Membresía

¿Es la membresía de la iglesia algo bíblico?

Por Matt Chandler

Matt Chandler es el pastor principal de The Village Church en Dallas, Texas. Puedes encontrarlo en Twitter en @MattChandler74.
Artículo
17.10.2014

“La esposa de Cristo no puede ser adúltera; es pura e inmaculada. Tiene un solo hogar; guarda con casta modestia la santidad de un solo lecho. Nos guarda a nosotros para Dios. Ella designa a los hijos a quienes ha dado a luz para el reino. Cualquiera que esté separado de la Iglesia y unido a una adúltera, está separado de las promesas de la Iglesia; ni puede alcanzar las recompensas de Cristo quien abandone a la Iglesia de Cristo. Es un extraño; es un profano; es un enemigo. Quien no tenga a la Iglesia por madre no puede tener más a Dios por Padre”.

–Cipriano, Tratado sobre la Unidad de la Iglesia, 6.

Cuando llegué a ser el pastor de la Primera Iglesia Bautista del Pueblecito de Highland —conocida ahora como la Iglesia del Pueblecito—, tenía veintiocho años. Lo había pasado bastante mal al principio de mi experiencia de iglesia y en ese momento todavía no había salido del todo de la fase de estar desencantado con la iglesia local.

Para ser sincero, en ese momento no estaba seguro de si la membresía de la iglesia era algo bíblico o no. Aun así, el Espíritu había dejado muy claro que iba a pastorear a esa pequeña iglesia en los suburbios de Dallas. ¡Era una las muchas ironías en mi vida por aquel entonces!

La Primera Iglesia Bautista del Pueblecito de Highland era una iglesia sensible a los buscadores, en el molde de Willow Creek, y no tenía ningún procedimiento formal de membresía, aunque estaban trabajando de forma activa en uno y querían la aportación del nuevo pastor. Yo tenía muy claro el concepto de la Iglesia universal, pero no tenía nada claro el tema de la iglesia local e incluso era algo escéptico al respecto. Empezamos a crecer rápidamente con gente joven y muchas veces desencantada de veintitantos años, normalmente sin ningún trasfondo eclesial o con trasfondos eclesiales malos. Les gustaba la Iglesia del Pueblecito porque éramos “diferentes”. Eso siempre me pareció extraño porque lo único que hacíamos era predicar y cantar.

Al conversar con aquellos hombres y mujeres, empecé a oír comentarios como estos: “La Iglesia está corrupta; solo se trata del dinero y del ego de los pastores”; o: “Yo amo a Jesús; con quien tengo un problema es con la Iglesia”. Mi comentario favorito era: “Cuando la Iglesia se organiza, pierde su poder”. A pesar de que de vez en cuando algo de estos comentarios me sonaba acertado (yo, al igual que la mayoría de la gente de mi generación, tengo mis problemas con conceptos como la autoridad y el compromiso), en general me dejaban confuso por cuanto los estaban haciendo personas que asistían a la iglesia donde yo era el pastor.

DOS PREGUNTAS DE HEBREOS 13:17

Puesto que ya había conflictos avecinándose sobre otras doctrinas que yo consideraba mucho más centrales, me preguntaba si no debíamos dejar el tema de la membresía de la iglesia y volver a él más adelante. Por aquel entonces me estaba preparando para predicar el libro de Hebreos, y “dio la casualidad” de que estaba estudiando el capítulo 13 cuando el versículo 17 me saltó de la página: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”.

Se me ocurrieron dos preguntas. En primer lugar, si no existe ningún requisito bíblico de pertenecer a una iglesia local, ¿entonces a qué líderes debería cualquier creyente en particular obedecer y sujetarse? En segundo lugar, y como algo más personal, ¿por quiénes tendré yo, como pastor, que dar cuenta?

Estas dos preguntas me llevaron a buscar un entendimiento bíblico de la iglesia local, y la búsqueda comenzó con las ideas de la autoridad y la sumisión.

En cuanto a la primera pregunta, las Escrituras claramente mandan a los cristianos a someterse y honrar a un cuerpo de ancianos (He. 13:17, 1 Ti. 5:17). Pero si no existe ningún entendimiento de la membresía de la iglesia local, ¿entonces a quién hemos de someternos y obedecer? ¿A cualquiera que tenga el título de “anciano”, de cualquier iglesia? ¿Deberías tú, como cristiano, obedecer y someterte a esos locos de la Iglesia Bautista de Westboro? Para obedecer las Escrituras, ¿deberías protestar en los entierros de los soldados, tal como parece implicar el pastor de la Iglesia de Westboro?

