Clases esenciales: Cristianos en el lugar de trabajo

Cristianos en el lugar de trabajo – Clase 5: La motivación: La fidelidad cambia el por qué trabajamos

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
26.02.2019

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Clase esencial
Cristianos en el lugar de trabajo
Clase 5: La motivación: La fidelidad cambia el por qué trabajamos


Introducción

¿Pueden las personas decir que eres cristiano por la manera en que trabajas? Eso espero, pero probablemente las diferencias están bastante matizadas. Eres honesto; los inconversos también son honestos. Te preocupas por tus compañeros de trabajo; los inconversos también hacen eso. Trabajas arduamente; los inconversos también. Las diferencias en lo que haces con suerte saldrán a la luz con el tiempo. Pero están arraigadas en algo mucho más profundo, que es el por qué trabajas. Si tus compañeros de trabajo tuviesen una ventana hacia tu corazón, se espera que vean la diferencia que Cristo hace inmediatamente debido a la manera en que él cambió tus motivaciones. Por qué trabajas: tus motivos, deseos y ambiciones, están profundamente moldeados, o al menos deberían estarlo, por el Señor a quien sirves. 

De eso hemos hablado las últimas tres semanas. Hablamos del hecho de que independientemente cuál sea tu trabajo, finalmente trabajas para Jesús. Colosenses 3:23-24: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís». Y vimos que sin importar cuáles sean las metas de tu jefe para tu trabajo, tu meta general es la que un día rendirás cuentas a Jesús. 1 Corintios 10:31: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios». El trabajo es adoración. Es decir, no trata finalmente de lo que produces, porque si Dios quisiera eso, lo habría hecho él mismo. Sin importar lo que hagas, él puede hacerlo mejor. No, el trabajo consiste en demostrar la excelencia, la bondad y la gloria de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo. «Hacedlo todo para la gloria de Dios». La semana pasada vimos que todo giraba en torno a la idea de la fidelidad. Trabajamos para ser considerados como fieles en ese Último Día. Porque la fidelidad, como vimos en la parábola de los talentos en Mateo 25, es aprovechar al máximo las oportunidades que Dios nos da por obediencia a Cristo, la fidelidad demuestra que Dios es bueno. Demuestra que él es fiel para cumplir sus promesas, que sus caminos son buenos y agradables para nosotros. Nuestro estándar es la fidelidad porque Dios ha diseñado nuestro trabajo como un acto de adoración.

Hoy desglosaremos más la respuesta a la pregunta: «¿Por qué trabajamos?». ¿De qué manera exactamente podemos trabajar para ser considerados como fieles? Sin embargo, antes de llegar allí, quiero ver lo que has hecho con la clase de la semana pasada, porque esa es la base de lo que hablaremos el día de hoy. ¿Cómo ha afectado el concepto de la fidelidad tu trabajo?

Ama a Dios, ama a tu prójimo

Veamos la razón por la cual trabajamos. Nuestra asignación por parte de Jesús es ser fieles, obedecerle en el lugar de trabajo de tal manera que demostremos la excelencia de su valor. Nuestro trabajo importa principalmente porque demuestra su obra en nosotros. Pero, ¿cómo es esa obediencia? Bueno, ¿cuál dijo Jesús que era el primer y gran mandamiento? Mateo 22:37: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente», citando Deuteronomio 6.

Tu amor por Dios debería motivarte a trabajar, sin importar los detalles de lo que hagas, «de corazón» como vimos en Colosenses 3. Si eres una madre, trabaja en ello de todo corazón, como para el Señor. Si eres un estudiante, trabaja en ello de todo corazón, como para el Señor. Si fabricas carros, cierras ventas, eres abogado o médico hazlo como si estuvieses trabajando para el Señor, ¡porque es así! Amas a Dios, entonces ¡trabaja de todo corazón!

