Clases esenciales: Nuevo Testamento

Nuevo Testamento – Clase 11: 1 Corintios: La necedad del Reino

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
27.06.2018

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Clase esencial
Panorama del Nuevo Testamento
Clase 11: 1 Corintios: La necedad del Reino


Hay mucho debate en nuestra iglesia acerca de lo que hace que una iglesia sea sana. La predicación expositiva, una comprensión correcta de la membresía y la disciplina, una enseñanza correcta acerca del evangelio y la conversión, el reconocimiento de adecuadas estructuras de liderazgo de la iglesia, y así sucesivamente. Hablamos, en nuestra iglesia acerca de ser ejemplo a otras, no porque nuestra iglesia sea perfecta o tenga todo bajo control. Al contrario, reconocemos que los ejemplos en este mundo serán imperfectos e incompletos, pero también sabemos que, de la misma manera que Pablo le dijo a los creyentes que lo siguieran en la misma medida en que él seguía a Cristo, podemos esforzarnos por lo mismo en nuestras vidas individual y corporativamente.

Si tuvieras que enseñar cómo debería ser una iglesia, ¿qué cuerpo de creyentes escogerías como tu iglesia ejemplar? Es muy probable que buscaras una iglesia que pareciera tener lo esencial, no una iglesia a la que dirías: «Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?» (1 Co. 3:2-3). Sin embargo, este es el mismo grupo a quien Pablo dice: «Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (1 Co. 1:4-7).

Cuando Pablo escribió 1 Corintios acerca de lo que debería caracterizar a una iglesia centrada en el evangelio, no lo hizo dirigiéndose a una iglesia que lo tenía todo controlado. Estaban muy lejos de eso, de hecho. Pero sí tenían lo único que los llevaría a convertirse en una iglesia sana. Para todos sus problemas, tenían a Cristo.

Contexto

Una de las cosas geniales acerca de cómo fue escrito el Nuevo Testamento es que parte del mismo es intensamente personal. No solo entendemos las grandes verdades de Dios provenientes de los hermosos libros de enseñanza tales como Romanos, sino que también tenemos la oportunidad de acompañar a los apóstoles mientras lidiaban con  problemas reales que las iglesias estaban enfrentando durante el período del Nuevo Testamento. 1 Corintios es una de esas cartas.

Ubicación

Corinto era una ciudad cosmopolita, situada en Grecia en la vía principal de Roma al este. Era un centro de negocios, viajes, cultura y diversidad. Podrás notar en el mapa de tu folleto que circulaba mucho tráfico a través de Corinto. Cualquier tráfico terrestre desde Atenas y el norte de Grecia a la península del Peloponeso llegaría a través de Corinto. También había un gran puerto allí, y los barcos eran llevados sobre ruedas 6400 m por tierra para tomar un atajo desde el mar Jónico en el oeste hasta el Egeo en el este. Salvo dichas embarcaciones, Corinto no era diferente a la ciudad de Nueva York, San Francisco, Dubái, Londres y Hong Kong en la actualidad, era una de las principales encrucijadas en el Mediterráneo y, por tanto, un lugar estratégico para el evangelio.

Una de las funciones de ser una intersección era que Corinto se convirtió en un importante centro para la propagación de ideas y filosofías. Las verdaderas celebridades de Corinto eran los oradores. Quienes reunirían a muchos seguidores de personas, y harían grandes sumas de dinero cobrando a las personas por escucharles hablar. La sabiduría mundana de Corinto era buscar fama y fortuna siendo un orador impresionante. Esta cultura parecía ser la raíz de muchos de los problemas de la iglesia de Corinto.

El primer viaje de Pablo

Pablo había predicado por primera vez el evangelio en Corinto durante su segundo viaje misionero registrado en Hechos 18. En esta ocasión, se sostuvo como fabricante de tiendas y vivió con Aquila y Priscila, que recientemente se habían mudado de Roma a Corinto. Al llegar a la ciudad, luego de ser dado por muerto por una multitud en Filipo, Pablo vino, como él lo indica: «con debilidad, y mucho temor y temblor» (1 Co. 2:3).