Y en cuanto a la segunda pregunta, las Escrituras claramente mandan a cada cuerpo de ancianos cuidar de una serie de personas concretas (1 P. 5:1-5; y también Hch. 20:29 y 30). ¿Se me pedirán cuentas, como pastor, por todos los cristianos en el área metropolitana de Dallas? Hay muchas iglesias en Dallas con las que tengo fuertes diferencias teológicas y filosóficas. ¿Tendré yo que dar cuenta de lo que ellas enseñan en sus grupos pequeños, de cómo gastan su dinero y de qué hacen con respecto a la obra misionera internacional?

¿Y LA DISCIPLINA DE LA IGLESIA?

Tras considerar cuestiones de autoridad y de sumisión, el segundo tema que surgió de mi estudio de la iglesia local era la enseñanza bíblica sobre la disciplina de la iglesia.

Se ve en varios lugares, pero en ninguno tan claro como en 1 Corintios 5:1-12. En este texto Pablo se enfrenta con la iglesia en Corinto por haber aprobado a un hombre que andaba en flagrante inmoralidad sexual, sin haberse arrepentido. Los corintios lo estaban celebrando como la gracia de Dios, pero Pablo les advierte de que este tipo de maldad, lejos de llevarles a jactarse, debería llevarles a lamentar. Les califica de arrogantes y les dice que quiten a ese hombre para la destrucción de la carne y para la salvación —se esperaba— de su alma. En los versículos 11 y 12 habla claro: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿Qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?”

Ha sido mi triste experiencia que muy pocas iglesias todavía practican la disciplina de la iglesia, pero ese es un tema para otro artículo en otra ocasión. Mi pregunta, que sale de este texto, es sencilla: ¿Cómo se puede echar a patadas a alguien si no hay de dónde echarle? Si no hay un compromiso local pactado con una comunidad de fe, ¿entonces cómo se quita a alguien de esa comunidad de fe? La disciplina de la iglesia no funcionará si la membresía de la iglesia local no existe.

MUCHA MÁS EVIDENCIA A FAVOR DE LA MEMBRESÍA

Hay otras evidencias en las Escrituras que apoyan la membresía de la iglesia local.

En Hechos 2:37-47 vemos que existe un registro del número de los que han hecho profesión de fe en Cristo que han sido llenos del Espíritu Santo (v. 41), junto con el reconocimiento de que la iglesia estaba siguiendo el crecimiento (v. 47).

En Hechos 6:1-6 vemos elecciones celebrándose con el fin de buscar soluciones para un problema y una acusación concretos.

En Romanos 16:1-16 vemos lo que parece ser una clara conciencia de quién es un miembro de la iglesia.

En 1 Timoteo 5:3-16 vemos clara enseñanza sobre cómo tratar a las viudas en una iglesia, y en los versículos 9-13 leemos lo siguiente: “Sea puesta en la lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido, que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra. Pero viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse, incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe. Y también aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran”.

En este texto vemos los criterios que determinarían quién tendría derecho y quién no tendría derecho a beneficiarse del programa de cuidado de las viudas en Éfeso. La iglesia local en Éfeso estaba organizada y estaba trabajando en un plan.

Podríamos seguir dando ejemplos y planteando preguntas sobre cómo podemos obedecer los mandatos de Dios en 1 Corintios 12 o en Romanos 12 si no estamos conectados y comprometidos con una comunidad de fe local. Pero desarrollar todos los posibles textos requeriría más espacio del que tengo para este artículo.

EL PLAN DE DIOS ES QUE PERTENEZCAMOS A IGLESIAS LOCALES

Cuando uno empieza a mirar estos textos, queda claro que el plan de Dios para su Iglesia es que pertenezcamos a una comunidad de fe local unida por un pacto. Esto es así para nuestra propia protección y maduración, y también para el bien de otras personas.

Si ves la iglesia como una especie de bufet eclesiológico, entonces limitas mucho la probabilidad de tu crecimiento hacia la madurez. El crecimiento hacia la piedad puede doler. Por ejemplo, al interaccionar con otros en mi propio cuerpo local, queda expuesta mi propia falta de celo, además de mi falta de paciencia, mi falta de oración y mi lentitud a la hora de asociarme con la gente humilde (Ro. 12:11-16). Sin embargo, esta interacción también me da la oportunidad de que se me enfrente con amor por parte de hermanos y hermanas que están en las trincheras conmigo, además de brindarme un lugar seguro donde confesarme y arrepentirme. Pero cuando la iglesia no es más que un lugar donde vas sin nunca llegar a pertenecer, como un bufet eclesiológico, tal vez debas preguntarte si siempre te vas cuando el Espíritu Santo empieza a exponer lo que hay en tu corazón y cuando la verdadera obra está comenzando a hacerse.

¿Cómo se puede resumir todo esto? La membresía de la iglesia local no es una cuestión de preferencia personal, sino de obediencia a la Biblia.

Matt Chandler es el pastor principal de The Village Church en la zona de Dallas, Texas.

Artículo traducido por Andrew Birch