Y luego Jesús dijo que el segundo gran mandamiento es semejante al primero. También acerca del amor. Citando Levítico 19: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas». La segunda razón por la que trabajamos, y una segunda manera en que Cristo puede considerar el trabajo como fiel, es que trabajamos para amar a nuestro prójimo. Eso podría ser amar las cosas que hacemos en el trabajo, como preparar una taza de café para tu asistente. O más ampliamente, puede ser nuestro trabajo en sí, ya que todo trabajo legítimo es (idealmente) beneficioso para la sociedad.

En un momento profundizaremos en más detalles específicos acerca de las diferentes motivaciones para el trabajo. Pero hacemos una pausa aquí en el discurso de Jesús sobre el gran mandamiento solo para notar que estos dos son los que abarcan toda nuestra obediencia. Abarcan toda nuestra fidelidad. Por tanto, abarcan todo nuestro trabajo. Todas nuestras motivaciones en el trabajo que honran a Dios finalmente regresan a estos dos mandamientos: Ama a tu Dios; Ama a tu prójimo.

Entonces, ¿cuáles son esas otras motivaciones subyacentes? Comencemos con trabajar por el disfrute.

Motivo #1: Trabajar por disfrute

Empiezo aquí en parte debido a que este es el motivo que más entiende nuestra sociedad. Nuestra cultura ha llegado a glamorizar trabajar por amor a ello. Ahora bien, la mayoría de la gente en esta ciudad tiene que llevar comida a la mesa. Tan sencillo como eso. Sin embargo, en nuestra sociedad hay esta sensación de que en el trabajo ideal, y en la vida que muchos aspiran, harías lo que amas. Trabajarías por disfrute. Gran parte de esto se debe a la idolatría del trabajo de nuestra cultura, la llamada «distorsión protestante» que discutimos hace algunas semanas. Pero antes de dejar eso de lado por completo, observemos por un momento que el disfrute es una motivación legítima y bíblica para el trabajo.

Gracias a la bondad de Dios, podemos disfrutar nuestro trabajo. Pablo escribe en 1 Timoteo 6:17 que Dios «nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos», y en Eclesiastés 5:18-19 incluso afirma: «Que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol… Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios».

¡Qué manera tan realista y maravillosa de ver nuestro trabajo! Es cierto, nuestro trabajo puede ser difícil, ¡no hay duda de eso! Sin embargo, al mismo tiempo, Dios en su gracia también usa nuestro trabajo para brindarnos satisfacción y alegría. Piensa en cuán asombrosa es la misericordia de Dios. Nuestro trabajo es difícil porque Dios lo maldijo, y lo maldijo a causa de nuestro pecado. No obstante, en su amor, ¡Dios ha decidido que podemos encontrar algo de satisfacción incluso en lo que ha sido maldecido!

¿Experimentas satisfacción o disfrute en tu trabajo? Si no es así, deberías reflexionar sobre por qué no lo haces. ¿Es porque esperas demasiado de él? Como el niño que mencionamos unas semanas atrás que se pateó su bicicleta enojado porque no podía volar. Quizá porque nunca has visto los propósitos de Dios para tu trabajo, y cómo glorificarlo puede brindarte el disfrute de tu trabajo. Si ese es el caso, presta especial atención a nuestro siguiente motivo para el trabajo, porque a menudo es un camino para el verdadero disfrute del trabajo.

El disfrute del trabajo puede ser una verdadera distracción de nuestro discipulado de Cristo. Pero cuando vemos el disfrute del trabajo como el disfrute del don de Dios, y finalmente el disfrute de Dios, es una manera maravillosa en la que podemos mostrar la bondad de Dios. Una manera en la que podemos ser fieles.

