Clases esenciales: Evangelismo

Evangelismo – Clase 3: El Evangelio

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
05.05.2018

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Clase esencial
Evangelismo
Clase 3: El Evangelio


Bienvenido al seminario básico «Evangelismo». Oremos antes de comenzar.

Introducción

Esta la tercera clase de trece acerca del evangelismo. Esta clase está diseñada para prepararte y exhortarte a ser activo e intencional en llevar el evangelio a las personas que Dios ha puesto a tu alrededor.

Recuento de la semana pasada: Hablamos acerca del importante tema de nuestro rol en el evangelismo. Analizamos el hecho de que Dios es soberano en la salvación.  Recuerda que cuando decimos que Dios es soberano, nos referimos a que él tiene el control de todas las cosas. Por tanto, si Dios está en control de todo, incluyendo la salvación, entonces eso significa que somos libres para ser fieles en comunicar a otros las buenas noticias; y su salvación no depende finalmente de cuán persuasivos seamos.

¿Cuáles dijimos que eran algunas de las formas de descansar en la soberanía de Dios  que nos ayudaban en el evangelismo?

A. La soberanía de Dios nos enseña a confiar plenamente en su poder para salvar a los pecadores.
B. La soberanía de Dios nos recuerda que no deberíamos tener miedo de evangelizar.
C. La soberanía de Dios impulsa el evangelismo fiel, en lugar de excusarlo.

También discutimos el hecho de que la soberanía de Dios no elimina de ninguna manera nuestra responsabilidad de ser activos, intencionales y persistentes en compartir el evangelio. Resumimos nuestra responsabilidad bíblica con tres palabras. ¿Cuáles eran?

Orar, buscar y proclamar. Oramos para que Dios salve a los pecadores. Buscamos a otros en el evangelismo. Y proclamamos el evangelio.

En la clase de hoy, estaremos conversando acerca de cuál es nuestra proclamación. ¿Qué es el evangelio de Jesús? El propósito de esta clase es proveer una clara comprensión de lo que Dios nos ha llamado a comunicar a los perdidos que ha colocado en nuestro entorno. Acabo de comentarte que la soberanía de Dios significa que la aceptación o el rechazo de una persona no depende en última instancia de cuán persuasivos seamos al hacerlo. Eso es verdad. Sin embargo, también queremos ser fieles en ser claros.

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Como cuando vas a un buen restaurante y ordenas una linda cena… el mesero llega con un plato hecho un  desastre… técnicamente, el chef te dio lo que querías… pero no es para nada útil. Lo mismo pudiera decirse de cómo presentamos el evangelio. Pudiera resultar con todos los detalles correctos, pero en un desorden confuso, casi incoherente, o podría ser claro. Sin duda, preferirías ser claro.

En otras palabras, cuando comunicamos a alguien el evangelio, queremos intentar dejar a esa persona con una mejor comprensión del mismo, no más confundida. Quizá se quede con algunas dudas. Eso está bien. Queremos, al menos, intentar darles lo más importante a lo que podemos aferrarnos.

Toma un momento para darle un vistazo a tu folleto y ver cómo planeamos abrirnos camino en la clase de hoy.

1. ¿Qué dice la Biblia acerca del evangelio?

Pregunta: ¿Puedes decirme qué significa la palabra «evangelio»?

La palabra «evangelio» literalmente significa «buenas noticias». Específicamente, las buenas noticias de lo que Dios ha hecho a través de su hijo Jesús para salvar a los pecadores.

Hay muchas cosas que escuchamos diariamente que serían consideradas buenas noticias. Un bebé recién nacido, un aumento salarial, un título universitario, pagar el último pago de la hipoteca de tu casa, un diagnostico favorable frente a una amenaza de salud. Todos estos ejemplos serían considerados buenas noticias, pero las buenas noticias que presenta la Biblia son claramente diferentes. Están completamente en otro nivel. ¿Cómo así?

A. El evangelio tiene poder para salvar a los pecadores (Romanos 1:16-17).

«16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá».