No obstante, en su gran amor por este pueblo, el Cristo resucitado se apareció a Pablo en sueños y le animó a continuar su trabajo en la ciudad. «No temas, sino habla, y no calles;  porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad». Impulsado por el conocimiento de los elegidos de Dios que esperaban cobrar vida mediante la predicación del evangelio, Pablo permaneció en Corinto donde muchos llegaron a confiar en Cristo. Luego de haber establecido firmemente a la iglesia allí, Pablo se marcha a Jerusalén en el año 51 d. C.

Redacción de 1 Corinto

Después de un tiempo en Jerusalén, Pablo vuelve pronto a trabajar entre los gentiles, y después del año 52 al 55 d. C., disfrutó de un ministerio enormemente fructífero en Éfeso, actualmente Turquía. Mientras tanto, de vuelta en Corinto, otros vinieron a construir sobre el fundamento que Pablo había dejado. Estos líderes no parecían ser líderes malos, sin embargo, los problemas empezaron a surgir en Corinto. Pablo escribió una carta que desde entonces se perdió, y se menciona en 1 Co. 5:9. No obstante, los problemas continuaron. Parece que los corintios escribieron a Pablo una carta acerca de algunos de sus desacuerdos (1 Co. 5:9), y Pablo había escuchado de otros problemas de algunos miembros de la casa de Cloé (1:11).

En respuesta a estos inconvenientes, Pablo escribe alrededor del año 55 d. C. a los corintios, enfocándose en el carácter y orden de la iglesia de Dios. ¿De qué manera debería la iglesia reflejar el carácter de Dios a un mundo expectante? La iglesia debe estar centrada en el evangelio. El evangelio debe ser el principio organizador de la iglesia. Dice al principio del libro (1:22-24):

«Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios».

Pablo invierte su tiempo escribiendo no de forma individual, sino corporativamente, porque cree que la iglesia es importante para el testimonio del evangelio. Y en 1 Corintios, aprendemos de Pablo tres aspectos fundamentales. Los veremos sucesivamente, y estos nos darán un panorama temático de toda la carta. Una iglesia centrada en el evangelio debe ser, en primer lugar, una iglesia unida. En segundo lugar, santa. Por último, edificante. Unida, santa, edificante. En tres palabras, la primera carta de Pablo a los corintios, y un modelo para la participación de cada cristiano en la iglesia local de hoy.

Una iglesia centrada en el evangelio debe ser una iglesia unida

Una de las principales motivaciones de Pablo al escribir esta carta es contrarrestar la espiritualidad partidista y la profunda división entre los miembros de la iglesia. Pablo trata con este problema de varias maneras en esta carta.

Vemos esto desde un inicio cuando Pablo aborda las lealtades rivales dadas a varios a maestros (1:10-12). Estas facciones parecían jactarse de su sabiduría superior y, por esa razón, Pablo escribe apasionadamente acerca de la diferencia entre la sabiduría de Dios y la sabiduría del hombre [Lee 1 Corintios 1:26–29].

«Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia».

Así, la unidad que el Reino promueve encuentra su fundamento en la cruz de Jesucristo, en el evangelio, y no en la elocuencia de palabras de hombres, o la influencia de un cargo, o la fuerza de una personalidad humana. «Si asistes a tu iglesia por causa del pastor, estás motivado equivocadamente, y el tiempo lo demostrará. El pastor te decepcionará. Incluso si nunca lo hace, algún día fallecerá. Tu fe no puede estar edificada sobre una persona… La fe verdadera está cimentada sobre Dios en Jesucristo… Cuando estés agradecido por un sermón, una oración, la manera en que un servicio es dirigido, el trabajo de un diácono, el trabajo del personal de guardería, o los saludos de otros, primero dirige tu agradecimiento a la amorosa bondad de Dios  para contigo». Deberíamos jactarnos únicamente en Jesucristo, porque él es nuestra redención y nuestra sabiduría. Solo él es digno de nuestra primera lealtad y jactancia. ¡Todo verdadero predicador del evangelio dirigirá a los hombres y mujeres solo a Cristo y no a sí mismo! Esa es la primera clave de la unidad que vemos en esta carta. Un enfoque solo en Cristo como respuesta.