Motivo #2: Trabajar para reflejar el carácter de Dios

Ahora, esa etiqueta en tu folleto, trabajar para reflejar el carácter de Dios, podría sonar altamente teórico para ti. Pero en realidad es el camino a una de las alegrías más piadosas y satisfactorias que encontrarás en tu trabajo. Recuerda: Dios nos creó a su imagen.          Y una de las maneras en que lo reflejamos es en el lugar de trabajo. Lo reflejamos al actuar como él. Te daré un ejemplo: Recuerdo haber ido a casa una vez después de haber tenido un día particularmente difícil en el trabajo. En resumen, había un conflicto entre dos de mis empleados y tuve que apoyarme mucho en mi capital político con ellos, y algo en mi autoridad como jefe, para resolver las cosas. Pero todos salieron contentos al final del día. Así que quedé eufórico. No de una manera orgullosa, de lo que ciertamente soy culpable a veces. No, estaba eufórico de que la autoridad que me habían otorgado pudiera resolver un problema tan difícil como ese, y dejar a todos sintiéndose mejor. Entonces, en ese momento, me di cuenta de que mi día me había dado una idea del disfrute de Dios de ser Dios que nunca había apreciado del todo. Él, por supuesto, lo sabe todo acerca de usar bien la autoridad, y el deleite que le produce. Si nunca hubiera sido un jefe, tal vez nunca hubiera experimentado esa parte de lo que es ser Dios. En cierto sentido, me había pasado el día actuando como Dios, vi lo maravilloso que era eso, y podría gloriarme mejor en quién es él. El trabajo a menudo hace eso. Como un niño pequeño en la playa intentando saltar de una de las pisadas de su padre a otra, podemos imitar en nuestro trabajo lo que Dios hace, y eso nos enseña más de lo que es tan encantador acerca de él. Trabajar para reflejar el carácter de Dios es una maravilla, y lo glorifica. Dios se glorifica ante nosotros porque vemos lo increíble que él es. Y se glorifica ante los demás cuando ellos ven algo de él en nosotros. En ocasiones, quizá tengamos la oportunidad de conectar directamente la imagen de Dios en nosotros a Dios, como cuando alguien te pregunta por qué no reclamas y te quejas de tu jefe. A veces no tenemos esa oportunidad, pero todavía podemos reivindicar las cosas que Dios dice que son buenas, como la honestidad, el contentamiento y el trabajo duro, por encima y en contra de la opinión de este mundo de que existe una mejor manera distinta a la de Dios. Y quién sabe cómo Dios usará esa vindicación de su carácter una vez que esté finalmente conectada a la palabra del evangelio. De cualquier modo, trabajar para reflejar el carácter de Dios es honrar a Dios.

Así que, ¿cómo trabajamos para reflejar el carácter de Dios? Déjame darte cuarto maneras:

Reflejamos el carácter de Dios al convertir el caos en orden

De una manera u otra, tu trabajo involucra de alguna forma la labor de convertir lo feo en algo hermoso, el caos en orden. Quizá piezas sin ensamblar se unen para formar una herramienta y crear un producto que las personas usen. Los productos naturales son identificados, aislados y cosechados para crear algo nuevo. La enfermedad es tratada, la injusticia es corregida; ventanas rotas son reparadas; aceras agrietadas son arregladas. Incluso si tu trabajo es operar una bola de demolición, probablemente no lo haces solo «para ver el mundo en llamas». Derribas edificios viejos con un propósito, ¡eventualmente tener espacio para nuevos edificios!

Estoy seguro de que puedes recordar haber aprendido por primera vez esta satisfacción de niño. Quizá fue inspeccionar con orgullo la cocina que acabas de limpiar o el jardín que acabas de podar. Uno de los mejores servicios que podemos brindarle a nuestros hijos es mostrarles la satisfacción de un trabajo bien hecho, y luego conectar eso a la satisfacción de Dios de convertir el caos en orden. Antes de que Dios creara el mundo, la  tierra estaba «desordenada y vacía» (Génesis 1:2). Luego Dios produjo orden y belleza, y dijo que era bueno, incluso bueno en gran manera. Por tanto, no es casualidad que cuando colocó a Adán en su huerto, le dijo que trabajara, que continuara creando orden y belleza en el mundo.

Reflejamos el carácter de Dios al ejercer bien la autoridad

Considera las últimas palabras del Rey David en 2 Samuel 23. Luego de haber vivido la increíble vida que tuvo, ¿cuáles fueron sus pensamientos finales?

«El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua. El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios.Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra».