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Decir que el evangelio tiene poder significa que es mucho más que un mensaje inspirador. Esa clase de mensaje solo inspira por un momento, porque no tiene poder. Es como un viejo auto de carreras con un motor muerto. Puedes tomar ese auto de carreras, darle una nueva capa de pintura, ponerle unos neumáticos relucientes y adornarlo con algunas calcomanías para que parezca que anda muy rápido. Sin embargo, no irá a ningún lado sin un nuevo motor que lo encienda.

El evangelio es poderoso. Tan poderoso que garantiza la salvación a todos los que creen. El profeta Ezequiel (Ez. 37) nos da una representación surrealista de este poder cuando, en su visión, está frente a un valle de huesos secos y muertos, y profetiza que Dios levantará los huesos muertos y los cubrirá con un cuerpo de carne y soplará aliento de vida en ellos.

B. El evangelio no es simple sabiduría humana (1 Co. 1:17).

«17 Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo».

Si dependiera de nosotros ofrecer una alternativa, en nuestra propia sabiduría, intentaríamos que la cruz se viera bonita o atractiva. Pero nuestra versión de la cruz no concuerda con la sabiduría de Dios.

El apóstol Pablo, quien escribió el versículo que acabamos de leer, sigue diciendo unas líneas después:

«22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. 25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres».

C. Hay evangelios falsos en el mundo que terminan en muerte (Gá. 1:6-12).

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«Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema».

Esto quiere decir que el evangelio no es…

  • Puedes hacerlo si te enfocas en ello (Evangelio farisaico).
  • Estoy bien, estás bien (La verdad es relativa, evangelio liberal).
  • Jesús hará que tu vida sea mejor (sana, próspera, sabia).
  • Hacer del mundo un lugar mejor (alimentar, vestir, construir, reciclar)

D. El evangelio exige una respuesta correcta (Ro. 10:16; cf.2 Ts. 1:8; 1 P. 4:17)

[Eso significa que el evangelio no es una sugerencia o una invitación. Es un mandato que debe ser obedecido].

«16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?».

2. ¿Qué dice la Biblia que es el evangelio?

¿Es que Dios perdonará tus pecados si confías en él?

¿Es que Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida?

¿Es que Dios promete hacernos exitosos y felices?

Estas cosas suenan como buenas noticias. Antes de mirar las Escrituras, intentemos resumir qué creemos que es el evangelio en una oración o dos. ¿Qué son las buenas noticias?

Esta era parte de la tarea asignada la semana pasada.

La declaración más clara acerca del evangelio se encuentra en 1 Corintios 15. Ve conmigo allí. 

«1 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce».

En este pasaje vemos el corazón de lo que la Biblia llama las buenas noticias. Hay varios componentes en este pasaje, resaltaremos tres de ellos.

Primero, vemos que Cristo murió y resucitó de los muertos (v.3-4).

Segundo, vemos que Cristo murió por nuestros pecados (v.3). 

Tercero, vemos que somos salvos si recibimos y nos aferramos al evangelio (v-1-2)[1].

Lo que hace que las buenas noticias sean buenas es que Dios ha prometido que podemos obtener los beneficios de lo que Cristo ha hecho. Los beneficios que recibimos son multiples:

  • La salvación
  • La paz con Dios
  • Una relación con nuestro Padre Celestial
  • Una herencia eterna e incorruptible
  • Un cuerpo futuro, glorificado y sin pecado
  • La capacidad de vencer la tentación de pecar
  • La guía del Espíritu Santo
  • La capacidad de llevar fruto espiritual
  • La victoria sobre la muerte
  • Una mente y conciencia renovadas

Para obtener estos beneficios, se necesita una respuesta.

¿Cuál es la respuesta que Dios demanda de los pecadores?

En nuestro texto, nos dice que recibamos el evangelio.

¿Cómo lo recibimos?

¿Lo obtenemos después de realizar cierta cantidad de buenas obras?

¿Simplemente reconocemos hechos acerca de Dios y Jesús y luego continuamos con nuestras vidas sin cambios?

