Membresía

El peligro de «ir en búsqueda de una iglesia»

Por Brett McCracken

Brett McCracken es un crítico de cine para el cristianismo de hoy y el autor de Gray Matters: navegando el espacio entre el legalismo y la libertad y el cristianismo inconformista: cuando la iglesia y el frío chocan. Puedes seguirlo en Twitter en @brettmccracken.
Artículo
06.05.2018

El capítulo 13 del libro de Charles Taylor La Era Secular es una narrativa épica de la rápida expansión del individualismo expresivo de la cultura occidental en la época de posguerra. Titulada acertadamente: «La Era de la Autenticidad», el capítulo provee una encuesta irresistible de los estragos surgidos de «esta nueva imaginación s

ocial de individualismo expresivo», mayormente en la cultura, pero particularmente en la religión.

LA ERA DE LA AUTENTICIDAD Y EL INDIVIDUALISMO

Taylor describe cómo nos convertimos en esta era de la autenticidad, donde la fe y la espiritualidad son mayormente comprendidas dentro de la «dispensación expresiva» del consumismo. La fe y la espiritualidad ya no se consideran como necesariamente vinculadas a amplias estructuras de trabajo o asociaciones como las iglesias, particularmente porque dichas cosas imponen una autoridad externa, que es incomprensible en nuestra era de la autenticidad individualista. En esta era, ser espiritual es simplemente «aceptar lo que suena como verdad para tu propio ser interno».

Taylor describe cómo fuimos de una «dispensación paleodurkheimiana» donde se suponía que una conexión con lo sagrado implicaba la pertenencia a una iglesia, a una «dispensación neodurkheimiana» más amigable para el consumidor, donde podemos «entrar en la denominación de nuestra elección» no por obligación social, sino simplemente porque «parece bien». Pero luego eso dio paso a una disposición no durkheimiana ,donde el individualismo expresivo nos lleva a hablar acerca de la iglesia en un lenguaje de elección consumista, de preferencia y comodidad. Aunque él no habla específicamente acerca del fenómeno de «ir en búsqueda de una iglesia» del cristianismo occidental moderno, Taylor lo describe más o menos cuando dice:

La vida o práctica religiosa de la que me convertí en parte debe no sólo ser mi elección, sino que debe hablarme, debe tener sentido en términos de mi desarrollo espiritual conforme entiendo esto. Esto nos lleva más lejos. Se entendió que la elección de denominación tuvo lugar en un marco fijo, como el credo de los apóstoles, la fe de la «iglesia» más amplia. Dentro de este marco de creencias, escojo la iglesia en la que me siento más cómodo. Pero si ahora el enfoque estará en mi caminar espiritual, por tanto, en lo que las ideas me llegan en lenguajes más sutiles que encuentro significativos, entonces mantener este o cualquier otro marco se vuelve cada vez más difícil.

Las observaciones de Taylor sugieren que al perpetuar los paradigmas del «buscador/consumidor» del individualismo expresivo, las iglesias de hoy están estableciendo el escenario para su propia muerte espiritual. Al desviar el enfoque del punto fijo de Jesús a cosas inconstantes, frecuentemente «caminos» divergentes de quienes asisten a la iglesia, las iglesias pierden su relevancia y se convierten en algo inherentemente inestable. Cuando una iglesia deja de enfocarse en las exigencias de la Escritura para nuestras vidas, y pasa a enfocarse más en nuestras exigencias de la iglesia, para que esta  se adapte a nuestras preferencias (por ejemplo: el estilo de música favorito, la duración ideal del sermón, etc.), pierde su poder para transformarnos y derribar nuestros ídolos. Simplemente se convierte en una mercancía para ser comprada, consumida y luego abandonada cuando se presente otra opción de iglesia más «relevante», brillante y a la moda.

¿PERTENECER ANTES DE CREER?

Igualmente, el enfoque de la iglesia de «alcanzar a las personas donde estén» es insostenible por el simple hecho de que las personas están en todas partes. Que una iglesia se reúna.

Para que una iglesia conozca y afirme a cada miembro en su espiritualidad única e individual, tiene que dividirse en cientos de direcciones diferentes perdiendo así cualquier sentido de belleza y núcleo trascendente que hace que la iglesia esté en el primer lugar. Un mejor enfoque para las iglesias es llamar a la congregación en su diversidad a encontrarse a Cristo donde él está, incluso si esto significa pedir a las personas que tomen una nueva dirección o abandonen sus diferentes caminos espirituales autodefinidos. El señorío de Jesucristo, no el señorío de los consumidores, debería ser siempre el centro.