La autoridad usada correctamente es una gran bendición. Esto es cierto a pequeña escala, como tu equipo de trabajo de tres personas, y a gran escala, como liderar un país. Y usar bien la autoridad demuestra que Dios está en lo correcto acerca de la autoridad. Recuerda, desde el inicio el argumento de Satanás ha sido que no podemos confiar en que la autoridad sea buena para nosotros. Que Dios no puede decir «no» y realmente amarnos. Nuestro mundo dice que nunca se puede confiar en la autoridad, porque ésta finalmente corrompe. Pero no olvides que para convertirte en cristiano necesitas llegar a una conclusión muy diferente acerca de la autoridad de Dios. Arrepentirte y creer significa confiar en que la autoridad de Dios es buena para nosotros, como vimos la semana pasada en la parábola de los talentos.

Entonces, cuando usas bien la autoridad, cuando la usas para servir a las personas que están por debajo de ti, lanzas un contraataque contra la mentira de Satanás. Demuestras que la autoridad puede ser buena. Que se puede confiar en ella. A veces tendrás la oportunidad de vincularla al evangelio. Como cuando tu asistente te pregunta: «¿Por qué no presionas a la gente como lo hacen los demás jefes de aquí?». A lo cual tu respuesta podría ser algo como: «Bueno, quizá no te des cuenta, pero para mí esa es una pregunta bastante religiosa. ¿Está bien si te doy una respuesta religiosa?». Y luego procedes a explicar lo que significa trabajar como para el Señor. A veces no podrás vincularla explícitamente de esa manera. Pero incluso así, estás demostrando la verdad de la afirmación de Dios de que su autoridad es buena para nosotros. Además, es posible que involuntariamente estés pre-evangelizando la vida de alguien. Como la persona que, maltratada de niña, necesita ver algunos usos de la autoridad profundamente diferentes antes de que pueda comenzar a tomar en serio a su amiga cristiana cuando habla del evangelio.

Todo esto es cierto si eres quien ejerce la autoridad o quien está bajo ella. Escoge vivir bien bajo las autoridades que Dios ha puesto sobre ti. Si eres un empleado, respeta y honra a aquellos que ejercen autoridad sobre ti. No fomentes en otros un espíritu de rebelión, la sensación de que la autoridad es de alguna manera ilegítima o pesada, un mal necesario que tolerar. Muéstrales con tus acciones que consideras que la buena autoridad es una bendición de Dios y que comprendes que toda autoridad proviene de él. De esa manera, reflejarás el carácter de Dios, no solo a tus compañeros de trabajo, sino también a quienes ejercen autoridad sobre ti. Piensa en ese famoso versículo en 1 Pedro 2:12: «Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras». ¿Qué clase de buenas obras conforman esa clase de vida provocativa? Bueno, Pedro enfoca el resto de su carta principalmente en cómo nos sometemos a la autoridad, y especialmente a la autoridad injusta. Esta clase de buena obra en particular parece ser provocativa y atrae a otros a Cristo.

Reflejamos el carácter de Dios al ser creativos

¿Por qué se siente bien ser creativo? ¿Por qué se siente bien pintar un hermoso cuadro? ¿Ser quien propuso ese ingenioso argumento legal? ¿Ser quien descubrió cómo hacer que esos dos se lleven bien? Se siente bien porque se siente como Dios. Nuevamente, estamos siguiendo los pasos de Dios y aprendiendo cuán encantadora es la creatividad que nos enseña cuán encantador es Dios. Incluso más allá de eso, también estamos descubriendo su sabiduría. Después de todo, no fuiste el primero en descubrir ese argumento legal, ¿cierto? Dios sabía de él antes de que el tiempo iniciara. Piensa en un padre orgulloso viendo a sus niños descubrir el mapa del tesoro que les dejó, indicando el camino hacia sus regalos de navidad. Algo así es como Dios debe sentirse cuando hacemos algo totalmente creativo. «¡Sí! Me alegra que lo hayas descubierto. ¿No es genial? Esa es una parte de mi creación que nadie ha visto todavía». La creatividad es una manera maravillosa de glorificar a Dios.

