en un tiempo estaban «sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo» (2:12). ¿Pero qué pasó? Versículo 14: Jesús, «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas». ¿Qué es esa pared intermedia? Más literalmente, la pared que dividía la corte de los judíos del patio de los gentiles en el templo. El evangelio hizo la paz entre judíos y gentiles, y entre ellos y Dios.

Pablo luego continúa este pensamiento en el capítulo 3, llamando a esto un «misterio». No un misterio como algo difícil de entender, sino como algo imposible de entender hasta que Jesús nos lo reveló. ¿Qué es este misterio? Pablo lo declara claramente en el versículo 6: «que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio».

¿Que sucede aquí? Desde los días de Abraham en adelante, el pueblo de Dios estaba definido étnicamente. Es por eso que a los descendientes de Abraham se les prohibió casarse con las naciones que los rodeaban. Pero de repente, esa pared ha sido destruida. No somos salvos, como vimos al principio del capítulo 2, en base a nuestras buenas obras o a nuestro árbol genealógico, sino ​​únicamente por la gracia de Dios. Entonces el Reino de Dios ahora se ha extendido a todos los pueblos.

Esta idea de paz y unidad entre judíos y gentiles es la aplicación central de Efesios. Pablo incluso llega a afirmar que predicar esta unidad era su misión. «A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas» (3:8). Nuevamente, ¿cuál es el misterio? Versículo 6: judíos y gentiles juntos en la iglesia. La unidad es la aplicación principal del evangelio. El llamado central del ministerio de Pablo. Y, el versículo 10 dice que esta unidad es central en el plan de Dios para glorificarse a sí mismo: «para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales».

Por tanto, si alguna vez has pensado que la unidad en la iglesia es la guinda del pastel, algo bueno pero no tan importante, deberías reflexionar en ello nuevamente. Pablo hace que la unidad sea fundamental para la aplicación del evangelio tal como podría expresarlo. Sin embargo, la necesidad del mensaje del evangelio que escuchamos en los capítulos 1 y 2 para crear una unidad real es sorprendente. En ocasiones, especialmente en tradiciones teológicamente liberales, cuando los individuos dejan de lado la creencia de que la Escritura es inspirada por Dios y comienzan a pensar que la verdad se descubre a través de las propias conclusiones subjetivas, a menudo comienzan a enfatizar la unidad. La unidad se convierte en un fin en sí mismo: la idea de personas provenientes de todas las razas y orígenes en una comunidad amorosa. Pero al final del día, la unidad no funciona a menos que algo sustancial realmente te una, no solo la idea de la unidad, sino algo tan poderoso que realmente podría unir a todo tipo de personas diferentes.

Irónicamente, es el verdadero evangelio el que crea esta clase de verdadera unidad. Cuando afirmamos que todos somos depravados, que todos estamos muertos espiritualmente, que estamos en deuda con Dios, que Cristo es nuestra única esperanza, una extraña e impotente unidad nos sobreviene. Un grupo de personas que confiesa sus pecados no tiene nada de qué jactarse. Por tanto, no es de extrañar que las barreras más familiares para la unidad en el mundo se derrumben en las iglesias que no están centradas en derrocarlas, sino que se concentran en enseñar el evangelio fiel y claramente. Esa es la verdadera unidad: ese tipo de vínculo que, como dice Efesios 2:19, viene de ser «santos y miembros de la familia de Dios». Y habiendo establecido que esa es la unidad que Dios ha creado en la iglesia, Pablo pasa en el capítulo 3, versículos 14  al 21 a la oración…

3:14-21: Oración por lo sobrenatural

Por tanto, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo para que el poder sobrenatural de Dios obre en ti esta clase de unidad. 

¿Se da cuenta Pablo de que la unidad que describió es humanamente imposible? Creo que lo hace. Por ello, ora como lo hace en los versículos 14 al 21.

Hay dos cosas por las que Pablo ora aquí. Primero, versículo 16: «para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;  para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones».  En otras palabras, para que el Espíritu Dios les de la fe sobrenatural que necesitan para lograr esta unidad sobrenatural. Y segundo, para que «arraigados y cimentados en amor,  seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento». ¿Por qué debemos orar para conocer por completo el amor de Cristo por nosotros? Porque eso es lo que potencia nuestro amor. «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19).