Piensa en un deporte que esté perdiendo popularidad. Tal vez es un deporte que, en cierta cultura, solía estar arraigado: todos crecieron conociendolo, jugando y mirándolo juntos. Era lo único que se hacía. Pero ahora, ya no es un hecho que la mayoría de la gente disfruta el deporte o que incluso sepa cómo se juega. Para aquellos que aman el deporte y quieren verlo perdurar, es posible que haya que adaptarse a la cultura cambiante. Pero si el deporte se adapta demasiado a lo que las personas quieren que sea el juego, pronto pierde toda su belleza original. Al reformular las reglas para que se adapten a los deseos de los futuros jugadores, el juego pierde su esencia. Su ADN cambia, y pronto cualquier elegancia restante se pierde en una mezcla de ideas descontroladas.

Esto es lo que sucede con las iglesias cuya débil posición en una era secular las lleva a buscar sobrevivir suponiendo que deben ajustarse a los caprichosos antojos y nuevos caminos espirituales del «mercado». Es un enfoque insostenible para las iglesias, porque es también un camino contraproducente para los fieles.

CÓMO PENSAR ACERCA DE LA IGLESIA

Cuando asistir a la iglesia se convierte mayormente en algo sobre encontrar la iglesia que mejor apoye mi «propio camino» espiritual subjetivo, eventualmente se convertirá en una tarea imposible, más frustrante y agotadora de lo que vale. ¿Por qué? Porque ninguna iglesia se adaptará perfectamente a mis preferencias y a los «lenguajes sutiles» que encuentro significativos. Siempre habrá algo que me hará enojar, algo que me hará sentir ignorado, no escuchado, incómodo. Y así, seguimos en la búsqueda de la iglesia «perfecta», o (más probablemente), abandonamos por completa esa inútil búsqueda.

Esta es una de las razones por las que escribí mi nuevo libro «Uncomfortable: The Awkward and Essential Challenge of Christian Community» [Incómodo: El desafío difícil y esencial de la comunidad cristiana]. Es crucial que nos desafiemos a nosotros mismos y a nuestras congregaciones para romper este enfoque expresivo individualista posdurkheimiana de la fe. Este es un camino de muerte espiritual. La vitalidad espiritual viene mediante el entendimiento de la necesidad de ser insertados en estructuras mayores, llámese una iglesia que provea ayuda y responsabilidad, y nos aleje de la prisión sin salida de la espiritualidad interna y de una especie de responsabilidad que solo es responsable de nuestro propio sentido de «autenticidad».

El capítulo 13 del libro de Charles Taylor La Era Secular es una narrativa épica de la rápida expansión del individualismo expresivo de la cultura occidental en la época de posguerra. Titulada acertadamente: «La Era de la Autenticidad», el capítulo provee una encuesta irresistible de los estragos surgidos de «esta nueva imaginación s

ocial de individualismo expresivo», mayormente en la cultura, pero particularmente en la religión.

LA ERA DE LA AUTENTICIDAD Y EL INDIVIDUALISMO

Taylor describe cómo nos convertimos en esta era de la autenticidad, donde la fe y la espiritualidad son mayormente comprendidas dentro de la «dispensación expresiva» del consumismo. La fe y la espiritualidad ya no se consideran como necesariamente vinculadas a amplias estructuras de trabajo o asociaciones como las iglesias, particularmente porque dichas cosas imponen una autoridad externa, que es incomprensible en nuestra era de la autenticidad individualista. En esta era, ser espiritual es simplemente «aceptar lo que suena como verdad para tu propio ser interno».

Taylor describe cómo fuimos de una «dispensación paleodurkheimiana» donde se suponía que una conexión con lo sagrado implicaba la pertenencia a una iglesia, a una «dispensación neodurkheimiana» más amigable para el consumidor, donde podemos «entrar en la denominación de nuestra elección» no por obligación social, sino simplemente porque «parece bien». Pero luego eso dio paso a una disposición no durkheimiana ,donde el individualismo expresivo nos lleva a hablar acerca de la iglesia en un lenguaje de elección consumista, de preferencia y comodidad. Aunque él no habla específicamente acerca del fenómeno de «ir en búsqueda de una iglesia» del cristianismo occidental moderno, Taylor lo describe más o menos cuando dice:

La vida o práctica religiosa de la que me convertí en parte debe no sólo ser mi elección, sino que debe hablarme, debe tener sentido en términos de mi desarrollo espiritual conforme entiendo esto. Esto nos lleva más lejos. Se entendió que la elección de denominación tuvo lugar en un marco fijo, como el credo de los apóstoles, la fe de la «iglesia» más amplia. Dentro de este marco de creencias, escojo la iglesia en la que me siento más cómodo. Pero si ahora el enfoque estará en mi caminar espiritual, por tanto, en lo que las ideas me llegan en lenguajes más sutiles que encuentro significativos, entonces mantener este o cualquier otro marco se vuelve cada vez más difícil.