Por tanto, sé creativo en tu trabajo. Velo como parte de tu caminar con Jesús. ¿Tu jefe te dio un procedimiento a seguir? Averigua cómo hacerlo mejor. No llegues a él con solo problemas; dale la mejor solución que tienes junto con el problema. Trabajar como para el Señor significa ser creativo en cualquier salida que provea tu trabajo.

Reflejamos el carácter de Dios al proveer

Antes de convertirme en pastor, trabajé con presidentes de división en grandes corporaciones. Cené con grupos pequeños de ellos más veces de las que puedo contar. Y a menudo en la cena, hablaba sobre lo que les gustaba de sus trabajos. Me di cuenta de que, independientemente del negocio en el que estuvieran, estos hombres y mujeres apuntaban a una cosa más que a otra. Amaban cuidar de su gente. «Tengo a diez mil personas trabajando para mí. Esos son diez mil empleos. Diez mil familias. Diez mil oportunidades para construir un refugio seguro y estable en un mundo caótico. Si arruino esto, tendré a diez mil familias buscando trabajo».

Así como Dios provee, y ama hacerlo, también nosotros encontramos satisfacción al usar nuestro trabajo para proveer a otros. Eso debería ser a través del dinero que obtienes de tu trabajo. Hablaremos de eso en un momento. También debería ser de lo que tu trabajo hace por el mundo. Dios escogió ordenar el mundo de tal manera que nuestra comida no sea simplemente introducida milagrosamente en nuestros refrigeradores todos los días. La ropa no crece en árboles, ni nuestras casas se ensamblan por sí solas. La basura que producimos no desaparece mágicamente cada noche. Y la sociedad humana no permanece naturalmente ordenada. Todo esto pasa a través del proceso que llamamos «trabajo». Y amamos a otras personas ayudándoles a hacer que todas estas cosas sucedan.

Considera la sabiduría de Martin Lutero respecto a este tema: «Cuando hacemos la oración del Padre Nuestro, le pedimos a Dios que nos dé hoy el pan de cada día. Y él nos lo da. Lo hace a través del granjero que plantó y cosechó el grano, el panadero que convirtió la harina en pan, la persona que preparó nuestra comida». ¿Ves lo que Lutero está diciendo aquí? Dios provee para nuestras necesidades a través del trabajo que nos llama a hacer en y por el bien de la sociedad.

La provisión puede honrar a Dios al ser una manera de obedecerle, obedecer el mandamiento de amar a nuestro prójimo. Y puede honrar a Dios mientras encontramos satisfacción al proveer a los demás, probando un poco del gozo que él siente al proveer para nosotros.

Motivo #3: Trabajar para adornar el evangelio

En Tito 2:10, Dios le dice a los siervos, incluso a los siervos, que sirvan bien a sus amos. ¿Por qué? «Para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador».

La manera en que vivimos nunca comunicará por completo las buenas nuevas de Jesucristo a nadie; debemos usar palabras para compartir un anuncio verbal de lo que Dios ha hecho en la historia en la persona de Jesucristo. Sin embargo, la manera en que vivimos sí comunica algo a las personas. Puede confirmar o minar lo que decimos con nuestros labios. Las personas son muy buenas para reconocer a aquellos que están más interesados ​​en sí mismos que en servir a los demás, a quienes les importa más sobresalir que amar y cuidar a las personas con las que trabajan. Si ese es el aroma que estás desprendiendo con tu trabajo, entonces estás destruyendo tu testimonio de Jesús mucho antes de que el mensaje del evangelio llegue a tus labios. Sé el aroma de Cristo en tu lugar de trabajo. Adorna el evangelio; ¡No lo sabotees!

Motivo #4: Trabajar por dinero

No hay razón para andar por las ramas en este caso. Una de las principales razones por las que trabajamos es para poder proveer para nosotros, nuestras familias, a quienes amamos y a otros. Trabajamos para poder comer. Pablo aborda esta motivación en 2 Tesalonicenses 3:10: «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma». Salomón escribe en Proverbios 12:11: «El que labra su tierra se saciará de pan; mas el que sigue a los vagabundos es falto de entendimiento». Y Pablo escribe en Efesios 4:28: «El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad».