En segundo lugar, Pablo demuestra que la desunión es una señal de la carne (3:3), con sus disputas y debates. La causa fundamental de la división de la iglesia era y continua siendo la carnalidad y la inmadurez [Lee 1 Corintios 3:3-4].

«Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?».

Y la tercera clave para la unidad es algo que encontramos en la enseñanza de Pablo acerca de la Cena del Señor: el lugar donde la unidad debería expresarse más claramente.

En cambio, Pablo exhortó a los corintios a recordar que eran el cuerpo de Cristo (12:12-13), compuesto por la diversidad de dones espirituales dentro de la iglesia (12:12, 17, 19). Aunque, supongo que a la mayoría de creyentes no les preocupa las divisiones entre judíos y gentiles hoy en día, ¿qué clase de divisiones se encuentran presentes en tus actitudes y acciones hacia los demás? «Cuando las iglesias se dividen por motivos carnales, se identifican con algo diferente a Cristo. Se convierten en la iglesia de música moderna, o la iglesia de este pastor, o la iglesia de los estudiosos, o la iglesia de los demócratas, o la iglesia de la alfombra azul. Tan pronto como esto sucede, dejan de ser la iglesia de Jesucristo». ¿Hay ciertas personas con las que dudas pasar tiempo o con las que no quieras pasar tiempo debido a sus diferencias contigo? El evangelio se aprovecha al máximo cuando nos unimos a personas que no son como nosotros, y cuya unidad solo puede expresarse en relación al evangelio.

Esto no quiere decir que no puedes tener amigos parecidos a ti o que se encuentren en etapas similares de la vida, el problema es cuando todas las personas con las que pasamos tiempo o a las que ministramos son iguales a nosotros. Las iglesias y, por ende los cristianos, orientadas únicamente a una clase de persona dividen el cuerpo de Cristo y distorsionan lo que significa ser una iglesia centrada en el evangelio.

Un cuarto aspecto de la enseñanza acerca de la unidad: Si debemos promover la unidad en nuestra iglesia, debemos amarnos mutuamente sin egoísmo. El amor y la consideración por los demás deberían gobernar lo que hacemos. Capítulo 8: débiles y fuertes; Capítulo 9: los derechos personales de Pablo son concedidos por el bien de otros que necesitan el evangelio; Capítulo 10: la libertad del creyente para no hacer tropezar a los demás. Esta preocupación por los otros es fundamental en una iglesia cristiana.

Y ese es el contexto para quizá la sección más famosa del libro, el capítulo 13, donde leemos acerca de la supremacía del amor. «Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe». Estoy seguro que muchos están familiarizados con este versículo. El amor consiste en la calidad de nuestra interacción con los demás. El amor es paciente, bondadoso, no es jactancioso, no se envanece, no  hace nada indebido, no busca lo suyo. Y de todos los dones maravillosos que recibimos de Dios –la fe, la esperanza y el amor–, el mayor de ellos es el amor (13:13).

Si nos aferramos al evangelio, y nos unimos alrededor de esa verdad, no habremos vivido en vano. Ese es el primer tema que vemos recorriendo este libro: la unidad.

Una iglesia centrada en el evangelio debe ser santa

En segundo lugar, una iglesia centrada en el evangelio debe ser santa. Al principio de la carta, Pablo le recuerda a la iglesia su llamado a ser santa, y que es Cristo quien nos hace santos.

Pablo nos recuerda que el inmoral sexual y otros que son impuros no heredarán el Reino de Dios (6:9-10).  Pero la iglesia… la iglesia debe ser pura, recordando que fue salvada de tal impureza.

Uno de los grandes problemas que Pablo abordó en la iglesia de Corinto fue un acto de flagrante inmoralidad al cual la iglesia no estaba respondiendo. La iglesia estaba asociada con un caso de incesto ampliamente rumorado (5:1-3), un pecado escandaloso incluso entre los paganos. Sorprendentemente, la iglesia se sentía orgullosa porque pensaba que «aceptar» al ofensor demostraba su «libertad».

«De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho».

Observa a quién Pablo recrimina furiosamente este pecado atroz. No se dirige al pecador, sino a la iglesia, por no hacer nada al respecto. Este caso representa no solo una pequeña enfermedad en la iglesia de Corinto, sino un caso en el que las iglesias poseen un sistema «inmune» en relación con el pecado que ha sido comprometido.

