Disciplina

7 Objeciones bien intencionadas a la disciplina de la iglesia, y cómo los pastores deben responder ante ellas

Por Caleb Greggsen

Caleb Greggsen está involucrado en el ministerio de la iglesia local en el Medio Oriente.

Por Sam Emadi

Sam Emadi es miembro de la Iglesia Bautista Third Avenue en Louisville, KY y se desempeña como Editor Principal en 9Marks.
Artículo
14.10.2019

Predicaste esos sermones sobre membresía y disciplina en la iglesia punto por punto, a través de la Biblia…¡Y lo odio!

El presidente de los diáconos de la Iglesia Bautista North Possum (nombre ficticio) pronunció esas palabras contra un antiguo pastor mío (Sam). Acababa de terminar una serie de sermones sobre la doctrina de la iglesia. Lo más asombroso y, francamente, inquietante sobre esta oposición a la membresía y la disciplina fue su reconocimiento de que estas doctrinas, de hecho, se enseñaban claramente en las Escrituras.

A través de los años, hemos encontrado docenas de personas en las iglesias que se han opuesto al concepto de disciplina: hacen muecas, fruncen el ceño o se inquietan ante la simple mención de la palabra. Pero nosotros, “la gente de 9Marks, ” debemos tener cuidado de no asumir que todos los que se estremecen ante la mención de la disciplina se oponen a las Escrituras y se empeñan en corromper a la iglesia. No todos los que se oponen a la disciplina lo hacen con tan descarado desprecio por las Escrituras, como lo hizo el presidente de diáconos anteriormente. De hecho, al reflexionar sobre los contextos de la iglesia donde hemos servido, muchos cristianos estupendos y piadosos se han opuesto a la disciplina (al menos inicialmente) por razones comprensibles, aunque no informadas, no bíblicas y equivocadas. Son oponentes, pero no lobos. Son sencillamente ovejas que, lamentablemente, han soportado décadas de un mal pastoreo.

Con ese fin, los pastores deben introducir la disciplina en una iglesia de una forma lenta y sabia, permitiendo a sus miembros con el tiempo ejercer esta autoridad fielmente. Simplemente enseñar sobre disciplina no es suficiente. También deben enseñar las doctrinas que proporcionan el marco del evangelio para apoyar la disciplina de la iglesia: conversión, santidad, arrepentimiento, membresía, discipulado y amor. Una vez más: no todos los que se oponen a la disciplina lo hacen con motivos nefastos. Muchos son simplemente ovejas confundidas con principios teológicos bien intencionados pero equivocados.

A continuación, consideraremos brevemente algunas de las objeciones de “buena fe” a la disciplina, las cuales hemos encontrado y cómo tratamos de ayudar a los miembros de la iglesia a comprender los principios teológicos que sustentan la disciplina.

1. “Pastor, no podemos juzgar el corazón de alguien, así que, ¿cómo podríamos decir que alguien no es cristiano?” 

Claro que es cierto que nadie tiene un conocimiento infalible del corazón de otra persona. Al mismo tiempo, necesitamos calificar un poco esa afirmación. Jesús indica que llevamos nuestro corazón en la funda, hablando y actuando de acuerdo con lo que hay dentro (Mateo 12:34; 15: 10-20). No podemos conocer el corazón de alguien, pero las acciones y las palabras generalmente revelan el estado del corazón de alguien. Como dijo Jesús, los buenos árboles producen buenos frutos y los arboles malos producen malos frutos (Mateo 7:17).

2. “Jesús nunca rechazó a nadie”. 

Es cierto que Jesús nunca rechazó a un pecador arrepentido. Pero Jesús hizo expulsar a los cambistas del templo y no detuvo al joven rico de alejarse. Además, la enseñanza más clara sobre la disciplina de la iglesia proviene del mismo Señor Jesús (Mateo 18: 15-20).

Además, la disciplina no es “rechazar a alguien”. La iglesia nunca rechaza a un pecador arrepentido que busca la gracia y el perdón. La iglesia solo disciplina a los pecadores obstinados: a los que no están dispuestos a arrepentirse de sus pecados mientras profesan el nombre de Cristo. La disciplina no es rechazar a las personas que quieren a Jesús, sino identificar a los que desean pecar más de lo que desean a Jesús.

3. “Nadie es perfecto. La gente comete errores.” 

La disciplina de la iglesia no significa que exijamos una medida adicional de santidad o que las iglesias que la practican están afuera para “atrapar” al cristiano común que está luchando. Nadie debería ser disciplinado por no estar a la altura de algún estándar de súper santidad. El único requisito para permanecer en la comunidad del pacto es que usted responda diariamente al evangelio con fe y arrepentimiento. Nadie es excomulgado por el pecado, per se. Más bien, la iglesia promulga disciplina para el pecado no arrepentido.

4. “Pero ellos no escucharán el evangelio si no están en la iglesia”.

La disciplina no requiere excluir a los disciplinados del culto corporativo u otras reuniones de la iglesia. Por supuesto, queremos que las personas perdidas (incluidos los pecadores no arrepentidos que dicen ser cristianos) escuchen la predicación de la Palabra y experimenten el testimonio corporativo de la reunión. Pero queremos que sepan, que, si no se arrepienten, observan el compañerismo de la iglesia desde la frontera, no desde el centro.