¿Quizá necesitamos añadir algo a lo que Jesús ya ha hecho por nosotros? ¿Algo así como que él comenzó el trabajo, pero nosotros lo terminamos para asegurarnos de entrar al cielo?

Entonces, ¿cómo describe la Biblia que deberíamos recibir el evangelio? Considera los siguientes versículos:

Marcos 1:15: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio».

Hechos 2:37-38: «Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo».

Hechos 3:18-20: «Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado».

3. ¿Qué más deberíamos decir cuando compartimos el evangelio?

¿Alguna vez has compartido el evangelio con alguien, y después que termina la conversación, sientes que olvidaste algo crucial?

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Sé que yo lo he hecho. Recuerdo haberme unido a un equipo de evangelismo callejero una noche en la ciudad. Estaba hablando con un hombre hindú, y él estaba lleno de respuestas rápidas. De alguna manera me desanimó en lo que estaba tratando de decirle, y recuerdo haber tenido una noche de sueño terrible, porque seguía reproduciendo la conversación en mi mente, viendo dónde había olvidado decirle una parte crucial.

Lo que hemos hablado esta mañana es de la mayor importancia.

El evangelio es el mensaje de Dios que levanta almas de entre los muertos. Es poder de Dios para salvación.

Sin embargo, es importante que cuando hablemos con personas acerca del evangelio lo hagamos de tal manera que los ayude a comprenderlo fácilmente.

Si le decimos a la gente: «Jesús murió por los pecados y resucitó de la tumba» habremos comunicado las buenas nuevas, pero hacen falta ciertos detalles para que puedan entender el mensaje. El oyente del mensaje tal vez tenga preguntas como: «¿Quién es Jesús?», «¿qué son los pecados?», «¿por qué él murió por los pecados» o «¿qué significa para mí que yo reciba este mensaje?».

Para ayudar a aquellos con quienes compartimos el evangelio a entenderlo con más claridad, nos gustaría sugerir una historia de cuatro partes. Estas cuatro partes son: Dios, Hombre, Jesús, Respuesta.

Personalmente he usado esto muchas veces cuando evangelizo. Una vez fue realmente útil cuando oí un golpe en la puerta de mi casa y encontré a un testigo de Jehová que quería hablar conmigo acerca de su supuesto evangelio.

En la superficie, los testigos de Jehová intentan no parecer muy diferentes a los cristianos. Ni siquiera dirán que son testigos de Jehová. Sabiendo esto, paso por Dios, el hombre, Cristo, la respuesta, y casi instantáneamente aparecen las diferencias. «Oh no, Jesús no es eterno, ha sido creado… no, no vamos al infierno… etc.».

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Es como cuando tienes un parcheado en la rueda de tu bicicleta: bombeas el tubo con aire y luego echas agua sobre él para ver dónde salen las burbujas. Aquí, estás echando el agua de la verdad de Dios sobre un evangelio defectuoso, y viendo dónde aparecen los errores.

A. El Dios que creó los cielos y la tierra, creó a la humanidad para que le adorará y estuviera en comunión con él.

El hecho de que el Dios de la Biblia es el Dios que creó todo lo que existe es muy importante. La Biblia exalta constantemente a Dios como el Dios verdadero porque es él es el creador en contraste con los dioses falsos, que no crearon, sino que en realidad son creados por el hombre (Gn. 1:1; Is. 44:9-28; Jer. 10:10; Jn. 17:3; 1 Ts. 1:9; 1 Jn. 5:20).

Puesto que Dios es creador, tiene ‘derechos’ sobre todo lo que existe (Sal. 24:1, 50:10-12). Así como un niño debe respetar y honrar a sus padres simplemente porque son sus padres, de la misma manera, las creaciones de Dios le deben respeto y adoración porque él les dio vida. No obstante, Dios no creó a las personas solamente para que se sometieran a él y nada más. Dios es un Dios personal que creó a los humanos no solo para adorarlo y servirlo, sino también para tener comunión con él (1 Corintios 1:9; 1 Juan 1:3). 