Haciendo hincapié en este llamado a la santidad, Pablo ofrece, en el capítulo 10, una advertencia de la historia de Israel: de que empezar bien no es garantía de perseverar en la fe. Aunque TODO Israel vio la nube de día, TODOS cruzaron el mar Rojo, TODOS comieron maná del cielo, y TODOS «bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo» (10:4), Dios no estaba contento con la mayoría de ellos (10:5). En vista del hecho de que «quedaron postrados en el desierto»,  en el versículo 6, Pablo hizo un llamado a los corintios y a nosotros «para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron». Menciona específicamente la idolatría, la inmoralidad sexual, el tentar a Cristo y el quejarse, y concluye con esta aplicación:

«Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (10:11-12).

Termina con un recordatorio de que al interactuar con el mundo, todo es permitido, pero no todo conviene. Deberíamos vivir con prudencia, observando nuestras vidas cuidadosamente, en lugar de vivir de una manera deshonesta e impía.

Practica la disciplina eclesiástica con amor

Una herramienta o método que el Señor nos ha dado para mantener la organización y la santidad del Reino es la disciplina eclesiástica bíblica. Así, el apóstol advierte en el capítulo 5, versículo 6: «¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?». Cuando encontramos pecados públicos de la gravedad referida aquí, no debemos pensar que somos amables o amorosos si no actuamos en nombre del alma de esa persona (5:4-5):

  1. Como asamblea, como iglesia, aborda el problema…
  2. sacando al «hermano» de la iglesia (5:5, 11, y13)…
  3. como una declaración acerca del peligro espiritual en el que se encuentra, con la esperanza de que se arrepienta y se salve (5:5b).

Cada vez que ejercemos la disciplina eclesiástica, lo hacemos para dejarle en claro a alguien que no está viviendo como un cristiano y, por tanto, debería preocuparse por su salvación. Siempre deberíamos ejercitar la disciplina con amor y preocupación por esa persona. Este es uno de los actos más formales que podemos asumir como cuerpo local, pero es fundamental para la preservación de la santidad y la gloria de Dios en la iglesia.

También deberíamos tener en cuenta que la disciplina eclesiástica trasciende los casos públicos que consideramos corporativamente. Cada relación que tengas dentro de la iglesia tiene la oportunidad de ser una que se caracteriza por una disciplina amorosa. Cuando nos amonestamos y suplicamos fielmente los unos por los otros según la ocasión lo requiera, ejercitamos la disciplina que fomenta la santidad entre nosotros.

Interesante, ¿cierto? Ahora, considerando las dos cosas que hemos estudiado hasta ahora. La unidad y la santidad. A menudo en las iglesias de hoy, vemos nuestro trabajo como un equilibrio entre ambas. No abordamos un pecado específico en la congregación por miedo a fracturar la unidad. Por otro lado, hay algunos cuyo celo por la santidad se produce a expensas de la unidad. Pero Pablo ve que la santidad y la unidad van de la mano. Si empezamos a tolerar el pecado sin arrepentimiento en la iglesia, surgirán problemas con la unidad. La separación que los corintios experimentaban era una separación del mundo. Por otra parte, Pablo aclara que incluso cuando tratamos con problemas que podríamos considerar morales, como comer carne sacrificada a los ídolos, debemos manejarlos con la unidad al frente de nuestra atención. Si te intriga saber cómo encajan estos dos elementos, te animo a que te tomes un tiempo para estudiar esta carta a través de ese lente. La santidad y la unidad. Juntas. Ese es nuestro llamado como iglesia.

Una iglesia centrada en el evangelio debe ser edificante

Y eso nos lleva naturalmente al tercer tema en esta carta: una iglesia centrada en el evangelio debe ser edificante. Es interesante ver cómo Pablo lidia con serie de problemas de tal forma que los corintios puedan actuar de manera que se edifiquen entre sí.

