Membresía

La Renuncia Preventiva—¿Una tarjeta para salir libre de la cárcel?

Por Jonathan Leeman

Jonathan (@JonathanLeeman) edita la serie de libros 9Marks, así como el 9Marks Journal. También es autor de varios libros sobre la iglesia. Desde su llamado al ministerio, Jonathan ha obtenido un máster en divinidad por el Southern Seminary y un doctorado en eclesiología por la Universidad de Gales. Vive con su esposa y sus cuatro hijas en Cheverly, Maryland, donde es anciano de la Iglesia Bautista de Cheverly.
Artículo
16.04.2018

Muchas veces los líderes de iglesia preguntan cómo pueden responder cuando una persona que está siendo disciplinada por la iglesia renuncia antes de que sea completado el proceso disciplinario. ¿Deben ellos aceptar la renuncia o seguir hacia adelante con la excomunión?

Supongamos que un hombre decide dejar a su esposa por otra mujer. Otros miembros de la iglesia le piden al hombre que se arrepienta y vuelva donde su esposa, pero él no lo hace. Se lo piden nuevamente, pero esta vez también le advierten la posibilidad de la excomunión. Así que él renuncia de la membresía. Caso cerrado. Ahora él está inmune. O por lo menos eso es lo que el hombre adúltero está diciendo. ¿Está eso correcto?

EL CASO POR PERMITIR RENUNCIAS PREVENTIVAS

Un caso cívico por permitir renuncias preventivas establecería que las iglesias locales, en el contexto de una sociedad cívica democrática, son «organizaciones voluntarias», al igual que los Boy Scouts, una liga de soccer de mujeres, o un club de jardinería. Puedes elegir unirte o puede elegir irte. Y nadie le da a una iglesia el derecho de decir otra cosa diferente. En un contexto cívico liberal, el individuo reina. Ahora, añade una capa teológica al argumento de la renuncia preventiva. Los seres humanos no dependen de sus familias, sus iglesias, sus naciones, o sus párrocos para tener una relación con Dios. Deben depender de Cristo. Sólo él es el mediador entre Dios y el hombre. Esto significa que las iglesias no deben negarles a las personas la habilidad de actuar según sus conciencias, lo cual incluye permitirles irse de la iglesia cuando lo deseen. Por otro lado, la iglesia niega de forma efectiva la capacidad del alma y se coloca equivocadamente entre el individuo y el Salvador del individuo. ¿No es así?

EL CASO CONTRA PERMITIR LAS RENUNCIAS PREVENTIVAS

En cambio, tanto las objeciones cívicas como las teológicas dependen de la idea reduccionista sobre lo que la iglesia es en la tierra. La iglesia en la tierra no existe sólo porque una cantidad de individuos han decidido libremente asociarse juntos en un área de interés común a ellos, como sucede con los Boy Scouts. No existe sólo como una ayuda para nuestra santificación como creyentes, como nos lo puede hacer creer un concepto exagerado de la habilidad del alma.

En lugar de eso, la iglesia existe porque Cristo vino a establecer su reino, y él lo hizo para que un grupo específico de personas representara su reino celestial en la tierra (ver Mateo 3:2; 4:7; 5:3; 5; 6:10, 19-20; 13:11). La iglesia existe no sólo por el bien de su propia santificación o finalmente por el bien del mundo. Existe para cumplir la tarea dada originalmente a Adán e Israel que fue finalmente cumplida en Cristo, la tarea de imaginar o representar el reino glorioso de Dios en la tierra.

El problema es que muchos hipócritas declararán pertenecer al reino basado en relaciones familiares u obras de justicia (ver Mateo 3:9; 6:1, 2-3, 5-6, 16-17; 8:11-12; 13:47-50), y muchos vendrán declarando el nombre de Cristo y diciendo «Señor, Señor» (Mateo 7:21-23; 24:5). Pero el reino no pertenece a cualquiera y todos los profesantes; pertenece sólo a aquellos que producen el fruto del reino al mantenerse en una actitud de arrepentimiento (Mateo 3:8; 5:3-13; 7:15-20, 7:24-27; 18:3-4). «Cuida que nadie te engañe», dice Jesús, anticipando esas falsas profesiones de fe (Mateo 24:4).

Como tal, Jesús otorgó a las iglesias locales, que son las representaciones de su reino, la autoridad para atar y desatar, lo cual incluye la habilidad para excomulgar (Mateo 16:19; 18:17-19). La excomunión, entonces, es un aspecto de la autoridad que Cristo otorga a la iglesia local con el fin de guardar el nombre y la reputación de Cristo en la tierra (Mateo 18:15-20). Es una manera de decir que alguien ya no pertenece al reino de Cristo, sino al reino de satanás (1 Corintios 5:5). Así como el bautismo es una forma de afirmar públicamente la profesión de fe de un individuo (ver Mateo 28:19), la excomunión funciona como la manera en que la iglesia remueve públicamente su afirmación corporativa de la profesión de un individuo debido a que esa profesión parece ser fraudulenta.