¿Cómo pueden los judíos amar a los gentiles? ¿Y cómo podemos amar a aquellos en nuestra propia iglesia con quienes no tenemos nada en común excepto Cristo? Debemos orar para que comprendamos el amor sobrenatural que él nos ha mostrado. Eso empoderará el amor sobrenatural por él y por los demás.

Así tiene sentido que Pablo termine con su doxología, su alabanza, al Dios que puede hacer muchísimo más de lo que pedimos o imaginamos, de acuerdo con su poder que obra dentro de nosotros. ¿Cómo oramos para que ocurra lo sobrenatural? Podemos usar estos versículos como un modelo, orando para que su Espíritu nos dé la fe sobrenatural, y para que comprendamos el amor sobrenatural que Cristo nos ha mostrado en el evangelio, para que a su vez podamos amar con un poder sobrenatural.

¿Por qué Dios ha hecho esto?

Sin embargo, antes de salir de esta primera mitad del libro, quiero señalar algo que omití. Quizá en ninguna otra parte de las Escrituras vemos una descripción tan concisa, no solo de lo que Dios ha hecho, sino de  por qué lo ha hecho. ¿Por qué Dios creó el mundo? ¿Por qué nos reconcilió consigo en gracia y nos ha dado paz unos con otros en la iglesia? Permíteme recapitular nuestros pasos hasta ahora, y presentarte tres razones detrás de los propósitos de Dios.

Primero, Dios ha hecho todo esto para alabanza de su gracia.

Recuerda el capítulo 1, versículo 5: «habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad». ¿Por qué? ¿Porque somos demasiado maravillosos? No. Versículo 6: «para alabanza de la gloria de su gracia». E igualmente en el versículo 11: «En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo». Dios hizo estas cosas para mostrar la inmensidad de su gracia.

Eso es lo que vemos nuevamente en 2:7. ¿Por qué Dios nos resucitó cuando estábamos espiritualmente muertos? «Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús».

Para alabanza de su sabiduría

Pero hay una segunda respuesta a la pregunta del «por qué». Para alabanza de su sabiduría. Mira Efesios 3:10. Pablo explica su llamado a predicar el evangelio para que judíos y gentiles puedan estar unidos en Cristo. Dice: Dios, «creador de todas las cosas;  a fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las regiones celestiales» (LBLA). ¿Por qué a veces la iglesia es un lugar tan incómodo para estar? Porque estas son personas con las que no tienes nada en común, salvo Jesús. Pero ese es exactamente el plan de Dios. Cuando somos capaces de amarnos mutuamente de manera sobrenatural, se hace una declaración acerca de la sabiduría de Dios al crear a la iglesia, que incluso seres fuera de nuestro mundo físico se sientan y toman nota. ¡La iglesia es la joya de la corona que refleja la sabiduría infinita de Dios a todo el cosmos!

Para gloria de Dios

Y hay una tercera respuesta, que de alguna manera abarca las otras dos. Dios hizo todo esto para su gloria. Mira Efesios 3:20-21: «Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén».

Dios será glorificado para siempre en la forma en que nosotros, su pueblo, somos redimidos, en la forma en que lo vivimos, y en la forma en que siempre seremos suyos. Dios ha decidido glorificarse a través de nuestra redención: ¡Nosotros que somos pecadores! ¿No es asombroso? El Dios todopoderoso del universo elige glorificarse a través de nosotros, su iglesia. Mostramos el carácter de Dios a su creación, y por eso le damos gloria. Ese es el propósito de Dios para todo lo que hace, y esa es la fuerza impulsora detrás de esta primera mitad de Efesios.

Introducción a la segunda mitad

Y eso nos lleva al capítulo 4. Hasta ahora, la carta ha sido completamente descriptiva. Dios nos ha elegido. Él nos ha rescatado de la muerte. Ha destruido la pared entre judíos y gentiles. Pero a partir del capítulo 4, el lenguaje de Pablo pasa del indicativo al imperativo. Versículo 1: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados». Al igual que hicimos con los primeros tres capítulos, permíteme resumir lo que vemos aquí en los últimos tres; de nuevo, verás este resumen en tu folleto.

Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu, él nos ha dado a cada uno de nosotros un don especial mediante la generosidad de Cristo (4:1-6); Entonces ya no seremos inmaduros como los niños. En cambio, hablaremos la verdad con amor (4:17-5:2). Digamos siempre la verdad a todos porque nosotros somos miembros de un mismo cuerpo.

Mantengan la unidad del Espíritu requerida por sus nuevas vidas en Cristo; (4:1-6) para lograr esto, Dios nos ha dado dones para edificar la unidad (4:7-16). Así que ya no deben vivir como gentiles ateos. En cambio, digan la verdad, edificándose unos a otros y perdónense así como Cristo los perdonó (4:17-5:2). Sin embargo, no me malinterpreten, no les digo que tengan unidad con aquellos que mienten y dicen que la inmoralidad está bien (5:3-14). En cambio, aprovechen al máximo cada oportunidad (5:15-20), sometiéndose unos a otros de las siguientes maneras: (5:21) Esposas, sométanse a sus maridos; maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia (5:22-32). Hijos, obedezcan a sus padres; padres, críen a sus hijos en la disciplina e instrucción del Señor (6:1-4). Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales; amos, traten a sus esclavos con respeto y temor ya que sirven al mismo Señor (6:5-9). Finalmente, revístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes, orando incluso por mí, para que yo pueda estar firme (6:10-20). Entonces primero:

4:1-5:2: Edifíquense mutuamente

Mantengan la unidad del Espíritu requerida por sus nuevas vidas en Cristo; para lograr esto, Dios nos ha dado dones para edificar la unidad. Así que ya no deben vivir como gentiles ateos. En cambio, digan la verdad, edificándose unos a otros y perdónense así como Cristo los perdonó. 

Ahora que estamos firmemente en la sección de aplicaciones de esta epístola, se vuelve crítico vincular estos mandatos a los primeros tres capítulos del libro. El capítulo 4, versículos 1-3 es, en cierto sentido, un resumen de cómo debemos vivir en base a todo lo que hemos discutido en los capítulos 1-3 y,  por tanto, es también un resumen del desafío que los capítulos 4-6 se proponen abordar: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz».

Todas las exhortaciones en Efesios 4-6 responden a la pregunta: «¿cómo podemos mantener la unidad del Espíritu a través del vínculo de la paz?», en una congregación tan diversa que incluso abarca judíos y gentiles.

El capítulo 4 responde este desafío de manera muy práctica.

Los dones

En primer lugar, usando los dones que Cristo nos ha dado: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (4:11). Como con cualquier otro examen de los dones espirituales en sus cartas, Pablo deja en claro que el objetivo de los dones es la unidad de la iglesia, no nuestra propia realización personal. A menudo pensamos que hemos recibido los dones, y debemos usar los dones, a fin de que seamos individuos realizados. Pablo escribe que los dones se dan a la iglesia «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios…» (4:12b-13). Y observa cuál es el resultado cuando se usan esos dones para proteger la unidad de la iglesia. Ortodoxia, sana doctrina. Versículo 14: «para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error». Como evangélicos creyentes en la Biblia, con frecuencia pensamos en la unidad como un objetivo que, si se procura, podría comprometer lo que creemos. Pero, en realidad, cuando buscamos la unidad fundamentada en el evangelio como Dios quiere, esa unidad es lo que nos protege de comprometer nuestra doctrina.

La sabiduría

Luego, Pablo dice que la unidad en la iglesia depende de que vivamos con sabiduría. Cuando estábamos espiritualmente muertos, dice en el versículo 18, teníamos el entendimiento «entenebrecido» y estábamos separados de Dios por la ignorancia de nuestros endurecidos corazones. Ahora, sin embargo, estamos llamados a despojarnos del viejo hombre con sus malos deseos y, versículo 23, a ser renovados en el espíritu de nuestras mentes. Pablo nos dice que huir del pecado y vivir en piedad empieza con nuestras mentes. Si prestamos atención a la sabiduría de Dios, y no a los deseos fugaces de la carne, creceremos en justicia y la iglesia crecerá en unidad. 

