Disciplina

El proceso de disciplina debe involucrar las menos personas posibles

Por Jonathan Leeman

Jonathan (@JonathanLeeman) edita la serie de libros 9Marks, así como el 9Marks Journal. También es autor de varios libros sobre la iglesia. Desde su llamado al ministerio, Jonathan ha obtenido un máster en divinidad por el Southern Seminary y un doctorado en eclesiología por la Universidad de Gales. Vive con su esposa y sus cuatro hijas en Cheverly, Maryland, donde es anciano de la Iglesia Bautista de Cheverly.
Artículo
23.01.2015

Un principio claro que emana de Mateo 18:15-20 es que Jesús desea que el proceso de corrección del pecado involucre tan pocas personas como sean necesarias para conseguir el arrepentimiento. Si un encuentro entre
los dos solos produce arrepentimiento, ¡bien! Si es suficiente que sean dos o tres, ¡que no sean más! El asunto debe ser llevado ante la iglesia cuando todos los otros caminos se han agotado.

Está claro que el proceso de Mateo 18 presupone que la mayoría de la gente aún no sabe nada acerca del pecado en cuestión. Cuando los pecados son de carácter público —como en 1 Corintios 5—, puede ser necesario que los líderes de la iglesia digan algo a toda la iglesia. Algo similar ocurre en Filipenses 4, cuando Pablo, delante de toda la iglesia, ruega a Evodia y a Síntique que sean de un mismo sentir (Fil. 4:2-3). Supuestamente, la iglesia ya estaba enterada del desacuerdo.

A veces, el pecado tiene tales consecuencias públicas que debe ser abordado también públicamente, aunque la persona haya demostrado su arrepentimiento en privado. Por ejemplo, este puede ser el caso cuando una mujer se queda embarazada fuera del matrimonio. Los líderes de la iglesia pueden decidir que ella y su compañero —si él asiste a la iglesia— están genuinamente arrepentidos y, por tanto, no hay necesidad de disciplinarlos formalmente. Aunque así sea, es apropiado llevar el asunto con ternura ante la iglesia. Primero, para que enseñen de forma positiva el punto de vista cristiano acerca de la sexualidad usando el ejemplo de la pareja; y segundo, para que los líderes testifiquen de la gracia de Dios en el arrepentimiento de la pareja, mientras que piden a la iglesia que reciban y sirvan a la pareja y a su hijo. Lo quieras o no, si no dices nada en una situación así le estás enseñando a la iglesia que el pecado no es un asunto grave, y además permitirás que la iglesia se ponga a elucubrar y chismorrear acerca de la pareja. No decir nada puede producir aun desconfianza y división.

Las dos patas en las que se apoya el principio de sostener el proceso de la disciplina con tan poca gente como sea posible, son el deseo de ver al pecador arrepentido y el deseo de proteger el nombre de Jesús.