Predicación expositiva

Aprendiendo a ser tu mismo como predicador: de uno que intenta hacer solo eso

Por Kevin DeYoung

Kevin DeYoung es el pastor principal de University Reformed Church en East Lansing, Michigan, cerca de Michigan State University. Puedes seguirle en Twitter @RevKevDeYoung
Artículo
14.10.2018

Cuando Phillips Brooks definió excelentemente la predicación como «la comunicación de la verdad a través de la personalidad» creo que él estaba hablando acerca de tu propia personalidad y no la de otra persona. Me tomó un tiempo, pero finalmente siento que he aprendido a ser yo mismo en el púlpito. Ahora, no puedo decir si esto significa que mis sermones son mejores o peores sino que ser yo mismo quiere decir que mi predicación es más genuina, más confortable y más sostenible. Sé que tengo mucho que aprender como predicador y espero dentro de diez años continuar recibiendo esos verdaderos cumplidos, extraños pero ciertos: «tu predicación realmente ha mejorado a través de los años». Sin embargo, siento que finalmente estoy predicando la verdad con mi propia personalidad.

Al igual que la mayoría de los predicadores jóvenes, he luchado para encontrar mi «voz» como predicador. Cuando estaba en la universidad comencé devorando a los reformadores y los puritanos. Todo lo que leía parecía tener cientos de años de antigüedad o había sido traducido hacía cientos de años. Como resultado, mi escritura no estaba predicando mucho en ese tiemposonaba como si estuviera concursando por el premio «simplemente traducido del latín». Mis oraciones muchas veces eran elefantinas. La gramática era anticuada y sencillamente habían demasiadas palabras. Un profesor muy refinado que me afirmó en muchas maneras, me desafió a escribir para mi propio siglo y no para el siglo de mis héroes. Fue un consejo doloroso en ese momento. No estaba muy seguro si confiar en él. Después de todo, ¿no era una marca de piedad utilizar palabras como incumbir, calumnia y ofuscar? Bueno, no lo era. Necesitaba ser yo mismo y no tomar aires de puritano. De paso, mi primo y compañero de clase durante la universidad, tenía una camiseta maravillosa en el momento que leí el libro «Eschew Obfuscation [Evite la Ofuscación]». ¡Y él fue el único que tuvo novia durante los cuatro años de estudio! Imagínate.

En el seminario comencé a darme cuenta de que muchos de mis compañeros de clases se parecían mucho a sus profesores de homilética. Aun pienso que es así. Independientemente del lugar donde vayas, los profesores de predicación parecen hacer clones. Parte de la responsabilidad puede estar en los instructores que ponen mucho énfasis en su manera de predicar, generalmente es una manera que funciona bien para el predicador pero no encaja con todos los estudiantes. Sin embargo, también hay una parte de la responsabilidad que es de los estudiantes. Estamos desesperados por aferrarnos a algún modelo y terminamos copiando todo lo que vemos en aquellos que respetamos, especialmente en los que nos enseñan a predicar. En Gordon-Conwell vimos muchos mini Haddon Robinson. Esto no significa que todos los estudiantes se convertirán en malos predicadores, sino que deben darse cuenta de que solo existe un solo Haddon Robinson. ¡Y ellos no lo son!

A pesar de que había sido bendecido por los sermones de Robinson, fui más tentado a imitar otros predicadores. Estoy seguro de que durante los primeros años de mi ministerio hubo ocasiones que soné como una versión muy pobre de John Piper. Estaba escuchando tanto a Piper que estoy seguro que mis oraciones, mis temas y aun la manera en que dije «¡gozo!» se parecía a él. No me mal interpreten, no tengo inconvenientes en aprender de Piper y ser influenciado por él. Cambiaría mis sermones por los suyos cualquier día. Pero probablemente él mismo sería el primero en decir: «predica el mismo evangelio que predico, pero no tienes que predicarlo como yo». Me ha tomado varios años, pero pienso que finalmente estoy bien con no ser John Piper. Simplemente pienso que no tengo la misma personalidad, ni tampoco los mismos dones.

A lo largo del camino han habido otros predicadores famosos que he querido emular. Desearía poder caminar a través de un texto y utilizar el sentido del humor de Alistair Begg (por supuesto, también con el acento). Me gustaría ser tan creativo en mi pensamiento y estar tan culturalmente sintonizado como Tim Keller. Me encantaría ser tan gracioso y humilde como C.J. Mahaney. En ocasiones me he preguntado cómo sería hacer lo mismo con Driscoll, o ser tan inteligente como Carson (he intentado diciendo «eye-ziah», pero nadie fue engañado). Oye, hasta he pensado lo bueno que sería comunicarse tan bien como Rob Bell.

A través de los años he experimentado con diferentes métodos de hacerlo. He predicado sin notas, con notas de media página y con un manuscrito completo porque un predicador cuya predicación me gusta mucho lo hace de esa manera. Pero lo que mejor funciona para mí y mi estilo, por lo menos en este punto de mi ministerio, es predicar a partir de un conjunto completo de notas que alterne entre manuscrito y notas desordenadas. Los profesores de homilética me odiarían por decir esto, pero a veces simplemente tienes que averiguar que funciona para ti. Estoy seguro de que hay ciertos principios que definen toda buena predicación, pero también hay mucho de «no estoy seguro por qué, pero esto funciona para mí».

Desde el año 2002, que fue el año en que fui ordenado, estimo que he predicado casi 500 veces (tenemos un servicio nocturno). Y pienso que tomó alrededor de 450 sermones encontrar mi forma. Eso no significa que todos esos sermones fueron malos o falsos para mí. No es que fingí un acento escocés o mencioné historias acerca de crecer en Greenville, Carolina del Sur, sino que me ha tomado todo este tiempo darme cuenta de la sabiduría de la confesión de Pablo: «por la gracia de Dios, soy lo que soy».

Una de las cosas más difíciles de aprender para cualquier predicador, especialmente para los jóvenes, es ser tu mismo. No asumas la pasión, humor o aprendizaje de otra persona. Y no abandones tu propia personalidad porque uno de tus héroes no la comparte. Sigue adelante y aprende de lo mejor porque tu congregación necesita escucharte a ti el domingo y no una imitación del predicador que desearías ser. Permite que tu persona sea constantemente refinada por el Espíritu de Dios y que la verdad de la Palabra de Dios brille a través de tu propia personalidad. Predica como un hombre muerto a hombres muertos, y no olvides ser tu mismo.

 


Traducido por Samantha Paz