Las palabras

Lo siguiente que vemos en este pasaje es que podemos usar nuestra manera de hablar para edificarnos mutuamente. No debemos mentir (v.25), hablar con ira pecaminosa (v.26), ni usar palabras corrompidas (v.29), sino palabras que sean para la edificación de otras personas. Y debemos perdonarnos unos a otros como Cristo nos perdonó (v. 32).

El dinero

Y también podemos edificarnos unos a otros con nuestras finanzas. El versículo 28 es una gran y humilde declaración de propósito para tu trabajo: «El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad». Si alguna vez pensaste que estar motivado a ganar dinero cuando trabajas es necesariamente vulgar e impío, te animo a que reflexiones un momento en este versículo. El dinero puede ser una motivación buena y piadosa para el trabajo. Pero Pablo pasa de estos estímulos a una sección de precaución:

5:3-14: No se asocien con la oscuridad

Sin embargo, no me malinterpreten, no les digo que tengan unidad con aquellos que mienten y dicen que la inmoralidad está bien. 

Ahora llegamos al capítulo 5, cuando el tono de Pablo pasa de estímulo a advertencia. Versículos 5-7: «Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el Reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos» (5:5-7).

¡Sorprendente! Un gran cambio del amor y el perdón. ¿Que sucede aquí? En una carta acerca de la unidad del evangelio, Pablo se toma el tiempo de advertirnos acerca de un tipo equivocado de unidad. Una congregación nunca debe buscar la unidad en la diversidad si eso significa tolerar la avaricia, la impureza, la incorrección o la inmoralidad. El pueblo de Dios debe separarse de tales cosas.

Los cristianos deben recibirse unos a otros con los brazos abiertos, independientemente de su origen o nacionalidad. Pero la severidad del lenguaje de Pablo es indicativo de cuán fuertemente debemos también oponernos a cualquier intento de forzar la unidad donde el evangelio no sea el fundamento de nuestra amistad. En cambio, deberíamos, como dice la próxima sección:

5:15-6:9: Aprovechen al máximo cada oportunidad

En cambio, aprovechen al máximo cada oportunidad, sometiéndose unos a otros de las siguientes maneras: Esposas, sométanse a sus maridos; maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia. Hijos, obedezcan a sus padres; padres, críen a sus hijos en la disciplina e instrucción del Señor. Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales; amos, traten a sus esclavos con respeto y temor ya que sirven al mismo Señor. 

Con esa advertencia, Pablo vuelve a responder el desafío que presentó en el capítulo 4, versículo 3: ¿cómo podemos mantener la unidad del Espíritu a través del vínculo de la paz? Lo que escribe en los próximos párrafos podría sorprenderte. 

Debemos procurar la unidad al vivir sabiamente, «aprovechando bien el tiempo» como dice en el capítulo 5, versículo 16. Eso significa estar llenos del Espíritu, versículo 18, animándonos  mutuamente a través de cánticos e himnos, versículo 19. Y, más significativamente, debemos aprovechar al máximo cada oportunidad en nuestros hogares y lugares de trabajo, que es a donde Pablo se dirige en los próximos versículos al exhortar a los efesios a someterse unos a otros en el temor del Señor (5:21). El resto del capítulo 5 y el comienzo del capítulo 6 son formas específicas en las cuales debemos someternos unos a otros.

Estos pasajes son familiares para la gran mayoría. Efesios 5:22-33 contiene una enseñanza profunda acerca del matrimonio, viendo el matrimonio como diseñado para representar el amor de Cristo por su iglesia. En el capítulo 6, se enseña acerca de las relaciones entre hijos y padres, y entre esclavos y sus amos. Sin duda debemos notar que cuando Pablo le dice a las esposas que se sometan a sus maridos, y a los maridos que amen a sus esposas, habla de cómo los distintos y complementarios roles que Dios ha establecido para los hombres y las mujeres en el matrimonio proporcionan una imagen de la relación de Cristo con la iglesia. A lo largo de los escritos de Pablo y de toda la Biblia, está claro que los hombres y las mujeres poseen igual dignidad, valor e importancia, pero desempeñan funciones complementarias en el hogar y en la iglesia. Podríamos pasar todo el día en este o en muchos otros temas que sección plantea, pero donde quiero enfocarme es en lo que aprendemos cuando colocamos estos pasajes en su contexto general.