B. El hombre se ha rebelado contra Dios y se ha convertido en esclavo del pecado; como resultado permanece bajo la santa ira y el juicio de Dios.

Una de los problemas clave para comprender la salvación es responder a la pregunta: «¿De qué me salvo?». Muchas veces los cristianos simplemente responden: «Soy salvo de ir al infierno». Esto es verdaderamente cierto, pero no es toda la verdad. La humanidad necesita ser rescatada de dos cosas principales:

De la esclavitud al pecado y de la ira y el juicio eterno de Dios. 

i. La esclavitud al pecado

Cuando Adán se rebeló contra Dios, abrió el mundo al pecado que a su vez resultó en la muerte. (Ro. 5: 12-13). Debido a que Adán escogió servir al pecado en lugar de a Dios, Dios entregó a Adán, y consecuentemente al resto de la humanidad, a nuestras propias pasiones y deseos pecaminosos de experimentar la corrupción que trae el pecado (Romanos 1:18-32). Desde Adán, la Biblia enseña que toda la humanidad está esclavizada al pecado y es incapaz de obedecer a Dios (Ro. 8:1-13, Ef. 2:1-3). A causa de nuestra disposición natural al pecado, cada hombre y mujer elige pecar libremente contra el Señor y entre sí (Ro. 3:9-18).

No tenemos que mirar muy lejos para ver la disposición pecaminosa de la humanidad. Lo veo en mis propios hijos. Mis niños de 7 y 5 años se aman y sobre todo juegan bien entre ellos. Pero siempre estoy cerca, porque sé que si los dejamos solos, comenzarán a comportarse egoístamente y eventualmente se pelearán.

Del mismo modo, no conozco a un solo país en la historia del mundo que haya quedado al margen de la corrupción, el robo, el asesinato, el racismo o cualquier otra forma de delito. ¿Por qué? Porque está en nuestra naturaleza pecar, aunque también somos capaces de hacer cosas maravillosamente buenas.

ii. La ira y el juicio eterno de Dios

Debido al pecado de los seres humanos, la ira de Dios ahora recae sobre todas las personas (Romanos 1:18, Efesios 2:1-3). Puesto que Dios es santo y justo (Is. 6: 1-5), odia el pecado y está enojado con aquellos que se rebelan contra él (Deuteronomio 9:28; Sal. 11:5; Is. 1:14; Oseas 9:15; Zacarías 8:17). Por su justa ira contra el pecado, Dios finalmente no permitirá que el pecado quede impune (Ex. 34:6-7; Ezequiel 18:20; Apocalipsis 20: 11-15). En el presente, Dios permite que la humanidad experimente las consecuencias de su pecado (Romanos 1:18-32), y en el juicio final juzgará a los seres humanos según sus obras y condenará a los culpables al castigo eterno en el infierno (Ro. 2:1-16; Ap. 20:11-15).

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Jonathan Edwards describió la ira de Dios como el agua en una represa. A medida que tus pecados contra Dios continúan aumentando, las aguas continúan subiendo. Y el diluvio de la ira de Dios está siendo retenido por Dios mismo, hasta un día en que ya no son retenidos, y nadie puede oponerse.

Si nos detenemos aquí, todo hasta este punto son malas noticias. De hecho, es la peor noticia que podríamos haber escuchado aquí. El Dios del universo está enojado con nosotros por nuestro pecado y nuestra rebelión, y no tenemos dónde escondernos… excepto por el refugio que él provee.

C. Jesucristo, el Hijo de Dios, murió en la cruz y fue levantado de entre los muertos, y ahora se presenta como el Señor que puede salvar a aquellos que se arrepienten y condenar a los que se rebelan.

El evangelio y la salvación (y la historia de la Biblia) encuentran su punto culminante en la persona y obra del Señor Jesucristo. En su misericordia y gracia, Dios prometió hacer un camino para que la humanidad se reconcilie con él (Ro. 5:10, 2 Co. 5:18-19, Efesios 2:16, Col. 1:20-22). El Señor Jesucristo es el cumplimiento de las promesas de Dios.