Una estrategia que usa Pablo es animarnos a renunciar a nuestros derechos. Parece que a lo largo de la carta, Pablo aborda el egoísmo de una clase u otra en la iglesia. Ese egoísmo o egocentrismo dio lugar a las facciones partidarias que mencionamos anteriormente, a la confusión en el uso de los dones, y al hecho de no considerar a los demás en un sinnúmero de formas. Para frustrar los confusos efectos del desorden y para acabar con este de raíz, Pablo instruyó a los miembros de la iglesia en Corinto a usar su libertad de maneras que sirvan y ayuden a otros.

Por ejemplo, considera las instrucciones de Pablo acerca de comer alimentos sacrificados a los ídolos que mencioné en el capítulo 8. Pablo consideraba que porque un ídolo literalmente no es nada, y porque sólo hay un único Dios verdadero, y porque todas las cosas son de él y para él (8:4-6), somos libres de comer lo que queramos porque «la vianda no nos hace más aceptos ante Dios» (8:8).

Sin embargo, hay quienes son más débiles de conciencia, que podrían caer en pecado porque no comprenden la libertad que está disponible en Cristo. Pablo dice que nuestro ejercicio de la libertad, se convierte entonces en «tropezadero para los débiles». En ese caso, nuestra decisión de comer es en realidad un pecado contra nuestro hermano «por quien Cristo murió» y un pecado contra Cristo (8:11-12).

Por tanto, debemos renunciar a ciertas cosas para que quienes nos observen, especialmente los más débiles de conciencia, no sean lastimados y predomine el orden. Pablo describe su propio ministerio como un ejemplo de este principio general de que deberíamos renunciar a nuestros derechos por el bien de los cristianos más débiles (capítulo 9). A lo largo de la carta, el enfoque de Pablo está en resolver las diferencias y problemas con el objetivo de preservar el orden y el amarnos mutuamente, en lugar de proteger nuestros derechos percibidos.

En una cultura como Corinto, o Washington D.C., donde todos intentan salvaguardar su propia reputación y obtener lo que puedan egoístamente, el dejar a un lado mis derechos por el bien de otros es un reflejo tan poderoso del evangelio. Porque eso es exactamente lo que ha hecho Jesús por nosotros. La belleza de la cruz está en la humildad de aquel que voluntariamente abandonó el cielo por nuestro bien, cuando tenía todo el derecho de dejarnos en nuestros pecados. Mark Dever lo resume bien: «Desde mi punto de vista como pastor, con el tiempo se vuelve evidente qué hermanos y hermanos en una iglesia tienen un efecto edificante en quienes los rodean. No necesitan dirigir un comité. No necesitan enseñar una clase dominical. Simplemente puedes ver cómo Dios compromete gradualmente diferentes ministerios y oportunidades en manos de ciertas personas porque lo aman y están dispuestos a entregarse en amor por los demás, sin preocuparse en particular por tener la razón o ser reconocidos. Todos deberíamos esforzarnos por ser esta clase de cristianos, no los que buscan proteger su reputación y «territorio», ¡sino aquellos que se sirven mutuamente sin alarde y con amor!».

Otra estrategia que usa Pablo es apelar a nuestro rol como iglesia como imagen de Cristo. Puedes ver esto especialmente en la serie de problemas con los que Pablo trata en esta carta que tienen que ver con las reuniones públicas de la iglesia, incluyendo: el rol de los hombres y las mujeres en la iglesia (11:2–16); el abuso de la Cena del Señor (11:17-34); y la práctica de los dones espirituales, específicamente de aquellos que parecen más espectaculares. Esta iglesia se había vuelto tan desordenada que en sus reuniones públicas no se congregaban «para lo mejor, sino para lo peor» (11:17).

La iglesia es instruida para honrar el orden del liderazgo establecido por Dios: Dios es la cabeza de todo, Cristo es la cabeza de todo hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer (1:3), aunque ni el hombre ni la mujer son independientes del otro en Cristo (11:11). En la Cena del Señor, las divisiones son para los que están lejos y debemos esperarnos mutuamente para que podamos recordar la muerte del Señor al unísono (11:17-33).

