Disciplina

La Disciplina de Iglesia comienza contigo

Por Whitney Woollard

Escritora, conferencista y profesora de Biblia para mujeres en Portland, Oregón, donde ella y su esposo Neal asisten a Hinson Baptist Church. Tiene una maestría en Estudios Bíblicos y Teológicos del Western Seminary, y le encanta compartir su pasión por la Biblia y la buena teología con los demás. Puedes ver su trabajo en su página web, www.whitneywoollard.com
Artículo
09.05.2019

¿Qué viene a tu mente cuando piensas en disciplina de iglesia? Si eres como yo, inmediatamente te referirás a casos difíciles que necesitan medidas fuertes de los líderes de iglesia. Piensas en los «grandes pecados» y cómo responden las «grandes armas» (por ejemplo: ancianos/pastores o líderes de iglesia). La disciplina de iglesia puede involucrar a toda la iglesia y sus líderes. Pero la disciplina de iglesia realmente comienza, y por la gracia de Dios termina, contigo y conmigo. «Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano» (Mateo 18:15 NVI).

En amor, confrontas el pecado con la esperanza de crecer juntos en la piedad. Y lo haces una y otra vez durante el curso ordinario del discipulado, muy parecido al movimiento de los fundamentos. Algo simple y llano, ¿verdad?

Sí y no. Es simple pero !da miedo! Lucho con el temor cuando voy a confrontar a alguien. Cuestiono y me enfoco mucho en mí mismo (¿Quién soy yo para juzgarlos? o ¿qué sucede si me rechazan?) De hecho, haría todo lo posible por evitar una conversación incómoda e molesta.

Pero la enseñanza de Jesús es clara, la disciplina de iglesia comienza contigo. Por tanto, necesitamos tomarla seriamente y trabajar para cultivar una atmósfera en la que la disciplina sea una parte saludable del proceso de discipulado.

Una vez escuché a un anciano decir que necesitábamos poner al «discípulo» en la disciplina nuevamente. ¡Amén! El énfasis en la disciplina debe siempre estar en crecimiento como discípulos de Jesús. Conforme le damos la importancia merecida al discipulado, la disciplina se convertirá en algo menos «temeroso» y más natural. Dicho esto, a continuación cinco cosas que he aprendido en mis relaciones de discipulado que pueden aplicar grandemente tanto para hombres como para mujeres.

  1. Construye relaciones significativas.

Necesitas estar en una relación verdadera con los demás en tu iglesia local, lo suficientemente estrecha para toparte con el pecado de ellos de vez en cuando. No necesitas ser «groseros» con todos o convertirte en alguien extrovertido. Pero conoce la historia, vidas y familias de los demás. Pasa tiempo juntos, comparte almuerzos, participa de las alegrías y tristezas mutuas. Haz  todo lo necesario para tener una relación significativa, incluyendo luchar juntos por el pecado. En este contexto, una reprensión suave hacia o de un amigo no es tan trascendental. Es la regla. Pero comienza con desarrollar una verdadera relación con por lo menos una persona de tu iglesia.

  1. Establece el tono.

Establece un tono redentor para toda la relación. ¡Habla mucho sobre Jesús! Mediten juntos en su gracia, lean la Biblia juntos, hablen sobre cómo el Espíritu está trabajando en sus vidas. Escoge ser transparente y vulnerable, confesando tu propio pecado y tentaciones regularmente. Pide disciplina de los que están cercanos a ti. Permíteles conocer que tu mayor deseo es ser más como Jesús y que necesitarás su ayuda para hacerlo. Mi esposo y yo establecimos este tono para nuestro matrimonio hace una década. Nos comprometimos a la santificación mutua sobre todas las demás cosas, lo cual significa que frecuentemente nos disciplinamos el uno al otro. Ayer él me pidió reconocimientos por una idea que no necesitaba. ¿Siempre amamos esto? ¡De ninguna manera! Pero, ¿amamos a Jesús más de lo que lo hacíamos diez años atrás? Absolutamente. Ese es el regalo de la disciplina.

  1. Haz depósitos frecuentes.

Esta es la asignatura relaciones 101. Haz diez depósitos que den vida por cada retiro. Busca evidencias de gracia y crecimiento en la vida de las demás personas y luego compártelo con ellos. ¿Has notado que tu amigo es muy suave con sus hijos? ¿O que una madre joven lucha por tener tiempo en la Palabra? Si es así, ¡diles! Construye un capital de relaciones otorgando exhortaciones consistentes para que cuando llegue el tiempo de hacer un «retiro disciplinario», esto no deje su cuenta vacía. Soy más rápida para recibir instrucciones de alguien que sé que está de mi parte de forma incondicional. Cuando esa persona me dice, «Whitney, últimamente has sido muy crítica» escucho atentamente. Los depósitos frecuentes le dicen a esa persona que la amas y estás disponible para ella.