  • Jesús se hizo hombre (Filipenses 2:4-7),
  • murió en la cruz en lugar de los pecadores (Mateo 27:38-55, 1 Corintios 15:3-4, Isaías 53:6-12, Juan 11:50, 15:13, Romanos 5:17-19; 2 Corintios 5:14-15, 5:21; Gálatas 3:13; Hebreos 10:10, 10:12; 1 Pedro 3:18),
  • y luego se levantó físicamente de la tumba triunfando sobre los poderes del pecado, Satanás y la muerte (Mateo 16:21, 17:23, 20:19, 27:64, 28:1-10, Hechos 10:40, Romanos 1:4, 6:1-14; 1 Corintios 15:1-58).
  • Dios el Padre exaltó a Jesús a su diestra como Señor del cielo y la tierra (Hechos 2:36, 13:30-39, Hebreos 1:1-14)
  • para esperar el día en que regrese para juzgar a los vivos y a los muertos (2 Tesalonicenses 1:6-10; Apocalipsis 19:11-15)
  • y establecer el reino de Dios sobre la tierra (1 Corintios 15:20-28; Apocalipsis 20:1-4).

D. Debemos responder al evangelio apartándonos de nuestro pecado (arrepentimiento) y creyendo en Jesús como Señor y Salvador para recibir el perdón de los pecados.

En este tiempo antes de que Jesús regrese y juzgue la tierra, Dios ofrece la salvación a aquellos que se arrepientan de sus pecados y crean en Jesús (Romanos 3:22, Hechos 2:22-38, 17:30). Arrepentirse significa apartarse del pecado y de la rebelión contra el Señor Jesucristo en fe para obtener el perdón y la salvación (Mateo 3:2, 4:17, Lucas 13:3, Hechos 2:38, 3:19, 11:21, 14:15, 20:21, 26:18, 26:20; 1 Tesalonicenses 1:9; Santiago 5:20, Apocalipsis 9:20). Dios no desea ni acepta un simple servicio exterior, espectáculo o ritual religioso; en cambio, él ordena una devoción de todo corazón y una vida que se niega a sí misma y sigue a Cristo (Mateo 16:24-28, Lucas 9:23-27).

Esta clase de devoción a Cristo es impulsada por la fe. El autor de Hebreos describe la fe como: «la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11:1). Sería útil mencionar aquí que la fe nunca debe confundirse con el simple conocimiento o acuerdo con alguna idea. La fe bíblica implica confianza y compromiso con la persona y obra de Cristo[2]. Así, podemos decir que creemos que George Washington existió. Esa es una posición de fe, porque él no está vivo ahora, pero confiamos en la evidencia histórica. La fe bíblica va un paso más allá. Este tipo de fe no solo dice que Jesús existe, sino que confía en lo que dice acerca de sí mismo, lo que ha hecho y lo que dice que hará.

Cuando nos arrepentimos de nuestro pecado y creemos en Cristo, Dios perdona nuestros pecados (Hechos 13:38, Efesios 1:7, 1 Juan 1:9). Esto significa que él cancela la deuda de nuestro pecado contra sí mismo y nos da su Espíritu Santo para renovar y transformar nuestras vidas. Esta salvación es un regalo de gracia que nunca podríamos ganar o merecer (Hechos 15:11, Romanos 4:5, 11:5-6, Gálatas 2-3, Efesios 2:1-10). Esta misma gracia capacita a los cristianos para vivir una vida que agrada a Dios y nos da la dulce seguridad[3] de que somos suyos (Hechos 4:33, 6:8, 13:43, Romanos 3:24, 5:15, 12:16, 15:15, 1 Corintios 15:10, 2 Corintios 9:8, 12:9).

Ahí está. Dios, Hombre, Cristo, Respuesta.

Es una forma realmente simple y fácil de recordar el evangelio. Se lo enseñé a mi hija esta semana, y también le pareció útil. Espero que también lo sea para ti.