Recuerda que la membresía de la iglesia es de parte de la iglesia: es la afirmación formal de la iglesia de tu profesión de fe, junto al compromiso de supervisar tu discipulado. Sin disciplina, esa afirmación y supervisión no tienen significado, ¿qué tan buena es la afirmación? Para que esa afirmación y supervisión tengan significado, la iglesia necesita estar dispuesta a «corregir el expediente». Lo cual es la excomunión: la iglesia diciéndole a la comunidad, «anteriormente afirmamos la profesión de fe de esta persona, pero ya no podemos hacerlo más». Por tanto, al individuo puede que no le guste, pero la iglesia tiene sus propios problemas de relaciones públicas que resolver cuando el individuo que está en disciplina trata de renunciar. De hecho, cuando un individuo trata de renuncia mientras está en proceso disciplinario está busca obligar a toda la iglesia a hacer una declaración pública sobre el individuo que la iglesia no cree.

Con todo esto en mente, considera una vez más el ejemplo del hombre que deja a su esposa por otra mujer. El hombre sigue profesando fe en Cristo, pero su profesión ahora parece ser fraudulenta, porque su vida no produce fruto en el hecho de mantener una actitud de arrepentimiento (Mateo 3:8). A él se le ha pedido que se arrepienta, pero no lo hará. Aunque se le dio a elegir entre su pecado y los mandatos de quien él llama su Señor, él escoge su pecado. Precisamente para dichos casos, Jesús le ha dado a la iglesia local la autoridad para excomulgar, la autoridad para remover su afirmación pública de la profesión de fe del hombre. Una vez que la iglesia haya afirmado públicamente la profesión de fe del hombre al aceptarlo en la membresía y compartir el bautismo y la cena del Señor con él, le está diciendo al mundo que observa, «si, afirmamos que este hombre es un seguidor de Cristo». Pero ahora la iglesia no quiere que el mundo sea engañado por la aparente falsa profesión. Por tanto, actúa a través de la disciplina de iglesia para aclarar el estatus de este hombre ante sus propios miembros y el mundo que observa.

Al hacerlo, dice de manera efectiva, «no, así no es como luce un seguidor de Cristo. No podemos afirmar su profesión de fe, y ya no podemos identificarlo con nosotros, porque hacerlo significa identificarlo con nuestro Señor. Y nuestro Señor nunca abandonaría a su esposa». Sí, es verdad que las personas son responsables ante Dios y no ante sus iglesias. Sí, es verdad que las personas deben escoger el lado de Dios en lugar del de la iglesia cuando una iglesia requiera que sus miembros hagan algo opuesto a la Palabra de Dios. Sí, es verdad que la iglesia es una «organización voluntaria» porque no puede reclutar los miembros como si fuera el ejército, o retenerlos para que no se vayan como si fueran esclavos. Sólo somos justificados por medio de la fe. Aun así, Cristo le ha dado a la reunión corporativa de creyentes una autoridad que no le ha dado al individuo: la autoridad, podríamos llamarla, de guardar las fronteras del reino al hacer declaraciones públicas en nombre de Cristo.

Es como la autoridad que tiene el secretario de prensa de la Casa Blanca para hablar oficialmente en nombre del presidente, o de una embajada para hablar oficialmente en nombre de su gobierno. La persona que trata de adelantarse a este proceso renunciando antes de que la iglesia promulgue la disciplina formal, es culpable de usurpar la autoridad apostólica de la iglesia al hablar de esta manera. Al hacerlo, complica su culpabilidad, como el criminal que es acusado de «resistir el arresto».

PASOS PRÁCTICOS

¿Es que una iglesia se pone en riesgo legal al negar una renuncia preventiva y proceder con la disciplina? Puede hacerlo, pero ese riesgo es mejorado sino totalmente arreglado, cuando se toman dos pasos prácticos:

1. Incluyendo una declaración sobre la disciplina de iglesia en los documentos oficiales de la iglesia, ya sea una constitución o unos estatutos.

2. Enseñando claramente sobre la posibilidad de la disciplina de iglesia a todos los miembros que son aceptados, e incluyendo su enseñanza en el curriculum regular para miembros prospectos.

¿Deberían las iglesias disciplinar a los miembros que renuncian explícitamente de la fe? No lo creo. En lugar de eso, la iglesia debe hacer lo que hace cuando alguien muere—reconocer el hecho y borrar el nombre del directorio de membresía de la iglesia. Eso es todo lo que puede hacer. Cristo no le ha dado a la iglesia la autoridad sobre la muerte o sobre aquellos que no mencionan su nombre. En cada caso, el pacto de iglesia es simplemente un hecho discutible. Vale la pena destacar que dos de los pasajes más importantes sobre disciplina de iglesia (Mateo 18:15-17 y 1 Corintios 5) instruyen a la iglesia sobre cómo responder a alguien que dice ser un hermano.

CONCLUSIÓN

Para establecer el argumento en un párrafo, podemos decir que terminar la membresía de alguien en una iglesia requiere del consentimiento de ambas partes. Nos unimos a una iglesia a través del consentimiento de la iglesia, y la dejamos por el mismo concepto, porque es la iglesia local que tiene la autoridad para representar a Cristo públicamente en la tierra de la misma manera que lo hace una embajada ante su país de origen. Cristo le dio a la iglesia la autoridad para atar y desatar, pero no al individuo cristiano. El hombre que sigue llamándose a sí mismo cristiano y sin embargo busca evitar el proceso de disciplina de la iglesia, es culpable de usurpar el poder de las llaves del reino. Cristo ha hecho que la iglesia sea su apoderada en la tierra exactamente para esos casos, para que los herejes e hipócritas no presuman de seguir hablando en nombre de Cristo.

Traducido por Samantha Paz.

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