Las observaciones de Taylor sugieren que al perpetuar los paradigmas del «buscador/consumidor» del individualismo expresivo, las iglesias de hoy están estableciendo el escenario para su propia muerte espiritual. Al desviar el enfoque del punto fijo de Jesús a cosas inconstantes, frecuentemente «caminos» divergentes de quienes asisten a la iglesia, las iglesias pierden su relevancia y se convierten en algo inherentemente inestable. Cuando una iglesia deja de enfocarse en las exigencias de la Escritura para nuestras vidas, y pasa a enfocarse más en nuestras exigencias de la iglesia, para esta que se adapte a nuestras preferencias (por ejemplo: el estilo de música favorito, la duración ideal del sermón, etc.), pierde su poder para transformarnos y derribar nuestros ídolos. Simplemente se convierte en una mercancía para ser comprada, consumida y luego abandonada cuando se presente otra opción de iglesia más «relevante», brillante y a la moda.

¿PERTENECER ANTES DE CREER?

Igualmente, el enfoque de la iglesia de «alcanzar a las personas donde estén» es insostenible por el simple hecho de que las personas están en todas partes. Que una iglesia se reúna.

Para que una iglesia conozca y afirme a cada miembro en su espiritualidad única e individual, tiene que dividirse en cientos de direcciones diferentes perdiendo así cualquier sentido de belleza y núcleo trascendente que hace que la iglesia esté en el primer lugar. Un mejor enfoque para las iglesias es llamar a la congregación en su diversidad a encontrarse a Cristo donde él está, incluso si esto significa pedir a las personas que tomen una nueva dirección o abandonen sus diferentes caminos espirituales autodefinidos. El señorío de Jesucristo, no el señorío de los consumidores, debería ser siempre el centro.

Piensa en un deporte que esté perdiendo popularidad. Tal vez es un deporte que, en cierta cultura, solía estar arraigado: todos crecieron conociendolo, jugando y mirándolo juntos. Era lo único que se hacía. Pero ahora, ya no es un hecho que la mayoría de la gente disfruta el deporte o que incluso sepa cómo se juega. Para aquellos que aman el deporte y quieren verlo perdurar, es posible que haya que adaptarse a la cultura cambiante. Pero si el deporte se adapta demasiado a lo que las personas quieren que sea el juego, pronto pierde toda su belleza original. Al reformular las reglas para que se adapten a los deseos de los futuros jugadores, el juego pierde su esencia. Su ADN cambia, y pronto cualquier elegancia restante se pierde en una mezcla de ideas descontroladas.

Esto es lo que sucede con las iglesias cuya débil posición en una era secular las lleva a buscar sobrevivir suponiendo que deben ajustarse a los caprichosos antojos y nuevos caminos espirituales del «mercado». Es un enfoque insostenible para las iglesias, porque es también un camino contraproducente para los fieles.

CÓMO PENSAR ACERCA DE LA IGLESIA

Cuando asistir a la iglesia se convierte mayormente en algo sobre encontrar la iglesia que mejor apoye mi «propio camino» espiritual subjetivo, eventualmente se convertirá en una tarea imposible, más frustrante y agotadora de lo que vale. ¿Por qué? Porque ninguna iglesia se adaptará perfectamente a mis preferencias y a los «lenguajes sutiles» que encuentro significativos. Siempre habrá algo que me hará enojar, algo que me hará sentir ignorado, no escuchado, incómodo. Y así, seguimos en la búsqueda de la iglesia «perfecta», o (más probablemente), abandonamos por completa esa inútil búsqueda.

Esta es una de las razones por las que escribí mi nuevo libro «Uncomfortable: The Awkward and Essential Challenge of Christian Community» [Incómodo: El desafío difícil y esencial de la comunidad cristiana]. Es crucial que nos desafiemos a nosotros mismos y a nuestras congregaciones para romper este enfoque expresivo individualista posdurkheimiana de la fe. Este es un camino de muerte espiritual. La vitalidad espiritual viene mediante el entendimiento de la necesidad de ser insertados en estructuras mayores, llámese una iglesia que provea ayuda y responsabilidad, y nos aleje de la prisión sin salida de la espiritualidad interna y de una especie de responsabilidad que solo es responsable de nuestro propio sentido de «autenticidad».