4. Tarea

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[1] ¿Qué significa la perseverancia en la fe?

La Biblia explica claramente que creer en Jesús no implica una decisión única sin otros requisitos. El llamado del evangelio no es simplemente creer por un momento, sino creer durante toda la vida (Mateo 5:13, 24:31; Juan 8:31, 15:6; Romanos 11:22; 1 Co. 10:12, 15:1; Col. 1:22-23; 1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 2:12; Hebreos; 1 Juan 2:19; Judas 20; Ap. 2-3, 14:12, 21:7). Un cristiano es un discípulo (un seguidor) de Cristo que persevera en creer hasta que venga su Señor (Hechos 11:26).

Actualmente muchas personas parecen tener la idea de que el cristianismo simplemente ofrece, una especia de «seguro contra incendios». Desafortunadamente, lo que las personas piensan que Jesús desea es que hagamos la oración de los pecadores, marquemos una casilla, caminemos por un pasillo o vengamos a la iglesia. Esto no podría estar más lejos de la verdad.

El mismo Jesús declara: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará» (Marcos 8:34-35). El llamado del evangelio es ir a Jesús para ser radicalmente transformados en una nueva persona (2 Co. 5:17).

[2] La fe bíblica es como la diferencia entre creer en George Washington y creer en Jesucristo. Creemos en George Washington porque consideramos que verdaderamente fue una persona real y que fue el primer presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, creer en Jesús es mucho más que simplemente creer que él existió. La fe en Jesús es una confianza personal en que él es quien dijo que era y en que él hará lo que dijo haría. Creer en Jesús debería transformar la manera en que vivimos nuestras vidas, creer en George Washington no hace eso.

[3] La seguridad de la salvación es un tema que ha sido altamente debatido desde el inicio de la iglesia. La pregunta que rodea este tema es: «¿Cómo puedo saber si soy salvo?». Esta es una pregunta legítima, ya que la Biblia enseña que hay personas que creen conocer a Cristo, pero que en realidad no lo hacen (Mateo 7:21-23). Las Escrituras también afirman claramente que habrá falsos hermanos en medio de las congregaciones de los fieles (Mateo 13:24-30).

El fundamento de la seguridad del creyente es Cristo mismo. Los cristianos a menudo se han visto consumidos por una introspección morbosa, preocupándose interminablemente sobre si realmente creen o no. Las Escrituras no nos exhortan a hacer esto. Más bien, las Escrituras nos exhortan a enfocarnos en Cristo y a confiar en él (2 Co. 11:3, Hebreos 12:1-2, 1 Juan 5:13). La seguridad proviene de esta contemplación de Cristo; de la confianza en que él cumplirá sus promesas de salvación y vida eterna.

Una advertencia: Las Escrituras no dan seguridad de haber creído (tiempo pasado) en algún momento anterior de la vida. No dan la seguridad de haber realizado alguna observancia ceremonial (caminar por un pasillo, firmar una tarjeta, hacer una oración). Las Escrituras dan seguridad a aquellos que creen (tiempo presente) en Cristo. Nunca hay un punto en la caminata cristiana donde una persona pueda estar segura de la salvación, independientemente de si continúa creyendo en Cristo o no. Cristo es la fuente de la salvación, y uno debe perseverar en la fe en Cristo para poder recibir esa salvación.

El asunto de la seguridad no lidia con la lucha diaria de obedecer a Jesús y tener un 100% de fe. El apóstol Pablo da una fuerte advertencia cuando dice: «Si le negáremos, él también nos negará» (2 Timoteo 2:12). Luego continúa esta grave advertencia diciendo: «Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2:13). Aunque podemos luchar, dudar y cuestionar nuestro caminar con el Señor, Jesús permanece fiel. Negar a Jesús, sin embargo, no trae seguridad. Tener seguridad tiene que ver con estar con Jesús. Como dice Juan: «El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Juan 5:12). Si estás con Jesús, entonces tienes garantizada la vida eterna.