La mayoría de las personas disciplinadas no elegirán continuar asistiendo a la iglesia, al menos inicialmente. Pero, ¿qué tan buena fue su asistencia antes de ser disciplinados si se engañan a sí mismos acerca de su posición con Dios?

Además, muchos cristianos ven el edificio de la iglesia como el único lugar donde los perdidos pueden recibir legítimamente la salvación, como si el evangelio fuera un producto que solo se puede obtener en ciertas tiendas. En respuesta, los pastores deben enseñar a su pueblo una doctrina bíblica de conversión y recordarles que la gente confiesa cuando se encuentra con el evangelio alrededor de los enfriadores de agua, durante las comidas al aire libre y en innumerables contextos mientras los creyentes llevan a cabo fielmente la Gran Comisión.

5. “¡Yo jamás había oído hablar de esto antes!”

Algunas veces los cristianos sospechan de las nuevas ideas porque no les gusta el cambio, especialmente si esto altera su comodidad. Pero también es el caso de que muchos cristianos son (con razón) escépticos de las nuevas tendencias del ministerio porque se sienten desanimados por los muchos pastores que han visto desfilar a través de su iglesia alegando tener la “solución mágica” para el ministerio.

Cuando la disciplina se ve como una nueva táctica, incluso sus mejores miembros sospecharán de ella. Por esa razón, los pastores deben hacer todo lo posible para mostrar cómo la disciplina de la iglesia tiene sus raíces en las enseñanzas explícitas de las Escrituras. La historia de la iglesia también es particularmente útil en este punto. A medida que sus miembros aprendan que los cristianos antes que sus abuelos también practicaban la disciplina de la iglesia, verán que esto no es solo la última moda de pastor, sino una cuestión de fidelidad bíblica.

6. “Si practicamos la disciplina, esto perjudicará la reputación de la iglesia”.

Las Escrituras indican que debemos mantener una sana sensibilidad a cómo los extraños perciben nuestras congregaciones (cf. 1 Co. 14:16, 24; 1 Tim. 3: 7). Pero nunca debemos permitir que esa sensibilidad se deslice hacia un temor que nos impide obedecer a Jesús.

Algunas personas en nuestras congregaciones pueden temer que la práctica de la disciplina les comunique a los extraños que nuestra iglesia es severa o crítica. Pero debemos recordarle a la gente que la disciplina es en realidad la forma en que Dios mantiene la credibilidad de la iglesia en una comunidad perdida. La reputación de Jesús está ligada a su iglesia. Si toleramos los pecados, incluso los que los incrédulos encuentran escandalosos, comprometemos nuestro testimonio del poder del evangelio para transformar vidas.

7. “Jamás hicimos esto en los días mejores, cuando nuestra iglesia era más grande”.

Los pastores, especialmente los nuevos, necesitan comprender la historia de su congregación, particularmente la historia que aún vive en la memoria de los miembros antiguos. Yo (Sam) serví en una iglesia donde muchos de los miembros anhelaban los “días de gloria” de los años 70 y 80, cuando la iglesia era grande y los programas del ministerio estaban llenos de actividad. En esos días felices, la iglesia nunca discutió la membresía, no habría soñado con la disciplina y priorizó atender sus servicios a los no creyentes. La disciplina representaba lo opuesto a cada intuición de ministerio cultivada durante los “mejores” días de la iglesia.

En retrospectiva, vi que muchos miembros estaban motivados por un deseo de ver a la iglesia una vez más producir ese tipo de fruto (o al menos lo que parecía fruto). Para muchos, la disciplina representaba una práctica que colocaba a la iglesia en oposición directa al “ministerio fructífero” que habían conocido en el pasado. Como resultado, a la gente le desagradó la disciplina no porque pareciera poco amorosa o no bíblica; no les gustó porque simplemente no es lo que la iglesia hizo cuando era más grande, más fructífera, más influyente. Se volvieron bien catequizados en la creencia de que más grande siempre es mejor.

En respuesta, los pastores deberían enseñar pacientemente a su pueblo a confiar en que los caminos de Dios son mejores que los nuestros, incluso si parecen contradictorios. Segundo, los pastores deberían enseñar a su pueblo a celebrar el fruto de la fe en Cristo y en la vida santa, no en una iglesia llena de programas ministeriales. Después de todo, en el último día, muchos preguntarán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos demonios en tu nombre, y dirigimos centros de orientación en tu nombre, y organizamos Escuelas Vacacionales en tu nombre?”.

Por supuesto, los centros de orientación y las Escuelas Bíblicas de Vacaciones son cosas buenas, pero no son una señal segura de la obra del Espíritu. Si nuestros números de bautismo y programas de ministerio de hoy no se traducen en siervos aceptados ese día, ¿de qué sirven? 

Los pastores no son los únicos que necesitan recordar constantemente que el éxito en el ministerio es una cuestión de fidelidad y paciencia, no presupuestos más grandes y bancas llenas. Cuida de tu rebaño enseñándoles que el crecimiento del evangelio y la bendición de Dios dependen de la fidelidad. Y enséñeles que parte de sostener el evangelio fielmente es ayudar a otros a mantenerse fieles también.

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