  1. Haz buenas preguntas (y ¡ESCUCHA!)

Una buena pregunta va más allá de diez acusaciones. Las preguntas te ayudan a entender mejor la situación y desarmar el mecanismo de defensa de la otra persona, haciendo que la conversación sea más fructífera. Es mejor acercarse a una hermana y decirle, «he notado que has estado hablando sobre esta persona últimamente. ¿Por qué no has ido donde ella?» en lugar de sentarte y decir, «eres una chismosa y aquí están las diez veces que te he atrapado haciéndolo». Al hacer una pregunta no sólo estás sacando a la luz el pecado del chisme, sino que estás estableciendo las razones por las que ella puede ser propensa al chisme, como la inseguridad o el temor a la gente, lo cual también necesita ser trabajado en el contexto del discipulado amoroso. Es como un «hacer dos cosas en uno». Las confrontas pero también buscas entender dónde están y lo que necesitan en este momento de la vida. Dirigirse a las personas con preguntas en lugar de hacer juicios predeterminados te permite ver la complejidad de la vida y etapas de una situación.

  1. Escoge tus batallas.

Queremos ejercer la disciplina regularmente, pero no nos convirtamos en una comunidad que siempre está buscando el pecado. He sido parte de una iglesia que busca el pecado, ¡y es algo descorazonador, para no decir incómodo! Se sentía como si tuviera que fabricar pecados para encajar. Este no es el concepto de Mateo 18. El verdadero discipulado significa entender cuando confrontar el pecado y cuando ocultarlo. Pedro nos recuerda que sobre todas las cosas debemos amarnos unos a otros profundamente «porque el amor cubre multitud de pecados» (1 Pedro 4:8). Habrá ocasiones en que verás el pecado y simplemente tendrás que callarte hasta otro momento. Esto no significa que estamos ocultando el pecado (el pecado siempre debe ser tomado seriamente); sino que lo ocultamos para proteger y amar a esa persona. Si proclamas públicamente todos los pecados que ves, esto creará una cultura de ansiedad, a medida que las personas se apartan por la carga de tu escrutinio. Así que, escoge tus batallas luego de mucha oración y sabiduría dirigida por el Espíritu.

Incluir estos puntos representará recorrer un largo camino en una cultura donde la disciplina es algo natural en el discipulado. Sin embargo, debido a que este es un tema delicado, sería algo negligente de mi parte no abordar más de un aspecto.

¡Revísate a ti mismo antes de destruirte, y destruir tu relación!

No es un secreto, soy una adicta al hip hop, al rap y al R&B. Fui criada en ello y el funk corre por mis venas. Por tanto, cuando pienso en conclusiones finales sobre la disciplina de iglesia, no puedo hacer más que escuchar palabras frías fuera de lugar, «revísate a ti mismo antes de destruirte a ti mismo». En eso hay sabiduría. Cuando somos dejados a nuestra propia merced, los humanos tenemos la capacidad de destruir algo bueno.

La disciplina de iglesia no es diferente. Si no tenemos cuidado podemos convertir algo bueno en malo. Por eso es que necesitamos «revisarnos» para que no terminemos haciendo más daño que discipulado. Nadie enfocará la disciplina «perfectamente», pero podemos hacerlo  humildemente, chequeándonos a nosotros mismos para asegurar que estamos amando, sirviendo y protegiendo a la(s) persona(s) involucrada:

  1.  Revisa tu vida.

No estarás sin pecado antes de confrontar el pecado de alguien, pero no ignores la viga de tu propio ojo. Pregúntate, «¿hay algún pecado escondido o frecuente en mi vida que necesito confesar?» Puede que tengas que comenzar la confrontación confesando tu pecado antes de dirigirte al de la otra persona.

  1.  Revisa tu corazón.

La disciplina es motivada por el amor genuino hacia alguien. Si estás más preocupado por «ganar» la conversación o probar que tienes la razón, entonces no tienes en mente lo mejor para la persona. No hay espacio para las venganzas personales o rencores guardados en la confrontación piadosa. Si no puedes reprender a alguien en amor, entonces deja que alguien que pueda hacerlo lo haga.

  1.  Revisa tus emociones.

Si estás molesta de una manera en particular por una ofensa, sugiero que esperes hasta estar calmada para hacer la confrontación. No necesitas estar sin emociones, pero si estar en control de tus emociones. Frecuentemente, cuando las personas abordan un pecado mientras están airadas o frustradas, terminamos pecando nosotras mismas. Es mejor esperar y calmarte antes de decir algo que no puedas luego reparar.

  1.  Revisa tus palabras.

Las palabras son importantes. Las palabras imprudentes, aún aquellas dichas con buenas intenciones, pueden causar muchas heridas. Tus palabras deben ser claras y firmes, además de gentiles y restauradoras. Si es necesario, anota algunas cosas antes de asegurarte de que no estás siendo muy informal o grosera, ¡hazlo sin falta!

  1.  Revisa tu objetivo.

El objetivo de la disciplina es siempre el arrepentimiento, la restauración, la reconciliación, si es necesaria. Al igual que Jesús, que entregó su vida para que pudieras ser reconciliada con el Padre, buscas el bienestar de los demás, aún cuando represente un sacrificio para ti. Siempre pregunta, «¿por qué estoy haciendo esto?» Si se trata de algo diferente al arrepentimiento y la restauración, espera y ora hasta que hayas revisado tus objetivos. Con todas las «ayudas» a la mano, te exhorto a que seas valiente en la disciplina de iglesia, pues ya es un medio importante de gracia. Una iglesia amorosa será una iglesia que disciplina. Y la carga de esa disciplina está primeramente en nosotros «cristianos ordinarios» que constituyen la comunidad de discipulado. Amémonos unos a otros lo suficiente para confrontar el pecado y llamémonos unos a otros al arrepentimiento para así caminar juntos hacia Jesús.