Lo primero que hay que notar es que esta idea de liderazgo y sumisión está bajo el punto más amplio de «aprovechando bien el tiempo» (5:16). ¿Alguna vez has pensado en la sumisión en esa categoría? No como una carga inconveniente o difícil de entender, sino el diseño de Dios de cómo podemos aprovechar al máximo esta vida para su gloria. Y luego pasamos al contexto más amplio: estos mandatos se encuentran en un libro que trata acerca de cómo el evangelio fomenta la unidad en la iglesia entre aquellos que no tienen nada en común sino Cristo. Lo que esto significa es que tu matrimonio importa más que solo por su propio bien. Representa el amor de Cristo por su iglesia, su cuerpo. Y cuando se atienden los roles de esposo y esposa, tu matrimonio contribuye a la unidad dentro de la nueva sociedad de la iglesia de Dios. Así, el matrimonio es mucho más profundo que un simple vínculo entre dos personas: es una de las formas en que Dios describe su amor por nosotros y, por tanto, es una de las formas en que Dios edifica la unidad en su iglesia.

6:10-23: Manténganse firmes hasta el final

Finalmente, revístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes, orando incluso por mí, para que yo pueda estar firme.

Y eso nos lleva a la famosa sección sobre guerra espiritual en Efesios 6:10. Recuerda, ahí es donde comenzamos esta sección. El final del capítulo 3 es una oración para que ocurra lo sobrenatural; el capítulo 6 termina con una descripción de lo sobrenatural obrando. Pero ahora el llamado es más amplio: el llamado a permanecer firmes. Pablo repite esa palabra cuatro veces. Entonces, si lees el capítulo 6, espera que Pablo te mire a los ojos y te diga: «¡Estad! ¡Estad! ¡Estad!». No es algo fácil de hacer. Si llegas al final de tus días en la tierra y puedes decir que has estado firme, ¡qué gran logro para la gloria de Dios! Por ello, Pablo les dice a los efesios que se revistan con toda la armadura de Dios. Para que sean fuertes en el Señor.

Así que, ¿qué tan apropiadas son sus últimas palabras de instrucción: «Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio» (6:18-19).

¿No te llega eso al corazón? Pablo está en prisión, ya anciano, orando y pidiendo a otros que oren para que Dios lo haga valiente. Pablo sabía que se necesitaba valentía para continuar, y así lo pidió. Y ahí es donde concluye este libro acerca de la unidad que proviene del evangelio: con el deseo de Pablo de continuar predicando este evangelio, para que la unidad de la iglesia continúe creciendo.

Conclusión

¿Cómo nos mantenemos firmes en la fe? Puedes ver que en el capítulo 6, versículo 15, Pablo dice: «y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz». El evangelio de la paz nos preparará para resistir y perseverar. Como nos dice Efesios 1:20, Cristo está sentado a la diestra de Dios en los Reinos celestiales. Su victoria es segura. Pero todavía no vemos que todo se sujete a él, todavía estamos librando una batalla contra las fuerzas espirituales del mal (6:12). Espero que esta visión general de Efesios te haya ayudado a ver que la fortaleza para esta batalla proviene del evangelio de la paz. Como vimos en la primera mitad del libro, nuestra fortaleza viene de saber que nuestra aprobación ante Dios es puramente el resultado de su misericordia y gracia. Habiendo resucitado con Cristo, podemos orar con Pablo para que conozcamos la «supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos» (1:19). Y como vimos en la segunda mitad del libro, nuestra fortaleza para vivir para Dios proviene de la paz que conocemos dentro de su iglesia, donde, como se dice en Efesios 4:12-13, edificamos el «cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo». Con esa esperanza en mente, podemos unirnos a Pablo en adoración: «Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén» (3:20-21).

[1] Se pronuncia «karis»