El último de estos problemas asociados con las reuniones públicas de la iglesia era el uso de los dones espirituales. Vinculada al deseo de ser impresionantes estaba la obsesión de los corintios por el don de lenguas. Esto se desarrolló de dos maneras, las cuales minaron la salud y el crecimiento de toda la iglesia. Hizo que aquellos que no hablaban en lenguas se preguntaran si realmente había un lugar para ellos en la congregación. E hizo que aquellos que tenían el don de lenguas se sintieran súper espirituales e importantes. ¿De qué manera Pablo aborda esto?

Bueno, recuerdas las palabras que Jesús dijo a Pablo de camino a Damasco: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Pablo sabía que Jesús se identificaba tanto con los cristianos que sentía lo que ellos padecían.

De esta manera, Pablo usa la imagen del cuerpo de Cristo para mostrarnos cuán ridículo y deshonroso era su encaprichamiento con un don por encima de otro.

1 Corintios 12:27: «Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular».

Así, a la persona que duda de su inclusión en el cuerpo por no tener el don que anhela, Pablo dice:

«Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?» (12:14-16).

Al cristiano «más» espiritual que pensaba que solo él contaba en el cuerpo de Cristo por su impresionante don, Pablo sigue diciendo:

«Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro» (12:21-23).

Como resultado, el principio de Pablo para los dones espirituales es uno de edificación. «Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia» (14:12b).

¿Eres de los que tienden a despreciar a los que no tienen los mismos dones que tú? Son dones, ¡no habilidades autodesarrolladas! No nacen contigo. ¡No los creaste! ¿Por qué deberías sentirte orgulloso de ellos? No los recibiste para tu gloria, sino para el bien de toda la iglesia y, por tanto, de la gloria de Dios. Cualesquiera que sean los dones que tengamos, debemos ser humildes, debemos verlos como una mayordomía que debe ser invertida en el bien de otros.

El propósito de usar los dones espirituales, independientemente de cuáles sean, es la edificación no solo de la persona que ejerce el don, sino de todo el cuerpo. «¿Cuándo fue la última vez que asististe a la iglesia y la  principal preocupación de tu corazón era la edificación de otros hermanos? ¿O, por lo general, anticipas lo que personalmente creerías más útil, si un himno o una oración te conmueven, si sales a tiempo, o si luego hablas con las personas adecuadas? ¿Cuándo fue la última vez que estuviste genuinamente preocupado por la edificación de los que te rodean? No en el sentido de si les gustó este o aquel himno, sino en el sentido de si están siendo edificados en la fe. ¿Buscas a tus mejores amigos después del servicio o buscas a visitantes y rostros desconocidos? ¿Oras antes y durante el servicio para que Dios use específicamente el tiempo que tenemos juntos el domingo como familia de la iglesia para trabajar en tu corazón y en el de los demás?».

¿Son estos pensamientos nuevos o desafiantes para ti? Bueno, has encontrado un buen lugar para comenzar a desarrollar un corazón que desee amar y edificar a otros. ¡Oremos para que nuestra iglesia continúe siendo un lugar donde cada uno de nosotros busque la edificación de los demás y no la autopromoción! Porque hemos sido comprados por la sangre de Cristo para convertirnos en su cuerpo.

CONCLUSIÓN

La iglesia centrada en el evangelio debe caracterizarse por la unidad, la santidad y la edificación. En todas estas cosas, no debemos pensar como el mundo. Debemos tener el evangelio como principio organizador en nuestras vidas.

Al finalizar, creo que sería útil hacernos algunas preguntas para ayudarnos a evaluar las áreas en las que necesitamos crecer en nuestro entendimiento y nuestras acciones. ¿Solucionamos los conflictos o contribuimos a ellos? ¿Resistimos a la tentación de jactarnos o incluso de adorar a otros seres humanos, o nos rendimos a ella? ¿Somos absolutamente puros en nuestra relación con el sexo opuesto, o somos calculadores y comprometedores? ¿Usamos nuestros dones espirituales para edificar a todos los miembros de la comunidad cristiana, o acaparamos nuestros dones, o usándolos solamente para nuestro beneficio personal? ¿Nuestras acciones están motivadas por el amor y el deseo de edificar a los demás, o por alguna otra motivación inferior? ¿Somos dadores, o tomadores, vienes a la iglesia solo para consumir?

Consideremos estas cosas para nuestras propias vidas, y oremos fervientemente por ellas para nuestra iglesia. Oremos.