Esto resume gran parte de lo que Pablo quiere decir cuando afirma que los cristianos deberían «procurar vivir en paz» (1 Tesalonicenses 4:11). Si Dios te ha llamado a hacer tu trabajo simplemente para cubrir tus propias necesidades y las necesidades de tu familia, y para tener la oportunidad de bendecir a otros y apoyar la obra de la iglesia, entonces te ha dado una bendición valiosa y te ha llamado a hacer algo muy bueno.

Hablar acerca del dinero es importante porque los cristianos a menudo lo denigramos. Como si fuese algo básico y vulgar trabajar por dinero. Pero, ¿por qué otra cosa nos diría la Escritura que trabajemos por dinero? Francamente, todos los motivos que te he dado hasta ahora se aplican a todo el trabajo que hacemos en la vida, en nuestras familias, nuestras iglesias, etc. El único motivo que la Escritura da específicamente acerca del lugar de trabajo es el dinero. Trabajar por dinero. No me refiero a ser codicioso. Trabaja por dinero para que puedas proveer y ser generoso, como vimos en Efesios 4:28. Pero trabaja por dinero.

¿Por qué es eso importante? Porque trabajar por dinero puede protegernos contra todas las tonterías por las que nuestro mundo trabaja. Considera la idolatría del trabajo por un momento. Entra en una oficina en Capitol Hill y pregúntale a las personas por qué están allí. ¿Qué escuchas? Un torrente de idolatría, eso es lo que es. «Trabajo para cambiar el mundo. Trabajo para hacerme un nombre. Trabajo para obtener ese título elegante. Trabajo para obtener la atención de ese político famoso». Con el dinero como motivador, estamos protegidos de trabajar por la importancia que debe encontrarse en Cristo. Estamos protegidos de trabajar para obtener la alabanza de los hombres, y podemos, en cambio, trabajar para el Señor. Es menos probable que nos quejemos de nuestro trabajo, ya que al final del día tenemos lo que buscamos: un sueldo. El no quejarnos, Pablo escribe en Filipenses 2, nos hace brillar «como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida». Hace que el evangelio sea atractivo. Y, por supuesto, trabajar por dinero nos protege de la inactividad. Como dijo Pablo en ese versículo en 2 Tesalonicenses. ¿No trabajas? No comas. Verás cómo el trabajar por dinero en realidad nos ayuda a procurar todas las otras motivaciones que he mencionando hasta ahora con mayor pureza y enfoque para la gloria de Dios.

Y ¿por qué es satisfactorio el dinero? No porque podamos acumularlo y gastarlo en nosotros mismos. Sino por el bien que podemos hacer con él. Escucha la sabiduría de Jesús en Hechos 20:35: «Más bienaventurado es dar que recibir». A medida que sobresales en la gracia de dar, descubrirás que trabajar por el dinero puede llegar a ser algo muy piadoso, para la gloria de Dios y su bien eterno.

Conclusión: La fe

Hemos visto una serie de respuestas diferentes a la pregunta: «¿Por qué debemos trabajar?». Por disfrute, para la gloria de Dios. Reflejar el carácter de Dios a nosotros y a otros. Adornar el evangelio. Y trabajar por dinero, para la gloria de Dios. Sin embargo, recuerda que todas estas cosas tratan acerca de ser fieles. «Sin fe es imposible agradar a Dios». Estas motivaciones importan siempre que se hagan con fe. Es decir, siempre que nos lleven a caminos que no seguiríamos a menos que confiáramos en la Palabra de Dios más de lo que dice este mundo. Es un ejercicio útil en algún momento de esta semana analizar estos motivos y preguntarte: «¿Cómo éstos requieren de fe?» Si ninguno de ellos requiere de fe, entonces tus motivos no son diferentes del mundo que te rodea.

En cambio, luchemos por la fe. Trabajemos de tal manera que nuestras vidas solo tengan sentido si Jesús realmente regresara, como si la fidelidad fuera lo único que realmente importara.